"Semana Santa no provocó la Obediencia Debida"
"Los
combatientes de Malvinas fueron ocultados a la opinión pública con la intención
de aliviar la responsabilidad de las cúpulas castrenses."
A veinticinco años del levantamiento
carapintada, quien fuera ministro de Defensa del presidente Raúl Alfonsín
reconstruye los momentos de tensión y destaca el rol del mandatario
radical. Y niega que la aprobación de
las leyes de Obediencia debida y de Punto Final se haya debido a la rebelión.
El ex ministro de
Defensa entre 1986 y 1989, Horacio Jaunarena, sostiene su libro sobre el
levantamiento carapintada, "La casa está orden". Foto: Cedoc
Vuelve
a las librerías, en una nueva edición, La Casa está en orden, el best seller en el que
Horacio Jaunarena relata la famosa rebelión de Semana Santa.
El
doctor Horacio Jaunarena fue ministro de Defensa desde 1986 hasta 1989 y es
fácil recordar que en aquel primer gobierno constitucional, presidido por Raúl
Alfonsín, el equilibrio con las Fuerzas Armadas tropezó con mil escollos. Tan
es así que el 14 de abril de 1987, se produjo el primer intento de golpe
castrense.
—¿Cómo se enteró del levantamiento comandado
por Aldo Rico?
Horacio
Jaunarena recuerda las horas (posiblemente) más tensas de su vida:
—Me
llamó el general Ríos Ereñú, jefe del Ejército, para comunicarme que en Córdoba
había un oficial de inteligencia (Ernesto Barreiro) acusado por el secuestro y
muerte de militantes en el campo de detención clandestino de La Perla, que se había negado a
presentarse ante la Justicia
refugiándose, en cambio, en el regimiento de la XIV Brigada de
Infantería Aerotransportada. Muy rápidamente comenzaron los rumores acerca de
la situación en los cuarteles. El coronel Aldo Rico se instaló en la Escuela de Infantería de
Campo de Mayo y ya, en aquel Jueves Santo, se confirmó la noticia que señalaba
una rebelión. Ciertos episodios anteriores presagiaban una situación muy
compleja en el orden militar. Por ejemplo, algunos oficiales se reunían para
despedir a aquellos que iban a declarar ante la Justicia. Tan es así
que en Córdoba, hubo gestos de marcada hostilidad frente a los miembros de la Conadep (Comisión Nacional
sobre la Desaparición
de Personas) que iban a escuchar a aquellos hombres. El maltrato fue tan fuerte
que tuvimos que pasar a retiro al comandante del III Cuerpo y a varios
protagonistas de esos episodios. La inquietud militar, por lo tanto, se
convirtió en un hecho importante. Yo diría que el primer episodio que revela la
gravedad de la situación es el ocurrido en Córdoba, que culmina también con el
pase a retiro del general Harguindeguy. Tampoco podemos olvidar los famosos
discursos de los militares retirados que reivindicaban la dictadura. Esto,
obviamente, provocaba respuestas e inquietudes. También tuvimos un problema en
el hecho de que se daba un desajuste entre lo que Alfonsín había prometido en
la campaña. Me refiero a la distinción entre los que habían impartido las
órdenes y aquellos que las cumplieron y la implementación de esa situación.
—¿Por ejemplo?
—Bueno,
cuando iba a los tribunales, la gente que había sufrido secuestros y torturas
no notificaban a Videla. Claro, Videla no iba a los tribunales. Era quien había
ordenado la represión y un oficial, un cabo o un teniente habían cumplido,
luego, la orden. Esa misma gente también era responsabilizada por la derrota de
Malvinas dado que, durante la dictadura, se produce una interna en el gobierno
militar por la cual las cúpulas de Buenos Aires culpan a los que habían
combatido en Malvinas por haber perdido la guerra. A su vez, cuando regresaron,
los combatientes de Malvinas (mal equipados, muertos de hambre y frío) fueron
ocultados a la opinión pública con la intención de distraer la atención y
aliviar la enorme responsabilidad de las cúpulas castrenses. Y cuando se
implementa la política de repudio a la represión ilegal, los primeros citados
son aquellos que, en Malvinas, habían tenido que combatir. Salvo Videla y
Massera, los demás responsables no aparecían en los tribunales porque los
tribunales avanzaban sobre los que se identificaban. Esto produjo una situación
muy compleja, de mucho resentimiento que dio origen a que tuviéramos que dictar
leyes como la Ley
de Punto Final previa a la de Obediencia Debida.
—La
Ley de Punto Final se dicta antes del levantamiento de Rico.
—Sí. Le
explico: había una indefinición en el tiempo y en las responsabilidades. Con la Ley de Punto Final se
establecieron sesenta días durante los cuales aquellos que no fueran citados
quedaban exentos de responsabilidad. Y los jueces (muy sensibles en aquel
momento por la situación que se estaba viviendo) procesaron prácticamente a
todo aquel que llevara uniforme. Quiero decir que lo que se intentó (acotar en
el tiempo y en el límite de responsabilidades) fracasó. Luego, en el mismo
sentido, cuando se pretendió apuntar a quienes habían impartido las órdenes,
aparecen las instrucciones a los fiscales que también fracasan porque no se
logra acotar la situación. Por orden del presidente Alfonsín se comienza,
entonces, a estudiar lo que más tarde se llamó Ley de Obediencia Debida.
—Pero ya se había trabajado en esa ley.
—Sí.
Antes de Semana Santa había sido estudiada y Alfonsín la anuncia en un acto en
Las Perdices, en Córdoba, unos veinticinco días antes de que se produjera la
rebelión. Tan es así que el diario Clarín, con anterioridad también a la Semana Santa del 87,
recoge este anuncio de Alfonsín y lo publica en varias ediciones. Esto es
interesante aclararlo porque, después de Semana Santa, se produce una situación
muy compleja. Le explico: si bien Aldo Rico es vencido en Semana Santa, su
aparato de inteligencia sigue funcionando.
—Aun con Aldo Rico preso.
—Sí
pero para evitar que se advirtiera que el propio Rico había perdido poder, se
difunde el rumor de que había habido negociaciones en Semana Santa pese a que
estaba anunciado en los diarios todo cuanto Alfonsín iba a llevar a cabo.
—Yo recuerdo que el presidente Alfonsín y
algunos altos funcionarios de su gobierno fueron entonces a Campo de Mayo.
—Es
cierto. En aquella Semana Santa, el sábado por la noche, como ministro de
Defensa, fui a Campo de Mayo. Nos encontrábamos con una situación muy compleja
porque por una parte teníamos a la gente, a los ciudadanos, que habían sido
protagonistas en forma fundamental… Creo que en Semana Santa se produce un
quiebre en la historia porque la multitud (la gente) dijo ¡basta! a los
planteos militares.
—Bueno, la gente quería ir a Campo de Mayo.
—Y ése
era nuestro drama. A eso de las seis de la tarde del sábado, yo estaba con Aldo
Rico. Tenía que cumplir una orden impartida por Alfonsín. Una orden complicada:
“Tenés que reducirlo pero que no corra sangre…” Yo debía, entonces, apurar los
hechos contrarreloj. Era necesario lograr la rendición de Rico y, al mismo tiempo,
no olvidar que yo tenía a 10 mil personas ubicadas a 500 metros y que, si
avanzaban, podía producirse una masacre.
—No recordaba que había ido tanta gente a
Campo de Mayo…
—Sí,
había mucha gente. Incluso, hemos conservado las fotografías de aquel momento.
Ese era, le repito, nuestro drama. Debíamos terminar con la rebelión pero sin
permitir un enfrentamiento entre la población y los rebeldes. Finalmente, Rico
se dio cuenta de que estaba vencido. A eso de las 9 de la noche, me prometió
que “al día siguiente” entregaba la Unidad. Según sus palabras, debía “disuadir” a
sus seguidores para lograr así la rendición. Fíjese que Rico estaba perdido
porque, si bien nosotros no lográbamos reprimir porque nuestras fuerzas no iban
a disparar contra sus camaradas, tampoco se plegaban. O sea que Rico no tenía
las solidaridades con las que había contado y, al mismo tiempo, la gente
reaccionaba de una forma que él no esperaba. Por eso mismo, Rico se rinde. Pero
demora en hacerlo y este es el motivo por el cual el presidente Alfonsín va a
Campo de Mayo y allí recibe, finalmente, la rendición. Sin embargo, como le
explicaba, la inteligencia del aparato carapintada continúa su labor e instala
la idea de una negociación.
—¿Por qué cree usted que la idea de la
negociación prende en la gente?
—Porque
toda la historia, que incluso era parte de una cultura, reflejaba el hecho de
que cada vez que se producía un planteo militar, el gobierno civil terminaba
por rendirse. O comenzaba a negociar.
—En aquel momento se decía justamente que, en
esas horas, se había negociado la Obediencia Debida. ¿Es verdad?
—Exactamente.
Como esto ya se había anunciado veinte días antes…También le dije a Rico que lo
único que lamentaba es que la Ley
de Obediencia Debida iba a ser interpretada como una consecuencia de su
levantamiento. ¿Y a quién beneficiaba que esta lectura prevaleciera? En primer
término, a Rico y a sus carapintadas y luego, a la extrema derecha que siempre
había considerado a los militares como la última reserva para defenderse de los
intereses de la mayoría. También esto favorecía a la extrema izquierda porque
si lograba instalar la idea de la negociación, el foquismo quedaba justificado
como acción. Es decir, proclamaba que la guerrilla era la única que podía, a
través del combate, vencer a los militares. Sin embargo, después de esas
Pascuas hubo todavía dos asonadas militares que fracasaron rotundamente.-
—Pero Rico en Semana Santa queda preso, ¿no
es cierto?
—Sí,
pero se escapa y se refugia en Monte Caseros y, una vez en el cuartel, dice que
va a resistir hasta morir. En aquel momento, ya era jefe del Ejército el
general Dante Caridi como sucesor de Ríos Ereñú. Caridi se pone al frente de
una tropa que le respondía y quería disparar sus armas para defender la
democracia. No fue necesario pero Rico tuvo que rendirse en Monte Caseros. En
el ínterin, habíamos enderezado lo que Alfonsín había anunciado durante la
campaña. Había entonces dos posiciones: la de Alfonsín que decía que era
menester distinguir entre los que había que juzgar y la de Luder, que
consideraba posible una amnistía. Con el 50% de los votos, la victoria
pertenece a Alfonsín pero tiempo después, con Menem, el peronismo vuelve al
postulado de Luder: amnistía y leyes de perdón. Esto fue apoyado en su momento
por los legisladores y gobernadores peronistas en ejercicio de su mandato.
Frente a estas dos posturas, Alfonsín hace lo que había prometido y no avanza
en esa dirección porque advierte que la relación de fuerzas no daba para más.
Luego, se dicta la amnistía, etc., que acarrean los hechos que conocemos. Pero
Semana Santa es un punto de inflexión en la historia porque, por primera vez,
el pueblo es protagonista en forma masiva de esa situación y decide preservar
la facultad de libre decisión del gobierno. Han pasado 25 años desde aquel
domingo de Pascua.
—Luego ocurren La Tablada, Villa Martelli…
—La Tablada es otra historia.
Es uno de los últimos estertores del autoritarismo militar. Pero en cuanto a
Villa Martelli, las cosas comienzan cuando el coronel Seineldín se rebela y se
refugia en la Escuela
de Infantería de Campo de Mayo. Caridi comienza entonces con lo que se llama
“tiros de reglaje”.
—¿Qué significan?
—Le
explico: el artillero comienza disparando a treinta metros del objetivo; luego,
a veinte, diez y cinco metros. Luego, disparará sobre el blanco. Al comenzar
entonces el tiro de “reglaje”, Seineldín se rinde y dice lo mismo que Rico: “Le
voy a entregar la unidad militar pero… en el día de mañana”. Cuando Caridi me
informa, le pregunto dónde está Seineldín y él repite lo que acabo de contarle.
Cosa que me preocupó enormemente. “Es un hombre de palabra”, intentó defenderlo
Caridi. Pero, en efecto, mis temores resultaron acertados. Seineldín se va de
allí con un grupo de seguidores y se refugia en Villa Martelli. Estamos en
diciembre de 1988.
—¿Por qué se refugia en Villa Martelli?
—Sencillamente
porque la unidad militar ubicada allí era lindera con el gasómetro que está
ubicado sobre la avenida General Paz. Por lo tanto, resultaba absolutamente
imposible usar la artillería por el peligro de explosión que esto significaba.
Se demora entonces el operativo pero, finalmente, el coronel Seineldín se
rinde.
—Sin dudas, los primeros tiempos de la
democracia fueron particularmente agitados.
—Sí.
Luego ocurrió el episodio de la
Tablada protagonizado por el padre Puijané y Gorriarán Merlo,
que es quien dirige la rebelión.
—Volviendo a Semana Santa, pensamos que el
presidente Alfonsín se juega una carta muy audaz cuando proclama “la casa está
en orden” porque, verdaderamente, no lo estaba. Era como estar sobre un volcán.
—Alfonsín
trató de tranquilizar a la población. Pero le explico algo más: la casa dejó de
estar en orden porque los aparatos de inteligencia, como le relaté, seguían su
tarea. Se logró reducir a Rico militarmente pero no a su grupo de inteligencia
que trabajó y siguió fogoneando la situación que condujo a Monte Caseros. Pero
aquí surge una gran diferencia: en Monte Caseros, nosotros lo redujimos
militarmente y a Rico le quedó solamente la posibilidad de rendirse.
—Es realmente increíble que estos golpistas
que piensan en derrocar un gobierno electo se amparen justamente en la
legalidad para postularse luego en elecciones democráticas. Siguiendo con Aldo
Rico, todos recordamos que usó al régimen democrático, se postuló y fue elegido
intendente de San Miguel. Sin dudas, no hubiera admitido que un golpe de Estado
le quitara la intendencia.
—Sí, yo
decía un poco en broma que habíamos sido consecuentes porque cuando Rico quería
llegar al poder por las armas, iba a la derrota. Y, finalmente, llegó al poder
pero a través de una libre elección popular que quizás, en otro escenario, él
hubiera cuestionado. En cierta medida, parece que entendió la lección, ¿no?
Entendió que una elección libre significaba vivir en una Argentina distinta aun
cuando sigo pensando que Aldo Rico tiene una mentalidad autoritaria. Pero,
bueno…Esa es otra historia.
© Escrito por Magdalena Ruiz Guiñazú y publicado por el Diario Perfil de
la Ciudad Autónoma
de Buenos aires el domingo 8 de Abril de 2012.