La Información y la Verdad...
EL CUENTO DE LA VERDAD VERDADERA
Si tomamos la verdad, la verdad única, absoluta, objetiva, verdadera, como posible de ser transmitida por los medios de difusión, armaremos una estructura condenada a derrumbarse.
En los medios de difusión, la verdad no es nada más que un punto de vista, una parcialidad, un costado, un pedacito. Es fácil descubrir la cantidad inevitable de recortes que sufre la realidad al convertirse en información. Imaginemos el dinamismo periodístico, cierto apuro, ciertos límites de tiempo. Un periodista, una persona normal, hará un inevitable recorte, una observación humanamente parcial de lo que tiene delante, para luego expresarlo condicionado por su formación, por aquello que más le ha impresionado, inclusive por su facilidad o dificultad para transformarlo en un mensaje. Cada periodista nos dará, inevitablemente, un mensaje diferente. Es una prueba que puede hacerse en casa, con los amigos, describiendo lo que pasó en una reunión.
Digamos por otro lado que los hechos no son objetos aislados, se inscriben en un contexto más amplio de relaciones múltiples.
Sumemos a esto último la edición de la información. Para una noticia no es lo mismo la tapa que la página 30 de un diario. No es igual algo que nos lee un locutor, que tres minutos de imágenes sobre el tema.
Esa selección cotidiana, condicionada por escalas de valores casi nunca explícitas, a veces particularmente ocultas, están muy lejos de ser objetivas.
Con la más sana intención o con la peor de las intenciones, con respeto por el público o sin él, sin responsabilidad sobre lo que le pase al otro o haciéndose cargo de la sociedad en cada palabra, igualmente todo lo que se puede hacer es transmitir una subjetividad.
Si apelamos a un criterio democrático, tendríamos que partir del reconocimiento respetuoso del punto de vista del otro, de la existencia de otras verdades que, sumadas, hacen el punto de vista, la opinión, la posición de la sociedad plural con respecto a la realidad. Un simple respeto por nosotros mismos, además, nos haría caer en la cuenta de que, con el tiempo, hemos ido modificando nuestras verdades. Las ampliamos, las sintetizamos, las reformulamos y/o las seguimos buscando.
Aportemos, por último, un dato emocionalmente contundente: casi siempre sostienen la existencia de la verdad única los sectores totalitarios, absolutistas, que prefieren disparar sus armas en defensa de lo indiscutible.
Pero más allá de ese debate profundo hay un tema más cercano y más humano para comprender: es la imposibilidad de limitar la realidad en páginas, puntos de vista, tamaños de tipografía, imágenes, segundos, caras, gestos, voces, compaginaciones, cortes, etc., y aun así, tan tremendamente relativizada, creer que se puede transmitir la verdad. Bien. La respuesta es no.
Carlos Abrevaya
ATOLONDRAMIENTO INFORMATIVO
Un rasgo particular de lo que podríamos llamar la era de las comunicaciones es nuestra actual capacidad para malentendernos. Parece que junto con nuestra mayor habilidad para transmitir mensajes a un ritmo vertiginoso y conectarnos en directo con casi cualquier parte del país y del mundo, acabamos siendo víctimas de un cierto atolondramiento informativo.
Un noticiero suele ser una muestra caótica, acelerada, con aire de urgencia, inquietante, morbosamente seductora, de hechos arbitrariamente amputados, sintetizados en sus puntos culminantes con un criterio selectivo que privilegia aquello que provoque un cierto sacudón en el receptor. De lo esbozado podríamos concluir que recibimos un discurso imposible de retener, oral-visual apabullante y acelerado por el emisor, por lo que nos resultará casi imposible analizarlo en un tiempo humano o confrontar lo que entendimos con lo que nos dijeron.
Suele venderse la imagen de que en esos espacios se ofrece “toda la información”, como si esto fuera poco, sobre “todo” o bien –más perverso aún– sobre “todo lo que importa”, lo importante, lo que a usted le debe importar porque si no será un tonto, marginal, inadaptado, enfermo, despreciable y etcétera.
Los que pueden emitir su opinión son sólo aquellos que disponen de la fortuna económica para comprar y mantener un medio de difusión. ¿El hecho de que cinco empresas nos cuenten lo que pasa nos garantiza que recibiremos todos los puntos de vista? ¿No podría pasar que sólo recibiéramos los puntos de vista de los dueños de esas empresas? Más allá de las diferencias circunstanciales o superficiales, ¿no podríamos acabar recibiendo, en el fondo, un mismo punto de vista?
Creo que estamos en condiciones de acordar que convivimos con un fenómeno social de desentendimiento. Difícil es organizar una cultura y sus correspondientes acciones desde bases de incomprensión. En esa incapacidad de comprensión han tenido, tienen y tendrán mucho que ver los medios de difusión masivos. Triste paradoja: recibir montones de noticias para saber poco y nada de verdadera utilidad para nuestros proyectos de vida.
Carlos Abrevaya
Los productos del periodista, sus crónicas, sus gacetillas, sus reportajes, son comparables a las secciones de una fábrica: son productos que el equipo financiero utilizará como mercancías.
Manuel Vazquez Montalbán
CONSTRUIR EL ACONTECIMIENTO
Ese objeto cultural que llamamos actualidad –tal como nos la presenta, por ejemplo, el noticiero de un canal de televisión en un día cualquiera– tiene el mismo status que un automóvil: es un producto, un objeto fabricado que sale de esa fábrica que es un medio informativo. Se trata de los discursos que nos relatan cotidianamente lo que ocurre en el mundo.
En mayor o menor grado, cada uno de nosotros cree en los acontecimientos de la actualidad; damos crédito, necesariamente, a alguna imagen de la actualidad. Sin embargo, en la enorme mayoría de los casos no hemos tenido ninguna experiencia personal de los hechos en cuestión. Si damos crédito es porque algún discurso ha engendrado en nosotros la creencia y en él hemos depositado nuestra confianza. La confianza se apoya en el siguiente mecanismo: el discurso en el que creemos es aquel cuyas descripciones postulamos como las más próximas a las descripciones que nosotros mismos hubiéramos hecho del acontecimiento si hubiéramos tenido de éste una “experiencia directa”. En nuestra relación con los medios, no es porque hemos constatado que un discurso es verdadero que creemos en él; es porque creemos en él que lo consideramos verdadero.
Eliseo Verón
MIRANDO LAS NOTICIAS
El noticiero de televisión es una pieza fundamental del consumo informativo de la población. Millones de personas están diariamente frente al televisor mirando noticias de un modo fragmentario: casi nadie lo ve entero desde que empieza hasta que termina y menos aún –si ello fuera posible– sin haberlo interrumpido cambiando momentáneamente de canal.
Este estilo discontinuo de exposición al medio no hace más que potenciar el carácter fragmentario que tiene el discurso informativo de la televisión. Un noticioso es una secuencia agregativa de cuestiones que se van sucediendo generalmente sin un orden temático: la política nacional, curiosidades, el casamiento de una estrella internacional, los goles del campeonato italiano, un reportaje, una concentración, el comentario financiero, el vía satélite de guerras desconocidas que no se sabe bien dónde quedan, cuándo empezaron, una inundación, etc. Es como si una noticia anulara a la otra en un discurso plano que depende del posible comentario que la acompañe o del énfasis en la lectura de la noticia. Esto hace a una situación propia del lenguaje televisivo. La agregación fragmentaria de noticias y el hecho de que no son seguidas hasta su desenlace, establece notables brechas en el relato que son susceptibles de ser significadas por el receptor de diversa manera.
El noticiero tiene gran influencia y alcance como medio informativo y en ello también encuentra la posibilidad de incorporarse a la vida cotidiana de las personas bajo la forma nada inocente de la obviedad. Está tan a la mano, es tan frecuente y de fácil acceso que lo que pasa entre la pantalla y el espectador está naturalizado por una consolidada cotidianeidad y proximidad. Pero sin embargo, la imagen de la pantalla remite a la cara no visible de la emisión con sus tecnologías, administraciones, negocios, jerarquías y técnicas periodísticas, relaciones con el poder, etc..
La imagen funciona como autentificadora, se presenta como inocente, naturalizada, aparece como un mensaje sin código, donde está oculta la fuerte codificación a la que este mensaje está sujeto por la cámara que moldea y sesga el acontecimiento; la imagen emitida es producto de la lectura de quien maneja la cámara, de la elección de determinados actos y el olvido de otros.
La noticia que nos muestra la pantalla no es un hecho en bruto frente al cual el medio y el periodista deben funcionar sólo como un veraz y objetivo transportador del mismo hasta la audiencia. La noticia está siempre construida por el medio, aunque la televisión funcione con el “efecto de realidad” de la cámara.
Lo dicho hasta ahora no desconoce lo referido a las posibilidades ideológicas o políticas de desinformación que tienen los medios. Mario Benedetti enumera y analiza una serie de procedimientos de desinformación: informar lo contrario a lo acaecido; informar sólo una parte de lo sucedido; suprimir una parte importante de una cita; aislar una cita de su contexto; distorsionar un hecho acaecido, manteniendo una parte de verdad; utilizar un título inexacto o tendencioso para una noticia verazmente transcripta; usar tendenciosa y descalificadoramente el adjetivo o las comillas; simular un estilo objetivo; desequilibrar los datos con determinada intención política; borrar (o por lo menos empañar) la historia.
Desde el comienzo de este texto está presente sin explicitarse un problema que podemos sintetizar con una afirmación de Ingmar Bergman: “decidir dónde colocar la cámara es una cuestión ética”.
Oscar Landi
LA PRENSA “INDEPENDIENTE”
Nada hay más engañoso que la prensa llamada independiente.
El método utilizado por la prensa “independiente”, cuya primera trampa es esa supuesta independencia, no consiste sólo en la deformación de los hechos informados y en la reiteración constante y destacada de los hechos, doctrinas y soluciones convenientes a la realidad que hay detrás de esa independencia, sino al manipuleo de las informaciones que no se adecúan a sus fines.
Así puede convertirse un hecho o persona intrascendente en importante, y disimular lo que verdaderamente lo es, aparentando cumplir con la objetividad de la información.
Cuando se quiere destacar lo que se dice, esto va en primera página, y si no en página impar. Los grandes títulos, el tipo de letra, y el armado de la noticia –por ejemplo un recuadro o el acompañamiento de ilustración gráfica– destacan lo que se quiere que sea leído. Con letra pequeña, poco título perdido en una página uniforme y con reducido espacio o entre los avisos, irá lo que se quiere que no llame la atención, pero cuya publicación permite continuar con la imagen de la objetividad que al mismo tiempo se quiere dar al lector.
Hay miles de recursos de esta naturaleza que forman parte fundamental de la “cocina” periodística.
Arturo Jauretche
LA GRAN PRENSA
¡La “gran” prensa! En la historia de la prensa europea hay un ejemplario magnífico de lo que ha sido y de lo que es, o llega a ser, la “gran” prensa, al servicio, siempre de los “dominadores”, sean emperadores, generales o banqueros. Hela aquí:
Cuando Napoleón huyó de la Isla de Elba y desembarcó en el golfo Juan, el periódico más importante de Francia escribía:
-El bandido corso intenta volver a Francia.
Al hallarse el bandido corso a medio camino de París, el mismo periódico escribía:
-El general Bonaparte continúa su marcha hacia París.
Cuando el general Bonaparte se encontraba a una jornada de París, el periódico decía:
-Napoleón sigue su marcha triunfal.
Y al entrar Napoleón a la capital de su perdido imperio, el periódico remataba el proceso de sus informaciones con esta:
-¡Su Majestad el Emperador ha entrado en París, siendo entusiastamente recibido por el pueblo!
Deodoro Roca
CÓMO SE “PRODUCE” UNA NOTICIA
Las audiencias saben que el periodista sabe… que si no hay noticia, las noticias se inventan. Siempre habrá que decir algo nuevo, algo que nadie ha dicho todavía, o algo que parezca nuevo. El éxito o el fracaso en esta producción de news radica en un juego de espejos: el periodista debe tener la capacidad de conocer qué sabe, qué no sabe y qué espera el interlocutor, el lector, el público considerado “cautivo”.
Ya es un lugar común decir que la noticia es una construcción que implica selección, jerarquización, recorte y edición. En todos esos mecanismos, que se desarrollan a partir de la necesidad de adaptar la noticia a una determinada duración y extensión, interviene un punto de vista que establece cómo se desplegará la información.
¿Y qué ocurre cuando nada ocurre? ¿Cuando no aparece la materia prima para fabricar noticias? La noticia se fabrica igual, sobre la base de esa ausencia. Noticias basadas en hipótesis, especulaciones, rumores o declaraciones no confirmadas y que no reciben rectificación posterior en ningún medio, entran en este rubro, aunque también noticias inventadas o erróneas. El no-acontecimiento es un hecho no sucedido, que tampoco está previsto cuándo puede suceder, pero capaz de producir una no-información que, de todos modos, se convierte en noticia. Esta produce un efecto de desinformación: el cíclico retorno de algún monstruo de la laguna es uno de los ejemplos más obvios, aunque también puede serlo el rumor de que cierto príncipe pedirá la mano de una famosa modelo.
Una de las características de la noticia basada en el no-acontecimiento es su camuflaje de objetividad: se presenta como si fuese verdadera, y solo una lectura cuidadosa o un seguimiento del caso permite detectar los elementos que indican su irrealidad.
Osvaldo Baigorria
EL GRAN SILENCIO
¿Qué es la verdad? Para la masa, es la que a diario lee y oye. Ya puede un pobre tonto recluirse y reunir razones para establecer “la verdad”: seguirá siendo simplemente su verdad. La otra, la verdad pública del momento, la única que importa en el mundo efectivo de las acciones y de los éxitos, es hoy un producto de la prensa. Lo que ésta quiere es la verdad. Sus jefes producen, transforman, truecan verdades. Tres meses de labor periodística, y todo el mundo ha reconocido la verdad. Sus fundamentos son irrefutables mientras haya dinero para repetirlos sin cesar. La antigua retórica también procuraba más impresionar que razonar, pero se limitaba a los presentes y al instante. El dinamismo de la prensa quiere efectos permanentes. Ha de tener a los espíritus permanentemente bajo presión. Sus argumentos quedan refutados tan pronto como una potencia económica mayor tiene interés en los contraargumentos y los ofrece con más frecuencia a los oídos y a los ojos. En el instante mismo, la aguja magnética de la opinión pública se vuelve hacia el polo más fuerte. Todo el mundo se convence enseguida de la nueva verdad.
Siéndole lícito a todo el mundo decir lo que quiera, la prensa es también libre de tomarlo en cuenta o no. Puede la prensa condenar a muerte una “verdad”; bástale con no comunicarla al mundo. Es ésta una formidable censura del silencio, tanto más poderosa cuanto que la masa servil de los lectores de periódicos no nota su existencia.
Oswald Spengler
El periodismo es un oficio fácil. Es cuestión de escribir lo que dicen los demás.
Howard P. Lovecraft
Reúne primero los datos, que ya tendrás tiempo de distorsionarlos como te plazca.
Mark Twain
ENGAÑAR CON AUTORIDAD
Lo que a uno le sorprende es ver, en cualquier asunto en que se halle vivamente interesada la opinión pública, qué extremos alcanza la facultad humana de mentir. Podría uno afirmar, sin miedo a equivocarse, que los periódicos no dicen la verdad más que en casos excepcionales.
Zola escribió de la prensa financiera francesa que podría dividirse en dos grupos: la venal y la titulada “incorruptible”, es decir, aquella que solo se vendía en casos especiales y por mucho dinero. Algo parecido se podría decir acerca de la facultad de mentir de los periódicos en general. La prensa amarilla de cafetín miente constantemente, sin reparos ni miramientos de ninguna clase. En cambio, periódicos del corte de Times o Les temps dicen la verdad en los asuntos triviales e indiferentes para, de este modo, conquistarse el derecho de engañar a la opinión pública en los asuntos grandes con la necesaria autoridad.
León Trotsky
MUCHO MÁS QUE UN MEDIO
Un diario tiene algún parecido a un ser humano. Un ser humano se integra de millones de partículas muertas, de nitrógeno, de hierro, de calcio, de sodio, que permanecen estables o se renuevan fuera del alcance de nuestra voluntad. Así, al menos, nos lo aseguran los químicos, obstinados en hacemos creer que el residuo polvoriento y el poco de humo de un cuerpo cremado, es lo único que el cuerpo contenía. El aserto químico no nos ha convencido nunca. Nos parece una experiencia candorosa, como muchas otras muy científicas, semejantes a la experiencia del niño que recoge un poco de agua en la palma de la mano y asegura que eso es el mar.
Un diario tiene su director, su secretario de redacción, su jefe de noticias, sus cronistas, sus corresponsales, su imprenta, su concesionario. Pero ese conjunto no es el diario. El diario es algo más. Es ese algo que se escapa de las manos del niño y de la pericia analítica del químico. El diario es la manifestación concreta de algo más grande que el diario mismo. Por eso el lector, que estima que los diarios son la simple materialidad de papel que adquiere por unas monedas, se sorprende del alcance de los temas que se desenvuelven a su entorno. Esos lectores no han comprendido aún que el periodismo no es más que una expresión del estado del país.
Raúl Scalabrini Ortiz
PRODUCTO CON SENTIDO
La presentación pretendidamente imparcial de los hechos es ya una mentira. Los hechos aparecen cargados ya de valoración, y esto es naturalmente más claro que en ningún sitio en la TV, es la sola presentación de las noticias mismas, para no hablar de las demás cosas, la que las hace ya significativas, signos de algo, señas que se le están haciendo a los televidentes que se están formando, que están entrando en un proceso de formación de masas. De manera que los comentarios posteriores que se puedan añadir, en verdad, no hacen sino disimular esa condición ya valorativa, ya moral que desde su nacimiento mismo tienen las noticias, tienen los hechos. No hay que olvidar que los propios locutores televisivos se ven obligados a decir las noticias que se “han producido” hoy. Que se han producido quiere decir, que se han producido como se producen los productos comerciales, lo cual implica ya un sentido, una orientación a fines determinados, así que la cosa no puede estar más clara.
Agustín García Calvo
Bibliografía:
* Abrevaya Carlos. Medios locos. Cap. 13: “El cuento de la verdad verdadera”. Cap. 3: “¿Democracia? ¿Qué democracia?”. Cap. 14: “El torcido derecho a la información”. Ediciones de la Urraca. Bs. As., 1989.
* Jauretche Arturo. Los profetas del odio y La Yapa. La colonización pedagógica. 3ra. parte: “La superestructura cultural. Su instrumental”. Cap. 1: “Los medios de información y opinión”. A. Peña Lillo Ed. Bs. As., 1967.
* Landi Oscar. El discurso político. “Mirando las noticias”.
* Verón Eliseo. Construir el acontecimiento. “Prefacio a la segunda edición” e “Introducción”. Ed. Gedisa.
* Rodríguez Esteban (compilador). Contra la prensa. Antología de diatribas y apostillas. Colihue. Buenos Aires, 2001.