Macri logra consolidar su liderazgo con la resistencia al kirnerismo...
Mauricio Macri logró anoche su cuarta victoria consecutiva y la quinta en las seis veces -en ocho años- que compitió en la Capital. Su única derrota sucedió en el ballotaje del 2003 frente a Aníbal Ibarra, que alcanzó el podio gracias al envión que le otorgó, por entonces, la popularidad inaugural de Néstor Kirchner en el poder nacional.
Agrade o no su perfil político demasiadas veces híbrido y haya agradado o no la gestión que desarrolló en estos cuatros años, difícilmente pueda rebatirse la consistencia de su derrotero electoral.
El jefe porteño y su partido, el PRO, dominan, sin dudas, la escena de la Ciudad.
La performance de Macri, aunque suene paradójico, sirvió para desnudar también la endeblez de la construcción opositora que se dispone enfrentar a Cristina Fernández, primero en agosto y luego en octubre. El PRO carece de un candidato presidencial.
Ninguno de los candidatos a presidente de la oposición (Eduardo Duhalde, Ricardo Alfonsín, Elisa Carrió, Hermes Binner, entre otros) podrían capitalizar, acabadamente, el desempeño del jefe de la Ciudad.
No se habla de cualquier geografía: es el segundo distrito electoral en importancia, después de Buenos Aires. Es el que exhibe el PBI per cápita más alto del país. Es una caja de resonancia política siempre insoslayable. Es, además, el lugar de residencia del Poder Ejecutivo Nacional, en este tiempo encarnado por Cristina.
Esa descripción, por si misma, explicaría la dimensión política de la victoria de Macri, en su apuesta por la reelección. También la dimensión del significado político de la derrota del kirchnerismo mas allá de que Daniel Filmus -hay que reconocerlo-- consumó la mejor elección de la era K en la Capital, que en su pico (el 2007) había trepado al 24%. Filmus alcanzó ayer los 28 puntos que le concedieron el pase a la segunda vuelta.
El reverso de esa moneda sería que el 70% de los ciudadanos porteños eligieron opciones contrarias al kirchnerismo. Y que el sendero que conduce hacia octubre estaría demostrando que el humor social con los K -al menos con la muestra de Capital- no sería el que pregona el Gobierno ni sus tenaces usinas.
Quizás aquella muestra pueda ser distinta en el norte y en el sur de la nación. Pero al Gobierno de Cristina se le clava como una espina, a modo de duda, si lo sucedido en Capital no podría replicarse en los grandes centros urbanos. En ese cordón intermedio de la Argentina. Los Kirchner nunca pudieron contra esa realidad, ni siquiera en su apogeo. El 46% de Cristina en el 2007 también fueron derrotas en Capital, Santa Fe y Córdoba.
El capricho del calendario hace que los próximos desafíos electorales, amén del ballotaje en la Ciudad, el 31 de julio, ocurran en Santa Fe y Córdoba. Los números previos -solo eso- indican que el socialismo de Hermes Binner se endereza a retener el poder en Santa Fe. Allí la incógnita es el lugar que tendrá Miguel De Sel, respaldado por Macri y por el peronismo disidente. El cómico de los Midachi se dejó ver, sin limitaciones, en los festejos macristas. En Córdoba, el kirchnerismo no presentará candidato: la ruptura con José Manuel de la Sota fue una de las consecuencias, de varias, que dejó el armado electoral presidencial.
Macri mejoró ayer en un punto, incluso, el triunfo de hace cuatro años con mas del 46% de los votos. Según los cómputos no definitivos se impuso en todos los barrios. ¿Un éxito de la gestión? ¿Un conformismo social tan grande? Probablemente Macri, como le ocurre a todos los políticos ganadores, caiga en la tentación de creer la victoria sucedió sólo por las bondades.
Esa victoria se nutrió también del hartazgo a las arbitrariedades e imposiciones kirchneristas.
La política de seguridad fue una de ellas. La ministra, Nilda Garré, desembarcó en la Ciudad con purgas inconclusas en la Policía Federal, con supuestos nuevos planes anunciados a repetición, con la irrupción de gendarmes y prefectos, sin ton ni son, en los barrios del sur porteño donde el macrismo se hizo fuerte. El macrismo se asentó allí, precisamente, cuando los K alentaron las usurpaciones y ocupaciones de terrenos y viviendas.
La Policía Metropolitana fue también un acierto del jefe porteño. No porque con su módica presencia haya disminuido el delito.
Pero significó un reto a los Kirchner que retacearon siempre el paso de la Federal a la jurisdicción capitalina.
Garré, como diputada, había planteado esa prioridad al defender la autonomía porteña.
Cristina, como se presumía, inició con mal paso este tramo electoral que desembocará, antes de las presidenciales, en las internas abiertas, simultáneas y obligatorias. Le aguardan Santa Fe, Córdoba y la segunda vuelta en la Ciudad.
La Presidenta no intervino en la campaña con Filmus. Tampoco lo ha hecho en Santa Fe, donde el aspirante del FPV es el diputado Agustín Rossi. Nada hace prever que Cristina aparezca en las semanas que restan hasta el ballotaje. Esa campaña será para Filmus, con certeza, más compleja de lo que fue hasta ayer. La estrategia de Cristina apunta a preservarse en las derrotas y aparecer como triunfadora solitaria si, al final, obtiene la reelección.
Macri asomó anoche, el celebrar el triunfo, como la contracara kirchnerista. Ese sesgo con que impregnó las últimas semanas de campaña y que, con el escrutinio a la vista, le resultó redituable.
El jefe porteño habló de no dejar que las diferencias separen a los argentinos. Repitió la necesidad de reducir los niveles de agresión política.
De enterrar la intolerancia y no anclarse sólo en los fantasmas del pasado. Sus palabras fueron pronunciadas como jefe porteño, pero encerraron la intención inocultable de expandirlas en todo el país.
También de nacionalizar su victoria. Un modo de arrancar, ya mismo, la carrera hacia el balotaje.
© Escrito por Eduardo Van Der Kooy y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el lunes 11 de Julio de 2011.
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