El histórico protagonista del juicio a las juntas asegura
que el Gobierno debía haber protegido al fiscal. Críticas a Cristina Kirchner
por victimizarse.
Miles de argentinos hemos seguido con enorme angustia los
acontecimientos que culminan con la muerte del fiscal Nisman. En democracia no tenemos antecedentes de un hecho al
que tanto los ciudadanos como sus familiares cercanos no dudan en calificar de
asesinato.
En una tarde de esta semana de calores
agobiantes no queríamos dejar de consultar a un hombre como el fiscal Julio César
Strassera, que pronunció aquel “señores jueces, ¡nunca más!”
que ha quedado en nuestros corazones.
—Bueno, éstas son las así llamadas cuestiones de
competencia, pero esto sólo debe ocurrir por un breve tiempo. Será la Cámara la
que resolverá a quién le toca, en definitiva, es decir al juez Lijo o al juez
Rafecas.
—En su larga experiencia, ¿usted había vivido
circunstancias como ésta?
—No, no. Jamás –asegura con firmeza Strassera–. Y le digo
también que ni en plena dictadura militar tuve problemas de este tipo.
Hice varios dictámenes en contra. Incluso, un día me llamó el brigadier Alvarez
Estrada, que era secretario de Justicia, y me dio una orden, a lo cual le
contesté que no la iba a cumplir. Pensé que iban a echarme pero no fue así. Yo
estaba acostumbrado a trabajar con más libertad, y lo que sucede en este
momento es algo que hay que tener bien en claro: hay un fiscal que acusó a la
Presidenta de la Nación y… ¡termina muerto! Este es un episodio más que
grave…
—En un reportaje reciente usted señaló que la Presidenta
nunca ha respetado la independencia del Poder Judicial…
—¡Jamás! Y le diré también que la prueba está
en que las medidas que envió para democratizar la Justicia trató de imponerlas.
Pero, aparte de eso, me refiero a críticas abiertas de las que debería
abstenerse. Por ejemplo, no acatar las decisiones de los jueces, ni oponerse a
la división de poderes interviniendo en cosas en las que sólo debe intervenir
la Justicia. Este es un hecho muy grave.
—Sin duda. Y la muerte de Nisman (sea suicidio o
asesinato) tiene un responsable. Usted señaló al Poder Ejecutivo…
—Sí, creo que es el Poder Ejecutivo. Un hecho gravísimo se trate
tanto de un suicidio como de un homicidio. No puedo dejar de tener mis
sospechas… Soy partidario de la teoría del homicidio porque ¡alguien que deja
una nota a su empleada para las compras del mercado del lunes siguiente es
sorprendente que se mate el domingo! Todo esto me parece bastante… sin olvidar
las expresiones de Nisman por televisión unos pocos días antes, ¿no? Pero de
todas maneras la muerte de Nisman es responsabilidad del Poder
Ejecutivo Nacional.
Algo increíble, y no solamente no la asumen ¡sino que la
Presidenta no tuvo la decencia de enviar por lo menos una nota de
pésame a la familia! Montó una escena vestida de blanco y en silla de ruedas
para mostrar su debilidad. Una forma de victimizarse. No sé cómo
puede haber gente que lo justifique.
Fíjese que comienza echándole las culpas a Stiuso y todo
es un plan contra ella. ¡Pero hay una sola víctima que es Nisman! ¡Y de él, ni
una palabra! Vamos a suponer que Nisman no hubiera dicho nada, que no hubiera
pasado nada; ¡el encubrimiento es ya de tiempo atrás porque la sola firma de
ese pacto nefasto con
Irán (cosa que firman ella y Timerman) ya es encubrimiento! Como decía
Patricia Bullrich el otro día: ¡es como si Obama hubiera llamado a Bin Laden
para resolver el problema de las Torres Gemelas!
—Usted cree (como, por otra parte, creemos muchos) que el
fiscal Nisman estuvo desprotegido?
—Pienso que sí, que estuvo desprotegido,
y la vez pasada conté una anécdota porque sé lo que son estas custodias. Le
explico que jamás tuve custodia personal, pero tuve a un policía en la puerta
de mi casa durante toda la época del Proceso. ¡Y para ejemplo le explico que la
última amenaza que recibí fue a través del portero eléctrico! Así es que yo sé
para lo que sirven estas custodias. Hay que organizarlas de otro modo. ¡Lo que
hemos visto es una prueba de desprotección!
—Se podría pensar en una siniestra combinación entre el
Gobierno, la custodia e incluso el edificio que carecía de suficientes cámaras…
—Hay mucha confusión: cámaras que no funcionan, custodios
que se contradicen unos con otros no sólo con respecto a la hora sino a los
lugares en los que se encontraban: ¡unos en la planta baja y otro en el
subsuelo! Creo que hay que tomar las cosas de otro modo. Si yo soy un custodio
y me han citado a una hora determinada (por ejemplo, a las 11), veo los diarios
apilados en el piso y nadie me contesta el timbre… pues ¡hago romper
la puerta! Esto es lo menos que se puede hacer…
—Yo recuerdo que cuando usted y el doctor Moreno Ocampo
fueron fiscales en el juicio a los comandantes de la dictadura recibieron
muchas amenazas…
—Sí, por carta, por teléfono. En la Fiscalía. Pero no les
dábamos mayor importancia. No tuvimos grandes aprietes,
y mucho menos desde el Poder Ejecutivo que se interesaba en el juicio. Mucho
menos… Se nos dejó hacer lo que quisimos.
—Por eso aquel juicio ha quedado como un emblema del
primer gobierno democrático…
—Juicio que, luego, fue lamentablemente ignorado por el
presidente Néstor Kirchner en
un discurso en la ESMA en el que dijo que como argentino se
avergonzaba de que el país hubiera estado veinte años en deuda con los derechos
humanos. Pero luego llamó a Raúl Alfonsín para pedirle disculpas. Lo
que ocurre es que, en estos casos, las disculpas se piden públicamente y no en
privado. En fin… a ellos nunca les interesaron los derechos humanos. Jamás.
Pero, bueno, vieron que era negocio. El otro día me criticaron mucho porque yo
dije, de acuerdo con Macri, que “el Gobierno está en el curro” ¡de los
derechos humanos! Y de esto hace rato…
—Incluso yo recuerdo que usted subrayó que en el registro
de hábeas corpus no había ninguno firmado ni por Néstor ni por Cristina, ¿es
así?
—Es así. Nosotros pedíamos los hábeas corpus a los
juzgados para anotar precisamente cuál era el trámite de cada hábeas corpus. Y,
repito, no he visto ni uno solo firmado por Kirchner ni, porque se autotitula
abogada, por Cristina Fernández de Kirchner. Le repito: ¡no vi
ninguno! Ni siquiera del gobernador Cepernik, que era amigo de ellos.
—De acuerdo con su larga experiencia, ¿qué es lo más
grave de lo que hemos vivido en estos días?
—Mire, Nisman era un fiscal que acusó a la Presidenta de
la Nación, a su canciller, a otros personajes, ¡y a los pocos días aparece
muerto! Esto no había ocurrido nunca en el país…
—Entonces, nuevamente de acuerdo con su experiencia,
¿cuál debería ser entonces la actitud de la Justicia en estos momentos?
—En primer término hay que tratar de investigar a fondo
la muerte de Nisman, y creo que, dentro de lo normal, se está investigando. Es
bastante difícil encontrar autores, ¡pero sobre todo hay que tratar la denuncia
de Nisman! ¡Hay que tratarla!
—Entre otras cosas la Presidenta dijo que la Justicia
debía reformarse…
—Bueno, esto ya lo ha dicho hace tiempo cuando envió esas
famosas seis leyes para democratización de la Justicia y la reforma que
pretende la Presidenta es precisamente poner a la
Justicia como un apéndice del Poder Ejecutivo…
Lentamente, terminamos un café en el balcón de la casa
del fiscal en el barrio de Palermo.
Y, pensativo, Strassera agrega: “Cualquiera sea el valor
que se le asigne a la denuncia de Nisman, el encubrimiento del atentado a la AMIA está
probado con la sola firma del memorándum de
entendimiento con Irán. Recordemos que se firmó en Aleppo, en secreto,
en un país entonces gobernado por Ahmadinejad, un hombre antisemita
furioso y negador del Holocausto. La prueba de que el objetivo
era hacer caer las alertas rojas es que ambos países debían notificar a
Interpol del acuerdo, cosa que no se hizo nunca.
—El doctor Rusconi, abogado defensor de Lagomarsino, dijo
que la Presidenta debería declarar en la causa de la muerte de Nisman. ¿Usted
concuerda con esta opinión?
—La Presidenta le retuvo el pasaporte a este hombre
porque se le dio la gana, porque es ella. Hace lo que no debe y lo
que no puede hacer. El respeto a la Justicia para ella es algo que está de más.
Tendría que aportar datos a la Justicia sobre sus dichos sobre la muerte de
Nisman pero no lo va a hacer ni creo que haya juez que se anime a llamarla.
En la famosa conferencia de prensa, la Presidenta (muy
suelta de cuerpo) dijo que Nisman había dejado abandonada en el aeropuerto de
Barajas a su hija de 13 años. Esto es rigurosamente cierto porque esperaba que
llegara la madre que venía de Barcelona pero, ¿cómo lo sabía la Presidenta?
Estaban espiando a Nisman. ¡Cuando bajó del avión en Ezeiza lo siguió una
cámara continuamente! ¡Qué curioso, y todo a través de esos servicios que ella
quiere reformar!
—Justamente, a propósito de servicios, ¿qué opina acerca
de que las escuchas telefónicas sean supervisadas por la Corte?
—Yo creo que es lo que corresponde porque esta supervisión
que se pretende sería a través de Gils Carbó, ¡que es el ariete del Poder Ejecutivo
en la Justicia…! Esto, en cambio, a través de la Corte, es razonable.
—Y a propósito de la Corte, ¿qué piensa de la presunta
candidatura del doctor Carlés como miembro de la Corte en reemplazo del doctor
Fayt?
—¡Esa es, evidentemente, una cortina
de humo! Están pretendiendo hacer algo parecido a lo que se
hizo con Gils Carbó. Es decir: presentaron primero a Reposo, que es impresentable.
A punto tal que los propios oficialistas tuvieron que retirar el pliego.
Encontraron finalmente apoyo en la oposición (para mí
equivocado) para nombrar a otra persona: Gils Carbó. La única que se opuso
(pero no podía influir por ser diputada y no senadora) fue Lilita Carrió,
que reclamó que no había que darle acuerdo. La Corte puede seguir funcionando
con sus tres miembros actuales. Es razonable la opinión de la oposición cuando
dice que debe ser el próximo presidente constitucional quien nombre al nuevo
miembro de la Corte Suprema. Hoy la embestida es contra Fayt.
Al oficialismo le interesa que quede el menor número posible de integrantes de
la Corte, y la respuesta del doctor Fayt esta mañana es clarísima.
© Escrito por Magdalena Ruíz Guinazú el domingo
08/02/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.