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lunes, 26 de enero de 2015

La monarca… De Alguna Manera...

La monarca…


Hace dos años, la Presidenta firmó un memo con Irán que modificó colosalmente el rumbo de la causa AMIA. El juez y el fiscal “naturales” fueron sustituidos por una “Comisión de la Verdad”, con sede en Irán, país acusado de haber tramado el peor atentado terrorista de nuestra historia. Sus integrantes debían ser designados a propuesta de las partes. La redacción del instrumento carece de toda claridad, salvo la cláusula que se refiere de modo imperativo al levantamiento de las “alertas rojas” de Interpol que pesaban sobre los imputados iraníes, una vez que hubiese sido aprobado por los legislativos de los dos países.

Así las cosas, desde el ángulo constitucional, la situación no pudo ser más alarmante ya que la titular del Ejecutivo ejerció funciones judiciales, a pesar de la expresa prohibición que le impone la Constitución. A ello se agrega, la falta de definición sobre el derecho a aplicar por parte de los miembros de la Comisión, la violación de las normas del debido proceso, la imposibilidad de conciliar el marco jurídico de un país democrático, como al menos en teoría es el nuestro, con el de otro de tipo teocrático. Este pergeño que no tiene antecedentes en el derecho comparado, importó un incomprensible agravio a nuestra Justicia y desembocó en la paralización del proceso.

Tamaño despropósito significó una suerte de exculpación a favor de Irán, si no, cómo se hubiese podido aceptar que quien era acusado se transformara en su propio juzgador y en suelo propio. Esta impresionante concesión sólo podía verse acompañada de un beneficio proporcional a favor de la Argentina. Nuestro enfoque responde a una lógica primaria. Es por ello que la denuncia del fiscal Nisman que pagó con su muerte, no nos sorprendió, en realidad nos permitió completar las piezas de este macabro rompecabezas.

Hace unos años sostuvimos que las violaciones constitucionales y legales en las que incurren nuestros presidentes, sin que funcionen las instituciones de modo de ponerles límites, importaba una  creciente destrucción del principio de separación de poderes –eje central en que se asienta el Estado de Derecho–. Así, se iban consumando “minigolpes de Estado” que sin transformar al gobierno de iure en uno de facto, poco a poco iban destruyendo el imperio de la ley para llevarnos al de la arbitrariedad, la imprevisibilidad, el despotismo.

El magnicidio que convulsiona a nuestra sociedad es la consecuencia del desesperante desmoronamiento de nuestras instituciones. Hoy nos gobierna una “monarca” que actúa como cronista autorreferencial junto a un grupo de secuaces que se dedican a ensuciar la figura de la víctima de un modo que recuerda la metodología de los responsables del último proceso militar cuando hablaban de los desaparecidos.

¿Este asesinato será la culminación de este proceso de destrucción o un episodio más que indefectiblemente nos enfrentará a hechos cada vez más brutales? Frente al advenimiento de un nuevo gobierno debemos volver a nuestras fuentes institucionales que nacieron con la traducción que hiciera Mariano Moreno del Contrato Social de Rousseau. Ese fue el germen que iluminó con intermitencias una lealtad democrática fluctuante. A pesar de creer en el ideal, no hemos dejado de regresar al personalismo, que ha surgido con distintos formatos, ya militar, ya populista, pero siempre antiliberal.

El retorno al Gobierno de la ley debería ser el compromiso de quienes se presentan como postulantes para las próximas elecciones. Es decir un conjunto de propuestas que permitan el restablecimiento de la República, como gran política de Estado. La independencia de la Justicia y del Ministerio Público que debería verse sustentada en nuevos institutos, por su significación, cobra un protagonismo indispensable. Lograr la concreción de esta empresa será el mejor homenaje a la memoria de Alberto Nisman, ya que su injusta muerte haría las veces de una bisagra entre la ilegalidad y la legalidad.

© Escrito por el Constitucionalista Daniel Sabsayi domingo 25/01/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.





domingo, 2 de junio de 2013

Detrás de la muerte… De Alguna Manera...


Detrás de la muerte…

Jorge R. Videla. Dibujo: Pablo Temes.

Investigación Videla. Tras lo revelado por Perfil sobre la salud del dictador, hubo traslados de presos. Los otros casos.

El miércoles pasado a las 12.30, el director del Servicio Penitenciario Federal, Víctor Hortel, se apersonó en las instalaciones de la Unidad de Detención de Ezeiza. No bien llegó, procedió a ordenar el corte de la línea directa de la sala de videoconferencias y mediante la Disposición 1244 –un “traslado con efecto”– dispuso que los internos de mayor edad y riesgo que estaban detenidos en el penal de Marcos Paz fueran llevados a Ezeiza. Ellos fueron Marcelo Barberis, Juan Manuel Bayón, Lucas Billich, Eduardo De Lío, Hugo Delme, Hugo Fantoni, Vicente Forchetti, Horacio Luján, José Madrid, Emilio Felipe Picabea, Luis Alberto Rodríguez Vázquez, Julio Héctor Simón –represor conocido como el “Turco” Julián, personaje temible– Julio Alberto Tommassi, Mario Torres, Martín Zuñiga. Entre los que fueron llevados de Ezeiza a Marcos Paz estaban los tristemente célebres el Jorge “Tigre” Acosta y Adolfo Miguel Donda, junto con Carlos Capdevila y Víctor Olivera.

Estas son algunas de las consecuencias de la nota sobre la muerte del genocida Jorge Rafael Videla publicada en PERFIL el domingo pasado. Sobre el caso en particular, se han conocido otros detalles. Uno de ellos es que, diez días antes de su fallecimiento, uno de sus defensores había solicitado al tribunal evitar los traslados debido a su avanzada edad y al deterioro que ya exhibía su salud. Un punto clave que está bajo investigación del Dr. Juan Pablo Salas, magistrado subrogante de los juzgados federales N° 1 y 3 de Morón, es el referido al conocimiento o no que el tribunal que lo juzgaba tenía de la caída que el dictador había sufrido el viernes 10 de mayo mientras se duchaba. Al respecto, algunos detenidos señalan que el día antes de su muerte – jueves 16– un médico examinó al paciente que se quejaba de dolores. Recién ahí se le diagnosticaron las fracturas que se encontraron en la autopsia. Videla debió haber sido internado en el Hospital Militar Central o en el Hospital Militar de Campo de Mayo. Era un paciente de alto riesgo. En la actualidad hay otros en esta misma situación. He aquí algunos de esos casos:

El Teniente primero Antonio Orlando Vargas tiene en la actualidad 73 años. Sufre una Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) severa, cáncer de próstata e hipertensión arterial. Debe usar mascarilla de oxígeno 17 horas por día. De sólo hablar se agita. En septiembre pasado sufrió una neumonía severa. Una junta médica que lo evaluó desaconsejó tanto sus traslados –estaba detenido en Córdoba y se debía presentar ante un tribunal en Jujuy– como su permanencia en una unidad penal, pedido que no fue atendido hasta aquí. En la actualidad, Vargas se encuentra detenido en Ezeiza.

Roberto Luis Pertusio sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) en septiembre de 2012, y como consecuencia del cual quedó con una hemiparesia en el hemicuerpo derecho y con trastornos del habla. Padece además hipertensión arterial y diabetes tipo II. A pesar de este cuadro, se le quitó el arresto domiciliario y en los últimos días de marzo de este año se lo trasladó primero a la Unidad Penal de Ezeiza y luego a la de Marcos Paz.

Héctor Luis Selaya fue operado de un neurinoma del acústico. Las secuelas de la intervención fueron la pérdida de la audición del oído derecho y de la visión del ojo del mismo lado. Además, es hipertenso y se le diagnosticó una poliquistosis renal. Tanto en estos casos como en otros –la casuística es más extensa–, el médico legista que los ha evaluado aconsejó la prisión domiciliaria.

Todos aquellos que tuvieron responsabilidades en el plan de exterminio que llevó adelante la última dictadura militar, crimen de lesa humanidad, deben ser juzgados y condenados. Eso es indiscutible. El tema es el tratamiento que se les dispensa. Erich Priebke es un criminal de guerra responsable de uno de las tantas masacres producidas por el nazismo en la Segunda Guerra Mundial: la Matanza de las Fosas Ardeatinas. Tras haber escapado a la Argentina, en la que vivió durante 50 años, fue descubierto y extraditado a Italia, en donde fue juzgado y condenado. Hoy día Priebke cumple esa condena bajo arresto domiciliario.

Los casos aquí descriptos –con el de Videla a la cabeza– dejan expuestas situaciones de crueldad y mala atención médica. Tal situación comporta violaciones a derechos humanos elementales de todas las personas, sean ellas las mejores o las peores. Y ello es inadmisible en el Estado de Derecho, en el que la vida es sagrada.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 02/06/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.