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domingo, 3 de febrero de 2019

Entrevista a Carlos Ulanovsky… @dealgunamanera...

Entrevista a Carlos Ulanovsky…

Carlos Ulanovsky

En una sustanciosa charla que tuvo con la Revista Cabal, el excelente periodista y escritor Carlos Ulanovsky desgranó distintos recuerdos de una rica vida personal y profesional, que lo ha llevado en sus largos 55 años de labor a protagonizar experiencias que reflejan un modelo de trabajador en los medios que hoy tiende a extinguirse y del cual, sin embargo, las nuevas generaciones podrían aprender todavía mucho, tanto en el plano de la sapiencia en el oficio, como en el moral y de la defensa de los derechos gremiales.

© Escrito por Alberto Catena el domingo 20/01/2019 y publicado por la Revista Cabal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Con medio siglo extenso de actividad en el periodismo gráfico, la radio y la televisión, Carlos Ulanovsky es a los 75 años una de esas referencias obligadas en el país a la hora de conocer cómo fue el desarrollo de la profesión y de los medios en esas tres especialidades durante la segunda mitad de la centuria pasada y en las casi dos primeras décadas de lo que va de este milenio. Lo que ha escrito sobre la radio y la televisión figura entre las investigaciones históricas más serias de esos dos medios e incluyen, entre otros, trabajos como TV Guía negra, TV argentina 25 años después, Días de radio, Paren las rotativas, Estamos en el aire, Siempre los escucho o Qué desastres es la TV, algunos elaborados en colaboración con otros colegas. 

Pero la producción de Ulanovsky no se ha limitado solo a la investigación sino que ha abordado también la narrativa (tiene dos novelas), los libros de crónicas, las biografías, el análisis de lenguaje, en una obra que ya excede los 25 títulos. De ellos mencionaremos solo algunos más: Nunca bailes en dos bodas a la vez y Nada más aburrido que ver filmar (que son sus novelas) y Tato, Mi Congreso de la Lengua, Vivir entre butacas y Toc Toc.
         
Todo eso sin mencionar lo que ha escrito a lo largo de los cincuenta años de periodismo gráfico, que en una selección de sus trabajos más destacados están en Google o en su sitio personal en la web. Se inició como profesional en 1963, aunque ya a los quince había editado una revista, Proa, junto con Rodolfo Terragno. Al salir del secundario, ya con el firme propósito de dedicarse al periodismo, golpeó la puerta de distintas publicaciones como Siete Días, Casos, Panorama y logró que le dieran notas en condición de colaborador. Su primer ingreso a una redacción con trabajo estable fue en la revista Confirmado, en mayo de 1965. Allí estuvo primero hasta 1969, año en que pasó a hacer publicidad, aconsejado por el director teatral Alberto Ure, en la agencia Walter Thompson. En este sitio duró hasta 1970, fecha en que fue echado por adherir a una huelga general en protesta por la represión que se desató luego del incendio de los doce Minimax de los Rockefeller en Argentina, que eran clientes de la agencia. Volvió a Confirmado y al año siguiente, 1971, ingresó al recién lanzado diario La Opinión, de fuerte influencia en el periodismo posterior del país. Después de este medio, del que fue echado por participar en la huelga en protesta por el despido de Horacio Verbitsky, siguió una larga lista de publicaciones, que a riesgo de no ser exhaustivos y ni totalmente precisos, mencionamos a modo de imperfecta síntesis: Satiricón, el diario Noticias, Chaupinela, El Ratón de Occidente, Clarín, Humor, El Porteño, Página 12, La Maga, La Nación, etc. 
        
En su departamento del barrio de Palermo, “Ula”, como llaman los amigos, nos recibe con la cordialidad que todos le reconocen. Nos sirve un café muy rico y nos regala algunos de sus últimos libros. Habla de su carrera con toda naturalidad, en un tono pausado y claro, sin exageran nunca su participación ni su protagonismo en los hechos que vivió en la profesión, algunos realmente riesgosos para su vida.

¿Cuándo te exiliaste por primera vez en México?

En octubre de 1974. Había tenido desde 1972 a esa fecha un tiempo algo loco en mi vida laboral. Trabajé en un espacio de humor con Mario Mactas y Alejandro Dolina que salía por Radio Argentina (Mañanitas nocturnas) durante la mañana y dejábamos grabado otro para la tarde. Y a la noche con Mactas también hacíamos un programa distinto llamado Ruidos en la cabeza. En esos años estuve también en la revista Satiricón y un tiempito en Noticias. Y en 1974 empiezan a atacarnos mucho en las revistas de ultraderecha El Caudillo y  El Burgués. Y en octubre Isabelita (Isabel Perón) clausura Satiricón por inmoral y entonces con mi ex mujer, Marta Merkin, con la que viví 32 años, decidimos exiliarnos en México. Me fui pensando que era una situación pasajera, que se enfriaría en poco tiempo, pero duró un poquito más de un año, hasta enero de 1976. En ese país conseguí un laburo en Televisa, que quería dedicarse a las publicaciones escritas. Me hicieron un contrato y luego me echaron porque dicen que ponía cara de aburrido en las reuniones. Y en el interin hice dos revistas dedicadas al otro lado de los teleteatros, el lado B (lo que ahora se llama el backstage). Y también el número cero de Deporte color, una revista de fútbol. Me echaron y de ahí fui a trabajar al suplemento cultural de El Universal. En Televisa trabajaba un exiliado español, el escritor Paco Taibo, que se compadeció con lo que me pasaba y me llevó a ese periódico. Era el autor de muchos libros y padre del actual Paco Taibo II, que publicó la famosa biografía del Che Guevara, también periodista y escritor, nombrado hace poco por López Obrador presidente de la editorial mexicana oficial, el Fondo de Cultura Económica. Los Taibo fueron fundamentales en nuestra estadía en México, divinas personas, generosos, solidarios. Y ahí estuve hasta que me volví porque mi mujer extrañaba. Todavía no había empezado la dictadura. Con la perspicacia política que siempre nos caracterizó regresamos a comienzos de 1976, recuperamos el departamento alquilado, y el 24 de marzo de ese año estábamos en casa y nos levantamos con la marcha militar.

¿Y cuando volvieron a México por segunda vez?

En abril de 1977. En otros años había trabajado en Chaupinela y El Ratón de Occidente, que editaba Oscar Blotta. Él, ya en la dictadura, comenzó a publicar la revista Emanuelle, que indignaba a los militares. Fue una de las primeras revistas feministas. Y se la cierran, además de secuestrarlo junto a Mario Mactas y una correctora llamada Silvia Vesco. Y me llega la noticia de que los secuestradores preguntaban también por mí, aunque yo no trabajaba ahí. Así que, con Marta e Inés recién nacida (la segunda de sus hijas nacida un 29 de marzo, la otra es Julieta, que es mayor y pertenece a otra unión), nos vamos de vuelta a México. Y ahí me quedé hasta enero de 1983. Y esta estadía fue mucho más permanente y grata. En ese período trabajé primero en una revista que era sucursal española de Interviu, después en el periódico Proceso y los últimos cinco años de residencia en ese país estuve laburando en la parte de comunicación del Instituto Nacional de Defensa de los Consumidores.

¿En qué categoría ingresaste a la revista Confirmado en 1965? 

En Confirmado empecé como informante, que era la categoría primera del Estatuto del Periodista. Luego venía cronista y redactor. Y me di cuenta que cada vez que pedías un aumento de sueldo te cambiaban la categoría. Y de redactor, se pasó –como creación- a redactor especial.  Y ahora está esa figura nefasta que es la de editor. Alguien es editor porque exigió aumento de sueldo y le dijeron: ¿de qué te ponemos? Antes las notas las editaba uno, y si no estaban bien editadas te cagaban a pedos y te obligaban a cambiarla o hacer otra cosa. Y ahí empecé a hacer de todo, en especial entrevistas y al tiempo me mandaron a una sección que se llamaba Reportajes insolentes. Y poco a poco me fui especializando en algo que me acompañó toda la vida, que fue la crítica de televisión. También crítica de radio, pero menos. Casi desde el mismo comienzo trabajé en las secciones vinculadas a Cultura, Sociedad, Espectáculos y Tendencias. Las últimas dos décadas las sintetizaría en los datos que siguen. Después de irme en 1996 de TEA (Taller Escuela Agencia de Periodismo), donde estuve durante diez años, entré al diario La Nación para trabajar en la sección Espectáculos y en la revista. Era un buen sueldo –época de la convertibilidad- y trabajé allí hasta el 2008. Hice de todo en la revista, en especial entrevistas y en Espectáculos también. Y en 2004 me llamaron de Recursos Humanos y me dijeron que querían cortar la relación de dependencia. ¿Por qué? Nuevas decisiones del diario, queremos menos gente, me contestaron.

¿Cuánto vale eso?, les pregunté. Me hicieron la cuenta y me informaron: 17 mil mangos (dólares). Firmé un convenio para seguir escribiendo colaboraciones (artículos, entrevistas y columnas), que fijaba que no podía excederme de las 24 notas al año y así seguí hasta que me fui en 2008. Allí terminó mi periplo en las redacciones.”

Pero seguiste haciendo radio

Toda mi vida profesional hice radio, pero siempre como rebusque porque ahí no se paga bien. Tuve una experiencia linda 2003-2006: me nombraron director en Radio de la Ciudad, en reemplazo de Luis Alberto Badía, y fui también director de La 2x4. Hice cosas que me gustaron y que tenía en la cabeza desde que era chico. Transmitimos teatro desde los teatros con Nora Perlé como relatora y entrevistando artistas. Y cuando dejo las redacciones empiezo a estar muchísimo en mi casa y ésta se convierte en mi redacción y me dedico a escribir libros. Es mi ocupación básica en la actualidad. Ahora trabajo una vez por semana en la radio, estoy en la M750, en el programa Reunión cumbre, que va de 20 a 22 horas. Es un programa con 20 años de existencia. En Radio Nacional lo hice 10 años. Y lo hice 6 años en Del Plata y primero en La Metro. De Radio Nacional me fui en noviembre de 2017. Y hago, para despuntar el vicio, una columna por mes en Tiempo Argentino, además de los libros.

¿Cuántos libros publicaste este año?

Fueron cuatro: primero el de la historia de Toc toc, después otros dos libros, uno de ellos mi segunda novela (Nada más aburrido que ver filmar) y el otro El congreso de la lengua. Y salió la  cuarta edición de Seamos felices mientras estamos aquí, un libro de crónicas del exilio en México. Y ahora terminé un libro con entrevistas a 35 periodistas jóvenes, sub-50, sub-40 y algunos sub-30 años, que dan un promedio de 35,4 de edad. Este texto saldrá en marzo o abril de 2019 por la editorial Punto de Encuentro. Y es un libro que tenía muchas ganas de hacer porque creo que el periodismo atraviesa un momento de baja creatividad y que lo mejor que está pasando, ocurre entre los jóvenes. Y todo lo que genere el libro lo voy a donar a La garganta poderosa. Eso era algo que deseaba. También hay un par de libros que quiero reubicar, recuperar mis derechos sobre ellos, uno de ellos es Días de radio, que lo tiene aún Planeta.

¿Has perdido entusiasmo por la actividad en el periodismo diario?

Fijate que no, cada vez que escribo para Tiempo Argentino me encanta hacer esas notas, imaginar y descubrir cuál es el tema, anotar cosas para futuros escritos. Pero considero que ya no es mi tiempo, que es el tiempo de otros y hay que aceptarlo. En parte esa sensación es la que me llevó a escribir el libro que se publicará en marzo y que se llama En otras palabras. 35 periodistas jóvenes entre la grieta y la precarización. Porque son las dos grandes cosas que salen en las charlas. El efecto de la grieta y la precarización. Son chicos que están atravesando cosas que nosotros a su edad no atravesamos. Tienen que tener seis o siete laburos para sobrevivir. Y también la doble grieta: la de lo político, pero también la que hay entre lo analógico y lo digital. Se los hace ser personas de dos mundos. Empezaron en lo analógico y ahora están en lo digital al mango.

Aceptar la revolución digital es necesario e inevitable, pero eso no debe llevar a pensar que todo lo que se hizo antes no sirve. En una conferencia reciente, el realizador español Alex de la Iglesia, decía frente a ese desafío: ojo, el pasado es siempre la base del futuro. ¿Qué pensas al respecto?

Que es así. Y en el olvido del pasado influyen mucho las redes sociales, una de cuyas bases es la inmediatez. Y la inmediatez sin destino. Se lucha por ver quien dijo algo primero. Ahora, ¿qué es lo se dijo? No se sabe muy bien o para qué. También es muy interesante observar lo que produce el mundo tecnológico en periodismo, porque no es solo un cambio de formato o diseño lo que se está imponiendo, es un cambio más profundo. Un tipo que en la gráfica estaba acostumbrado a un cierre por día, ahora observa que el digital tiene 24 cierras al día, uno por hora y a veces más. Y eso acostumbra a escribir corto. En el libro de entrevistas a periodistas jóvenes del que te hablé hay dos chicas que trabajan en Infobae y dicen que se alegran mucho cada vez que pueden hacer una nota larga porque, en general, todo es corto. Yo que trabajo en radio, me encuentro siempre frente a ese planteo: la superstición de que hay que decirlo todo en dos minutos. Y eso atenta cada vez más contra lo que yo llamo la “radio de autor”, que cada vez hay menos. El otro día se murió Betty Elizalde y pensaba: te podía gustar o no lo que decía, pero era alguien que se sentaba frente al micrófono con un discurso y ese discurso partía de una mujer que tenía algo para decir. Es lo que hace Dolina. 

Hablame de tu trabajo en ficción.

Cuando viví en México escribí una novela que se llamaba Soñar despierto, que era una historia de los años setenta, un tipo que conoce a una mujer, inicia una relación y un día estando con la ella la vienen a secuestrar y se lo llevan también a él. Una historia de perejiles. Y la mandé a un par de concursos y no la eligieron en ninguno. Desde entonces tuve la idea de escribir ficción, soy muy lector de la novelística judeo-norteamericana, me gustan mucho las comedias, son muy aficionado a ellas. Y en 2013 escribí mi primera novela (la considero la primera porque la otra nunca la publiqué): Nunca bailes en dos bodas a la vez. Que es una novela de humor, es la historia de un músico que anima fiestas de casamientos, en especial fiestas judías, y tiene una empresa para organizar estos eventos. Y abriga la fantasía de afanarse un día a una novia de una boda. Y eso es lo que hace. La novela transcurre en las seis horas en las que él está afuera huyendo y lo que pasa adentro, en la fiesta, donde se pudre todo, y lo que pasa afuera.

¿Anduvo bien?

Sí, se vendió una edición completa y ahora la reeditaron, en Planeta. Y en Grupo Editorial Sur salió hace muy poco la segunda novela: Nada más aburrido que ver filmar. Es la historia de un director de cine muy prestigioso en la Argentina que está filmando su película dieciséis durante la dictadura y empiezan a hostigarlo, a darle señales de que la cosa no anda bien con él, hasta que lo prohíben. Contiene también mucho humor. Él es dueño de un perro que se llama Fellini y en un momento lo llaman desde Uruguay, a través de un amigo, para hacerle una propuesta. Y supone que es para hacer un trabajo cinematográfico, pero lo convocan en realidad para dirigir una campaña publicitaria de un nuevo producto para perros, que se llama “Suprema de perro” y le piden que su perro sea protagonista de ella. Finalmente la filma y en ese lugar de Uruguay, que es imaginario, se va quedando con su pareja. Es su vida en la nueva situación, una especie de exilio.

¿Vos crees que la generación tuya –la nuestra diría- tiene algo que enseñarle a las nuevas generaciones?

Sí, pero eso en la presunción de que las nuevas generaciones estuvieran dispuestas a oírnos. Creo con absoluta humildad que tenemos todavía cosas para enseñar y creo que no estaría mal que en algún momento se nos reconociera el lugar del idóneo. Antes en la farmacia existía esta figura, cuando faltaba el farmacéutico estaba ese tipo que se había pasado toda la vida preparando recetas y ungüentos. Nosotros también tenemos esa condición, toda la vida supimos cómo armar cuentitos con principio, desarrollo y final. Pero, bueno, en este momento, y desde hace mucho, existe la superstición de que lo único que vale es lo joven. Y esta manía juvenilista persiste. Por eso, tuve que aclarar en el prólogo del libro próximo, que no me guió, en el deseo de escribirlo, ese culto de admiración por los jóvenes que se practica hoy, no. Simplemente pienso que, entre los jóvenes que yo leo y que son muchos, periodistas que se han dedicado a desarrollar el género de la crónica o han hecho revistas digitales y otras cosas, hay una semilla que puede instalar al periodismo en otro lugar. Pero sí, me parece que todavía somos gente a la que se puede considerar. Y que por el otro lado, somos personas que comprendemos mejor la situación general. Y que no nos asusta. A mí, particularmente, no me asusta la grieta. Sé de qué lado tengo que estar, sé desde donde hablo.

Hace poco tiempo te dieron un premio a la trayectoria, lo que confirma que sos un profesional al que se lo tiene como referencia. 


Bueno, ahora a lo que tendemos es a recibir esos premios, que son gratificantes, pero ahí yo dije esto: soy un tipo sin deudas de ningún tipo, ni materiales ni de otra naturaleza. No tengo deudas, no tengo créditos, no tengo que mantener a nadie. Y ya la guita que hice es la que hice hasta ahora y no voy a hacer más. Y eso me da una gran tranquilidad moral y simbólica. 



domingo, 4 de diciembre de 2016

#MemoriaConFuturo: AReCIA, Humor y la Ley de Fomento a las Revistas Independientes… @dealgunamanera...

#MemoriaConFuturo: AReCIA, Humor y la ley de fomento a las revistas independientes…

Míticos periodistas de la revista Humor acompañaron la presentación de la Ley de Fomento a las Revistas Culturales e Independientes de la Ciudad. Abrazados por decenas de las 162 ediciones de todo el país, narraron los atropellos del Estado en dictadura y democracia y hablaron de la importancia de las ediciones autogestivas hoy. Una clase magistral de periodismo e historia, en la calle y para saltar al futuro.

© Publicado el domingo 20/11/2016 por la Revista La Vaca de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fotos de Lina Etchesuri

Invitados por la AReCIA, Carlos Ulanovsky, Mona Moncalvillo, Miguel Grinberg y Marcelo Figueras  se sentaron a hablar en la calle sobre periodismo. La presentación de la Ley de Fomento a Revistas Culturales Independientes en la Ciudad de Buenos Aires fue la excusa y el marco que unió a los periodistas de Humor en la puerta de la ex redacción de la revista, hoy sede de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. “Si lo pensamos bien, antes también era como una Defensoría del Pueblo.

Nuestra Defensoría”, dijo Marcelo Figueras sobre el lugar. Figueras –hoy escritor y guionista- recordó que ese edificio siempre tenía sus puertas abiertas “a todos, por su potencialidad, no por sus antecedentes, títulos o contactos”. Así se convirtió en la redacción donde comenzaron sus carreras profesionales en el periodismo desde Alejandro Dolina hasta Miguel Rep, por poner solo dos de los tantos ejemplos de grandes nombres que comenzaron a forjarse allí.

Marcelo Figueras, escritor y guionista, y Santiago Kahn, presidente de AReCIA. Foto: Lina Etchesuri

El edificio fue uno de los bienes que el Estado embargó a la editorial La Urraca, editora de Humor, en el marco de una cadena de juicios que comenzó el propio Estado en dictadura y continuó en democracia. Hoy, son las herederas del editor Andrés Cascioli quienes tienen que afrontar las consecuencias de esos juicios que no se han detenido a pensar de la quiebra de la sociedad y la muerte del editor.

La justicia acaba de dictaminar que un juicio iniciado por la publicación de una carta en el correo de lectores de Humor lo tiene que pagar Malena, la hija de Cascioli, quien ni siquiera había nacido cuando se publicó.

Así, lo simbólico de hacer el acto en esa calle se convirtió en un puente concreto de experiencias de ayer y hoy sobre cómo hacer periodismo en un país que persigue hasta a los herederos de los editores independientes y favorece a las empresas que dominan un mercado concentrado. “Solo no se puede, eso también aprendimos de la lección de Andrés Cascioli, mítico editor de Humor y El Periodista”, conectó Claudia Acuña.

“Somos muchas y queremos ser más revistas. No competimos, compartimos. La única manera de acercarse al Estado es para exigirle que nuestros derechos no se conviertan en privilegios: lo que consigamos tiene que ser para todas las publicaciones. Para las que están acá y las que todavía no nacieron”.

Otro de los periodistas de Humor invitados, Miguel Grinberg, contó entonces cómo compartía con Humor una publicación – Mutantia– que Andrés Cascioli imprimió. “Se enteró que tenía una idea y no tenía dinero para concretarla. Me llamó, hicimos un acuerdo que jamás firmamos, pero que siempre se cumplió. Teníamos la sensación de ser todos parte de un mismo navío y que llegar a puerto dependía de que cada uno haga bien lo suyo”, sintentizó.

La nueva Ley de Fomento de revistas culturales independientes fue bautizada “Ley Cascioli”, en honor al legado al  editor de Humor.

Miguel Grinberg y Mona Moncalvillo. Foto: Lina Etchesuri

Malas y buenas

La jornada comenzó como una gran asamblea entre decenas de los periodistas de las 162 revistas culturales de todo el país y los invitados. Santiago Kahn, editor de la revista Maten al mensajero y presidente de AReCIA, inició la ceremonia de intercambio sintetizando el sentido de esa encuentro de experiencias: antes de comenzar a transitar la batalla que representa lograr que se sancione el proyecto era necesario rendir homenaje a quienes trazaron el camino de un periodismo cultural independiente de alta calidad, impacto y dignidad.

Mona Moncalvillo fue otra de las oradoras: “Me siento muy convocada a este tipo de aventuras. Son una nueva posibilidad de sacar la profesión afuera, sacar esa pasión que uno tiene por la profesión”.

Mona cómo los periodistas de Humor sufrieron en dictadura censuras y persecuciones: “Me acuerdo de esa noches terribles… Cuando salíamos de la redacción nos juntábamos con el grupo de periodistas en el bar La Academia, hasta  la madrugada, hasta que salía la revista. Cuando llegaba Humor, hacíamos ufff… salió”. Luego, vino lo peor”.


El relato del horror se refería a los momentos más duros de enfrentar a la dictadura: “Me acuerdo un día me llama Andrés y dice:´Mona, venite rajando´.

Me dije a mí misma: “Sonamos”

“Cascioli me advierte: mañana está la revista en la calle. Por favor, no vuelvas a tu casa”

Le digo ¿qué pasó?

“Hay versiones: vos entrás entre los que pueden ir a visitar”

Mona: “Así era: horrible. Yo tengo un hermano desaparecido y conmigo me había traído a vivir a mi cuñada y a dos criaturas chiquititas. No era tan fácil levantar todo e irse. Eso hicimos. Esa noche no llegaron, pero otra noche sí: revolvieron todo. Nunca nos fijamos bien si se habían llevado algo o no: lo importante en ese momento era otra cosa”.

Humor, en ese panorama, llegó vender 350 mil ejemplares. Mona recordó una de sus entrevistas que marcaron la época: “Ya terminando la dictadura, entrevisté a los últimos presos que quedaban en Devoto. La nota se llamó Los Presos políticos. El día que salieron de la cárcel al primer lugar que vinieron fue a la revista Humor.

Subieron a la redacción los tres muchachos a agradecer esa nota, y nos dicen que eso fue lo que los hizo salir. Y ahí uno se queda paralizado. ¡Qué importancia a veces tiene este laburo que hacemos!

Por eso celebro la aventura en la que están ustedes. Y no hay que tener nunca miedo: hay que meterse y hacerlo”.

Miguel Grinberg, Mona Moncalvillo y Carlos Ulavnosky. Foto: Lina Etchesuri

El mejor periodismo

Carlos Ulanovsky se declaró fiel lector de las revistas de AReCIA:

“Leo MU, leo Maten al Mensajero, Mascaró, leo Un caño, leo Don Julio. Y siempre pienso lo mismo: de repente miro La garganta Poderosa e imagino al jefe de redacción de una revista que tiene 5 mil veces más recursos que La Garganta diciendo: ¿pero estos tipos cómo hacen? Lo tienen a Evo, ¡lo consiguen al Papa! Bueno: yo creo que estos chicos deberían darles un curso a estos ‘genios’ del periodismo”.

Ulavnosky supo estar a cargo de la sección En el medio, que analizaba precisamente a los medios de comunicación para Satiricón, también editada por Cascioli.

Con ese bagaje dijo: “Creo que estas revistas están defendiendo los trapos del mejor periodismo argentino. En un momento de débil creatividad periodística, espantoso, de precarización, de caída de proyectos, de despidos”.

Creo que están en el mejor lugar del periodismo en este momento. Todo lo que se pueda hacer para defenderlo, cuenten conmigo”.

La revista Satiricón, prima mayor de Humor, terminó censurada por el Estado. Luego, recordó Ulanovsky, Cascioli consiguió un socio capitalista y editó una revista llamada Perdón, dedicada al espectáculo.

“El título era una forma de decir: ‘Perdón por existir’, porque la intención era hacer un periodismo  irritante. Cascioli había conseguido por primera vez no poner dinero y contar con todos los recursos para salir con una publicación fuerte, de impacto.

Fue un fracaso: duró cinco ediciones. El financista se asustó cuando se enteró que por una nota que hacía referencia al dueño de Crónica, Héctor Ricardo García, podía tener un juicio millonario”.  

La conclusión: el dinero no garantiza el éxito de una publicación, pero su independencia y calidad periodística le da recursos invaluables.

Recordó Ulanvovksy sobre la etapa final de Humor y de Cascioli:

“Lamenté mucho todo lo que le pasó a él profesionalmente. Pero nunca bajo los brazos. No se le cayeron los  anillos cuando tuvo que ir a trabajar para La Nación para mantener con vida algunas publicaciones. Siguió trabajando siempre de pie frente al tablero: trabajaba de pie Cascioli. Horas y horas dibujando parado”.

La editora de MU, Claudia Acuña, señaló que fue ese el momento en que los medios comerciales comenzaron a acaparar el mercado:

“Hoy La Nación tiene 30 revistas, ninguna la creó, todas fueron tragadas con una maravillosa oferta: vos dedícate al contenido, que es lo que sabés, nosotros hacemos la distribución y la comercialización publicitaria. Al tiempo, están todos quebrados y ellos se quedan con los títulos. Rolling Stone es uno de los títulos que le tragaron a Cascioli”.

Carlos Ulavnosky. Foto: Lina Etchesuri

Entonces la ley.

Hoy, las revistas independientes heredan las consecuencias de esa concentración: desde el papel hasta las bocas de venta. Nahuel Lag, integrante de la revista NAN, recordó que el mercado sigue regido por un decreto firmado en 2001 por la entonces Ministra de Trabajo ,Patricia Bullrich, que desreguló el circuito de distribución, dejando el mercado en manos sin ley y en manos del más fuerte. 

Claudia Acuña, en voz de AReCIA: “Nosotros creemos que las condiciones que tiene que fijar la ley deben garantizar la democratización de la prensa gráfica, por eso lo primero que establece este proyecto es declarar a las revistas independientes un bien cultural: es decir, protegerlas. Hoy las revistas no solo no estamos protegidas, estamos siendo atacadas. Lo segundo, fija una condición de visibilidad: define a un sector que a pesar de tener una importancia crucial en el desarrollo del periodismo profesional, no fue nunca reconocido como tal.

Por eso, una de las primeras tareas que hemos hecho con Arecia fue la de elaborar  censos, todos los años, para que podamos, incluso nosotros mismos, saber cuántas somos, cómo nos organizamos y qué aportamos con nuestro hacer a la sociedad. El Estado ha ignorado la tradición riquísima que tienen las revistas culturales. Por eso hoy hablamos de Humor y El periodista: para agradecer y visibilizar ese legado”.

Antes de que llegara el cierre con la música de Ivo Ferrer y Ojerosa, Nahuel Lag puso contexto a este acto que clamó por una ley que representa una reparación histórica para las revistas culturales independientes:

Somos 126 revistas: 54% en la Ciudad de Buenos Aires.

Más de 5 millones de lectores mensuales.

Más de mil trabajadores.

Y queremos ser más.







 La revista Maten al Mensajero le entrega el premio Muchas Gracias de AReCIA a Mona Moncalvillo. Foto: Lina Etchesuri

El abrazo de revista MU a Carlos Ulanovsky. Foto: Lina Etchesuri

Ivo Ferrer,  Foto: Lina Etchesuri

Ojerosa en el cierre musical. Foto: Lina Etchesuri

Ale Falcone, cantante de Ojerosa. Foto: Lina Etchesuri







viernes, 7 de diciembre de 2012

TV y libros: un amor posible… De Alguna Manera...


TV y libros: un amor posible…

TV Y LIBROS. La permanencia de los programas de cultura.

Con rating escaso pero seguidores fieles, los ciclos de literatura en la televisión tienen continuidad desde hace 25 años. Los conductores de varios de estos ciclos analizan las claves del fenómeno.
Tienen un público que para la TV es escaso pero para la cultura es numeroso. Tienen seguidores que los acompañan por la programación del cable y de la televisión abierta. Tienen formatos tradicionales unos o incorporan códigos del lenguaje audiovisual otros. Los programas de literatura en la TV parecen estar inmunes ante los rigores del rating: desde Los siete locos de Cristina Mucci, que ya cumplió 25 años, hasta el reciente ciclo de cuatro clases magistrales que dictó por Canal 7 el escritor Ricardo Piglia, estas criaturas extrañas del mundo del espectáculo siguen siendo el deleite de una audiencia reducida pero fiel.

Escenas de la novela argentina fue una serie de cuatro programas, producidos por la TV Pública y la Biblioteca Nacional, que salieron al aire los sábados de septiembre. Piglia –de regreso al país tras su retiro como docente en Princeton– le dio un nuevo impulso a este género que ocupa un espacio en la TV desde mediados de los años 80. El escritor incorporó invitados, entrevistas, preguntas del público e imágenes de archivo que le dieron al ciclo una dinámica televisiva, sin dejar de ser una clase sobre literatura. (Ver: “Tenemos que hablar más de libros...”).

Los programas que se hicieron un espacio tienen nombre y apellido: además de Los siete locos , de Mucci, Ver para leer , Continuará y Disparos en la biblioteca , de Juan Sasturain; El refugio de la cultura y Otra trama , de Osvaldo Quiroga; El fantasma y Mujeres por hombres , de Silvia Hopenhayn; y Esta noche libros , de Gerardo Rozin, entre otros.

La calidad del programa más allá del formato es la apuesta del escritor y periodista Juan Sasturain: “Un programa de televisión tiene, antes que nada –como un libro o una película– la obligación de ser eso: un (buen) programa de televisión. Que se sostenga por sí mismo –sea atractivo, el público lo vea y se interese por su forma y realización– más allá de los ocasionales contenidos: la cocina, la entrevista, el fútbol, el concurso de baile, la ficción, el humor, la política, la salud, la música, los libros (o la literatura y los escritores) como en este caso. Todos los formatos son válidos: sólo hay que hacerlos bien”.

Sasturain, quien confiesa que comenzó a hacer tele “a los 60 años largos” señala que: “El caso de Ver para leer puede ser ejemplar. Fue una idea de Claudio Villarruel que desarrollaron Federico Huber (director) y Sonia Jalfin (productora y coguionista) antes de invitarme a escribir y conducir. Y una de las claves para que funcionara está, creo, en la adecuación entre el producto/programa y el medio: Telefé era y es un canal comercial, muy popular, de audiencia masiva y Ver para leer, nunca lo olvidó. Viajaba ‘chupado’ los domingos a la noche, muy tarde, detrás de Susana o de Gran Hermano, que le dejaban la pantalla caliente”.

La pionera de la tele en programas de cultura, Cristina Mucci, recuerda sus comienzos: “Jamás había trabajado en la tele, fue una audacia. Nosotros comenzamos en el 87, fue el primer programa desde el regreso de la democracia. En los 60 hubo algo, pero había quedado muy atrás. Al principio del gobierno de Alfonsín había una riqueza cultural extraordinaria. Yo hacía la página de Cultura en el diario La Razón, de Jacobo Timerman, cuando él volvió al país en el 84, y ahí surgió esta idea de llevar el tema a la tele. El modelo que había era el programa francés Apostrophes. Entonces yo fui a la Embajada de Francia y me dejaron ver algunos tapes”.

El ciclo que recuerda Mucci es, tal vez, el más emblemático del género. Conducido por Bernard Pivot durante 15 años, entre 1975 y 1990, tenía un efecto inmediato en su audiencia: después de la emisión de los viernes, las librerías francesas vendían los sábados los libros que Pivot bendecía al aire. Las causas de su éxito se remiten, según los críticos, a su pasión por la lectura, a su amor al medio televisivo, a ser insobornable en sus elecciones, y a la humildad de considerarse tan sólo “un intérprete de la curiosidad pública”.

Las emisiones históricas de este ciclo también tienen sus anécdotas: desde la más escandalosa, la de Charles Bukowski, borracho, manoteando a una sorprendida dama de las letras francesas, hasta la entrevista a Vladimir Nabokov, la favorita de Pivot.

“Después cerró La Razón y me quedé sin trabajo -recuerda Mucci- y entonces puse mi energía en tratar de hacer el programa. Félix Luna me contactó con Canal 13, que era estatal, y presenté el proyecto. Cuando me dijeron que lo hacíamos, ahí me dio terror. Entonces lo llamé a Tomás Eloy Martínez, quien además de su gran cultura tenía experiencia, ya que había trabajado en los comienzos de Telenoche, con Mónica y Andrés Percivale.” “Con Los siete locos nunca arrasamos con los rating –agrega– pero siempre tuvimos una buena audiencia, de alrededor de un punto, unas cien mil personas sólo en Capital y Gran Buenos Aires. Tampoco hay que aspirar a mucho más, si pensamos que de algunos libros se venden mil ejemplares”. Hablar de temas de la cultura y no ir al ritmo de los lanzamientos es la receta que Mucci aplica para su ciclo: “Yo genero temas, tampoco tenés que ir atrás de la industria editorial; hay que tener independencia económica. Por eso estos programas son para la TV pública, es el lugar indicado, porque no es un canal comercial”.

Después de canal 13, Mucci fue convocada para ATC junto a Carlos Ulanovsky, y durante los noventa estuvo en Canal á. “Ya hace 11 años que estamos de nuevo en Canal 7, salvo un breve sobresalto en 2004 cuando levantaron el programa –a Quiroga y a mí–, pero tuvimos tanto apoyo de escritores, colegas y público que nos volvieron a poner a la semana”.

Además de Apostrophes , el otro programa emblemático que comenzó en los años 70 fue A fondo , del español Joaquín Soler Serrano, que salió al aire entre 1976 y 1981 por Televisión Española. Pasaron por el ciclo personajes de la talla de Borges, Cortázar, Rulfo, Onetti, Puig, Alberti, Donoso y Vargas Llosa.

En uno de esos programas (el ciclo puede verse en YouTube y recientemente lo transmitió Encuentro), Borges confesó cómo se las arreglaba para convivir con su ceguera. “El hecho es que ya me he acostumbrado a la soledad, y yo sé que tengo que poblarla de fantasmas, de cuentos, de fábulas, de poemas”, le dijo al periodista.

Soler Serrano era un especialista en indagar en los detalles menos conocidos pero relevantes de los escritores. El ciclo se limitaba a una charla con el entrevistado, con una destreza asombrosa para mantener la conversación durante una hora o más, y un conocimiento exhaustivo de su obra. Al punto que Cortázar le dijo: “Estás muy bien informado, realmente, yo no sé por qué estoy aquí”.

Para Osvaldo Quiroga, “la forma de abordar la literatura en televisión (El Refugio tiene 18 años en el aire, 12 en la TV Pública, y ahora se llama Otra trama) parte de la premisa de generar un puente entre el libro y el televidente. En mi caso, siempre traté de despertar el interés por el contenido del libro y por las formas literarias que despliega. En mi vida la mayor satisfacción que he tenido es la gente que me dice que empezó a leer por el programa. Con eso solo ya estoy hecho”.

Pero, además, El Refugio es un programa de radio. “Yo trato de potenciar la radio con la televisión –comenta Quiroga–; también creo que es fundamental apostar siempre a la excelencia, cueste lo que cueste. Pero la relación del público de la TV con la cultura es despareja. En mi opinión, la oferta de televisión de pésima calidad es altísima, pero también hay opciones, como las que ofrece la televisión pública y el cable. También creo que son muy buenas las ficciones que por suerte comienzan a ofrecerse en casi todos los canales. La producción cultural argentina es extraordinaria. Y la de las letras ha sido siempre admirable”.

“Para mí –concluye– el mejor programa de libros fue Apostrophes.

¿Sabés por qué? Porque el conductor leía doce horas por día. No se puede hacer un programa así si no amás la lectura y si no dejás los ojos en los libros. La cultura no es aburrida ni está destinada a señoras que no tienen nada que hacer. La cultura es un ejercicio de erotismo permanente”.
© Escrito por Silvana Boschi y publicado por la Revista Ñ de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a los 7 días del mes de Diciembre de 2012.