miércoles, 5 de diciembre de 2012

Opinión e información… De Alguna Manera...


Opinión e información…

Verbitsky y abogados del CELS defendiendo a los periodistas incluidos en la demanda de Clarín.

Ante la demanda de Clarín por incitación a la violencia a funcionarios y periodistas, habiendo soportado personalmente juicios de funcionarios y alguna condena, luego revertida gracias a la defensa de los abogados del CELS en la Corte Interamericana, lo más fácil sería integrarme al coro de quienes se oponen a cualquier judicialización del periodismo. Pero no pienso así.

Yo creo que los periodistas no podemos pedir inmunidad judicial. Creo que debemos ser responsables por lo que escribimos y decimos. Y aunque no sea con pena de cárcel, debemos correr el riesgo de algún castigo judicial razonable por lo que comunicamos. Lo creo por el bien del periodismo.

Porque si existiera una especie de fueros permanentes y absolutos que nos dieran privilegios que no tienen ni los jueces ni los gobernantes, aparecerían más personas, de las que aún ya aparecen, usando nuestra profesión para extorsionar y hasta a veces directamente cometer delitos bajo el amparo de la libertad de prensa.

Es evidente que surgen cada vez más personas que sin relación con el periodismo compran medios para usarlos con otros fines, y cada vez hay más infiltrados en el periodismo que, como una célula anómala, pretenden arruinarnos desde dentro con la colaboración activa de diferentes gobiernos. Por eso, es imprescindible exigirnos a nosotros mismos respetar procedimientos verificatorios de la consistencia de las informaciones en los que coincide la gran mayoría de los manuales de periodismo.

También me parece un extremo sostener que a un periodista no se lo pueda citar de testigo en una causa. En este punto la sobreactuación casi cómica de la Sociedad Interamericana de Prensa refleja el clima de pérdida de autoestima periodística. La SIP salió a decir que “aun como testigos los periodistas no pueden ser forzados a aportar ningún tipo de información en la Justicia” porque la Declaración de Chapultepec establece que “no podrá obligarse a ningún periodista a revelar sus fuentes de información”. Es obvio que uno puede mantener en secreto su fuente pero igual ser un útil testigo.

Comparto con la mayoría de quienes esta semana alzaron la voz por el tema, que no se debe judicializar la opinión. La opinión y el debate son esenciales para la democracia. El periodista debe ser un cuestionador nato, un generador incesante de polémica, un problematizador de la realidad y no su naturalizador. Y es también válido que un periodista se pueda asumir como militante de la tarea de transformar la sociedad y no sólo describirla. Pero la implicación social no otorga impunidad para dar informaciones incorrectas o informaciones que no fueron debidamente verificadas como ciertas. Justamente, para que el conocimiento sea el instrumento de una praxis social emancipatoria debe ser verdadero.

Todos nos equivocamos; no quiero caer en esta columna en la misma exageración principista que critico. Gaston Bachelard, el prestigioso epistemólogo francés, sostenía que “el progreso del conocimiento requiere un proceso de rectificación incesante” que él denominó “primado teórico del error”. Llevado al nivel del periodismo, lo que merecería ser castigado en nuestra profesión no es la creencia equivocada de buena fe sino la real malicia.

Es lógico que muchos periodistas, no sólo los incluidos en la demanda, creyesen que la mayor difusión por TN de la huelga en Prefectura y Gendarmería demostraba que el Grupo Clarín alienta el crecimiento de cualquier problema que enfrente el Gobierno sin medir responsabilidades institucionales y eso merezca ser criticado públicamente.

Lo que no fue lógico fue sostener, como hizo el ministro Julio Alak, que la desaparición de Alfonso Severo, testigo en la causa por la muerte de Mariano Ferreyra, pudo ser producida “para amedrentar a la Presidenta para que el 7 de diciembre no se dé por cumplido el proceso de desinversión del Grupo Clarín”. Los modos “suposicionales”, como correctamente lo son en el caso de la opinión, se eximen de la dependencia entre la teoría y su comprobación empírica pero en realidad están sembrando información. Opinión e información deben ser claramente diferenciadas.

Una cita del libro Metodología de la investigación social y educativa: diferentes caminos de la producción de conocimiento, de Luis Rigal y María Teresa Sirvent, puede sernos útil a los periodistas: “La objetividad requiere no una fe ingenua en la neutralidad, sino un acuerdo interpersonal compartido acerca del tipo de normas de indagación y de reglas de racionalidad que garantizará que las teorías sean valoradas críticamente sin la intervención inoportuna de querencias subjetivas o de prejuicios personales. La objetividad se consigue cuando los participantes se revelan dispuestos a someter sus opiniones y preconcepciones a disposición de la inspección crítica y a tomar parte en discusiones y argumentaciones que sean abiertas e imparciales (es la dimensión intersubjetiva de la objetividad científica)”.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 1º de Diciembre de 2012.



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