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sábado, 10 de noviembre de 2018

Cuando todos los caídos en Malvinas rencuentren sus nombres… @dealgunamanera...

Cuando todos los caídos en Malvinas rencuentren sus nombres…

Un grupo de soldados argentinos marchan para ocupar la base de la Marina Real británica en Puerto Argentino/Port Stanley, pocos días después de la toma de las Malvinas por el ejército argentino, el 13 de abril de 1982. Fotografía: Credit Daniel Garcia/Agence France-Presse -- Getty Images

Cada mañana durante estos últimos dos meses, lo primero que hacía Sonia Ortega al despertar era consultar cómo iba a estar el clima de ese día. Sabía que estaba más cerca el momento de rencontrarse con su hijo José Honorio Ortega, quien cayó en la Batalla de Pradera del Ganso durante la Guerra de las Malvinas, en 1982. El cuerpo de Ortega yace en una de las 121 tumbas sin identificar que han sido recientemente exhumadas por el equipo forense de la Cruz Roja Internacional en el Cementerio de Darwin, en el marco del Plan de Proyecto Humanitario, tras un acuerdo histórico firmado entre Argentina e Inglaterra en 2016.

© Escrito por Teresa Sofía Buscaglia el domingo 17/09/2017 y publicado en la edición en español del Diario New York Times, de la Ciuad de Nueva York, U.S.A. (Teresa Sofía Buscaglia es periodista especializada en temas ambientales y movimientos sociales. Colabora con el diario La Nación)

Para un país que aún sufre las heridas de la desaparición y la muerte de miles de ciudadanos durante los años setenta, una cosa es clara: este paso tiene un valor de redención y justicia. El reclamo por la soberanía de las islas Malvinas se inició en 1833, cuando los ingleses las invadieron, y ha durado casi dos siglos sin éxito. La derrota y la inevitable asociación de la Guerra de las Malvinas con la Junta Militar que gobernó Argentina de 1976 a 1983, les había negado a los excombatientes el merecido reconocimiento.

Quienes pertenecemos a la generación de José, así como a generaciones anteriores, fuimos educados con manuales de historia que nos enseñaban un pasado glorioso, con un Libertador de tres países de América, José de San Martín, entre nuestros próceres. Eso nos causaba un orgullo histórico que la dictadura argentina supo manipular. Solo así se podría entender el apoyo que le dio todo el país a esa guerra. Hubo cerca de 200 mil voluntarios civiles. Luchar por Malvinas era ser protagonista de una reivindicación muy esperada y eso no dejó vislumbrar el infierno que nos esperaba.

El Estado hizo muy poco por los que murieron allá y por los sobrevivientes. Al regresar, los excombatientes no tuvieron apoyo psicológico ni económico, solo sus familias los esperaron y les dieron el auxilio que necesitaban. Para numerosos sobrevivientes, eso no fue suficiente. El olvido de la sociedad y el trauma de la guerra llevó al suicidio a un número de exsoldados cercano a los 649 caídos en combate.



También para Gran Bretaña las tareas de exhumación en el Cementerio de Darwin marcaron un giro político muy novedoso. Cada año, ante la ONU, se le cuestionaba al gobierno británico negarse al diálogo por el tema Malvinas, en contraste con la actitud de respeto que habían tenido con los prisioneros y muertos argentinos al finalizar la guerra. Fue un militar inglés, Geoffrey Cardozo, quien se encargó de levantar el Cementerio de Darwin para sepultar a los 237 soldados argentinos —entre los cuales había 121 sin identificar— que encontró en los campos de batalla y que la dictadura se había negado a repatriar. “Ya están en su patria”, le contestó el dictador Leopoldo Galtieri, a horas de renunciar.

Cuando los excombatientes Julio Aro, José Rascchia y José Luis Capurro viajaron a Londres en 2008, invitados por veteranos ingleses, se encontraron con Cardozo, ahora retirado, quien les entregó un sobre diciéndoles: “Ustedes sabrán qué hacer con esto”. Contenía un informe con una minuciosa descripción de cada uno de los cuerpos que había enterrado en el Cementerio de Darwin, en febrero 1983, a meses de terminada la guerra. Al llegar a Buenos Aires, los tres excombatientes crearon la fundación Nomeolvides con la misión de devolverle la identidad y la memoria a los 121 soldados no identificados.

“Malvinas es una causa humanitaria para mí. Cubrí la guerra y vi morir a muchos amigos queridos. En aquel momento, hice la promesa de dedicar mi vida a honrar la memoria de todos los que estuvieron allí”, me dijo la periodista Gabriela Cociffi, quien acompaña a la fundación Nomeolvides desde el primer momento. Su compromiso ayudó a contrarrestar la falta de dedicación del Estado. Hacía muchos años que Cociffi reclamaba un listado oficial de familiares de los caídos, para poder obtener de ellos una muestra de ADN con el fin de identificarlos. “¿Por qué te interesa tanto esta causa, tenés un muerto ahí?”, le preguntó a Cociffi un funcionario muy cercano a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Yo tengo 649 muertos. ¿Vos, no?”, le respondió.

Coccifi también consiguió que otro inglés, el músico Roger Waters, fundador de Pink Floyd, se involucrara en el tema Malvinas y pidiera personalmente a la expresidenta Cristina Fernández que hiciera el reclamo ante la Cruz Roja Internacional. El gobierno argentino finalmente hizo el pedido formal correspondiente y se presentó ante el Comité de Descolonización de Naciones Unidas para solicitar, nuevamente, el inicio de un diálogo con Inglaterra. La comitiva presidencial incluía a madres y políticos de todos los partidos.

¿Por qué tardó tanto el Estado en tratar de devolverle la identidad a sus combatientes? Porque la sociedad no supo separar a los responsables de los crímenes de la dictadura de aquellos que fueron a dar su vida por una causa que creían justa. “Nadie murió con un tiro en la espalda”, sostenían los excombatientes. Sin embargo, el reconocimiento tardó décadas en llegar.

Soldados argentinos capturados y vigilados por combatientes de la Marina Real británica en el área de Goose Green, en las Malvinas, el 2 de junio de 1982. Fotografía: Credit Martin Cleaver/AP Photo

“Una foto de aquel momento mostraba el cuerpo de mi hijo junto al de otros soldados, apilado en una fosa llena de agua, directamente en la tierra. Esa imagen me acompañó todos estos años silenciosamente. Así lo soñaba. Por eso, cuando conocí a Geoffrey Cardozo y me enteré de la forma respetuosa en la que lo había enterrado, sentí mucho alivio”, recuerda Sonia Ortega, mientras espera los resultados del análisis forense para identificar los restos. Actualmente, las muestras de ADN de los 121 cuerpos exhumados se están analizando en los laboratorios del Equipo Argentino de Antropología Forense y el gobierno argentino dará a conocer los resultados en diciembre de este año.

La Cruz Roja Internacional terminará en ese momento la labor humanitaria de devolverle la identidad a cada uno de los cuerpos enterrados, sin nombre y sin historia. Se las devolverá a ellos y a una sociedad que también necesita cerrar estas heridas. Mientras tanto, brinda su asesoramiento y experiencia a funcionarios del gobierno para enfrentar el momento de entregar los resultados a las familias y organizar el viaje a las Malvinas. Madres como Sonia Ortega podrán finalmente viajar a las islas para sentarse junto a la tumba de sus hijos.

De ahí en adelante, la cuestión de las Malvinas volverá al punto muerto donde ha estado durante más de tres décadas de democracia, en las cuales Argentina ha intentado restablecer diplomáticamente, sin lograrlo, el diálogo con Inglaterra. (El gobierno inglés mantiene cerradas las puertas del diálogo argumentando que los malvinenses se consideran parte de Gran Bretaña, aunque desde la posguerra la administración de las islas sea económicamente poco eficiente).

La historia argentina seguirá entonces marcada por las secuelas de esta guerra, aunque, al menos, los muertos habrán recuperado su nombre. Sin embargo, ambos gobiernos deberían ver en el gesto fraternal y sin pretenciones de Geoffrey Cardozo un modelo de inspiración. Más allá de las banderas en conflicto, Cardozo cumplió con el mandato ancestral de enterrar a los soldados que yacían sin nombre y sin ley, con la seguridad de que sus padres vendrían a buscarlos algún día. Ese día por fin llegó.




domingo, 10 de julio de 2016

El delirio de no querer festejar el Bicentenario… ©dealgunamanera...

El delirio de no querer festejar el Bicentenario…


Está claro que la fiesta fue magra. En comparación con los festejos del bicentenario de la Revolución de Mayo, lo de este fin de semana fue como festejar un cumpleaños en enero, pero no por eso dejó de generar polémica entre los que están a favor y en contra. A favor de que se festeje fuerte y en contra de que se tenga que pagar, obviamente.

© Escrito por Nicolás Lucca, en El Relato del Presente, el domingo 10/07/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Con la cabeza agobiada por los problemas que nos arroja la recesión económica, el clima de bicentenario no se hizo presente. Estamos en otra. Tan en otra que no registramos que Carrió le pidió a María Eugenia Vidal que haga algo con el jefe de la policía bonaerense, ya que su pasado en la lucha contra el narcotráfico fue tan improductivo que daba para sospechar de algún tipo de connivencia. Otra que no lo registró fue Patricia Bullrich, que salió a bancar al jefe de la poli de Buenos Aires sobre el que pesa la misma consideración que se podría tener sobre el jefe de la Federal, que pasó la última década al frente de la superintendencia de Drogas con los resultados que ya conocemos.

Tampoco registramos que Horacio Rodríguez Larreta acepta la renuncia de un funcionario porque a un grupo de actores que vive puteándolo no les gustó que ese funcionario dijera que son unos ladris; del mismo modo que ni nos dimos cuenta que a doscientos años de la declaración de la independencia de este cacho de tierra al que llamamos Patria, el debate político sigue vigente, aunque flojo de encanto. Hoy no discutimos sobre qué país queremos dejarles a nuestros hijos y nietos, si no sobre si corresponde o no que el dibujo de Eva en la 9 de Julio esté iluminado por las noches o no, sobre si hay que pagar las tarifas con aumento, si reclamamos el Ahora 12 para la factura de gas, o nos calentamos a leña pero con wifi.

El Papa envía una carta para saludar a los argentinos por el bicentenario y remarca que “la Madre Patria no se vende”. Mientras muchos nos preguntábamos qué habrá querido decir el amigo famoso de Gustavo Vera, si cancelaron la venta de España o qué corno, el kirchnerista despechado lo tomó como bandera y lanzó la contrarrevolución tirando toda la carne al asador. La carne alcanzó para un hashtag en Twitter, pero hay que reconocerles la voluntad.

Cristina Elisabeth agitó la previa al bicentenario dolarizando ahorros y tuiteando desde su departamento en Recoleta. La mishiadura económica nos afectó a todos y la expresi vio como en dos meses pasó de ser recibida por multitudes y dar discursos ante miles de personas en Comodoro Py, a ser recibida por Parrilli, veinte pibes y 52 banderas, tener más policías que militantes en tribunales y quejarse de una cámara de seguridad en la esquina.

Luego de una semana de hitazos triunfalistas, Cris se quiso tomar el palo antes de la medianoche del 8 de julio, pero el clima la hizo volver a su departamento, donde la esperaba el orfanato camporista cantando villancicos nuevos como “la Recoleta es de Perón”. Sí: la Jefa se instala en el barrio más paquete y aristocrático de la ciudad de Buenos Aires, pero la militancia lo toma como un acto de rebeldía.

Cristina, consciente de que estaba frente al grupo de Edipos irresueltos más grande que ha dado este país, mostró de primera mano lo fácil que le sale dibujar los hechos. Se los encontró de pedo porque le cancelaron el vuelo, pero les dijo que “solamente nosotros podemos hacer un acto peronista en calle Juncal”. Luego dijo que se quedó pensando en lo que dijo el Papa con eso de que “la Patria no se vende”. La que le entregó un cacho de tierra soberana a los chinos y la exploración petrolera a Chevron no profundizó demasiado en el tema, pero alcanzó y sobró para que cayeran algunas lágrimas de emoción entre quienes la escuchaban.


Montada en la caja de una camioneta, a la Presi le pidieron que se quede hasta la medianoche para celebrar el bicentenario con la muchachada. Complaciente con los pibes que se bancaron ser señalados como parias emocionales con capacidades ideológicas diferentes, la expresi tiró un claro, conciso y esperanzador “Olvidate” acompañado de un arengador “no me quedo acá hasta las doce”. No existe dinero que pueda pagar tamaña sabiduría de estadista. Finalmente Cris se retiró y la camioneta pudo continuar vendiendo huevos por el barrio. 

El actor Diego Reinhold, descendiente de los mapuches que habitaban los bosques alemanes de Saafeld, se quejó de que los festejos se llevaran a cabo en la plaza que está al lado del Teatro Colón porque el teatro se llama Colón. Porque está claro que Cristóbal Colón combatió la independencia argentina a pesar de la pequeña desventaja de haber nacido italiano, nunca haber pasado ni cerca del Río de la Plata y haber fallecido 310 años antes. Sin embargo, Reinhold fue la cara visible, pero detrás de él hubo cientos de nabos con acceso a Internet que nos corrieron con que esto es una pesadilla, con que no podemos tener a un ex rey de invitado, con que es una vergüenza que se organice un desfile militar para una fecha patria y con que es un embole que no contemos con recitales de los amigos de Teresa Parodi.

No veía berrinche colectivo tan infantil desde que en preescolar nos cancelaron la salida grupal al show de Carlitos Balá en la calle Corrientes. El planteo es simple, estimados: ¿Cómo creen que España llegó a ser el “imperio donde nunca se pone el sol”? ¿Con amor? ¿Y cómo creen que conseguimos la independencia del imperio con el ejército más poderoso del mundo de aquel entonces? ¿Con charlas en las plazas? ¿Cuáles creían que eran “los laureles que supimos conseguir” si no fueron en campos de batalla? ¿Qué creían que significaba “o juremos con gloria morir”? ¿Qué organicemos un pacto suicida con todas las chicas llamadas Gloria?

Puedo entender que tantos años llamando imperialistas a esos países a donde van a gastar su dinero reventando la tarjeta de crédito les dejó la comprensión al mismo nivel de un australopithecus con retraso madurativo, pero combatir al imperio en el siglo XIX requería algo más que pancartas.

El Grito de Asencio no fue un discurso arengador ni el sitio de Montevideo consistió en un abrazo solidario convocado por Whats App. Y si bien del Éxodo jujeño podrían haber participado del saqueo para que no quede nada a los que vengan después, lo cierto es que tampoco fue llevado cabo por ensayistas. El Combate de Las Piedras, la batalla de Tucumán, la batalla de San Lorenzo, Suipacha, el cruce de los Andes, la batalla de Chacabuco, todos fueron hechos claves y concretos que consiguieron, aseguraron y garantizaron nuestra independencia. Y no, no se gestaron desde una reunión en una unidad básica, ni gracias a un videíto en YouTube, ni por una campaña de carteles de actores prebendarios en Facebook.

Se definen militantes, un vocablo derivado de militar, reivindican a San Martín, Rosas y Perón, se sienten parte de un movimiento creado por Teniente General, pero les irrita que los militares del siglo XXI marchen por las bestialidades que cometieron los militares del siglo XX, ese mismo siglo XX que nos dio al "Sheneral". Entiendo que la incoherencia la llevan en el ADN, pero no dejan de sorprenderme que hayan aprendido a atarse los cordones. Doce años de realismo mágico les dejó las neuronas empastadas y realmente creen que con firmar un papelito alcanza para que las cosas ocurran. Si aplaudieron la construcción de millones de viviendas sólo porque se prometieron en un decreto, cómo no van a creer que fuimos independientes gracias a que los godos se asustaron y abandonaron la mitad de sus posesiones de ultramar luego de enterarse que treinta y tres rebeldes habían firmado un documento en el living de una casa. 

También patalearon por la presencia del rey emérito Juan Carlos de Borbón. No registraron que en Argentina hablamos español, somos mayoritariamente católicos, y el 100% de nuestros patriotas nacieron en territorios pertenecientes a la corona. Son los mismos giles con apellido europeo que hablan en primera persona para criticar la colonización europea desde una computadora en un departamento en la Buenos Aires que perteneció a los querandíes. Lindo mensaje para los que aspiran a superar La Grieta: en España pasaron doscientos años, ocho reyes, diez gobernantes que no fueron monarcas, varias formas de gobierno, un par de dictaduras y una monarquía republicana, pero invitar al Juanca es entregar nuevamente los dominios del Virreinato del Río de la Plata a su majestad.


El mundo gira, pasan los años, pasan los siglos, y las cosas cambian tanto que nada es determinantes. De hecho, si llegaran a registrar que el primer país que nos reconoció como un par libre e independiente fue el Reino Unido de la Gran Bretaña, entran en un colapso nervioso. Y lo hizo recién en 1826, tras 16 años de guerras contra los godos que dieron paso a las guerras intestinas que se prolongaron por otros sesenta años.

Sí, los militares se cargaron a la democracia varias veces a lo largo de cuatro décadas. Y de la última pasaron otras cuatro décadas. Y entiendo que el delirio personalista los lleve a confundir las instituciones con las personas. Pero si los militares de hoy en día tienen que pagar por los errores cometidos por la institución de hace cuarenta años, bajemos la persiana y mudémonos de planeta: el Estado también es una institución y es la misma que reprimió, desapareció gente y asesinó a mansalva, y no por eso vamos a impedir que siga existiendo como tal. Supongo que no debería ser muy difícil de entender, pero aprovecho la onda papal que aplican y les digo que deberíamos suprimir los tedeums en fechas patrias, dado que Mario Poli no debería dar la cara luego de todas las muertes y torturas cometidas por la inquisición durante siglos.


Por último, para relajar los ánimos y llevar algo de calma a esos espíritus tan preocupados por el qué dirán los progres del mañana al ver la foto de este bicentenario, les comunicó que el último militar de la dictadura que tuvo una acusación por su accionar cuando era un purrete de 21 años, se encuentra procesado desde hace un buen tiempo. Se llama César Milani.

Si tan sólo hubieran prestado atención cuando les enseñaron la diferencia entre Gobierno y Estado, o entre personas e instituciones, no estarían sufriendo tanto y se sentirían felices de habitar un país que celebra dos siglos de independencia del imperio más grande que ha conocido el mundo.

Y eso costó sangre. Mucha, mucha sangre derramada a lo largo de décadas para que hoy no tengamos que discutir qué modelo de país tenemos. Con probar la receta que nos dejaron por escrito por una vez, quizás, en una de esas, salimos adelante.


Domingo. “Juremos no dejar las armas de la mano hasta ver al país enteramente libre o morir con ellas como hombres de coraje”, dijo José de San Martín y no, precisamente, en su muro de Facebook.

Publicado por Lucca. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.


jueves, 1 de agosto de 2013

Francisco, candidato imbatible... De Alguna Manera...

Candidato imbatible...

Totus Tuus Papa Francisco. Dibujo: Pablo Temes

Por qué Francisco reúne características de próceres que hoy podrían cautivar a cualquier votante.

Le quiero hacer una confesión muy personal. Ya tengo elegido mi candidato a presidente para el 2015. Ya me convenció. Creo que no hay un argentino mejor que él para que conduzca los destinos del país. ¿No me cree? Mi voto de confianza es para un compatriota extraordinario que es lo mejor que se produjo en estas tierras, tal vez, en toda su historia. ¿Sabe por qué lo quiero votar? Porque tiene las virtudes, los valores y las ideas de los dirigentes políticos fundacionales de nuestro país y porque por su capacidad revolucionaria debería estudiarse en los colegios como muchos próceres de la argentinidad. ¿No me cree? ¿Le parece que exagero? Lea y después me cuenta. Yo se lo describo, le doy unas pistas para que entienda porqué siento tanta admiración por ese hermano nuestro que está protagonizando una epopeya.

De José de San Martín tiene el coraje para pelear por la libertad de los pueblos y para enfrentar las más grandes dificultades, incluso las que tienen el tamaño de la Cordillera de los Andes. Se siente un hombre libre y quiere que todos los hombres sean libres.

De Manuel Belgrano tiene la obsesión por la educación, la excelencia intelectual y la flexibilidad para moverse en todos los terrenos. También es creador de una nueva bandera de la fe.

De Mariano Moreno tiene la voluntad revolucionaria. La pasión por romper las burocracias del atraso y la apuesta al cambio de las viejas estructuras. Por algo los conservadores ya lo pusieron en la mira.

De Hipólito Yrigoyen tiene su amor por los más humildes, su lucha eterna para que la tortilla se vuelva, su profunda fe democrática. Su segunda Biblia, su plataforma electoral, el documento más importante que redactó, que sostiene que el Estado debe intervenir para suturar las heridas que produce el mercado, es un producto colectivo. Se realizó en la conferencia de Aparecida, con el aporte de pastores, peregrinos y obispos, pero tiene la síntesis de un sabio. De un sumo sacerdote. De un pontífice que piensa con ecumenismo y que no conoce lo que es el odio. Todo lo contrario, ayer proclamó la cultura del encuentro y llamó a “rehabilitar la política como una de las formas más altas de la caridad”. Dijo que “entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta hay una opción de los oprimidos: el diálogo, el humanismo integral”.

De Juan Domingo Perón tiene su habilidad para conducir, ese liderazgo carismático necesario para guiar la organización humana más grande del planeta con 1.200 millones de fieles. Tiene una sensibilidad especial y sabiduría popular que sólo se cosecha con mucho pavimento recorrido. La picardía argentina en el mejor de los sentidos y no la viveza criolla. Tiene humor. Se podría cantar una marchita que diga: “Por ese gran argentino/ que se supo conquistar/ a la gran masa del pueblo/ con astucia clerical.

De Evita tiene su amor por los grasitas y la mirada en la periferia. Su opción por los pobres, por los cabecitas negras de La Matanza a Lampedusa. Ese abrazo que se dio con los qom que Cristina no recibió o con el indio Pataxo que le regaló su cocar y no se arrodilló porque el Papa se lo impidió. La arenga para que nadie acepte la humillación de nadie, para que se pongan de pie y se rebelen. Por eso dice que quiere que los jóvenes hagan lío y salgan de la Iglesia. Para que ocupen las calles con alegría y peleen por un mundo más justo, más solidario y fraterno. Quiere que sean callejeros de la fe.

Siembra amor y esperanza y lucha a muerte contra los asesinos que utilizan la droga para matar pibes y los que utilizan la trata para esclavizar mujeres pobres. De aquellos que rezan: “Papa nuestro que estás en el Vaticano, santificado sea tu nombre”.

De Arturo Illia tiene la austeridad republicana y franciscana. Los votos de pobreza, el despojo de todo tipo de vanidad o riqueza frívola. No vive rodeado de millonarios ni de estrellas mediáticas. Se siente a gusto en las favelas del mundo porque conoce profundamente nuestras villas miserias. Pinta su aldea y por eso es universal. No miente, predica con el ejemplo. Tiene las manos limpias, no hace falta que presente su declaración jurada porque vive como piensa. Por eso tiene autoridad moral para decir que se puede perdonar a los pecadores pero no a los corruptos. No roba pero hace.

Es argentino como pocos y no solo porque nació en Flores en una típica familia de tanos inmigrantes. Por el mate, el tango, su San Lorenzo de Almagro y el culto a la amistad. Convoca multitudes apasionadas. Tiene olor a oveja, pero no acepta el verticalismo ni la obsecuencia. Llama a que cada uno construya su propio destino junto a sus hermanos más frágiles. Propone cooperativas para recuperar la paz, el pan y el trabajo y combatir la inflación y la inseguridad. Y si no me creen, lean el documento de Aparecida que es la génesis de su papado. Reparte estampitas cargadas de futuro. Es emocionante ver como emociona. Ya produjo su primer milagro: que todo el mundo quiera a un argentino. Y que la juventud recupere su lucha por las utopías a su imagen y semejanza. Francisco fue forjado por dos matrices que atravesaron la historia de nuestro país. Por el catolicismo y el peronismo. En esas fraguas se formó. En esas convicciones e ilusiones. Muchas veces me pregunto qué me despierta tanta admiración el Papa si yo no soy católico ni peronista, aunque a veces me gustaría serlo. Para tomar lo mejor de ambos. Para tener un oído en el pueblo y el otro en el Evangelio o en la doctrina, como decía Monseñor Angelelli.

Ya sé que no lo puedo votar. Ya sé que no es candidato. Pero es el espejo que refleja lo mejor de este país. Es el argentino que nos transmite esperanza y capacidad transformadora. Es el Papa. Tranquilamente puede ser un presidente y un prócer. Podrán imitarlo, pero igualarlo jamás. Porque el país no está temblando. Esta latiendo patriotismo, solidaridad y emoción. “Se siente, se siente, Francisco presidente”, podrían cantar las tribunas, como si el país fuera el viejo Gasómetro Y si él no puede ser, que sea algún argentino que se atreva a recoger su nombre y lo lleve como bandera a la victoria.

Aclaración: Tenía pensado escribir sobre la política doméstica. Pero hubo dos motivos que me “obligaron” a repetir con módicos cambios, esta columna que leí el viernes en Radio Continental. Primero, que tuvo una repercusión inédita por las redes sociales que superó cualquiera de las más de cuatro mil editoriales que escribí en 15 años. Eso me hizo sospechar que el texto tenía algún valor o representaba algún sentimiento. Y segundo, la osadía que tuvo Cristina de comparar a Néstor Kirchner con el Papa sin que se le cayera la cara de vergüenza. Confundir el día con la noche, me pareció too much.

© Escrito por Alfredo Leuco el domingo 28/07/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



martes, 15 de enero de 2013

Deje de mentir Señora Presidente... De Alguna Manera...


Deje de mentir...

Ser o no ser, esa es la cuestión. Darín - CFK. Dibujo: Pablo Temes.

Mensaje a Cristina. La Presidenta niega realidades y hace su relato. Bienes, Darín, Fragata y los derechos humanos.

De fondo, en esta conversación, se escucha un tema de Los Redondos, Nuestro amo juega al esclavo, en el que el Indio Solari canta, a modo de estribillo “violencia es mentir”. Usted, señora, dice que no miente, pero negar es una forma de mentirse a uno mismo y a los demás.

Por ejemplo, señora, su patrimonio. Si un ciudadano quiere que se lo explique, usted tiene que hacerlo. Se llame Darín o Clarín, si es un medio el que pregunta. Tiene, señora, tanta experiencia en la función pública –tanta que casi no trabajó en otro lugar que no sea el Estado– que seguro comprende los motivos. Y entiende, señora, que no basta con la declaración jurada, porque en esas planillas usted dice “qué” tiene en bienes y dinero pero no cuenta “cómo” logró semejante aumento, de seis millones a ochenta en sólo diez años. No hay otro empleado público en la historia que haya alcanzado semejante fortuna en tan poco tiempo. Ni Manzano ni Menem.

La duda es: ¿Por qué no revela los detalles y da una lección de trasparencia que sirva de ejemplo a todos los que la sucedan? ¿Por qué no, señora? En estos casos, señora, negar información es ocultar, y sólo oculta el que no quiere revelar la verdad. ¿Será que la verdad resulta indecible?

Y usted sabe, señora, que no alcanza con enojarse y remitirse a la Justicia cuando, por otra parte, es usted misma, señora, quien día por medio dice que la Justicia no responde a los intereses del “proyecto nacional y popular”. ¿Por qué, entonces, debería creer un ciudadano de a pie lo que dice un juez como Oyarbide sobre su patrimonio?

Le cuento otro caso, del que seguramente usted no está enterada, porque si no ya habría tomado medidas. Se trata de su vicepresidente, Amado Boudou. Al parecer, por su inexperiencia o por su formación en un partido de la “derecha”, el muchacho cometió, digamos, “algunas irregularidades” administrativas. Nada importante, según él, pero por las dudas hizo echar al jefe de los fiscales, al juez y al fiscal que lo investigaba, y el expediente pasó a manos más confiables.

Y así, señora, podría hacerle una larga lista de “contradicciones” con la verdad. Esta semana nos conmovió usted con el encendido discurso sobre la “liberación” de la fragata Libertad, pero no dedicó un párrafo a contarnos por qué arriesgamos el navío en un puerto que no debió incluirse en el recorrido, y por qué nadie pagó con su cargo por eso.

Ni por los 51 muertos en la estación de Once. El ministro responsable sigue ahí. Pero ahora, a casi un año de la tragedia y después de diez de gobierno, usted anuncia un plan de inversión para los trenes. ¿Comprende por qué resulta cada vez más difícil creerle?

Le doy un último ejemplo. Con la excusa de la “guerra” que estamos ganando a los fondos buitre, decía usted que padecimos dos períodos de endeudamiento provocado por ellos, con la ayuda de los “caranchos” de adentro. Recordó los años del ‘76 al ‘83, cuando los militares asaltaron el Estado, y luego los años del llamado “menemismo”, de 1991 a 2001, y de la convertibilidad, que concluyó con el estallido de la Alianza y de la sociedad.

Pues bien, señora, no quiero obligarla a negar o a mentir nuevamente, pero si alguien se lo preguntara, ¿podría decir dónde estaban usted, su marido y su cuñada Alicia, y qué hacían en cada uno de esos períodos? Fue su marido, señora, el que consagró a Menem como “el mejor presidente de la historia”. Fue su marido, señora, el que aprovechó para depositar a su nombre los mil millones de dólares que recibió Santa Cruz por la privatización de YPF y que ya se esfumaron. Era su marido, señora, el que compró dos millones de dólares una semana antes de que aumentara el precio.

El mal, señora, que contamina desde hace años al kirchnerismo , al menemismo y a todas las versiones de lo mismo, y lo que violenta, es la mentira sistemática desde el poder. Eso, al cabo de los años, es lo que indigna. El “relato”, escrito y sostenido por los fanáticos o beneficiarios de turno, o por los intelectuales del “proyecto”, capaces de envolverlo y protegerlo en el “espesor” de las palabras, no resiste la confrontación con los protagonistas y los hechos.

¿En qué “proyecto nacional y popular” se puede creer, señora, cuando el que lo quiere vender es Boudou? ¿En qué bandera de los “derechos humanos” se quiere envolver usted, señora, si se saca fotos con Gerardo Martínez, el secretario general de la Uocra que fue un comprobado informante de la dictadura? ¿En qué “defensa de los trabajadores” se puede confiar, señora, si sus aliados son Cavalieri, Lezcano y el resto de “los gordos” que se hicieron multimillonarios al frente de sus sindicatos? ¿De qué “juventud maravillosa” hablamos, señora, si los responsables políticos de los Montoneros que usted tiene de asesores no se hacen cargo de los pibes que mandaron a morir?

¿De qué “patria” habla, señora, en discursos que recuerdan a Galtieri? ¿Por qué citar en vano a próceres austeros y modestos, como Belgrano o San Martín, que se sentirían avergonzados frente a las fortunas personales que ostentan usted y sus ministros?

De eso se trata, tal vez, señora: de dejar de simular sacrificio. De dejar de hacer asados en la ESMA, conferencias en cadena para anunciar promesas, de pagar por los aplausos, y de ver, mirar, reconocer, aceptar, bajar el tono, callar, pensar, hacer un minuto de silencio y acompañar en el dolor a los que padecen y a los que sufren por sus muertos.

Y haga a la vez, señora, el esfuerzo para dejar de fumarse a los que ya se sabe quiénes son, de vender humo, de negar y de mentir.

© Escrito por Carlos Ares el domingo 13/01/2013 y publicado por el Diario Perfíl de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 30 de septiembre de 2007

Curioso liberalismo autóctono... @dealgunamanera...


En la Argentina se suelen rechazar las ideas de buenos liberales como San Martín y Alberdi.



Los habitantes de nuestro país han sido robados, saqueados, se les ha hecho matar por miles. Se ha proclamado la igualdad y ha reinado la desigualdad más espantosa; se ha gritado libertad y ella sólo ha existido para un cierto número; se han dictado leyes y éstas sólo han protegido al poderoso. Para el pobre no hay leyes, ni justicia, ni derechos individuales, sino violencia y persecuciones injustas. Para los poderosos de este país, el pueblo ha estado siempre fuera de la ley".

El autor de este texto no es un activista ubicado en el extremo ideológico del panorama nacional. Fue un hombre moderado, un gran intelectual liberal, don Esteban Echeverría. El autor del Dogma Socialista, en esta carta que le escribía a su amigo Félix Frías en 1851, poco antes de morir, hacía un balance del período comprendido de Mayo a Rosas y daba cuenta con innegable dolor de la distancia que separaba al pensamiento liberal de la verdadera libertad de aquel pueblo que la Generación del 37 había idealizado y al que querían elevar a los niveles de "la Inglaterra o la Francia".

Unas décadas más tarde, quizás el teórico liberal más notable que dio nuestro país, Juan Bautista Alberdi, el autor del libro que sirvió de base para la redacción de nuestra Constitución Nacional, analizando los gobiernos liberales de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, escribía: "Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen. Ser libre, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros es algo que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte" (1).

Ambos pensadores, quizás los exponentes más lúcidos del liberalismo criollo del siglo XIX, ponían el dedo en una llaga nunca cicatrizada: la dicotomía existente entre una práctica política conservadora y una proclamada ideología liberal que sólo se expresaba en algunos aspectos económicos.

Ni siquiera en todos, porque la crítica liberal que planteaba la no intervención estatal no funcionó nunca en nuestro país si se trataba de apoyar con fondos estatales la realización de obras públicas por contratistas privados cercanos al poder, o del salvataje de bancos privados como viene ocurriendo desde 1890 a la fecha.

Para los autodenominados "liberales argentinos" estas intervenciones estatales en la economía no eran ni son vistas como tales. Pero estuvieron y están prestos a calificar como "gasto público" a lo que los propios teóricos del Estado liberal denominan sus funciones específicas como la salud, la educación, la justicia y la seguridad y que son denominados, incluso por los autodenominados "organismos financieros internacionales", como "inversión social", porque el Estado recuperará cada peso invertido en una población sana y con capacidad laboral y tributaria.

Si el Estado no cumple con estas funciones básicas, decía John Locke (1632-1704) -uno de los padres fundadores del liberalismo- el pacto social entre gobernantes y gobernados se rompe y los ciudadanos tienen derecho a la rebelión.

Las revoluciones burguesas europeas, producidas entre 1789 y 1848, dieron lugar a un nuevo tipo de Estado que los historiadores denominan "liberal". La ideología que sustentaba estos regímenes es el denominado "liberalismo", que a mediados del siglo XIX presentaba un doble aspecto: político y económico.

El liberalismo político significaba teóricamente respeto a las libertades ciudadanas e individuales (libertad de expresión, asociación, reunión), existencia de una constitución inviolable que determinase los derechos y deberes de ciudadanos y gobernantes; separación de poderes para evitar cualquier tiranía; y el derecho al voto, muchas veces limitado a minorías.

Junto a este liberalismo político, el Estado burgués del siglo XIX estaba también asentado en el liberalismo económico: un conjunto de teorías y de prácticas al servicio de la alta burguesía y que, en gran medida, eran consecuencia de la Revolución Industrial.

Desde el punto de vista práctico, el liberalismo económico significó la no-intervención del Estado en las cuestiones sociales, financieras y empresariales.

A nivel técnico supuso un intento de explicar el fenómeno de la industrialización y sus más inmediatas consecuencias: el gran capitalismo y las penurias de las clases trabajadoras.

La alta burguesía europea veía con preocupación cómo alrededor de las ciudades industriales iba surgiendo una masa de trabajadores. Necesitaba, por lo tanto, una doctrina que explicase este hecho como inevitable y, en consecuencia, sirviese para tranquilizar su propia inquietud. Tal doctrina fue desarrollada por dos pensadores: el escocés Adam Smith (1723-1790) y el británico Thomas Malthus (1766-1834).

Smith pensaba que todo el sistema económico debía basarse en la ley de la oferta y la demanda. Para que un país prosperase, los gobiernos debían abstenerse de intervenir en el funcionamiento de esa ley "natural": los precios y los salarios se regularían por sí solos, sin intervención alguna del Estado y ello, entendía Smith, no podía ser de otra manera, por cuanto si se dejaba una absoluta libertad económica, cada hombre, al actuar buscando su propio beneficio, provocaría el enriquecimiento de la sociedad en su conjunto, algo así como la tan meneada y falsa teoría del derrame.

Malthus partía del supuesto de que la población crecía mucho más rápido que la generación de riquezas y alimentos. Pensaba que la solución estaba en el control de la natalidad de los sectores populares y en dejarlos abandonados a su suerte para la naturaleza.

Tanto Malthus como Smith piden la inhibición de los gobernantes en cuestiones sociales y económicas. Sus consejos fueron muy escuchados y practicados por estos lares.

La trayectoria del autodenominado "liberalismo argentino" ha sido por demás sinuosa pero coherente. El credo liberal no les ha impedido a algunos formar parte de todos los gabinetes de los gobiernos de facto de la historia argentina. Han tolerado y en muchos casos justificado y usufructuado de la represión de la última dictadura militar para seguir haciendo negocios sin ser molestados.

Quizás ya sea hora de que relean al más notable liberal en serio que pisó el suelo argentino, José de San Martín, quien escribió en el Código de honor del Ejército de los Andes: "La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares. La Patria no es abrigadora de crímenes".

1. Juan Bautista Alberdi, "Escritos póstumos", Tomo X, Buenos Aires, Editorial Cruz, 1890


© Felipe Pigna.
 Historiador