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domingo, 30 de junio de 2019

“Necesitamos una escuela para los últimos, no para los buenos”, dice Francesco Tonucci… @dealgunamanera...

“Necesitamos una escuela para los últimos, no para los buenos”, dice Francesco Tonucci…

Francesco Tonucci. Fotografía: Santiago Mazzarovich

El pedagogo italiano explicó, en entrevista con la diaria, por qué invita a las escuelas a abandonar los deberes.

© Escrito por Cecilia Álvarez el jueves 25/08/2019 y publicado por La Diaria Educación, de la Ciudad de Montevideo, República Oriental del Uruguay.

Francesco Tonucci: La asamblea de los niños. 
Video de #Aprendamosjuntos del BBVA

Francesco Tonucci, maestro, pedagogo, ilustrador y creador del programa La ciudad de los niños, estuvo esta semana en Montevideo. Llenó una sala para 1.000 personas con la conferencia “Los niños y niñas piensan de otra manera”, tuvo encuentros con jerarcas de la Intendencia de Montevideo para promover la aplicación de su proyecto en Montevideo y participó en la primera sesión del año del Parlamento de Niñas, Niños y Adolescentes, el martes. En entrevista con la diaria, profundizó algunas de las ideas que manejó en su conferencia, por ejemplo, fundamentando por qué las escuelas no deberían mandar más deberes, y por qué los alumnos no son buenos o malos, sino que la que debe ser buena es la escuela.

La città dei bambini es un proyecto sobre autonomía y tiempo libre que, al comienzo de su conferencia del lunes, graficó con ejemplos como el de este video: ladiaria.com.uy/UTe. El italiano llama a las familias y a las ciudades a trabajar “para que los niños puedan volver a vivir la calle” y a ponerse “del lado de los niños y en contra de los autos”.

Has dicho que la escuela ya no tiene que enseñar las cosas. ¿Cuál es su rol hoy?

Te refieres a una polémica que salió en La Nación hace unos años, sobre una frase que decía que la escuela no debería preocuparse tanto de enseñar, que lo hacen mejor otros instrumentos, y que yo esperaba de la escuela cosas más importantes. Sigo pensando que todo lo que es aprendizaje, en el sentido más corriente, en referencia a información, hoy en día los niños lo reciben por todos los medios, con lo que perderse demasiado en esto no vale la pena.

Yo de la escuela espero algunas cosas básicas, mucho más importantes. Una, lo que decía en la conferencia: que ayude a todos los niños y niñas a descubrir su vocación, de manera que se pueda cumplir con la ley, que la escuela sea el lugar donde se desarrollan las potencialidades y las capacidades de cada uno de los alumnos hasta el máximo nivel posible. Esto dice el artículo 29 de la Convención sobre los Derechos del Niño, que es ley nacional en Uruguay desde 1990. Uno de los papeles fundamentales de la escuela es ayudar a los alumnos a descubrir su vocación y desarrollarla al máximo nivel posible. Esto debería tener como consecuencia que los niños lleguen a ser muy capaces en lo suyo. Yo creo que si permitimos a cada uno a desarrollar lo que Gabriel García Márquez llamaba su “juguete preferido”, también tendrá ganas de recuperar lo que le falta.

Yo no pienso en una escuela donde una persona que tiene una vocación por el canto o para la artesanía debe desarrollar sólo eso y nada más. Así como lo pienso para los matemáticos y para los que tienen una vocación literaria, me gustaría que desarrollaran también el canto, la manualidad, el dibujo y el arte. Espero que los que tienen una capacidad manual, musical o artística también puedan recuperar una parte de estas competencias, literaria y matemática, que seguro son muy útiles en la vida, pero reconociendo su competencia principal, por lo que los alumnos deberían ser buenos porque tienen algo de especial. Uno es bueno porque tiene una manualidad muy alta, otro porque tiene una capacidad matemática muy alta... y cada uno puede ser el mejor. Esa es la idea.

La segunda cosa que me parece importante, especialmente hoy en día, cuando la tecnología invita a los niños a vivir solos –hay estudios que muestran que están bajando todos los aspectos de encuentros y de amistades–, es que la escuela tiene un papel muy importante en todo lo que puede considerarse social, por ejemplo, el trabajo de grupo. La escuela no puede seguir diciendo que no se puede copiar, que cada uno a lo suyo... Al contrario, debería favorecer el trabajo grupal. A mí me gusta mucho el texto colectivo, escribir juntos. Cada uno escribe una frase, después se eligen las mejores y se juntan hasta formar un texto que al final no es de nadie porque es de todos. Tampoco pienso que es la única forma de desarrollar la escritura, pero es una, y junto a la individual sería interesante desarrollar también esto.

Por último, diría que la escuela, como su papel de fondo, tiene que ser capaz de aprobar. Un maestro italiano al que quise mucho, Mario Lodi, que falleció hace pocos años, en una carta que escribió a los padres después de una semana de escuela, decía: “Conocía a vuestros hijos, todos tienen una inteligencia normal, con todas las diversidades debidas a las distintas experiencias, con lo cual, desde ahora, puedo decir que todos ya aprobaron quinto de primaria, con el seguimiento de los conocimientos mínimos que proponen los programas”. 

Era la primera semana de primer año de primaria. “Y si esto no ocurre, la culpa será del maestro y de la escuela”. Me parece que eso es un buen maestro y da una buena definición de la escuela: la escuela tiene que aprobar, pero no porque son buenos los alumnos, sino porque es buena la escuela. Necesitamos una escuela para los últimos, no para los buenos. [El educador italiano Lorenzo] Milani decía muchas veces: “La escuela parece un hospital para sanos, que rechaza los enfermos”.

¿Por qué todas las escuelas deberían tener un consejo de participación de estudiantes?

Por lo menos por dos razones de fondo. Una, porque lo dice la ley, con lo cual la escuela que no lo tiene es una escuela ilegal. Si la Convención es una ley, el artículo 12 dice que los niños tienen derecho a ser escuchados y a expresar su opinión cuando se toman decisiones que los afectan...

La segunda es que la escuela se beneficiaría mucho de la participación de los niños, que puedan asumir la escuela como su escuela y, con eso, preocuparse por que funcione mejor que como funciona. Que los niños están contentos dentro de la escuela, identificar las razones por las cual no lo están y, posiblemente, en acuerdo con el director de la escuela, superar estas cosas que no funcionan. La escuela debería desear esto con toda su alma, porque es una manera de acercar a los niños, por eso no se entiende por qué no hacerlo. Claro, esto rompe un esquema mental que quiere que los niños escuchen y no que sean escuchados. En la escuela los niños están sentados, callados, escuchando lo que hablan los maestros. Esta propuesta da vuelta esto: dice que vale la pena escucharlos.

Dije que iba a decir dos razones, pero digo tres. Por último, los niños tienen algo para decir. Los niños llevan consigo una vida. Cuando empiezan la escuela, con seis años, saben cosas, y cada uno sabe de forma distinta, con lo cual para un maestro escuchar a los niños es algo imprescindible, porque de lo contrario no sabe qué proponer. ¿Cómo puede empezar a proponer si no sabe cómo están sus alumnos? La única manera de hacerlo es pensar que los alumnos llegan con un nivel cero, pero eso es falso. Si están todos a nivel cero yo puedo empezar, que me escuchen, que aprendan, y después medir cuánto han aprendido. Todo esto es una manera de pensar que no tiene ninguna relación con la realidad. Los niños son distintos, los niños saben; nosotros no sabemos lo que saben, por lo cual si queremos evaluarlos tenemos que conocer el punto de partida.

En tiempos en que se multiplican las escuelas de doble horario o en que los niños tienen muchas actividades extracurriculares, además de ir a la escuela, enfatizás en la importancia del tiempo libre y del juego en el proceso de aprendizaje. ¿Por qué?

Creo que la escuela debería estar muy interesada en que sus alumnos vivan el tiempo libre fuera de casa, con los amigos, teniendo experiencias que les gusten, porque en una experiencia que viven con gusto, con interés, seguro van a ocurrir cosas, algún descubrimiento, alguna sorpresa; cosas que encienden curiosidades. Eso es material bueno para la escuela. Cuando el maestro y pedagogo francés Célestin Freinet proponía el texto libre, proponía una técnica escolar muy particular: si cuando estáis fuera de la escuela os ocurre algo de interesante y que pensáis que puede ser interesante para vuestros compañeros –primera condición–, si queréis –no es obligatorio, al contrario–, podéis escribirlo brevemente y llevarlo a la escuela. 

Luego, cuando llegamos a la escuela vamos a leer los textos libres que llegaron, y después se abre un debate, se hace una selección y se imprime el texto libre elegido, para ponerlo en el periódico escolar. Repito: la escuela debería estar interesada en que los niños puedan llevar algo. Hoy en día esto no es posible, porque lo que hacen fuera de la escuela es tan aburrido y tan controlado por los adultos que no tiene nada que pueda ser interesante.

El segundo aspecto es un análisis pedagógico. Los deberes, que normalmente ocupan el tiempo de la tarde, así como las actividades, desde mi punto de vista no tienen ningún interés pedagógico. No consiguen tener los resultados que presumen; normalmente se justifican diciendo que son para ayudar a los más débiles, que haciendo ejercicios recuperan. El tema es que los más débiles casi siempre tienen familias muy débiles, en particular culturalmente, que no pueden ayudarlos. 

Muchas veces los padres y las madres de estos niños saben menos que sus hijos, que saben ya poco, con lo cual son niños que vuelven a casa, no encuentran a nadie que pueda ayudarlos y no hacen los deberes o, si los hacen, los hacen mal. Por el contrario, es más probable que los niños que los necesitan menos tengan padres preocupados, atentos, que los ayudan. Con esto, al día siguiente, la diferencia entre esos dos niños es un poco mayor. Entonces, de esta manera no se consiguen lo que se presume, sino que se consigue el resultado opuesto.

Con esto no quiero decir que no hay que hacer ejercicios ni profundizar, digo solamente que si lo necesitan algunos alumnos, o todos, la escuela tiene que hacerlo en su horario, bajo la garantía de los maestros que, tenemos que reconocerlo, son responsables de esta laguna. Si un niño no aprendió, es porque el maestro no ha sabido enseñarle. Después podemos examinar todas las justificaciones, pero es así. El que enseña es el maestro; si los alumnos no aprenden, el maestro de alguna manera no ha conseguido llegar a su objetivo.

Esa afirmación es bastante confrontativa con los maestros.

Es la frase de Lodi que cité antes: “Si esto no ocurre, la culpa será del maestro”. Un padre me paró un día, me mostró el cuaderno de su hija, que estaba en primer año de primaria, y me dijo: “Mira, la niña cuando escribe se equivoca siempre entre b y v”. “Tenéis que hacer ejercicios”. “Yo a mi hija le enseñé a hablar, y cuando habla no se equivoca nunca. A escribir le enseñó el maestro. ¿Por qué soy yo el que tiene que hacer ejercicios?”.

¿Cómo conciliar la importancia del tiempo libre y del juego entre los niños con los tiempos familiares, con la incorporación de la mujer al mercado de trabajo? Muchas veces los padres no tienen opciones a enviar por varias horas a sus hijos a la escuela.

Aquí debe intervenir la ciudad. Creo que las familias pueden hacer bastante reconociendo a los niños la capacidad de hacer cosas que hoy se consideran imposibles y que para los mismos padres fueron normales: salir, ir a la escuela, por la tarde juntarse con amigos, hacer tonterías. Esto lo hemos hecho; no se entiende por qué los niños de hoy no pueden hacerlo, pero claro, creo que tenemos que asumir este problema como problema social, como problema político. Si yo fuera responsable de una ciudad, trabajaría muchísimo para que los niños puedan volver a vivir la calle, porque estoy convencido de que es la manera más tranquila, más fácil y más barata de conseguir seguridad urbana, de devolver a los niños una necesidad que tienen y de obligarnos, a nosotros los adultos, a modificar un poco nuestra manera de actuar. 

Se trata de proponer y obligar a los adultos a optar entre autos y niños, que es una cosa con la que todo el mundo va a estar de acuerdo, pero cuando vamos a los puntos críticos la gente se queja si se le impide llegar a la puerta de la escuela, se queja si se reduce la calzada para favorecer el paseo... De hecho, se queja cuando nos ponemos del lado de los niños y en contra de los autos. Yo tengo una viñeta de una niña que piensa: “Me gustaría mucho que mi padre me quisiera como quiera a su auto”. Es muy triste, pero creo que tiene algo de verdadero.



domingo, 17 de marzo de 2019

La decadencia de Venezuela se palpa en las calles a cada paso… @dealgunamanera...

La decadencia de Venezuela se palpa en las calles a cada paso…

La realidad de la gente. Castro entrevistó a ciudadanos de a pie, que enfrentan con dignidad una crisis que tiene costados dramáticos e insólitos. Fotografía: Cedoc Perfil / ap

Nelson Castro fue testigo en Caracas del drama humanitario que aqueja a los venezolanos. Apagón, agua contaminada, corrupción y un Estado policial.

La imagen desde la ventanilla del avión que se acerca al aeropuerto de Maiquetia es imponente. La geografía de Caracas es impresionante, la combinación de montañas fértiles y mar le da esa particularidad única de la espectacularidad. Ver desde allá las aguas de un azul-turquesa, ese mar bañando las playas y esa tierra potente, da la idea de un país poderoso y rico.

Todo esto se desvanece cuando el avión toca suelo en el aeropuerto de Maiquetia, se desvanece desde la imagen y también desde la percepción: la autopista deteriorada, poceada, hace el andar tortuoso hasta la plataforma de llegada, y la imagen desolada de los pocos aviones sobre ese inmenso aeropuerto da una idea clara de la decadencia por la cual está atravesando Venezuela. La puerta de entrada marca el contraste del aeropuerto con la majestuosa geografía de Caracas.

Entrar a Caracas no es fácil, salir de Caracas, tampoco. Entrar significa superar una barrera de sospechas: si se va por un día, por qué por tan poco; si se va por más días, por qué por tanto tiempo; si no se tiene impreso el pasaje de vuelta, la reserva del hotel, por qué no se la tiene.


En este contexto la idea que uno tiene es que es absolutamente vulnerable y que todo es impredecible, tal vez dependiente del humor con el cual el empleado o empleada de Migraciones está dispuesto a hacer cumplir la férrea estructura de control que se cierne contra todo aquel que llega a Caracas. Si se arriba con material para filmar, celulares, cámaras implican un escollo de una hora. Trasponer todos los controles del aeropuerto da una clara percepción de la situación de tensión, que se corrobora con la enorme cantidad de personal de la policía, de la guardia nacional, que se despliega sobre un aeropuerto prácticamente desierto.

Fui a Caracas con la idea de conocer y reflejar la realidad de la gente, por eso tomé la decisión de no entrevistar a ningún político, ni del gobierno ni de la oposición. La idea fue hablar con la gente y escucharla. Pensé que debíamos ir a buscar esa dura realidad en lugares marginales de Caracas, pero la sorpresa apareció al primer paso: a cuatro kilómetros del aeropuerto de Maiquetia, sobre la autopista que lleva hasta el centro de Caracas, nos encontramos con la gente tratando de recoger el agua de un caño, un caño que juntaba el agua que venía de las casas ubicadas sobre la ladera de una de las montañas –zona de favela–, por lo tanto, un agua absolutamente contaminada. La gente la utilizaba, allí había madres, padres, jóvenes, había niños.


Me impactó ver una bebé de tres meses sola en un cochecito, tapada, sobre un montículo, mientras su madre lavaba su ropita, con la que luego la arroparía, en agua contaminada. Esa agua contaminada también se utiliza para cocinar, algunos la beben; solo los que pueden consumen agua mineral. Con la maravillosa ajenidad que da la infancia, los niños se zambullen una y otra vez en ese pequeño estanque natural para refrescarse y vivir con aires de aventura esa realidad tan trágica. En ese contexto, una mujer nos relataba la angustia que vive por estos días, ya que su hijo está enfermo y no consiguen los antibióticos que necesitan para tratarlo, entonces se encomiendan a curanderas para mejorar la salud, lo que no puede lograr por los medicamentos que ni en hospitales ni en farmacias se consiguen.

En ese entramado aparecen las expresiones de la gente, que, con una dignidad increíble, enfrenta esa circunstancia indigna de supervivencia. Todos saben que lo importante es vivir el hoy, sin poder prever que es lo que va a deparar el mañana. Venezuela es un país rico, tiene petróleo, los llanos del Orinoco que son de una enorme fertilidad. Ese país rico ha estado castigado fundamentalmente por la corrupción.

La Venezuela democrática que surgió después de la brutal dictadura de Marcos Pérez Jiménez fue una Venezuela que lamentablemente no pudo acompañar ese ejercicio de la democracia con decencia y libertad.

Como consecuencia de esa indecencia durante los años de plenitud democrática, a la circunstancia institucional de la democracia no la acompañó el bienestar de la gente. Dos partidos se alternaron en el ejercicio del poder y ninguno de los dos se preocupó por mejorar esa situación.

Como consecuencia de esa desigualdad social surgió Hugo Chávez, quien fue producto de la corrupción política, de una falsa ilusión de mucha gente que creyó que en aquel golpista iba a encontrar la decencia que no había traído la política ortodoxa. La realidad demostró que se equivocaron, de una manera que hoy les pesa a muchos de aquella mayoría que lo votó, y tanto les pesa que los fuerza –a los que pueden– a salir del país.

A aquella Venezuela desigual le siguió más desigualdad de la mano de Chávez. A aquella Venezuela castigada por la pobreza le siguió una Venezuela igualmente castigada por la pobreza generada por Chávez. La corrupción ahora se disfraza de progresismo político, pero es tan nociva, tan brutal, tan evidente, tan palpable y tan cruel como lo era en aquellos años previos a este chavismo que tiene como objetivo –aún muerto Chávez– perpetuarse en el poder indefinidamente.


El apagón de estos días ha sido producto de la corrupción, de la falta de mantenimiento de la infraestructura. La decadencia de Venezuela se palpa en las calles a cada paso, se observa en los modelos de autos –no hay autos nuevos–, los concesionarios importantes no venden autos nuevos, ni de su propia marca. En grandes salones desolados se ven dos o tres autos usados a la venta. Los edificios, con sus frentes grises por el paso del tiempo, sin la pintura que le dé la frescura de la renovación, marcan esa decadencia.

En esa Venezuela de la decadencia, a nadie le sorprendió esta crisis energética, que seguramente no será la última, que no termina de resolverse y que Maduro busca culpar, atribuir a la cibertecnología del gobierno de Trump. Hecho que desmienten todos los científicos, los estudiosos, los técnicos importantes de Venezuela, que confirman que esta crisis –que no ha cesado– es producto de la falta de mantenimiento.

La falta de mantenimiento que lleva a esta crisis energética agravada por la falta de agua no ha hecho más que transformar este drama en una tragedia, porque producto de la falta de energía eléctrica murieron 21 pacientes en los hospitales de Venezuela por no poder ser asistidos –entre otras cosas– con los tratamientos de diálisis que les correspondían.

La Venezuela de hoy es una Venezuela del imponderable, en la cual las personas sienten afectada su dignidad a cada paso, no solamente porque no tienen luz ni agua, sino porque no pueden planificar; quien hoy quiere comer fideos tal vez deba optar por arroz, porque no hay fideos, y quien mañana quiera carne deba optar por polenta, porque mañana habrá polenta y no carne. La dignidad se ve afectada porque el trabajo formal hoy no asegura la supervivencia y es en la informalidad donde aquel que quiere tener acceso a los elementos mínimos para subsistir puede hacerlo.

La fachada de normalidad de Venezuela forma parte de esta mentira que castiga a tanta gente que hoy encuentra que la única esperanza puede ser tal vez el cambio de gobierno, sin darse cuenta de que nadie sabe cuándo vendrá el cambio y que por supuesto vendrá con muchas ilusiones, pero va a ser muy difícil la reconstrucción de esta Venezuela empobrecida, rica pero castigada por este mal que es el de la corrupción política al cual se agregan la precariedad y la intolerancia. La división social es profunda, la antinomia es clara y evidente y la pregunta es: ¿Cuánto demorará en solucionarse esto?


En esta Venezuela así constituida lo que fundamentalmente se observa a cada paso es la presencia de las fuerzas de seguridad, es un Estado policíaco, donde la libertad de expresión es difícil, donde el miedo existe, donde la impresión de ser vigilado es permanente. En esta Venezuela así constituida, trabajar de periodista es complejo, exige muchos cuidados y la libertad de expresión se transforma en muchos casos en un imposible. En este presente, la verdad es una de las tantas víctimas de este enfrentamiento político. Los medios de comunicación del régimen de Maduro dan idea de una épica que hoy no existe y dan idea de un país de felicidad y alegría que los rostros de tristeza y los testimonios de miles y miles de venezolanos desmienten a cada paso en cada barrio de Caracas.

La crisis en Venezuela tiene costados dramáticos e insólitos, y uno de ellos se conoció en horas de ayer. Los ladrones tienen problemas también para continuar con su tarea, los hay de varios tipos: porque no consiguen balas para sus armas y entonces muchos de ellos se han quedado sin su “herramienta de trabajo”; porque los que se dedicaban a los secuestros se encuentran con el problema de que las víctimas no tienen dinero para pagar y –obviamente– el secuestro se torna inútil. También sucede que en aquellos secuestros en los cuales se paga algo, lo que se paga tiene tan poco valor que resulta insignificante.

Por último, en muchos de los casos los saqueadores –otro de los delitos– cuando han llegado se han encontrado con que era tarde y ya no había nada. Por lo tanto los delincuentes perciben ahora que la única manera de subsistir es la de encontrar un trabajo honesto, es una de las paradojas increíbles de esta Venezuela dramática y trágica que por momentos tiene aires del Macondo de Gabriel García Márquez.




lunes, 5 de marzo de 2018

Sara Facio. Perón, en el Malba a partir del 8 de marzo... @dealgunamanera...

Sara Facio: “No quise exponer antes mis fotos sobre Perón porque sabía que se iban a utilizar de forma política”…

La gran fotógrafa argentina recorrió su carrera y dialogó sobre sus próximos proyectos (Martín Rosenzveig)

La gran fotógrafa argentina inaugura una mega muestra en el Malba sobre el período que comprendió el regreso de Juan Domingo Perón del exilio hasta su muerte, a través de 115 imágenes. Además, dialogó con Infobae Cultura sobre la apertura de la Fundación María Elena Walsh y recorrió los hitos de su carrera artística y profesional.

© Escrito por Juan Batalla  por el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fotografías: Sara Facio.

Fueron 591 días desde el 17 de noviembre de 1972, el día del regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina tras su exilio en Madrid, hasta el 1 de julio de 1974, fecha de su muerte. 591 días que se traducen en 115 fotografías en Sara Facio. Perón, la muestra que abrirá sus puertas en el Malba a partir del 8 de marzo.

VIDEO:

Aquel día de noviembre, se había levantado con la esperanza de vivir un momento histórico y lo fue. Aunque no como ella -o como la gran mayoría- lo esperaba. Los dramáticos hechos de Ezeiza convirtieron aquel retorno en una fecha aciaga.

(Crédito: Sara Facio)

"A mí me interesaba más que nada todo lo que estaba pasando porque yo lo veía como un acontecimiento histórico. Para Europa era la cosa del momento, a mí me parecía que era algo muy importante en nuestro país que un personaje después de 18 años de exilio volviera, que había una multitud, que más de un millón de personas fueron a recibirlo", explica Sara Facio a Infobae Cultura en su estudio, allí donde durante años funcionó La Azotea Editorial Fotográfica, única en su tiempo en América latina, dedicada exclusivamente a la especialidad.

(Crédito: Sara Facio)

Cuando Facio partió junto a un grupo de colegas en un Fiat 600 a cubrir la vuelta de Perón al país, tras 18 años de exilio, ya se había hecho un nombre en el mundo de la fotografía, pero a la fotografía todavía le faltaba tiempo para ser considerada un arte, por lo menos en esta parte del mundo.

"Fue un trabajo encargado por una agencia de Francia, Sipa press, que mandó a una colaboradora, Cristina Orive, para que cubriera toda la parte de América de Sur, Montevideo, Buenos Aires y Santiago de Chile, en 1972. En Montevideo había un movimiento muy fuerte con los tupamaros, en Buenos Aires estaban todas las organizaciones guerrilleras y en Chile estaba por producirse lo que después fue el triunfo de Salvador Allende".

Muerte de Perón (Crédito: Sara Facio)

"Cristina tuvo que bifurcarse y como no le alcanzó el físico trabó conocimiento conmigo, a través de Tomás Eloy Martínez, que era compañero de ella en París. Con Alicia D'amico creamos como una pequeña agencia junto a dos o tres reporteros gráficos", recordó.

"Me interesaba tomar todo lo que se producía alrededor, la gente, el contexto, el merchandising, los afiches, Buenos Aires se llenó de arte gráfico, unas cosas muy originales, divertidas. Sacaba a todo eso porque me gustaba".

Ezeiza (Crédito: Sara Facio)

La gran muestra, además, posee imágenes de otros eventos sociales y políticos muy importantes de aquellos primeros años de los '70: "Después fue la asunción de Cámpora, que fue muy importante, cuando liberaron a los presos políticos y luego cuando asumió Perón, cuando echó a los montoneros de la plaza, y cuando finalmente murió en el 74".

Hasta la fecha, Sara Facio solo había mostrado unas pocas fotos de aquellos años: "Tenía registrado todo eso pero nunca lo había exhibido. A mí me interesó mucho la muerte de Perón, hice alguna que otra exposición en Buenos Aires, una retrospectiva en OSDE y la Fundación Klemm, fueron en total 10 ó 12 fotos. Fueron las únicas veces que se vieron".

Asunción de Cámpora. (Crédito: Sara Facio)

"Ahora, Ataúlfo Pérez Aznar, un fotógrafo amigo, se interesó hace dos o tres años. Yo no quería que se hiciera nada por el contexto que estábamos viviendo: sabía que se iba a utilizar de una forma política. Y a mí lo que me interesaba en el momento de la producción es que era un registro histórico. No solo documental, también testimonial. Hay una mirada mía que fue puntual, las figuras principales tipo retrato y después sacar a la gente y al entorno", explicó la reportera gráfica.

Muerte de Perón. (Crédito: Sara Facio)

Sobre la Fundación María Elena Walsh

La Fundación María Elena Walsh es ya casi una realidad. La sede será en Paraguay al 1400, pegado al estudio de Sara y si bien la preparación de la sala principal está todavía atravesando reparaciones, ni bien se ingresa al espacio puede sentirse la presencia de la compositora, poeta, música y dramaturga argentina a través de cientos y cientos de libros que formaron su biblioteca personal, prolijamente ordenados en tantas bibliotecas que se encuentran distribuidas aquí y allá. "Varias veces me quisieron comprar su biblioteca, pero mientras yo esté viva, de acá no se mueven", confesó con determinación a Infobae Cultura.

Sara Facio y María Elena Walsh fueron conocidas, amigas y pareja, pero fueron sobre todos grandes compañeras. Convivieron alrededor de 30 años, compartieron arte, humanidad y miles de historias, aunque no se las solía ver en público. Cada una entendía su vida profesional como un tesoro personal, como ese espacio que les pertenecía, y por eso se mostraban juntas cuando querían, sin dar explicaciones al resto. Mujeres independientes, tanto con sus carreras como con sus amigos. Mujeres de hoy, ayer. 

(Martín Rosenzveig)

Cuando María Elena escribió en su autobiografía Fantasmas en el parque que Sara era "ese amor que no se desgasta, sino que se transforma en perfecta compañía" fue la primera vez que abrieron su amor al público. Sara también dio su respuesta en papel, en su libro María Elena Waslh: Retrato(s) de una artista libre, cuando aseguró: "Ella es más que una parte de mi vida. Todo en ella es poesía, hasta cuando habla es poesía, es de una ocurrencia sin parangón. Como artista creo que es un ser único".

En uno de los espacios ya habilitados de la Fundación pueden verse una pintura que Guillermo Roux le regaló a María Elena. "Es una historia muy linda. -relata Facio-  A ella le encantaba festejar el 25 de Mayo, venían a casa amigos, escritores, pintores, muchísima gente. Era un momento que disfrutábamos, comíamos, reíamos. Un día llegó Guillermo con un cuadro envuelto, ella no sabía nada y cuando lo abrió se le iluminaron los ojos".

El regalo de Roux para María Elena Walsh será una de las piezas de la Fundación (Martín Rosenzveig)

Sobre la proximidad de la apertura del espacio, Facio, comentó: "Es un proceso bastante largo porque hay muchas barreras legales. Hace como dos años que estamos luchando con la burocracia. Estamos trabajando internamente muchísimo. Haciendo todos los archivos: vamos a digitalizar toda su obra, los discos, los libros, toda la producción, incluso desde el periodismo. Desde que empezó a los 15 años en la revista El hogar hasta que murió, siempre había notas de María Elena".

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El objetivo no es solo exponer la obra enorme de María Elena, sino también hacerla accesible para todos aquellos que se interesen. "Mi idea es que una vez que esté digitalizado todo eso, donarlo a la Biblioteca Nacional y al Congreso de la Nación para que tenga una difusión absolutamente pública. Para que la gente no tenga que 'morir' en la Fundación, sino en ámbitos mucho más abiertos. Hoy día con la proliferación digital es mucho más fácil acceder".
Otro de los fines de la Fundación es el de convertirse en un puente para aquellas personas que están interesadas en realizar bienes culturales, pero que -por diferentes razones- no pueden hacerlo: "Queremos ayudar a la gente creativa, en tres facetas. En la parte literaria, en la parte musical y hacer tipo becas, una ayuda para que puedan hacer un curso, o si alguien necesita comprarse un instrumento. Tanto María Elena como yo pudimos de muy jóvenes acceder a cierta cultura por ayuda de la gente que nos dio becas".

Una vida plena de clicks

Hay situaciones que se definen por un click. Una idea, estar en el momento y lugar adecuado, un giro fortuito del destino que produce un cambio radical. La vida de Sara Facio está repleta de clicks, pero no solo de los que disparó con su cámara Leica a lo largo de su carrera. De hecho, el encuentro con aquella cámara, que se convertiría en su aliada para siempre, fue una cuestión azarosa.

Sara, graduada en la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1953, recibió una beca del Gobierno de Francia en 1955. Viajó a Europa junto a Alicia D'Amico "para tener material y ver museos y obras en vivo", para producir un libro de la historia del arte. El destino tenía otro objetivo para su vocación artística.

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"Allá nos encontramos con la posguerra de los años 50, que empezaban a funcionar nuevamente las cámaras, la Leica, la Voigtländer, todas las máquinas alemanas tradicionalmente eran importantes. Las vendían como hoy lo hacen con un celular, a precios irrisorios para que la gente joven, como nosotros, pudiéramos comprarlas", recordó.

"En principio fue como un hobby, como un juego, pero cuando volvimos a Buenos Aires, el padre de Alicia, que era fotógrafo profesional, vio que teníamos mucha habilidad para sacar fotos, nos comenzó a dar trabajo. En ese momento estaban muy de moda las "fotos a domicilio", entonces empezamos a hacer eso y con esas fotos empezamos a agarrar dinero, entonces nos dimos cuentas que era una profesión, no solamente era un gusto. Al año nos compramos un coche, estábamos muy embaladas".

Las primeras postales de la editorial La Azotea dan la bienvenida a los visitantes del atelier fotográfico de Sara Facio (Martín Rosenzveig)

-¿Cómo fue el cambio al fotoperiodismo?
– Tuvimos la suerte de conocer a Annemarie Heinrich, y ella estaba muy entusiasmada de ver a dos chicas jóvenes con tanta vocación, tantas ganas y se convirtió en nuestra maestra. Lo primero que hizo fue aconsejarnos que nos uniéramos a un fotoclub, que estaban de moda. En los fotoclubes se hacían fotos que tenían que ser muy perfectas técnicamente y con mucha composición, con mucho sentido. Se hacían concursos mensuales y se ganaban premios, empezamos a competir en eso, y a ganar premios que ya no sabíamos donde ponerlos. A raíz de eso empezamos a salir en los diarios, en La Nación y La Prensa: tenían suplementos de domingo con fotos y empezó a llamarnos otro tipo de agente, como artistas, sobre todos pintores, como veníamos del Bellas Artes. Hacíamos fotos de las obras de Antonio Berni o Gyula Kosice, estaban todos felices, lo hacíamos con gusto y bien.

Autorretrato de Annemarie Heinrich

-¿Cómo era en ese momento el espacio que se les daba a las mujeres?, ¿había que ganárselo a fuerza de talento o ya había una apertura?
-No había ninguna apertura. Nosotras entramos porque llevábamos las fotos que nos pedían para publicarlas. No las pagaban, porque eran premios. De entrada había un poquito de respeto, no era que ibas a ofrecer trabajo de la nada, sino que ya era una cosa que estaba aceptada. A raíz de eso logramos, conversando de fotografía con escritores y periodistas, que nos ofrecieran una página para escribir en La Nación los días martes que fue pionera.

En 1979, Facio fue miembro fundadora del Consejo Argentino de Fotografía. Aunque para ella el momento en que las fotos comenzaron a ser más consideradas como una expresión artística fue cuando dirigió la Fotogalería del Teatro San Martín de Buenos Aires – entre 1985 y 1998 -, donde presentó incontables exposiciones de maestros del mundo y principiantes que hoy son referentes: "Primero fue la fotogalería del teatro San Martín, que creó toda una corriente de interés del público por la foto. Ahí presenté más de 200 exposiciones durante 15 años".

(Martín Rosenzveig)

Luego, Sara estuvo al frente de la primera colección fotográfica, la fundacional, del Museo Nacional de Bellas Artes: "Después, cuando Jorge Glusberg estaba en el Museo Nacional de Bellas Artes, y en la entonces Secretaría de Cultura estaba Pacho O'Donell. Eran gente de cultura y sabían de qué se trataba. Hay mucha gente que está en el mundo de la cultura, pero no considera que la fotografía tenga esa jerarquía". El proceso culminó con la creación de la Colección Fotográfica del Museo Nacional de Bellas Artes, Patrimonio Nacional, que comenzó con una donación de su propio archivo, con instantáneas de ellas como de otros grandes fotógrafos. Allí dirigió y curó exposiciones entre 1995 y 2010.

Aquellos famosos retratos de escritores 

Hace algunos años, relata Sara, caminaba por Alemania, cuando en la vidriera de una librería observó una foto gigante de Julio Cortázar, una foto que ella conocía mejor que nadie. Ingresó al negocio, el dueño nada sabía del origen de la captura, solo le dijo que la colocaba en ese tamaño allí porque la "expresión de Cortázar era una invitación a la lectura".

Aquella foto, sacada en un encuentro en París, en la sede de la Unesco, donde el autor de Rayuela trabajaba como traductor, se convirtió en icónica, algo que Cortázar supo reconocer rápido cuando la eligió como "foto oficial" y traspasó fronteras apenas salió publicada en Retratos y autorretratos.

Sara junto a la “foto oficial” de Julio Cortázar en su estudio (Martín Rosenzveig)

-Los escritores ponen mucho de sí en sus obras, pero ellos eligen qué exponer y qué no. En este caso, en el que eran abordados por una artista, ¿cómo reaccionaban ante la situación de ser 'expuestos' sin tener posibilidad de intervención?
-Justamente a partir de eso comenzamos a hacer lo que hoy se llama "ensayo fotográfico", en ese momento no tenía nombre. Una serie de retratos de escritores, con la idea de que Alicia y yo les tomábamos las fotos, les dábamos una serie de 8, 10, no más, y los escritores escribieran un autorretrato a partir de esas imágenes. El resultado fue un libro, "Retratos y autorretratos". Por un lado, cómo lo veíamos nosotras después de haberlo leído. Esos escritores estaban elegidos por nosotras, no nos mandó un diario o una editorial, ni una revista. Los elegimos porque nos gustaban.

Gabriel García Márquez

Tuvieron un ojo excelente, varios premios Nobel y otros autores que si bien no lo ganaron, podrían haberlo hecho.
-Como lectora fue un ojo muy bueno tanto Vargas Llosa, como García MárquezMiguel Ángel AsturiasPablo Neruda, que después de las fotos obtuvieron el Nobel, no antes.

Sara Facio y las selfies

-Hoy en día, a través de los celulares y de las redes sociales cualquiera tiene acceso a la fotografía. ¿Cree que el interés por la fotografía actual tiene que ver con una cuestión de accesibilidad o con una necesidad artística, de expresarse y quizá a través de la industria, de estas cámaras, es la manera más sencilla de hacerlo?
– No creo para nada que tengan una intención artística, ni pensar que son fotógrafos. Creo que es una cuestión de relación humana, una forma de conectarse, participar con el otro, de hermanarse de alguna forma. Eso me parece maravilloso, sacar algo interno y siempre va a haber alguna foto que va a ser muy buena.

-¿Alguna vez se sacó una selfie?
– Todo el tiempo. No tanto por verme, sino porque cuando tomaba fotos había rollos y cuando me quedaban fotos sin tomar después de un trabajo me daba pena desperdiciarlas, entonces me ponía delante de un espejo y me sacaba fotos a mí misma. Tengo miles de fotos, autorretratos.

Una selfie de Sara Facio, cuando aún no se llamaban así…

Sara Facio. Perón, en el Malba a partir del 8 de marzo. Av. Figueroa Alcorta 3415, Buenos Aires.