Creer (I)
No puedo creer. Me gustaría. Sería más
fácil creer si la verdad no importara y con la emoción fuera suficiente.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 09/12/2017 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
No puedo creer. Me
gustaría. Sería más fácil creer si la verdad no importara y con la emoción
fuera suficiente. Tengo amigos, a los que respeto intelectualmente, que me
enviaron mensajes de alegría por la detención que ordenó el juez Bonadio con
textos del tipo “quiero que vaya presa toda la banda, no me importa por qué
causa. Perdón, no soy de Corea del Centro”.
No
puedo creer en la denuncia de Nisman, a quien se elogia a la par de Pepe
Eliaschev, cuando se olvida que Nisman no sólo desestimó la denuncia de
Eliaschev en 2011 sino que criticó al periodista. Además, en diciembre de 2014,
al mismo tiempo que escribió su denuncia contra Cristina Kirchner escribió otro
documento elogiando a la ex presidenta para tener preparado el texto que le
conviniera (ver e.perfil.com/rafecas), y finalmente
decidió presentar lo que esencialmente había denunciado Eliaschev cuatro años
antes recién cuando temió que iba a ser echado, volviendo de urgencia de sus
vacaciones en medio de la feria judicial.
La memoria es siempre
afectiva, un afecto corporal. Rememorar exige esfuerzo cognitivo
Tampoco
puedo creer en la existencia de traición a la patria porque su sola figura
jurídica resulta tan anacrónica como la categoría de “enemigos de la patria”
que menciona el artículo 214 del Código Penal. ¿Enemigos de la patria son Irán
desde 1994 y 1992 por AMIA y la embajada e Inglaterra desde 1982? Tengo mi
propio ejemplo personal de lo arbitrario que es el uso del artículo 214 cuando,
al terminar la Guerra de Malvinas, fui puesto a disposición del Poder Ejecutivo
Nacional justamente por traición a la patria simplemente porque lo que había
publicado Editorial Perfil irritó a la dictadura.
Este
diario fue el que difundió la denuncia de Eliaschev del pacto con Irán que hoy
termina con el procesamiento de la ex presidenta. Lo hizo marcando un serio
error político, develando algo que el gobierno por entonces quería mantener en
secreto, dando una información relevante para el debate público, pero sin
acusar al gobierno de traición a la patria, entre muchos otros motivos porque,
aunque se tuvieran sobradas sospechas, aún no se había condenado al Estado de
Irán ni este país nos había declarado la guerra. Si entre 2011 y 2013 se estaba
cometiendo el delito de traición a la patria, Nisman y el propio Bonadio
deberían haber actuado antes, en el momento en que se producía el delito.
Creer
en el juez Bonadio es una tarea aún más difícil. Es uno de los pocos jueces
federales designados antes de la creación del Consejo de la Magistratura, a
partir de la reforma constitucional de 1994, que obliga a los aspirantes a
jueces a competir en un examen. Hasta 1994 los jueces federales no surgían de
un concurso sino que eran propuestos directamente por el presidente, facultad
que a partir de 1994 quedó limitada sólo a los miembros de la Corte Suprema.
Bonadio fue nombrado juez por Menem poco antes, en 1992, y fue sindicado como
el más notorio integrante de los jueces de la famosa servilleta del ex ministro
del Interior Carlos Corach, que respondían a los pedidos del Poder Ejecutivo.
De hecho, antes de ser juez, Bonadio fue subsecretario de Legal y Técnica de
Carlos Corach.
Tampoco
creo en la victimización de Cristina Kirchner, que atribuye todos sus
recurrentes problemas con la Justicia a Macri. No son lo mismo las discutibles
causas del pacto con Irán y el dólar futuro que las causas por corrupción,
donde las apreciaciones son más objetivas.
Por
qué creen. En De memoria y reminiscencia, Aristóteles diferencia el recuerdo
–que sobreviene como una “afección” donde el sujeto es pasivo– de la
rememoración, que es producto de una búsqueda activa. Uno, atravesado por lo
emocional, y el otro, con mayor proporción de lo racional. La memoria es de lo
corporal, y la rememoración, de lo mental. A diferencia de aquello que es
sensitivo, la reminiscencia demanda esfuerzo cognitivo: pensar y contextualizar.
Siglos después, Freud explicó que la verdad nunca importó a las emociones.
Que
vayan presos Cristina Kirchner, Zannini o D’Elía alegra el alma sin importar
por lo que sea. Pero ese sentimiento es el mismo que hizo apoyar al
kirchnerismo por bronca con lo anterior. Y hoy a Macri. De ilusión a desilusión
van las emociones convertidas en votos y opiniones que los políticos, jueces y
no pocas veces nosotros, los medios, aprovechamos. ¿Importa la verdad sobre
Nisman, sobre Bonadio? ¿O sólo importa que nos sea útil a nuestros
sentimientos?
Lo
único que quiere el amo es que la cosa funcione y no saber por qué ni cómo
funciona. El esclavo es quien se tiene que preocupar por hacerla funcionar.
Pero como explicaba Hegel en “Autonomía y dependencia de la autoconciencia:
dominio y servidumbre” en su libro Fenomenología del espíritu, el amo termina
siendo víctima de su propia comodidad. El “esclavo” Bonadio hoy es el amo que
juega con toda la clase política: ¿resulta verosímil que no haya habido
especulación en el pedido de prisión preventiva de Cristina Kirchner dictado
recién cuando contó con fueros después de jurar como senadora?
Macri
también se transformará en esclavo de este sistema de memoria donde el cuerpo y
los sentimientos no dejan lugar a la mente y el pensamiento de jueces,
periodistas y ciudadanos. Donde el dolor por las agresiones del kirchnerismo
sufridas durante 12 años que se siente en el cuerpo nubla la razón y hace
olvidar que el propio Bonadio fue removido en la causa AMIA en 2005 y denunciado
por amenazas por el propio Nisman en 2010.
"Traición a la
patria" o "enemigo de la patria" son figuras jurídicas
inverosímiles, arcaicas y preglobalización
Como
tantas veces se sostuvo en ésta y otras columnas de Perfil, la grieta que tan
útil le fue electoralmente a Cambiemos terminará haciéndolo caer en el
precipicio. No sale beneficiada Argentina con la prisión de ex presidentes por
decisiones que, al ser políticas, tienen otras formas de castigo, como la
derrota en las urnas y la propia declaración de inconstitucionalidad que dejó
sin efecto la ley del pacto con Irán votada por el Congreso. Tampoco se puede
creer que todos los diputados y senadores que la votaron no fueran responsables
de la misma traición a la patria porque actuaron bajo “obediencia debida” hacia
la ex presidenta.
Querer
creer es sólo querer. Puro cuerpo, puro afecto.
Continúa en: Creer (II)
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