sábado, 16 de julio de 2011

El Asco de Fito Páez... De Alguna Manera...

Asco...

Fito Páez y Mauricio Macri. La polémica tras las elecciones refleja muchos malestares.

Si ves a tu adversario cometiendo errores, no lo distraigas.” Napoleón

Comprendo muy bien el rechazo cultural por Macri. No me sorprende que lo tenga alguien que vive frente a la Plaza San Martín de Tours, el lugar más caro de Buenos Aires, como Fito Páez. Y en un piso mucho más costoso que el departamento donde vive Macri.

Simplifican quienes dividen a la sociedad sólo por la posesión de bienes materiales. No es tan raro vivir en la Recoleta y haber votado por Filmus; uno de cada seis de sus habitantes lo hizo. Mucho más común aún es vivir en la Recoleta y no votar por Macri; cuatro de cada diez no lo votaron. No es tan diferente la proporción de los que votaron por Macri en la Recoleta que en los barrios del sur. Y si se quisiera poner énfasis en lo económico, lo que determina la ideología emocional son los primeros años de vida. No importa tanto si la persona es rica, sino si nació rica. Mauricio Macri es un heredero; su padre, que no nació rico, ya anunció que votará por Cristina Kirchner. Fito Páez tampoco nació rico.

Hay muchos motivos no económicos para no sentirse identificado con Macri. Disfrutar de la actividad intelectual o del esfuerzo. Si hay un punto que identifica a Macri con el menemismo no es el dinero, muchos empresarios kirchneristas son mucho más ricos. Ni la ostentación: Cristina Kirchner con su Rolex de oro daría más ese tipo. Lo que identifica a Macri con los 90 y el menemismo es su actitud hedónica y superficial. Limitada actividad intelectual, mucha corporal. Movimiento. La adhesión o rechazo a Macri no pasa por el vector derecha o izquierda, sino el de levedad sobre peso.

La gramática del PRO tiene una estética anestésica que no prioriza el pensamiento; dirían sus críticos que tanto movimiento se lleva toda la sangre a los músculos. En su editorial, Le Monde Diplomatique lo pintó así: “Ante el anuncio de una candidatura o luego de un triunfo electoral, el PRO reproduce la misma escena: sus dirigentes y funcionarios, de traje pero sin corbata, las mujeres casual, elegantes sin exagerar, salen a bailar, revoleando pañuelos, haciendo pogo, incluso un trencito. Una imagen repetida que, aunque produce esa sensación un poco incómoda de las cosas fuera de lugar, tiene su lógica: sin una tradición política a la que recurrir, marchita que cantar, sin boinas blancas o héroes que recordar, Mauricio Macri y los suyos recurren a lo que tienen más a mano, al universo cultural de su memoria emotiva, que los reenvía a los casamientos, los Bar Mitzvah o los tercer tiempo de la adolescencia”.

Un político es un envase representacional y una metáfora. Para personas como Fito Páez, Macri es un síntoma, el fantasma es la estupidez, la propia estupidez de uno, no sólo la eventual que tuviera Macri. Los psicólogos cuentan que todo el mundo está dispuesto a hablar de su síntoma, incluso hablar mucho y hasta reírse de él. Pero nadie habla de su fantasma porque el fantasma avergüenza.

No todo es significante, pero sí lo es para la hipersensibilidad de un artista cuyo ejercicio es producir subjetividad. Obviamente, su tema no es Macri persona, sino lo que representa, su investidura. Fito Páez debe haber leído que el hábito ama al monje porque gracias al hábito es que el monje es monje. O sea: no importa lo que Macri sea, sino lo que parece o lo que aparece a través de él aunque él mismo ni controle las consecuencias de lo que produce.

La furia lírica de Páez está encerrada tras los barrotes del binarismo. Pero es el pro y el antikirchnerismo mucho más resonante que la polarización a favor y en contra de Macri. Si no, el anodino rabino Bergman no podría haberle ganado al representante de La Cámpora, Juan Cabandié, por más diferencia de la que Macri le sacó a Filmus. Macri no es uno de esos líderes que representan “el ideal del yo” de todos sus seguidores. No es el líder carismático que unifica horizontalmente a sus votantes porque compartan una identificación vertical con él.

Mal que le pese a Macri, muchos porteños no votaron por él debido a la gran capacidad de gestión del PRO, sino para ponerle un límite territorial al poder del Gobierno nacional. Si hasta para diferenciarse del kirchnerismo el repertorio de confrontación del PRO es el de la no confrontación.

El conflicto que Fito Páez puso en palabras es cultural. Palabras que por otra parte lo exceden; hasta podría haber citado el verso de Oliverio Girondo que dice: “No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas”. El asco por la cosmogonía macrista es un sentimiento enraizado en muchos ámbitos de la Ciudad que comparten un marco interpretativo opuesto al del PRO. Pero Fito Páez lo dijo sin filtro, produjo palabra desnuda (o plena) y quedó pornográfica.

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Frente a lo adverso, las personas reaccionan de dos maneras: están los que cambian y están los que protestan. La economía se dirige a los que cambian; la política, a los que protestan. La política es mucho más popular que la economía porque son muchos más los que no cambian.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfíl de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 16 de Julio de 2011.

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