Lo nunca visto…
Not Welcome, Donald Trump. Foto: Pablo Temes.
Relato de horas afiebradas en el principal país de
la Tierra. Semejanzas peligrosas.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 22/01/2017 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La presidencia de Donald Trump coloca a los Estados Unidos y al mundo ante una
experiencia nunca vista. Nunca se vivió en la historia de este país la
impactante circunstancia de un hombre que, sin ninguna experiencia en las
arenas de la vida política, llegara a la Casa Blanca. Nunca se vivió una
experiencia de un hombre que, estando absolutamente fuera del sistema del así
llamado establishment político, llegara a la cumbre del poder de la nación más
poderosa de la Tierra y de la democracia de mayor antigüedad y solidez en el
mundo entero.
De tal enunciado dan muestra las numerosas
anécdotas que jalonan la vida cotidiana en distintas partes de los Estados Unidos. En Nueva York, desde donde se origina esta nota, late
el corazón de la resistencia contra Trump. Y la palabra es esa: resistencia y
no oposición. Hillary Clinton, en la increíble elección que ganó por más de 3
millones de votos y perdió en el Colegio Electoral, obtuvo aquí una mayoría
aplastante.
Al llegar el sábado pasado, en el vuelo que
compartimos con Jorge
Fontevecchia, nos
sorprendió una noticia que causó gran revuelo: el congresista John Lewis expresaba
sin cortapisa que Donald Trump no era un presidente legítimo. No fue lo único.
Ambos tuvimos reminiscencias de tiempos duros para la prensa cuando vimos la
volanta en la edición online de The New York Times, en la que se instaba a la
gente a suscribirse al diario para apoyarlo.
Esa reminiscencia nos llevó a los
tiempos del fideicomiso de Perfil en
los difíciles momentos en que el entonces presidente Néstor Kirchner buscó
ahogar la sustentabilidad de Perfil con el objetivo de llevarlo a la
quiebra y al cierre. En estos días aquí, hablando con algunos colegas, no son
pocos los que por ser críticos del flamante mandatario temen represalias que
busquen ahogarlos financieramente, a través de las presiones sobre los
anunciantes.
Por primera vez en la historia de EE.UU. no surge sólo
una fuerza opositora en la sociedad. Directamente se trata de una resistencia.
Todopoderoso.
Las designaciones del flamante presidente no han hecho
más que confirmar las sospechas de que estamos en presencia de un hombre que
siente que su posición lo coloca por arriba de la ley. Veamos.
Nombró a su yerno, Jared Kusher, como
asesor en la Casa Blanca. Luego de que John
Fitzgerald Kennedy hubiera nombrado a su hermano Robert como attorney general,
se dictó una ley por la que se prohíbe la designación de familiares del
presidente en cargos federales. Más allá de una modificación sancionada en
1978, que podría dar algún sustento a esta designación, los expertos en ética
son contundentes: la designación de Kussher transgrede las normas vigentes.
Como secretario de Trabajo designó a Andy
Puzder. Puzder es empresario, dueño de una cadena de restaurantes de comidas
rápidas en California que se opone a las leyes laborales vigentes en el país.
En realidad, no sólo se opone a conceptos como el del salario mínimo o los
descansos en medio de la jornada laboral, sino que también violó leyes
laborales. En 2013 fue denunciado porque la firma de su propiedad no les
pagó a sus gerentes las horas extras aun cuando les exigía estar de guardia las
24 horas del día.
Para la comisión de evaluación de las
vacunas nombró a Robert Kennedy hijo, sobrino del ex presidente Kennedy, quien
es un severo crítico de las vacunas e increíblemente pertenece a un grupo de
desacreditados científicos que asocian las vacunas con el autismo, uno de los
mayores disparates científicos de los últimos tiempos. Por estos días surgió a
la consideración pública un para muchos olvidado tuit de Trump del año 2012 que
decía: “Estudios dicen que el autismo está fuera de control; creció 78% en los
últimos diez años. Paren de dar las monstruosas combinaciones de vacunas”
(sic).
Como titular de la Agencia Protectora del
Ambiente (EPA, Environmental Protection Agency) seleccionó a Scott Pruitt, un
hombre proveniente de Oklahoma que niega el cambio climático y sus efectos.
Pruitt será el ejecutor de la política de Trump para desmantelar todas las
acciones realizadas durante las dos presidencias de Barack Obama tendientes a
morigerar los efectos del calentamiento global.
La designación de Rex Tillerson como
secretario de Estado –equivalente al ministro de Relaciones Exteriores– tampoco
escapa a la controversia. Tillerson, ex CEO de Mobil Exxon, es conocido por sus
relaciones de cercanía con Vladimir Putin, hecho altamente controversial en
medio de las sospechas crecientes de injerencia del gobierno de Rusia en los
comicios que ganó Trump.
El secretario del Tesoro tampoco les fue en
saga a estas objeciones. Steven Mnuchin es un multimillonario que desarrolló
una extensa carrera en Goldman Sachs. En el medio de su audiencia de
confirmación ante el Senado, se vio en apuros cuando se reveló que le había
ocultado a la Cámara alta 100 millones de dólares en patrimonio y cuando se
supo que, además, es director de una cuenta bancaria en las Islas Caimán, un paraíso
fiscal, hecho que no dejó de sorprender, encima teniendo en cuenta que una de
las críticas del flamante presidente apuntó contra los paraísos fiscales.
Y está también el caso de Betsy DeVos, la
secretaria de Educación, que sostuvo que debía haber armas en los colegios
debido a la presencia de osos.
La resistencia.
La asunción de Trump dio pie a un hecho absolutamente
inusual en la historia política de los Estados Unidos: las manifestaciones de
sectores opuestos al nuevo mandatario llamando a la resistencia. Esto es algo
novedoso. Hasta aquí todos habían aceptado las normas de la convivencia
política. La legitimidad de quien había sido electo no se discutía. Esto es lo
nuevo que ha emergido en este momento involutivo en la vida política de este
país.
En vista de esto, uno de los títulos más
destacados del viernes lo tuvo el USA Today: “El país necesita un discurso de
unidad”. Hacía alusión a las expectativas que había generado el discurso
inaugural de Trump.
Desafortunadamente, como conté en la contratapa de Perfil de ayer, el presidente estuvo lejos de
acercarse a ese objetivo. Fue un discurso disruptivo con la totalidad de la
comunidad política constitutiva del así llamado establishment político de
Washington.
No es que no le asista la razón en cuanto
al ambiente de intriga, transa y lobby que se vive alrededor de la dinámica
política en la capital de los Estados Unidos. Lo paradójico es que Trump ya ha
edificado su propio establishment. En su última conferencia de prensa, el ahora
ex presidente Barack Obama señaló que el consejo más importante que le había
dado a su sucesor era la necesidad de que completara buenos equipos de trabajo.
La labor del presidente es de una magnitud y de una complejidad que no puede
ser desempeñada por una sola persona. Habrá qué ver si su sucesor ha tomado su
consejo.
El mensaje de Trump tuvo
destinatarios muy precisos: sus votantes. Nada habló a aquellos que
no lo votaron y que durante todo el día protestaron el viernes y ayer sábado en
Washington, en Nueva York y en muchas otras ciudades de Estados Unidos y del
mundo. El mensaje de Trump hacia sus votantes llegó en forma clara y directa.
“Habla como yo” es una expresión que repitieron muchos de los que asistieron a
la ceremonia de asunción cuando fueron consultados por los medios.
Son
ciudadanos pertenecientes a la clase media, con mayoría de trabajadores de los
sectores industriales. A todos ellos, la transa de la dirigencia política los
ha hartado. Todos aspiran a tener un mejor trabajo. Son víctimas del desastroso
final de la presidencia de George Bush hijo, una crisis que remontó el gobierno
de Obama pero que dejó muchos heridos.
Tanto las designaciones en su gabinete como las primeras
medidas marcan que Trump se siente hasta por encima de la ley.
En el discurso estuvo presente fuertemente el concepto de
que la mayoría de los problemas que enfrentan los Estados Unidos son culpas de
otros. “Vamos a traer de nuevo los empleos que nos robaron”, fue una de sus
frases que generó el entusiasmo de sus acólitos. En su discurso, Trump dibujó
una nación devastada, cosa que no se compatibiliza con la realidad. Los
problemas existen, pero no en ese nivel ni en esa dimensión. Una estadística
oficial muestra, por ejemplo, que la cantidad de personas que reciben el plan
federal del llamado Temporary Assistance for Needy Families (Asistencia
Temporaria para Familias Necesitadas) se redujo en más del 70% entre 1996 y
2016. En relación con la pérdida de puestos de trabajo, las cifras lo
desmienten.
El desempleo en los Estados Unidos cayó del 10% en 2009 a
menos del 5% en 2016. En relación con la producción, el Instituto de
Estadísticas Laborales (Bureau of Labor Statitics) señala que la producción
aumentó un 86% en los últimos cinco años. Aquí surge un tema que no está
presente en el plan de acción del flamante presidente: el efecto de los avances
tecnológicos sobre el mercado laboral.
Sinrazón.
Otro de los puntos increíbles del discurso de asunción
fue la mención a la política de subsidios para fuerzas armadas de otros países.
Las cifras son categóricas en cuanto a que Estados Unidos está a la cabeza de
los gastos militares en relación con cualquier otra nación, incluyendo China y
Rusia.
Finalmente, otra alusión que no refleja la
realidad tiene que ver con el nivel de delito. Trump habló de un país asolado
por el delito. Más allá de las variaciones entre distintas ciudades, la tasa de
delito bajó aquí.
Trump describió una nación en guerra. Y tal
retrato genera inquietud en el mundo entero. Trump habló de una “America First”,
que no se sabe muy bien qué quiere decir en el mundo de hoy. Ese era el
discurso de Ronald Reagan en la década del 80, en el medio de la Guerra Fría.
En un mundo globalizado, la idea de una nación cerrada sobre sí misma y a la
vez líder mundial es antagónica.
El llamado a la unidad, que ocupó
muy poco espacio en su corto discurso, se vio contradicho con las
designaciones de su gabinete. Su concepto de un gobierno de la gente también.
Al momento de cerrar esta columna culminan
las marchas de las mujeres. Me tocó cubrir la que se realizó en Nueva York. La
multitud fue impresionante. La dureza de su mensaje, impactante. He aquí el
surgimiento no de una oposición, sino de una resistencia que promete ser
intensa. El mensaje es brutal: “Trump has to get to go” (Trump debe irse) y lo
que en castellano sería “el pueblo unido, jamás será vencido”. Todo
incompatible con los parámetros institucionales de este país.
El tiempo y las conductas de la ciudadanía
darán cuenta del curso de esta instancia nunca vista en la historia de esta
nación.
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