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sábado, 27 de abril de 2024

Club Atlético Huracán. El fútbol también ofrece una dimensión cultural… @dealgunamanera

 El fútbol también ofrece una dimensión cultural…

Solitario. Huracán es el único club de Primera que tiene un stand en la Feria del Libro. Fotografía: Prensa del Club Atlético Huracán.

Inauguró otra edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, y al igual que al año pasado hay un stand de Huracán. El único de un equipo de fútbol. En otro momento hubo un stand de Boca –de eso estoy seguro– y creo –no me acuerdo bien– también de River. De lo que estoy aún más seguro (porque sobre esto escribí también alguna otra vez) es que no hay ninguno de la AFA. El fútbol, atrapado en sus negocios, no parece tener conciencia de la dimensión cultural que expresa. Hay una inmensa chatura intelectual en la dirigencia del fútbol, entregada a los negocios y al cortoplacismo, pero también en muchos otros actores del campo futbolístico, como buena parte del propio periodismo deportivo (y no solo el deportivo).

© Escrito por Damián Tabarovsky el sábado 27/04/2024 y publicado por el Diario Perfil de la ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
 

Consumo mucho periodismo deportivo y podría escribir un catálogo entero de esa mediocridad, de cómo una gran parte del periodismo deportivo hace agua si se lo saca de la discusión sobre si Chiquito Romero la sacó de adentro o la agarró en la línea y cosas por el estilo. Pero no. Hoy prefiero solo dar cuenta de esa situación y seguir con el argumento que venía desarrollando (pero volveremos sobre el tema del periodismo deportivo, de eso también estoy seguro). 

Volviendo entonces al tema: si la concentración popular más grande de la historia argentina, por dar solo un ejemplo, la generó un evento deportivo (el triunfo por penales frente a Francia en la final de la Copa del Mundo) eso implica que el fútbol incluye, además de la evidente dimensión económica y la realmente existente motivación política (recordemos que, no hace tanto, a la vez Argentina –con Macri–, Chile –con Piñera– y Paraguay –con Cartes– tenían presidentes que antes habían sido –es decir, iniciado su carrera política– presidentes de clubes de fútbol) incluye, como decía, otras dimensiones igualmente centrales, como la dimensión antropológica, cultural y obviamente social. La dirigencia del fútbol y lo que lo rodea (buena parte del periodismo deportivo, etc.) no parece tener la menor idea de lo que estoy diciendo. 

Pues lo que estoy diciendo no es simplemente que haya stands de la AFA y los clubes en la Feria del Libro (el evento cultural más masivo del habla hispana, con alrededor de un millón de visitantes) sino que parece que los que están afuera del mercado del fútbol (sociólogos que investigan sobre el tema, escritores que escriben sobre fútbol, etc.) son los únicos que se percatan de la dimensión cultural que atraviesa al fútbol, desde los picaditos en la plaza hasta híper profesionalización, pero el fútbol, como actividad, no despliega ese rasgo, que lo volvería todo más interesante. Hay todo un campo para desarrollar no sobre el fútbol, sino desde el fútbol –desde el fútbol dialogando con el resto de la sociedad– sobre su dimensión cultural. Que forma parte nodal de la cultura popular. 

Entre tanto, aprovecho estas últimas líneas para hablar de la pelotita. Del fracaso de River en el campeonato. Muy raro todo. Tiene, por lejos, el mejor plantel, pero perdió muy claramente contra un Boca que le tomó el pulso. Le queda solo la Copa Libertadores. Jugando así la tiene bastante difícil.



   

domingo, 30 de junio de 2013

Rayuela: La novela que revolucionó la forma de leer cumple 50 años… De Alguna Manera...


“Rayuela”: La novela que revolucionó la forma de leer cumple 50 años…

Cortázar. Con un gato y una cámara de fotos, en París hacia fines de los 60. La década en la que escribió Rayuela.

La publicó Julio Cortázar en 1963, cuando estaba exiliado en París. Es una obra literaria clave del “boom” latinoamericano. Se tradujo a más de 30 lenguas.


Para que una novela se convierta en un clásico se requiere, ante todo, un comienzo definitivo, inolvidable, y Rayuela lo tiene: “¿Encontraría a la Maga?”. Pero como si fuera poco, el libro que acaba de cumplir 50 años se puede empezar y terminar de distintos modos. Basta abrir el libro para encontrar el emblemático “Tablero de dirección”, que advierte que “a su manera, este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros”. Compuesta por 155 capítulos, el tablero propone dos formas de leer: como estamos acostumbrados, de principio a fin del libro, o saltando de una parte a la otra, siguiendo un orden discontinuo y prefijado por el autor.

Rayuela salió el 28 de junio de 1963, mientras los Beatles sacaban su primer disco y el mundo inauguraba oficialmente los años sesenta. Julio Cortázar no era ajeno a los aires de su época, pero su historia como escritor ya tenía varias batallas encima. Además de los poemas y las obras de teatro con seudónimo (Julio Denis), que Cortázar publicó bien de joven, fue Jorge L. Borges quien editó por primera vez el relato “Casa Tomada” en la revista Los anales de Buenos Aires, en 1946. 

En los 50 lanzó tres libros de cuentos fundamentales, que son evidencia suficiente de su genio: Bestiario, Final de juego y Las armas secretas. En 1951, espantado del peronismo, se mudó a Francia y ahí vivió hasta su muerte, en 1984 -así, el año que viene se cumplen 30 años de su muerte y un siglo de su nacimiento. París fue una influencia central en su literatura, y él luego ayudaría a agigantar el mito de esa ciudad contemplada desde América Latina. En una época de grandes cambios y centralidad para la región, que encarnaba en los 60 la esperanza de una nueva izquierda, la literatura de Cortázar estuvo entre las que lideró el “boom”, esa apuesta editorial de la que salieron obras como Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez ,y La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, y La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. El boom puso a la literatura latinoamericana en un lugar en el que nunca había estado, a la vista de todos. En el corazón de esa generación estuvo Rayuela, porque fue uno de los primeros y más arriesgados. Decenas de escritores han reconocido el efecto liberador de su lectura. En ese sentido, fue un libro fundante.

Es posible que esa cualidad anticipatoria haya contribuido para que la novela se convirtiera, con los años, en un manual de iniciación literaria. Para que este efecto funcione, la novela tiene que apelar a la identificación entre el lector y los personajes. Cuando sale Rayuela, la juventud, tal como la concebimos hoy, es un fenómeno cultural de invención reciente... El tiempo lo premió con la fidelidad de los jóvenes, que siguen siendo sus lectores más devotos. “Cuando lo terminé pensé que había escrito un libro de un hombre de mi edad para lectores de mi edad, y la gran maravilla es que encontró sus lectores en los jóvenes”, diría unos años después el escritor.

Pero no todo fue sencillo de entrada para Rayuela. En Argentina, un país con un campo literario tan activo e inclemente, donde hasta los escritores más geniales son discutidos, no esquivó esa coyuntura, y algunos de sus libros, sobre todo el Libro de Manuel, fueron idolatrados y destrozados. La novelista Sylvia Iparraguirre -próxima al grupo de la revista El escarabajo de oro, dirigida por Abelardo Castillo-, recordó: “Sigo pensando, más allá de mis objeciones personales, que es una muy respetable novela, una novela clave en la literatura argentina. También pienso que hay momentos que hoy resultan insoportables: cuando se reúnen a escuchar jazz en la casa de la Maga, cómo hablan y hablan y esos personajes, que son todos muy parecidos; el tono sensiblero de la carta al bebé Rocamadour. Esa es la vulnerabilidad de Cortázar: una retórica sobre la que pasó el tiempo. Hubo además una moda Rayuela, desastrosa para el propio Cortázar”.

En estos días de homenajes y semblanzas, el escritor y editor Damián Tabarovsky disparó: “Para mí, y para muchos de mi generación, Rayuela nació ya cursi, remanida, llena de recursos demagógicos, y, casi me animaría a decir, sociológica: encarna -igual que Sabato en otro extremo- el gusto de una clase media argentina que se imaginaba en ascenso social y suponía que, vía Cortázar y otros como él, accedía a la alta cultura, a la divulgación de la vanguardia francesa, al último grito de la moda de la novela moderna”.

Una de las posibilidades más seductoras que ofrece Rayuela es la de tratar de desentrañar cómo fue armando el propio autor ese prodigio de ensamblado y la técnica narrativa. En una entrevista, Cortázar precisó: “Sólo cuando tuve todos los papeles de Rayuela encima de una mesa, toda esa enorme cantidad de capítulos y fragmentos, sentí la necesidad de ponerle un orden relativo. Pero ese orden no estuvo nunca en mí antes o durante la ejecución de Rayuela. Escribía largos pasajes sin tener la menor idea de dónde se iban a ubicar y a qué respondían en el fondo”. Uno de los documentos más reveladores de ese proceso de escritura es el Cuaderno de bitácora, un cuaderno de 164 páginas que el autor le regaló a la lingüista Ana María Barrenechea, editado por Sudamericana y cuyos originales están en la Biblioteca Nacional. El crítico literario Juan José Mendoza lo describe así: “Aparecen frases sueltas del tipo: “París, enorme metáfora”. Se leen párrafos que, ampliados, aparecerán luego entre los capítulos definitivos. 

El diario también posee papeles intercalados. Dibujos, citas. Menciones al escritor Marcel Schwob y al pintor Paul Klee. Se leen cosas como “El tipo es más macho que la puta que lo parió”. A propósito de la Maga escribe: “Sentirse plus, sentirse gato, sentirse aire”.” La primera edición de la novela, por lo demás, agotó en un año la tirada precavida de cuatro mil ejemplares. El editor de aquella edición fue Paco Porrúa, además de su amigo, uno de sus mejores lectores. En un puñado de cartas (siempre fue un activo corresponsal; han sido editados cinco tomos de correspondencia personal), Cortázar le fue anticipando a su editor que estaba trabajando en un libro fuera de lo común: “El resultado será una especie de almanaque, no encuentro mejor palabra. Una narración hecha desde múltiples ángulos, con un lenguaje a veces tan brutal que a mí mismo me rechaza la relectura y dudo de que me atreva a mostrarlo a alguien, y otras veces tan puro, tan poco literario”. La rayuela es un juego de chicos, una especie de talismán que nos proyecta al paraíso lúdico de la infancia. 

Su título no es sólo una referencia a la complejidad formal de la estructura (esa posibilidad de ir para un lado o para el otro), sino también una clara alusión a lo lúdico y lo juvenil, dos pilares de lo que conocemos por cortazariano . A medida que pasó el tiempo, el libro nunca dejó de reimprimirse, y hoy es un sostenido long seller que vende 30 mil ejemplares por año en español. Traducido a más de veinte lenguas, es una máquina narrativa que no para. ¿Cómo lo leerán los japoneses? ¿Qué encontrarán ahí los checos o los rusos? No lo sabemos pero estamos seguros de que, como ninguna otra novela argentina, trascendió los límites de la literatura nacional. El escritor en lengua castellana más influyente de las últimas décadas, el chileno Roberto Bolaño, destacó que Cortázar fue su mayor inspiración para varios de sus libros, sobre todo en Los detectives salvajes, la novela que ahora leen muchos jóvenes.

El efecto Cortázar se multiplica.

© Escrito por Mauro Libertella el sábado 30/06/2013 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.