Estigmas
K...
El
relato falla, las insustancialidades oficiales. Los casos de Moreno y Jaime. La
verborrea del kirchnerismo para sostener el “relato” ha desnudado en estos días
la dimensión creciente de sus contradicciones y sus insustancialidades.
Cómo no
mencionar lo contradictorio de quejarse por el espionaje –reprochable– de los
Estados Unidos y, por otro lado, defender el Proyecto X, y además nombrar como
comandante en jefe del Ejército a un general de Inteligencia –César Milani–,
área en la que estas prácticas son el pan de cada día.
Cómo no
señalar lo insostenible de criticar a empresarios que se llevaban la plata en
pala y, al mismo tiempo, defender a Lázaro Báez, que en su meteórica carrera de
la nada a potentado ha demostrado llevarse millones en bolsas de consorcio,
bolsones, camionetas y otros etcéteras.
Cómo no
subrayar lo desopilante de zamarrear hace unas pocas semanas públicamente a
Daniel Scioli –por no hacerse cargo de las cosas, por no tener gestión
(inundaciones en La Plata), por no defender a la Presidenta de sus críticos,
por querer tener un millón de amigos, por no representar genuinamente el
proyecto, por ser hombre de las corporaciones y otras tantas descalificaciones–
y ahora ponerlo como mascarón de proa de la campaña de Martín Insaurralde en la
provincia de Buenos Aires.
A
propósito: a aquellos con quienes Scioli negoció hasta las primeras horas de la
tarde del sábado 22 de junio la participación de su esposa, Karina Rabolini,
como segunda candidata en la lista que lidera Sergio Massa –una de esas
personas es Alberto Fernández– el gobernador les dice que lo que lo llevó a
abortar esa movida fue su temor de que le echaran la culpa de la eventual
derrota del oficialismo y su convicción de que, tras ello, el Gobierno caería (sic).
En
algunas filas del funcionariado nacional se percibe un estado que es producto
de una mezcla de fatiga, desencanto y perplejidad.
Allí se
observa azoro ante muchos de los dichos de la Presidenta. “Cristina no escucha
a nadie”, es la expresión que más circula entre esos hombres y mujeres que
pasan sus horas en despachos oficiales, sean de la Casa Rosada o de los
distintos ministerios.
Otra
cosa evidente es la falta de conducción y de estrategia de la campaña del
oficialismo. Los dichos de Julio De Vido del jueves ante un grupo de
intendentes K –“los intendentes que pierdan que se olviden de recibir plata”,
dijo– representan una manifiesta acción de extorsión política expresada de
manera desembozada y abierta. Son, a la vez, un signo de debilidad y también de
cierta desesperación.
La
apretada configura, además, un manifiesto abuso de los poderes de funcionario
público que el Código Penal castiga. Esta práctica forma parte del abecé del
manual de usos y costumbres del kirchnerismo.
El día
que deje de ser ministro, es altamente probable que a De Vido le aguarde un
largo deambular por los pasillos y los despachos de los tribunales de Comodoro
Py, en los que se ventilan los casos de corrupción.
En el
medio de este “todo vale” que el Gobierno aplicará para su campaña electoral
hecha con fondos públicos, es probable que asistamos a la utilización de las
Fuerzas Armadas como herramienta proselitista.
Eso es
lo que ocurrirá con su participación creciente en estos meses en tareas de
asistencia social.
No hay
que olvidar que el ministro de Defensa, Agustín Rossi, prometió reeditar el
“Operativo Dorrego” desarrollado en 1973, que consistió en tareas de reparación
de escuelas, calles y edificios públicos en zonas carenciadas de la provincia
de Buenos Aires realizadas conjuntamente por tropas del Ejército e integrantes
de Montoneros. Ahora, el lugar de los Montoneros lo tomará La Cámpora.
Otra
cosa que se va perdiendo es el efecto de la magia. Antes, Guillermo Moreno
sacaba un conejo de su galera y, previo a fracasar, funcionaba por algún
tiempo; ahora eso se va acabando.
El pan
a diez pesos dura hasta que se acabe el stock. Algunas veces eso ocurre a las
10 de la mañana, y muchas otras, bastante más temprano. Como se ve, muy poco
serio.
Los
acuerdos de precios son una ilusión vana. Los Cedin entusiasman poco a muy
pocos. El dólar blue rebotó y el viernes cerró a 8,30/8,40 pesos. “Me quiero
ir” es una expresión que varios ya le han escuchado decir a Moreno. No se irá
hasta el último segundo del último minuto del mandato de Cristina Fernández de
Kirchner. A sus muchas tareas –en todas viene fracasando– ahora ha agregado la
de representante del Gobierno en las asambleas del Grupo Clarín.
Esto
también es producto de las malas noticias que la realidad le depara al
Gobierno. La medida dispuesta por la Comisión Nacional de Valores es grave y
reaviva la embestida del kirchnerismo para intervenir y destruir la única
estructura multimediática independiente que existe en la Argentina.
El
viernes último fue un mal día para el oficialismo.
Enfrascados
en las fantasías del “relato”, en la Babel de Olivos nadie tenía el más mínimo
indicio de la resolución que había tomado el juez federal Claudio Bonadio de
ordenar el encarcelamiento del ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime.
La
sorpresa y la preocupación fueron de tal magnitud que el “Ministerio del Humo”
debió salir a las corridas a buscar algo con que contrarrestar el impacto
causado por esa noticia.
Por
ello, tras recibir un llamado de alguien del Gobierno, la procuradora general
de la Nación, Alejandra Gils Carbó, debió concurrir a las apuradas a su
despacho para emitir su dictamen –favorable al Gobierno– sobre la
constitucionalidad de los artículos 161 y 45 de la Ley de Medios.
Jaime
le plantea al kirchnerismo un verdadero dolor de cabeza.
El ex
secretario de Transporte era un hombre de acceso directo a Néstor Kirchner y a
quien el ex presidente defendía a capa y espada, algo de lo cual el senador
Luis Juez da testimonio cada vez que le tocan el tema.
El caso
de Ricardo Jaime es emblemático de la corrupción que mata, uno de los estigmas
del kirchnerismo y de la “década ganada”.
Producción
periodística: Guido Baistrocchi.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 13/07/2013 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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