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domingo, 9 de septiembre de 2012

¿Clase Media ó Clase Mierda?... De Alguna Manera...


Peronismo y población…

La Revista Barcelona satiriza la visión K de la clase media.

En Biopolítica, Foucault sostuvo que los poderes impulsan la vida o terminan con ella. Los políticos gestionan cuerpos, que junto al territorio y sus recursos naturales son las herramientas que administran. Los seres humanos serían stock económico para el mercado, y materia prima de la biopolítica.

No hay economía sin geografía ni política sin demografía. El peronismo es un fenómeno político poblacional, que se nutrió y se nutre de los cambios demográficos (mientras que el radicalismo en los últimos setenta años los padeció). El peronismo siempre vio antes, tuvo la perspicacia de adueñarse del voto femenino en los 50 y con idéntica lógica ahora quiere hacer lo mismo con el de los jóvenes de 16 a 18 años (quienes agregarían 10% al total de votantes en las elecciones de 2013) y con el de los extranjeros.

Cuando el radicalismo nace y llega al gobierno, a principios del siglo pasado, la mayoría del país vivía en áreas rurales y la inmigración interna era de habitantes de Buenos Aires hacia el interior. Cuando el peronismo nace, la mayoría del país vivía en áreas urbanas y el flujo se había invertido: era del interior hacia Buenos Aires.

Cuando Yrigoyen asume su primera presidencia, en 1916, prácticamente no existía el Gran Buenos Aires: ochenta por ciento del poco más de dos millones de habitantes se concentraba dentro de los límites de la Av. General Paz. Pero ya cuando Perón asume su primera presidencia, los casi 5 millones de personas que habitaban el área metropolitana se repartían mitad por mitad dentro de la Capital Federal y el Conurbano. Y cuando Cristina Kirchner asume, el Conurbano ya era  tres veces más poblado que la Capital Federal, con 9 millones de habitantes, mientras que dentro de los límites de la Av. General Paz se mantienen algo menos de 3 millones de personas.

Al llegar Néstor Kirchner al poder, había 2 millones de habitantes menos en el Conurbano; y cuando Menem asumió, había en el Conurbano 5 millones menos de habitantes que hoy. Probablemente Alfonsín haya sido el último presidente radical que pudo ganar una elección sin una “pata peronista”. La hegemonía del PJ, que a veces se compara con la que tuvo el PRI en México durante la mayoría del siglo XX, viene siendo un fenómeno creciente. Y salvo una disrupción histórica, ningún candidato que no sea peronista podría aspirar a ganar una elección salvo que lo apoye el PJ o una parte de él.

El voto del Conurbano se parece mucho al del noroeste argentino, donde el peronismo  consigue  los triunfos más arrolladores. No se podría no relacionar ese hegemonismo del PJ con la mucho menor participación de la población de clase media y media alta en esas zonas.

El radicalismo es un partido representativo de la clase media, lo mismo que el Socialismo, la Coalición Cívica y hasta el PRO. La revista Barcelona, en su última edición, satirizó la mirada que el kirchnerismo tiene de la clase media al dibujar una familia tipo en un sillón frente a un televisor, todos con un bolo fecal con ojos como rostro y un título que dice: “¡Crece la impaciencia en la clase mierda y la mierda alta!”.

Otro fenómeno demográfico de consecuencias electorales es la inmigración a la Argentina desde los países limítrofes. Siempre hubo un flujo constante de paraguayos y bolivianos que engrosaba la población argentina, pero desde la llegada del kirchnerismo ese caudal se incrementó, lo que también es una señal del crecimiento económico de estos años.

Michel Foucault, en su libro Las palabras y las cosas, escribió: “Desde luego, no sería posible evitar estas oscilaciones (demográficas) que agravan sin cesar la miseria de las naciones ya pobres y, por el contrario, aumentan la prosperidad de los Estados ricos. Los movimientos de la población tienen un sentido opuesto al del numerario. Este va de los Estados prósperos a las regiones de precios bajos; los hombres, en cambio, son atraídos por los salarios elevados y van hacia los países que disponen de un numerario abundante. Así, pues, los países pobres tienen la tendencia a despoblarse; la agricultura y la industria se deterioran y la miseria aumenta. Por el contrario, en los países ricos, la afluencia de mano de obra permite explotar riquezas, cuya venta aumenta en la cantidad de metal que circula”.

A Foucault le faltó agregar nuevos móviles inmigratorios, como los subsidios con los cuales la Argentina tentó a muchos vecinos a tener sus hijos y construir su familia de este lado de la frontera donde, además, la salud y la educación pública son mejores que en Paraguay o Bolivia. Realizando el sueño de la Patria grande y, simbólicamente, el Virreinato del Río de la Plata.

Alimentar, educar y sanar a un contingente mayor es un desafío para la actual generación de argentinos pero será una oportunidad para el país en el futuro porque un mercado interno mayor y más joven le dará a nuestra economía fortalezas.

Una de las explicaciones al crecimiento brasileño de la era Cardoso-Lula-Dilma es demográfica: la tasa de natalidad bajó allí hace 25 años y ahora Brasil se encuentra con una mayoría de la población joven pero en edad laboral, que ya atravesó la escuela, aporta a las cajas de jubilación y no consume salud pública porque no envejeció.

¿Qué partido sino el PJ sacará ventajas electorales de la nacionalización de esta potenciada corriente migratoria regional?

Que los jóvenes de 16 a 18 años puedan votar beneficia electoralmente al kirchnerismo porque a menor edad mayor sensibilidad a la publicidad. Esto vale para la publicidad privada pero la publicidad política está ampliamente dominada por el oficialismo. También es más fácil imponerles un relato del pasado sesgado a los jóvenes porque no lo vivieron. Lo mismo a los extranjeros cuando puedan votar.

Desde hace décadas, la Argentina viene cambiando su perfil poblacional y el único partido que lo aprovecha es el peronismo. Desde el punto de vista de los méritos electorales, merecen sus triunfos. Si fueran una empresa privada, serían los que más se esfuerzan y afinan su estrategia.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 8 de Septiembre de 2012.


lunes, 20 de agosto de 2012

¿Y la "oposición"?... Bien, gracias... De Alguna Manera...

Los caminos de la oposición…


La debilidad opositora preocupa. A menudo es tema de comentarios negativos, que comprensiblemente fastidian a los dirigentes políticos; muchos de ellos trabajan arduamente y sienten que no se valora lo que hacen, sobre todo en el ámbito del Congreso. Pero no hay duda que la preocupación es justificada y que los comentaristas mediáticos no pueden sino expresarla.

Los grupos opositores tienen ante sí distintas opciones estratégicas. Ante la situación de dispersión y fragmentación imperante, hay intentos de unificar algunos espacios. Desde luego, no es nada simple; a los ojos del público general parece más simple de lo que realmente es. Muchos grupos políticos mantienen un sentido de su propia identidad –para ellos valiosa– que desde la mirada de la calle no parece relevante.

Hay otro problema: la imagen de muchos dirigentes en la opinión pública es más negativa que positiva. En política, para un ciudadano no politizado la suma de un número negativo y otro número negativo no da, aritméticamente, positivo; dos equipos de fútbol débiles no hacen, sumados, uno fuerte. Por eso, en las encuestas, las alianzas y uniones no despiertan entusiasmo.

Un dirigente del peronismo federal expuso hace pocos días un enfoque posible: un acuerdo, tan inclusivo como fuese posible, centrado en unos pocos aspectos programáticos muy básicos y un compromiso firme sobre las reglas que podrían conducir a una candidatura fuerte. Sobre la base de ese acuerdo quienes lo suscriban competirían en una primaria abierta, donde los votantes decidirían quiénes son los candidatos. Es el “modelo Alianza 1999”, o “Capriles” en la Venezuela de hoy.

Otro camino es esperar el surgimiento de un liderazgo atractivo capaz de convocar directamente a los votantes, sin pasar por los dirigentes. Es el “modelo Narváez 2009”. Es un camino que anticipa un intenso grado de competencia entre numerosos candidatos, y conlleva riesgos ciertos: que la competencia los desgaste a todos, o que simplemente no aparezca el liderazgo atractivo.

En todos los casos, a los grupos opositores les está faltando ciudadanía, participación de la gente. El vacío dejado por los partidos es difícil de llenar; pero es imprescindible que sea llenado. Tampoco el oficialismo lo hace. No es la participación de presos, marginales, conchabados por día o la capacidad de llenar un estadio lo que fortalece las raíces cívicas de la democracia; es la gente vinculándose voluntariamente a la política desde las bases.

Es posible que el Gobierno logre reforzar sus filas con grupos aguerridos y a la vez sectarios u oportunistas. No es un camino conducente al fortalecimiento de la representación democrática; entre eso y los números que surgen de las encuestas, por altos que estos puedan ser, no hay casi nada; y ese es precisamente el vacío que hay que llenar. El camino que sigue el Gobierno puede servir a propósitos de política interna, para marcar la cancha dentro del propio espacio oficialista; pero los votos no pasan por ahí. Si la oposición busca votos, debe buscarlos no en las magras filas de sus seguidores ya convencidos sino en esa ciudadanía expectante, enojada y a la vez escéptica, que puede ser convocada para reincorporarse a la política gradualmente. El modelo son los PAC norteamericanos.

La sociedad necesita consensos, pero también necesita ventilar sus disensos, que son muchos y no menores. Un camino para la construcción de opciones políticos es unir lo que hoy está separado, pero hay que pensar también en integrar lo desintegrado sin aspirar a simbiosis programáticas inviables. El modelo de la política de partidos que se desarrolló durante el siglo XX era divisivo por naturaleza; si estás en un partido no podés estar en otro, las camisetas son excluyentes y, en principio, el que no está conmigo está contra mí. Era, efectivamente, un modelo apropiado para sociedades muy homogéneas y establemente divididas, pero por eso mismo contaminado de elementos facciosos, los cuales servían para reforzar la identidad de los que estaban adentro de un grupo. Ese modelo está obsoleto. La gente imagina que puede estar cerca de alguien por un tema y no necesariamente por otros temas; no busca pertenencias estables y compromisos que no pueden ser puestos en discusión. Los partidos se fueron vaciando a medida que su modelo se desactualizaba en un mundo cambiante, y no fueron capaces de proponer otras formas de vinculación con los ciudadanos.

Tal vez los grupos políticos que sean capaces de convocar a la ciudadanía sobre premisas muy básicas y no sobre criterios excluyentes terminen siendo los que dispongan de más ventajas competitivas. En esa perspectiva, los líderes personalistas son menos decisivos que las organizaciones y los dirigentes capaces de gestionarlas.

© Escrito por Manuel Mora y Araujo, Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 17 de Agosto de 2012.