La profecía…
Rebelde y
conservadora, clerical y libertaria, vivimos con orgullo la gravitación de
Córdoba en la política nacional, aunque a veces vaya a contramano del resto del
país.
“Somos el rostro
anticipado del país”, decimos los cordobeses toda vez que en Córdoba sucede un
hecho extraordinario. La entonación de orgullo o vergüenza delata el tiempo
histórico al que aplicamos la frase.
El mío confirmó
con creces esa profecía. Dos años antes del golpe militar del 24 de marzo de
1976, el derrocamiento del gobierno de Obregón Cano y su vice, el sindicalista
Atilio López, por el Jefe de Policía, Antonio Domingo Navarro anticipó el
rostro más temido, el de los desaparecidos, las muertes y las torturas.Conocido
como “El Navarrazo”, no fue un golpe militar sino una sedición policial,
amparada por el gobierno nacional y el temido Ministro de Bienestar Social,
López Rega. Un anticipo, también, de la guerra entre los peronistas de derecha
y la izquierda de los Montoneros que apoyaban al gobernador cordobés.
Obregón Cano
había sido elegido por el voto popular el 15 de abril de 1973 en una segunda
vuelta electoral, en la que le ganó al radical Víctor Martínez. La ingeniería
electoral diseñada por la dictadura militar estableció el ballotage en caso de
que ninguna fórmula alcanzara el 50 por ciento. Todo un acontecimiento en la
democratización cordobesa, que incluyó otra novedad.
El primer debate entre dos
candidatos a gobernador, transmitido por el Canal 10 de la Universidad. En la
época no se medía el rating, pero Víctor Martínez, que fue vicepresidente de
Raúl Alfonsín, reconoció más tarde que el debate había sido decisivo en los
resultados electorales. La organización del debate televisivo fue, también para
mí, el primer trabajo como joven estudiante de periodismo.
Obregón Cano no
era un “subversivo”, un hombre honesto, reformista entrampado entre “la espada
de Perón y la pared de los Montoneros”, como escribió el historiador Roberto
Ferrero.
Enojado con el
peronismo de izquierda, Perón no restituyó el cargo a Obregón Cano ni a su
vice. Mandó la intervención a la provincia con una frase lapidaria: “Que los
cordobeses se cocinen en su propia salsa”. La Triple A asesinó a Atilio López y
Obregón Cano debió asilarse en México. De modo que los cordobeses nos cocinamos
en la peor de las salsas del terror, condimentada con el conservadurismo
clerical, y militar que atraviesa nuestra historia. Y anticipó el terrorismo
que se extendió a todo el país.
Pero si Córdoba
anticipa lo que luego se generaliza, también atrasa. Recién veintiocho años
después del Juicio a las Juntas, los jueces que llevan la mega causa “La
Perla”, el más tenebroso de los campos de detención clandestinos de Córdoba,
dictarán este año la sentencia contra los responsables por los delitos de lesa
humanidad en los años de la dictadura militar. Entre ellos, el general Menéndez
que ya acumula en Córdoba tres condenas a prisión perpetua.
Tierra de
dirigentes sindicales honestos y legendarios como Agustín Tosco, la rebelión
del “Cordobazo”, que anticipó la caída de la dictadura de Onganía, tiene un
antecedente histórico que es nuestro mayor orgullo. “El grito de Córdoba”,
cuando en 1918 la huelga de los estudiantes universitarios se convirtió en un movimiento de rebeldía para terminar con “la
tiranía” de los claustros y consiguió reformas profundas que se extendieron a
todo el continente. La Reforma Universitaria del 18 consagró la libertad de
cátedra, el cogobierno, la gratuidad y la autonomía que inspiró a todas las
universidades latinoamericanas, cuyas consignas se escucharon en el Mayo
francés del 68.
No deja de ser
paradójico que muchos de los hijos de
los reformistas del 18 fueran más tarde parte de los “comandos civiles” que
combatieron a Perón. A su vez, padres de los Montoneros que se presentaron en
sociedad en Córdoba con la toma de La Calera y anticiparon las acciones
guerrilleras en el resto del país. Así pasamos del heroísmo al arrepentimiento.
Rebelde y conservadora, clerical y libertaria, industrial y universitaria,
laboriosa y cuartetera, vivimos con orgullo la gravitación que Córdoba tiene en
la política nacional, aunque muchas veces vaya a contramano del resto del país
y los gobernantes se jacten del “cordobesismo” que la aísla.
La industria
automotriz, el campo y la Universidad son la matriz cultural de nuestra
provincia de raigambre radical, gobernada desde hace doce años por peronistas.
La Universidad es una de las tres, en el
país, que mayores recursos recibe, donde
anida “el kirchnerismo”, expresado en la radio y la televisión de la
Universidad. Sin embargo, prevalece el humor, el fernet y el que es nuestro
rezo cívico, herencia de la Reforma del 18: “Desde hoy contamos para el país
una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son las
libertades que nos faltan”.
De modo que fiel
a su tradición, una vez más, Córdoba grita desde el interior y nos redime
electoralmente. Resta saber si efectivamente seremos el rostro anticipado del
país.
© Escrito por Norma
Morandini el Lunes 02/11/2015 y publicado
por el http://www.normamorandini.com.ar