Nació "Crítica de la Argentina " para informar mejor…
Jorge Lanata
Todos los nacimientos son iguales: primero el tiempo no termina de pasar
y luego se atolondra, se enciman los minutos, se empujan y se te caen encima.
Nacer es siempre una violenta confusión; sucede con las personas y con las
ideas. Nunca voy a olvidarme de la cara de Andrea cuando dio a luz a Bárbara o
del rostro de Kiwi cuando nació Lola: plenitud, asombro y miedo. Nunca se está
preparado para nacer. Con las ideas es igual: el piso caótico de Perú 367 con Página/12,
los estudios de Crónica TV con Día D o las
oficinas de Suipacha cuando Veintitrés era Veintiuno. Nunca
es el momento, nunca alcanza el dinero, nunca la competencia deja de
boicotearte, nunca todos, casi todos, te dicen tantas veces que no, que no se
puede, que ahora no, que así está mal, que del otro modo, que cómo se te
ocurre, que el fracaso es seguro, que basta ya. Te pegás la cabeza como una
mosca dentro de una campana de vidrio y finalmente nacés, violento, confuso,
nuevo.
Escribo estas líneas cuando el tiempo comenzó a empujarme: ahora sólo puedo concentrarme en nacer. Voy a tener –dentro de pocas horas– el extraño privilegio de haber fundado dos diarios, y no haberlos heredado de mi bisabuelo general o de mi abuelo millonario. Ver crecer algo desde la nada es una feliz inconveniencia, uno siempre maldice por las necesidades, pero nada se compara con ver crecer un proyecto contra viento y marea. El sueño que se sueña individual se transforma en colectivo; por algún motivo todos comienzan a creer en algo que aún no existe, construyen un puente a medida que cruzan por él. El diario se transforma en mil diarios, en cien, en uno y en mil otra vez: la gente deja empleos seguros, altera su rutina de pacíficos fines de semana y cambia de vida a regañadientes pero con ganas; después de todo, ¿no nos hicimos periodistas para esto?
Durante meses cerramos vertiginosamente una edición que no estaba en la calle, puteamos cuando la competencia salía mejor y nos alegró ganar a veces. Ganábamos en nuestro juego, en una oficina de Maipú al doscientos, sin nadie que fuera a enterarse de nuestra efímera gloria de papel. En las últimas semanas vimos cómo el resto del mundo se comenzó a preocupar: Clarín publicó autoavisos que daban cuenta de sus premios y prestigio, y luego páginas dobles tituladas: "¿Lo creés? Salió en Clarín". Página hizo lo que pudo desde su velorio oficial y todos, sin excepción, regalarán libros, poemas, champú, viajes y loterías. Más páginas, más despliegue, enviados especiales, invitados estrella y mucha, sobre todo mucha "información independiente". ¿Por qué no se harán de Racing? Desde aquí, naciendo, sólo podemos asegurarles buenas notas. Nos gusta ocupar este lugar en el mundo, peleamos mucho para conseguirlo. Y nuestra pelea fundamental será contra nosotros mismos: pelearemos para ser mejores, para dar más, para informar mejor.
Escribo estas líneas cuando el tiempo comenzó a empujarme: ahora sólo puedo concentrarme en nacer. Voy a tener –dentro de pocas horas– el extraño privilegio de haber fundado dos diarios, y no haberlos heredado de mi bisabuelo general o de mi abuelo millonario. Ver crecer algo desde la nada es una feliz inconveniencia, uno siempre maldice por las necesidades, pero nada se compara con ver crecer un proyecto contra viento y marea. El sueño que se sueña individual se transforma en colectivo; por algún motivo todos comienzan a creer en algo que aún no existe, construyen un puente a medida que cruzan por él. El diario se transforma en mil diarios, en cien, en uno y en mil otra vez: la gente deja empleos seguros, altera su rutina de pacíficos fines de semana y cambia de vida a regañadientes pero con ganas; después de todo, ¿no nos hicimos periodistas para esto?
Durante meses cerramos vertiginosamente una edición que no estaba en la calle, puteamos cuando la competencia salía mejor y nos alegró ganar a veces. Ganábamos en nuestro juego, en una oficina de Maipú al doscientos, sin nadie que fuera a enterarse de nuestra efímera gloria de papel. En las últimas semanas vimos cómo el resto del mundo se comenzó a preocupar: Clarín publicó autoavisos que daban cuenta de sus premios y prestigio, y luego páginas dobles tituladas: "¿Lo creés? Salió en Clarín". Página hizo lo que pudo desde su velorio oficial y todos, sin excepción, regalarán libros, poemas, champú, viajes y loterías. Más páginas, más despliegue, enviados especiales, invitados estrella y mucha, sobre todo mucha "información independiente". ¿Por qué no se harán de Racing? Desde aquí, naciendo, sólo podemos asegurarles buenas notas. Nos gusta ocupar este lugar en el mundo, peleamos mucho para conseguirlo. Y nuestra pelea fundamental será contra nosotros mismos: pelearemos para ser mejores, para dar más, para informar mejor.
© Jorge Lanata. Director de Crítica de la Argentina. Domingo
2 de marzo de 2008.
Locos por los diarios
Jorge Lanata en la redacción. 20 años después de
haber lanzado Página 12, hoy lanza el diario Crítica de la Argentina.
Me había acostado a las 4 de la mañana para dejar escrito el reportaje a
Quindimil. Desayuné al mediodía, antes de volver a la redacción. La mucama me
sirve el café y me dice: “Le puse la mesa adentro, porque afuera el tiempo está
feo. Además, desde ayer hay un gato que se perdió y quiere entrar a la casa”.
Dormido aún, no le presté atención y seguí revisando los diarios del día, hasta
que un gato se paró en dos patas frente a la puerta de vidrio que da al jardín,
maulló y me miró.
Saqué la vista de los diarios, lo miré durante unos segundos y, quizá
porque todavía estaba bajo los efectos de postsueño, mi mente instantáneamente
fue al inconsciente y rescató un recuerdo. Primavera de 2005: llego a mi casa
el día que se imprimió el primer número cero de este Perfil. Me dicen: “Llamó
Lanata, pide que lo llames, no importa la hora”. Me comunico, y Lanata me
explica: “Este diario va a ser un éxito. Creeme, boludo. Cuando saqué Página/12
y tuve el primer cero, un gato se acostó sobre aquel ejemplar y Soriano, al que
le gustaban los gatos, me dijo: ‘Es un gran augurio, vas a ver’. Lo mismo me
pasó ahora con el cero de Perfil: mi gato se acostó sobre él”.
Volví al presente, abandoné el desayuno y le pregunté a la mucama:
“¿Tenemos leche para el gato?”, y salí al jardín. Allí descubrí que tenía un
pequeño collar con su nombre: “Doloro”, y un teléfono: 1535669... Llamé, y
finalmente encontramos a su dueño.
Luego, en el auto, mientras venía a Perfil, no pude dejar de pensar en la
escena: yo, con un platito de leche, jugando con un gato por primera vez en mi
vida, “justo hoy que el gordo saca su diario...”.
Lanata va a saber que esta introducción con el gato es la mejor
demostración de afecto. Ojalá sea para Crítica, el diario que lanza hoy, el
mismo augurio de la buena suerte que tuvieron en su lanzamiento Página/12 y en
su relanzamiento Perfil.
Es triste ver cómo los diarios publicamos con gran destaque cualquier
información sobre los medios electrónicos y, cuando aparece un diario,
mezquinamente se lo ningunea, y luego sólo se resaltan sus desaciertos. Yo lo
sufrí en carne propia las dos veces que salió Perfil, y no me perdonaría hacer
lo mismo con Crítica.
Lanzar un diario serio es una obra mucho más ciclópea que la
construcción de la mayor parte de los medios audiovisuales. Un ejemplo, para
que el lector tenga una dimensión económica comparativa: la radio donde Lanata
fue segundo en audiencia, Del Plata, se vendió en dos millones de dólares. El
lanzamiento de un diario, dependiendo de su envergadura, puede costar de dos a
diez veces más ese valor. Y luego hay que tener éxito. Decir que también en un
diario trabajan de dos a diez veces la cantidad de personas que lo hacen en las
mayores radios del país es otra forma similar de reflejar esa magnitud.
Lanzar un diario es, además, una de las obras más complejas de realizar,
porque una vez que el contenido está terminado no se aprieta el botón de una
consola y la audiencia lo recibe, sino que la tarea recién comienza para los
gráficos, que deben imprimir millones de kilómetros de papel, para luego
transportar toneladas de ejemplares. Sólo las páginas de esta edición de
PERFIL, pegadas una a una por su lado más corto, como las sostiene el lector en
su mano, ocupan 26 metros de largo, y todos sus ejemplares sumados, más de dos
mil kilómetros de hojas, que pesan 100 toneladas, que suben a centenas de camiones
y aviones para llegar a 17.000 kioscos de todo el país.
¿No merece eso tanto esfuerzo como para que todos los demás colegas lo
destaquemos? Yo creo que, independientemente del resultado, debemos reconocerle
a su mentor las ganas, la dedicación y la entrega que una obra así demanda.
Mi trabajo me ha permitido viajar realmente mucho, hasta vivir de puente
aéreo con el exterior durante varios años. Pero cada vez que me siento en un
avión no puedo dejar de maravillarme de que eso en lo que voy, vuele. O desde
tierra, al ver un avión aterrizar, que aterrice.
Ya lo conté: la misma sensación tengo cada vez que entro a la planta de
impresión y aparece ese edificio de ocho pisos de hierro que es la máquina de
impresión, donde el papel avanza a 700 kilómetros por hora (sí, leyó bien).
¿Cómo hace para que cada letra y cada imagen salgan sin moverse?, me pregunto
cada madrugada de sábado y domingo.
Pero es Lanata una de las pocas personas que ví mirar la máquina de
impresión de Perfil como la miro yo. Con los ojos bien abiertos, moviendo la
cabeza de arriba abajo y haciendo un esfuerzo para que no se le abra la boca.
Como un hombre enamorado mira a la mujer de sus sueños.
Enamoramiento, como decía Lacan: una forma de locura. No se podría
explicar si no que el periodista más famoso, más creíble y más reconocido de la
Argentina se aleje de los medios electrónicos e hipoteque sus horas, su
prestigio y su patrimonio material e intelectual en un proyecto que sabe que no
le va a dar nada a cambio, más –lo que no es poco– que la satisfacción de
hacerlo.
Alcohólicos Anónimos difunde una publicidad que dice: “Si tenés
problemas con el alcohol, llamanos. Nosotros ya estuvimos allí”. En estos días
previos al lanzamiento del diario de Lanata, cada vez que escuché por radio ese
“nosotros ya estuvimos allí”, recordé mis propias experiencias, sonreí y me
dije: “Uy, pobre gordo, los problemas que debe estar enfrentando”. “Sarna con
gusto no pica”, decía mi abuela asturiana. Y también: “No cualquiera”, cuando
quería destacar a alguien que sobresalía. No cualquiera lanza no uno, sino su
segundo diario, como lo está haciendo Lanata.
Mis respetos a esa incontinencia creativa, a que la locura –para Freud,
los creativos pueden sacar utilidad de su neurosis– se sublime en un diario y
no, como tantas otras personas destacadas, en hacer de su talento dinero, y a
que su pecado de ambición desmedida sea convertirse en papel todos los días.
© Jorge Fontevecchia.
Director Diario Perfil de Buenos Aires. Domingo 2 de Marzo de 2008
Lanata te cuenta el día después
Alfieri dijo que en Florida, a las tres de la tarde, vendían el diario a
nueve pesos. A la mañana el teléfono no paró de sonar ni los mails de llegar:
–No hay más diarios en Palermo –decía el mensaje de texto de Mario Lion.
–Siete kioscos, me recorrí siete kioscos –me dijo Luis, camino a Ezeiza,
volviendo a París, sin haber podido comprarse ningún ejemplar.
–Te lo mando por correo –lo consolé.
–Se me ríen en la cara cuando pregunto –me dijo Sara, mi mujer,
relatando su peregrinación por la avenida Santa Fe:
"¿Crítica? No... olvidate. Se agotó temprano".
Por la tarde Gabriel Díaz, el jefe de fotografía, me pasó un archivo con
las fotos de la fiesta. Me impresionaron las del “momento Harry Potter” (como
lo bautizó Fernando Moya) cuando llegó el camión con los diarios a la Facultad
de Derecho y los invitados se avalanzaron sobre los diarios sin armar.
Pero más me impresionó a la madrugada, cuando obviamente no podía
dormirme, leer por Internet la contratapa de Perfil. Jorge
Fontevecchia saludaba la salida de este diario, su nuevo competidor, con una
nota en la que evocó mi paso por Perfil. Es reconfortante encontrar
a un caballero: quiero ganarle, o que me gane, pero disputar con él con el
mismo cariño y respeto que pocas veces se encuentra alrededor.
El primer ejemplar de Crítica de la Argentina agotó, en
un 95%, una tirada de cien mil ejemplares.
Daniel Capalbo esperó a verme en el mensajero del gmail para darme las
novedades:146 entradas por segundo a las 00.06 de la noche, a seis minutos de
haber entrado al aire de la red www.criticadigital.com
Julito López me envió la curva de la cantidad de conexiones por segundo
que recibía el servidor:
–Me voy a hacer una remera –me dijo. Olvidé pedirle otra, en triple XL.
–¡Lanata, te tengo que contar! –me gritó Margarita, que está muy molesta
con su nuevo rol de estrella televisiva anoche, cuando terminaron de imprimir
el diario en el taller, todos los obreros gráficos pararon a aplaudir–. Fue
emocionante, nunca en mi vida lo vi.
Margarita trabaja en esto hace más de veinte años.
El aplauso de los gráficos estaba en sintonía con la alegría de los canillitas
y la de los lectores que postearon comentarios, enviaron mails, acercaron
cartas. Estaban contentos. Es bueno haber ayudado a que eso sucediera. Nos
alegra estar juntos, habernos reencontrado. Nos alegra ver que somos muchos más
de los que pensamos cuando estamos solos. Ayer comenzó, verdaderamente, la
construcción de este diario. Sólo podemos hacerlo juntos.
© Jorge Lanata. Director de Crítica de la Argentina. Lunes
3 de marzo de 2008.