Hipocresía
de Estado…
DANGER, CFK. Presidenta Cristina Fernández. Dibujo:
Pablo Temes.
La traición del pacto con Irán. Otra vez el kirchnerismo dice una cosa y hace otra. La conveniencia, por encima de la búsqueda de justicia.
Cristina quiere una Argentina cada vez más
parecida a Venezuela y menos a Alemania, como había sugerido en su momento. El
giro hacia el fundamentalismo chavista se expresa con obscenidad en la
claudicación ante Irán y en su intento de asfixiar toda voz disidente, como las
de los gobernadores (Scioli, De la Sota, Macri, Bonfatti, Peralta y Colombi) y
los dirigentes sindicales (de casi todas las centrales), incluso, los que hasta
hace poco tiempo eran leales a su conducción o suavemente críticos.
En todos los casos, la Presidenta aplicó su
manual para dividir y reinar. A las organizaciones judías logró fracturarlas,
tal como hizo con los organismos de derechos humanos. Comenzó por los
familiares de las víctimas del atentado a la AMIA y logró cooptar a un sector
de dirigentes comunitarios, sobre todo de la DAIA. Aprovechó las fisuras
internas entre religiosos y laicos, la inexperiencia política de algunos y la
complicidad de otros y logró que un fragmento de la colectividad le diera su
bendición al acuerdo que Héctor Timerman firmó en Etiopía. Un canciller no
judío tal vez no se hubiera atrevido a tanto. Suele pasar. Carlos Menem no
hubiera podido desguazar al Estado y dejar a miles de trabajadores en la calle
sin la complicidad e incluso el empuje de jerarcas sindicales traidores que se
pusieron el neoliberalismo al hombro y que hoy todavía merodean a CFK y aplauden
en sus actos.
No es mi intención comparar la magnitud de
los acontecimientos, pero el ADN conceptual de Ahmadinejad y el de Hitler es
idéntico en cuanto a su objetivo de exterminar al pueblo judío. De hecho el
líder iraní es repudiado mundialmente por negar la Shoa. La ignora porque no
puede celebrarla como le gustaría. Vale recordar que en los campos de
concentración se apeló a colaboracionistas, luego llamados “judenrat” (en la
fonética alemana), para que facilitaran aún más la ejecución del genocidio.
La verdad dicha con toda crudeza es que el
gobierno argentino abandonó el objetivo de buscar la verdad, el juicio y el
castigo a los culpables del mayor atentado terrorista de la historia argentina
que borró de la faz de la tierra a 85 personas. Tiene la necesidad política de
realinear ideológica y comercialmente a su modelo. Hacer borrón y cuenta nueva.
Para no gastar este año la friolera de 12 mil millones de dólares, necesita la
energía que ofrecen Venezuela e Irán, de su rol en la OPEP (Organización de Países
Productores de Petróleo) y de sus inversiones, incluso para que Pdvsa participe
del proyecto de YPF en Vaca Muerta. Eso se llama fomentar negocios y no luchar
contra la impunidad. En el volantazo argentino hay más conveniencia que
convicciones.
Irán, aislado del planeta democrático por
sus violaciones a los derechos humanos, su humillación a las mujeres y por su
plan nuclear con fines militares, hace mucho que eligió América latina como
cabecera de playa. Por eso, Cristina le ordenó a Timerman que les tirara este
salvavidas llamado “Comisión de la Verdad”, una forma de disfrazar lo
insultante del hecho para los muertos en la calle Pasteur que, como todo el
mundo sabe, queda en nuestra patria, en el barrio del Once y no en Teherán.
Vertical y funcional con la conducción
estratégica del bloque bolivariano a cargo de Hugo Chávez, Rafael Correa y los
hermanos Fidel y Raúl Castro, el gobierno argentino tuvo que olvidar lo antes
posible los reclamos que con valentía tanto Néstor como Cristina habían hecho en
la ONU. Y recurrieron a la misma medicina de la hipocresía de estado que tan
buen resultado les dio hasta ahora. Proclamar un objetivo retórico al que nadie
puede oponerse (descongelar la causa AMIA, democratizar la comunicación,
combatir la burocracia sindical, hacer un país más equitativo y tantos otros)
para, en la práctica, hacer todo lo contrario. En cada caso y también en el del
acuerdo con Irán, muchos sectores ingenuos apoyaron lo que el Gobierno “dijo” y
luego se sintieron burlados en su buena fe por lo que el Gobierno “hizo”.
Algunos colocan la trampa y otros la denuncian. Es verdad que con el actual
estado de cosas, Irán jamás iba a entregar a los sospechosos y mucho menos a
quien hoy es el jefe de la defensa y la seguridad del estado teocrático. Pero
en poco tiempo vamos a comprender que por el camino del Pacto de Etiopía, la
verdad y la Justicia estarán mucho más lejos todavía. ¿Creen algunos argentinos
judíos o no, ingenuos o cómplices, que “el mejor regalo que recibí en mi vida”,
como lo calificó Luis D’Elía el día de su cumpleaños, es bueno para combatir el
terrorismo y el antisemitismo más repugnante resucitado por ciertos populismos
que se dicen de izquierda con la excusa de combatir al imperialismo yanqui y al
gendarme sionista de Israel?
¿Desde cuándo D’Elía, vocero fáctico iraní,
celebra con euforia lo mismo que la DAIA? ¿Cristina y Timerman son estrategas
tan brillantes que lograron semejante milagro? Es verdad que en el crimen
masivo de la AMIA no murió ningún ciudadano israelí, pero sólo un ignorante o
un malintencionado puede simular que no tienen nada que ver la institución
judía víctima de la bomba (o la propia embajada) con Israel, el estado que dio
cobijo en su exilio a Jacobo Timerman.
Los impunes que perpetraron la matanza caracterizan
a la AMIA y a otras entidades judías de la diáspora como grupos de apoyo
cultural y económico de Israel. ¿Qué quiso decir Cristina con su tuit:
“Histórico, porque jamás permitiremos que la tragedia de la AMIA sea utilizada
como pieza de ajedrez en el tablero de intereses geopolíticos ajenos”? ¿Ella
también piensa –como Chávez, Fidel o D’Elía– que Israel y los EE.UU. ejercen el
terrorismo de Estado contra los países árabes? Sería bueno que se expresaran al
respecto. Porque no solamente compartimos el podio de la mayor inflación
mundial con Venezuela. La Presidenta varias veces manifestó su hermandad con
Chávez y fue una de las primeras en festejar su recontra-reelección: “Tu
victoria también es la nuestra.” Ayer se reveló que el 14% de los seguidores de
Cristina en Twitter son venezolanos y que comparte más de 523 mil followers con
el comandante del que nada se sabe respecto de su salud. Ni la propia CFK que
fue a Cuba pudo verlo.
Hasta en eso, cada día se parecen más los
modelos de ambos países. Son construcciones unipersonales y caudillescas, con
poco respeto por las instituciones republicanas y que necesitan reformar las
Constituciones porque su talón de Aquiles es la ausencia de herederos
políticos. “Danger” podría tuitear. Porque nadie es eterno. Ni siquiera
Cristina. Always.
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