“Hacer ‘Metegol’ fue
como filmar diez películas”...
DIFERENCIAS. “En cuanto al proceso creativo, Metegol se desarrolló
exactamente al revés de lo que es una película. Empezás por el montaje y
terminás por la filmación”.
Sumergido en la
próxima presentación de Metegol, la película de animación a la que dedicó cinco
años de su vida, trabaja ya en su nuevo proyecto: dirigir teatro, con Luis
Brandoni y Eduardo Blanco como actores, y se prepara para iniciar los estudios
de Ciencia Política, “porque dirijo cine hasta las 5 de la tarde, pero soy
ciudadano las 24 horas”.
Faltan pocos días para el lanzamiento de Metegol. La nueva creación de
Juan José Campanella, como se sabe, es una película de animación en la que este
hombre particularmente exitoso ha comenzado a incursionar hace ya varios años.
No podemos olvidar, en la etapa inicial, una visita que efectuamos dos o tres
años atrás a su estudio, ubicado cerca del estadio de River Plate y donde
observamos con fascinación una multitud de pantallas en las que iban
registrándose distintos movimientos de los personajes para culminar en una gran
imagen en la que se plasmaba el paso final.
—Más que una película, yo diría que es una etapa de mi vida –bromea Campanella–; es como armar
un rompecabezas sin ningún tipo de orden. Una película, por ejemplo, es algo
mucho más ordenado. Aquí, en la animación, tenés una pieza por un lado, otra
por otro y recién empezás a ver la figura cuando ya tenés 200 piezas metidas.
El proceso es muy caótico, y hay que encontrar un orden en ese caos.
—Quizás por eso encontramos allí un salto muy
grande entre “El secreto de sus ojos” y “Metegol”.
—Bueno, es un triple salto mortal. Es otro mundo, otro estilo que puede ser
para el mismo público pero que abarca otra parte de su sensibilidad y, por
añadidura, incluye ahora a los chicos. Además, es un proceso creativo
totalmente distinto. Yo diría que son otros músculos. Imposible comparar estas
dos etapas... En cuanto al proceso creativo, Metegol se desarrollo exactamente
al revés de lo que es una película. Empezás por el montaje y terminás por la
filmación. Te explico: en una película uno arma a partir del material ya
filmado y con lo que brindaron los actores. Aquí se arma antes. Se arma en la
imaginación y luego vamos llenando. Todo el tiempo me acordaba mucho de
Beethoven componiendo ya sordo... sin poder escuchar lo que estaba componiendo.
Y la verdad es que no me explico cómo una película de animación puede ser la
primera película de alguien. Hay que haber pasado por muchas cosas e imaginarse
cómo será el resultado final. Esa es una gran diferencia, y en cuanto a la
película, en lo emocional te diría que va para arriba y no hacia abajo como El
secreto de sus ojos.
—Por ejemplo, en “El secreto de sus ojos” das
una pista a través de esa mano que abre una cortinita que descubre el galpón
donde está un hombre preso a perpetuidad... No sé si en la animación hay
puertas semejantes.
—Sí, hay. El armado de la película, de la historia, es el mismo. La cuestión es
cómo se hace. En cuanto a cómo la escribís, te digo que es un cuento en el que
los personajes, más allá de que sean dibujados, son también seres humanos con
sus ambiciones, sus deseos, sus emociones, sus motores emocionales, sus
debilidades y fortalezas. Así es que la historia que se cuenta se arma en la
tapa del guión. Y la tapa del guión es igual en las dos.
—Qué trayectoria la tuya, Campanella... –reflexionamos. Mientras, este ganador del
Oscar recuerda su primera película:
—La filmé en Estados Unidos y en España se llamó El niño que gritó “puta”, se
ríe a carcajadas. Sí, sí –enfatiza–, tal
cual: The boy who cried “bitch”. Era un juego de palabras sobre El niño que
gritó “lobo”. Aquí no se estrenó. Es una película muy dura, muy trágica, en la
que el protagonista es un chico de 12 años, psicópata. Luego filmé otra
película en los Estados Unidos, basada en un libro de José Pablo Feinmann, El
tiro del final, y finalmente volví a la Argentina para hacer El mismo amor, la
misma lluvia; El hijo de la novia; Luna de Avellaneda; Vientos de agua (que no
considero una miniserie sino parte de mi filmografía).
—Además, con el aporte de la maravillosa Aída
Bortnik...
—Exactamente. Hicimos Vientos de agua con Aída y luego vinieron El secreto de
sus ojos y El hombre de tu vida, y ahora Metegol.
—Es un recorrido notable. Si uno mira tus
películas no puede dejar de emocionarse por la profundidad que alcanzan. Pero,
en este caso, ¿cómo se inventa y se llega a un muñeco?
—Sí, es increíble. A tal punto que, cuando estábamos terminando la película, la
mirábamos y nos olvidábamos de que eran dibujos, muñecos... creo que éste es
uno de los logros de la película. Te hace creer que sus protagonistas son seres
humanos. En la animación tienen un estilo de actuación muy realista y que
transmite muchas cosas. Mirá, se empieza con el dibujo en 2D.
—¿Qué quiere decir “en 2D”?
—Papel y lápiz. No con relieve. Altura y ancho. No profundidad. Son dos
dimensiones. En este caso, Mariano Epelbaum fue el diseñador de todos los
personajes y Nelson Luty el de todos los fondos y decorados. Nelson empieza
dibujando a lápiz sobre papel. Mariano ya en las tabletas electrónicas, pero
como si fuera un lápiz, y de esto se hace un dibujo plano, se decide el
personaje después de mil pruebas en las que vas cambiándole la cara, los ojos,
el color... Son decisiones que nunca había tomado en mi vida. No sé... Ricardo
Darín, por ejemplo, ya viene con color de ojos. Aquí hemos tenido reuniones de
seis horas para decidir si los ojos eran azules verdosos o verdes azulados. Fue
tremendo, y esto después lo toma otra persona y comienza, con distintos dibujos
de poses y perfiles, casi a esculpir. A darle volumen pero en una computadora.
—Sin embargo, por lo que estás explicando, los
dibujos de la animación también deben abrir claves y puertitas para el
espectador.
—Sí, hay muchas cosas que están plantadas en la película y que luego se
convierten en pistas para el espectador. Esas son todas técnicas de narración.
—El cine es un deleite visual... Quizás el
dibujo animado te exija más que el cine.
— Desde la realización, sí. La realización es un esfuerzo tecnológico muchísimo
más grande. Insume también más tiempo porque una película, de punta a punta, se
hace en seis meses, y Metegol se hizo en cinco años. Así que la exigencia es
mucho mayor. Yo diría que equivale a diez películas... Mirá, una película, por
ejemplo, se hace con sesenta personas, y para Metegol necesitamos a 487.
—¿En serio?
—Sí, sí. Contando músicos, etc., pero 400 trabajando en la película, lo que
puede darte una idea de que es mucho más difícil. Ahora, el cuentito que se
relata y el corazón de la película... bueno, esto es igual en todas.
—Pero, por ejemplo, ¿la banda de sonido... ?
Cuando vos mencionabas recién a los músicos me preguntaba si al compositor que
hace la banda le vas marcando las secuencias. ¿Cómo es el trabajo?
—Sí. El compositor fue Emilio Kauderer. La música es impresionante y se grabó
con la Orquesta Sinfónica de Londres. Emilio también compuso la música de Un
lugar en el mundo y El secreto de sus ojos. En fin, varias películas. Es un
capo y ha hecho una muy buena música. Aquí, claro, es algo sinfónico mucho más
grande de lo que hemos tenido posibilidad de hacer en nuestra historia... En
realidad, al comienzo se trabaja siempre en todas las películas con una banda
temporaria que es básicamente música de otros lados. Música clásica o de otras
películas que te va dando un clima y un ejemplo. Una referencia. Y uno va
armando la película con esto, y luego, el compositor lo tomará como leve
inspiración, aunque a veces también puede irse para otro lado.
—Y con la música ¿vas a editar un CD aparte?
—La música de la película creo que, aquí en Argentina, sale con Warner. No lo
sé exactamente porque ésos son derechos de Kauderer.
—A propósito de derechos y auspicios, aquí, en
Argentina, se ha comentado que la Disney no te habría brindado la promoción que
te correspondía. Que te había dado poca promoción.
—¿Poca? No, Ninguna. No encontró lugar en su pauta para Metegol en ninguno de
los tres canales que tiene para niños. No sé, no sé... yo creo que tendrías que
preguntárselo a ellos. Dan promoción a otras películas de otras productoras.
Esto no es por un tema como sería entre Telefe y Canal 13. No, no. En los
canales de Disney dan rutinariamente promociones de películas que no son de
Disney pero no encontraron lugar para Metegol.
—Es increíble que, con una trayectoria como la
tuya, ocurran estas cosas.
—Qué sé yo. Por ahí son cosas de un ejecutivo local. La verdad es que no quiero
hacer un escándalo sobre esto, ¿viste? Ya he mandado un par de chicanitas hace
15 días –se ríe–, y la verdad es que creció
mucho más de lo esperado. Lo que se habló benefició a la película más que si
hubiera pagado toda la pauta y ellos hubieran puesto todos los comerciales en
pantalla. La película no necesita un escándalo para sobrevivir. En una palabra:
esto ya fue.
—“Metegol” es un viejo sueño tuyo. Desde hace
dos años venimos hablando de esto.
—Nosotros venimos hablando de esto desde hace dos años, pero yo desde hace
cinco estoy trabajando.
—Vos no parás nunca. A un paso del estreno de
“Metegol”, estás preparando algo en teatro, ¿es así?
—Absolutamente. Es la primera vez que dirijo teatro y estoy ensayando con Beto
Brandoni y Eduardo Blanco. Es una obra que me encanta: Parque Lezama, y
pensamos estrenarla en agosto. Es una adaptación que he hecho de una obra
americana, I’m Not Rappaport, de Herb Gardner. Yo creo que es la mejor obra que
he presenciado en mi vida, y desde que la vi, hace 25 años, advertí que es un
texto más argentino que norteamericano. Está escrita, obviamente, por un judío
neoyorquino (que es lo más parecido a un porteño). Mirá: un romano, un judío
neoyorquino y un porteño son las tres cosas más parecidas que conozco. Ahora
puedo cumplir el sueño de hacerla realidad, y la verdad es que la obra está
quedando muy, muy bien.
—No parás nunca, Campanella. Recuerdo la repercusión
que tuvo “El mismo amor, la misma lluvia”, lo que se habló de aquel nuevo
director. ¿Han pasado acaso tantos años?
—Catorce.
—¿Cómo fue tu evolución?
—En realidad, no te das cuenta porque el nivel de trabajo ha sido el mismo que
cuando no pasaba nada. Uno trabaja igual siempre. A veces conecta, y a veces
no. La verdad es que es la magia de esto: cuando las cosas se dan, decimos que
es la belleza del momento, y cuando no es así, decimos... –entre carcajadas utiliza un término que no me
deja reproducir–. La cosa es inmanejable y depende mucho no sólo de
lo que uno hace sino también de aquello en lo que está la sociedad. En qué está
la gente. Uno empieza los proyectos dos o tres años antes de que se realicen y
es imposible anticipar en qué estará la sociedad, cuáles serán sus temas, sus
intereses. Así es como ha habido grandes películas en la historia que han
fracasado. Por ejemplo, la mejor película que he visto en mi vida, ¡Qué bello
es vivir!, de Frank Capra, fue un fracaso cuando se estrenó. Casi se arruina el
estudio que la producía. La película se estrenó en 1946 y los Estados Unidos de
posguerra no querían oír hablar de angelitos. El gran éxito fue, en cambio, Lo
mejor de nuestras vidas, la historia de tres veteranos que volvían de la guerra
y que se llevó todos los Oscar. El éxito depende mucho de lo que se está
hablando.
—Conociendo tu trayectoria, cabe suponer que,
después de “Metegol”, tenés dos o tres proyectos en marcha.
—Como te decía, estoy muy dedicado a dirigir teatro. Desde hace un año estamos
con este proyecto y en Estados Unidos hice un poco de televisión. Fue en marzo
y abril: un piloto para una serie que sería la reemplazante de Breaking bad,
que ha tenido mucho éxito, una serie de culto. Mi piloto sería para la serie
que la reemplazará. En el segundo semestre voy a intentar escribir un nuevo
guión para una película normal, y el año que viene quiero empezar a cursar una
maestría en Ciencia Política.
—Pero, si me permitís, ¿cuál sería la relación
entre el cine y la Ciencia Política? Salvo que estés preparando la biografía de
Cristina Kirchner...
—No, no... Es más por una inquietud de conocer un poco más un tema que me
interesa y no por participar. Tengo un hijo de seis años y jamás le haría eso.
—Entonces, después de varios capítulos de “Dr.
House”, “La ley y el orden” y algunos especiales...
—... en realidad, de eso vivo. Son un promedio de dos capítulos por año.
—Sigo pensando en tu proyecto de estudiar
Ciencia Política. Es una idea inteligente porque, indudablemente, 2015 no está
tan lejos y aquí, si estrenás una película dentro de dos años, vas a tener
público para comentarla a favor o en contra.
—No. La película no es sobre política. Tiene más que ver con la muerte. Y esto
responde a una inquietud personal.
—Te creo, pero éste es un momento del país muy
particular.
—Hace cinco años escribí el guión de Metegol; sin embargo, tiene que ver con
darnos cuenta de que estamos jugando todos en la misma cancha. Yo trato de no
vivir en una burbuja, estoy conectado con la gente. Tengo pocos amigos dentro
de la industria. La mayoría de mis amigos no están relacionados con el cine, y
yo dirijo cine hasta las 5 de la tarde o sin horarios (él mismo se ríe cuando
advierte que no se detiene frente al reloj)... pero soy un ciudadano durante
las 24 horas del día.
—Aparte de los guiones que te mandan, ¿tenés
tiempo para leer?
—No leo los guiones pero leo muchos ensayos (no ficción), y ahora, como te
dije, estoy con el tema de Ciencia Política. Me interesa mucho, y hace poco leí
algo muy recomendable: Inteligencia emocional, de Goleman. Te aseguro que se lo
recomendaría a mucha gente conocida. Me parece que, últimamente, esta lectura
está haciendo falta... –se ríe con ganas–. Y,
en cuanto a novelas, acabo de terminar El puente de San Luis Rey. Toca el tema
de la muerte que, como te decía, estoy tratando. También estoy leyendo Algo
pasó, de Joseph Heller, uno de mis autores favoritos.
—Disculpame la indiscreción, pero un tipo tan
vital y exitoso como vos, ¿por qué se asocia al tema de la muerte?
—Bueno... es un tema que un día llega. En los últimos años fallecieron mis
padres, nació mi hijo... O sea que, en un año, pasé de ser hijo durante toda
una vida a ser padre. Y esto te hace pensar un poco en que todo se acaba...
pero no quiero que se haga un bajón con eso. Todo lo contrario. Creo que hay
que reconciliarse con esa idea. Hacerse amigo de ella.
—Lo terrible no es siempre un bajón. Es
simplemente terrible, ¿no?
—Bueno, sí. A veces puede ser hasta liberador. Estoy trabado con esto. En este
momento, más que hablando y escribiendo, te diría que estoy leyendo.
© Escrito por
Magdalena Ruíz Guiñazú el domingo 07/07/2013 y publicado por el Diario Perfil
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.