Opinión e información…
Verbitsky y abogados del CELS defendiendo a los periodistas incluidos en la
demanda de Clarín.
Ante la demanda de Clarín
por incitación a la violencia a funcionarios y periodistas, habiendo soportado
personalmente juicios de funcionarios y alguna condena, luego revertida gracias
a la defensa de los abogados del CELS en la Corte Interamericana, lo más fácil sería
integrarme al coro de quienes se oponen a cualquier judicialización del
periodismo. Pero no pienso así.
Yo creo que los
periodistas no podemos pedir inmunidad judicial. Creo que debemos ser
responsables por lo que escribimos y decimos. Y aunque no sea con pena de
cárcel, debemos correr el riesgo de algún castigo judicial razonable por lo que
comunicamos. Lo creo por el bien del periodismo.
Porque si existiera una
especie de fueros permanentes y absolutos que nos dieran privilegios que no
tienen ni los jueces ni los gobernantes, aparecerían más personas, de las que
aún ya aparecen, usando nuestra profesión para extorsionar y hasta a veces
directamente cometer delitos bajo el amparo de la libertad de prensa.
Es evidente que surgen
cada vez más personas que sin relación con el periodismo compran medios para
usarlos con otros fines, y cada vez hay más infiltrados en el periodismo que,
como una célula anómala, pretenden arruinarnos desde dentro con la colaboración
activa de diferentes gobiernos. Por eso, es imprescindible exigirnos a nosotros
mismos respetar procedimientos verificatorios de la consistencia de las
informaciones en los que coincide la gran mayoría de los manuales de
periodismo.
También me parece un
extremo sostener que a un periodista no se lo pueda citar de testigo en una
causa. En este punto la sobreactuación casi cómica de la Sociedad
Interamericana de Prensa refleja el clima de pérdida de autoestima
periodística. La SIP salió a decir que “aun como testigos los periodistas no
pueden ser forzados a aportar ningún tipo de información en la Justicia” porque
la Declaración de Chapultepec establece que “no podrá obligarse a ningún
periodista a revelar sus fuentes de información”. Es obvio que uno puede
mantener en secreto su fuente pero igual ser un útil testigo.
Comparto con la mayoría
de quienes esta semana alzaron la voz por el tema, que no se debe judicializar
la opinión. La opinión y el debate son esenciales para la democracia. El
periodista debe ser un cuestionador nato, un generador incesante de polémica,
un problematizador de la realidad y no su naturalizador. Y es también válido
que un periodista se pueda asumir como militante de la tarea de transformar la
sociedad y no sólo describirla. Pero la implicación social no otorga impunidad para
dar informaciones incorrectas o informaciones que no fueron debidamente
verificadas como ciertas. Justamente, para que el conocimiento sea el
instrumento de una praxis social emancipatoria debe ser verdadero.
Todos nos equivocamos; no
quiero caer en esta columna en la misma exageración principista que critico.
Gaston Bachelard, el prestigioso epistemólogo francés, sostenía que “el
progreso del conocimiento requiere un proceso de rectificación incesante” que
él denominó “primado teórico del error”. Llevado al nivel del periodismo, lo
que merecería ser castigado en nuestra profesión no es la creencia equivocada
de buena fe sino la real malicia.
Es lógico que muchos
periodistas, no sólo los incluidos en la demanda, creyesen que la mayor
difusión por TN de la huelga en Prefectura y Gendarmería demostraba que el
Grupo Clarín alienta el crecimiento de cualquier problema que enfrente el
Gobierno sin medir responsabilidades institucionales y eso merezca ser
criticado públicamente.
Lo que no fue lógico fue
sostener, como hizo el ministro Julio Alak, que la desaparición de Alfonso
Severo, testigo en la causa por la muerte de Mariano Ferreyra, pudo ser
producida “para amedrentar a la Presidenta para que el 7 de diciembre no se dé
por cumplido el proceso de desinversión del Grupo Clarín”. Los modos
“suposicionales”, como correctamente lo son en el caso de la opinión, se eximen
de la dependencia entre la teoría y su comprobación empírica pero en realidad
están sembrando información. Opinión e información deben ser claramente
diferenciadas.
Una cita del libro
Metodología de la investigación social y educativa: diferentes caminos de la
producción de conocimiento, de Luis Rigal y María Teresa Sirvent, puede sernos
útil a los periodistas: “La objetividad requiere no una fe ingenua en la
neutralidad, sino un acuerdo interpersonal compartido acerca del tipo de normas
de indagación y de reglas de racionalidad que garantizará que las teorías sean
valoradas críticamente sin la intervención inoportuna de querencias subjetivas o
de prejuicios personales. La objetividad se consigue cuando los participantes
se revelan dispuestos a someter sus opiniones y preconcepciones a disposición
de la inspección crítica y a tomar parte en discusiones y argumentaciones que
sean abiertas e imparciales (es la dimensión intersubjetiva de la objetividad
científica)”.
© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado
por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 1º de
Diciembre de 2012.