El fin de Cristinalandia...
El discurso del método. Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.
La Presidenta insiste con plantear un escenario idílico,
donde todo lo bueno lo hace el Gobierno y lo malo, los otros. Baño de hechos.
Fue un verdadero Aló presidente. Esa es la definición que
mejor describe lo sucedido durante la inauguración del período de sesiones
ordinarias del Congreso. La extensión del discurso de la Presidenta, sus
reiterados comentarios al margen a modo de viñetas y los cantos “tribuneros” de
los miembros de La Cámpora que coparon los palcos del recinto se conjugaron
para configurar una puesta en escena que por momentos alcanzó niveles de
realismo mágico. Durante su interminable alocución, Cristina Fernández de
Kirchner hizo conocer su relato de la realidad. Es un relato donde se mezclan
datos verdaderos con otros que no los son y que confluyen con el propósito de
construir una visión del presente que termina dando por resultado algo parecido
a Cristinalandia.
El “relato” del kirchnerismo es bien simple: todo lo bueno
les pertenece y todo lo malo es culpa de otros. Pero no todo acaba allí. Las
cosas buenas que hace el Gobierno tienen un aire épico, ya que se logra
concretarlas a pesar de los palos que pone la oposición –que no existe y que da
muestras de seguir vagando por Galimínides– o de las mentiras de Clarín, las
perversiones de La Nación o las maldades de PERFIL.
Es verdad que hay crecimiento económico y más empleo. Pero
también que hay inflación y un nivel de asistencialismo sin el que hoy mucha
gente no podría vivir. Y esa es la demostración palpable de que persiste una
situación socioeconómica crítica que las cifras que dio a conocer la Presidenta
no reflejaron.
Si los ferrocarriles andan mal no es culpa de una gestión
corrupta de la que el Gobierno es cómplice, sino que es responsabilidad de los
organismos de control, que nunca pidieron la rescisión del contrato. Lo que no
dijo la Presidenta es que ya en 2008 la AGN había denunciado, a través de un
informe que acaba de ser corroborado, un estado calamitoso de la situación de
las líneas Sarmiento y Mitre que están concesionadas al grupo Cirigliano, el
mismo que le pagaba dádivas generosas al ex secretario de Transporte Ricardo
Jaime. A propósito de la tragedia de Once, el juez Claudio Bonadío, que está a
cargo de la causa, aceptó la participación del Estado como querellante, una
decisión ominosa por la que se tergiversa la esencia de la causa, ya que en
ella deberían ser investigadas no sólo las gruesas falencias en la prestación
del servicio por parte del Grupo Cirigliano sino también la actitud cómplice de
la Secretaría de Transporte. La decisión del juez va en un solo sentido:
garantizar la impunidad de los funcionarios públicos comprometidos por la
tragedia. Kirchnerismo puro. Una cosa es cierta: así como a Eduardo Duhalde le
pesará por siempre la masacre de Puente Pueyrredón y a Aníbal Ibarra lo de
Cromañón, a este gobierno le pasará lo mismo con la tragedia de Once.
Si la educación está en problemas es porque los docentes son
todos unos vagos que ganan $ 3 mil por trabajar cuatro horas semanales y tener
tres meses de vacaciones. Si esto mismo lo hubiera dicho Macri, desde el
kirchnerismo cuanto menos lo habrían calificado –y con razón– de troglodita.
Una cosa es señalar a aquellos docentes que puedan tener conductas reprochables
y otra muy distinta es descalificarlos a todos, que es lo que hizo Cristina. Se
ve que jamás les perdonará a los docentes de Santa Cruz sus protestas por
mejoras salariales.
Hubo también un párrafo para las Malvinas. Sorprendió al
anunciar que le había pedido al titular de Aerolíneas la apertura de
negociaciones para establecer vuelos desde Ezeiza hacia Puerto Argentino. Una
propuesta inteligente –la única– dentro de esta escalada sin sentido que el
Gobierno montó en su intento de recuperar el ejercicio de la soberanía sobre
las islas. El problema es que la medida se contradice con la decisión de frenar
las importaciones de productos de origen británico y de bloquear la entrada a
puertos argentinos de buques con bandera de posesiones del Reino Unido. Otra
vez kirchnerismo puro en acción.
El tema de los subtes puso punto final a una especie de luna
de miel política que simularon vivir la Presidenta y el jefe de Gobierno
porteño. Hay que recordar que Macri y Scioli son los enemigos políticos a
destruir por el kirchnerismo. A ellos se sumó Hugo Moyano. Lo de los subtes fue
el final de un fiasco anunciado. Aquí las culpas se reparten. Está claro que el
gobierno nacional necesita sacarse de encima los subtes tras haber advertido
que la caja que sostiene la onerosa red de subsidios estatales ha comenzado a
flaquear. Pero Macri no hizo una adecuada evaluación de cómo serían las cosas.
No sólo se equivocó en eso, sino que tomó decisiones como si ya estuviera en
posesión de los subtes, siendo la más relevante la del aumento de la tarifa.
Por eso, el haber anunciado que rechazaba el traspaso un día antes de que se
debiera hacer efectivo, fue poco serio.
La ruptura de Moyano con el Gobierno ya no tiene marcha
atrás. Su ausencia en el Congreso fue notoria. La falta de movilización de la
CGT en las adyacencias, también. Y a eso no se lo suplanta con La Cámpora. La
decisión de Norberto Oyarbide, el juez todoterreno para los mandados del poder,
de reactivar la “causa suiza” fue la gota que rebasó el vaso. “Esto es un
apriete”, dijo Moyano, conocedor de los códigos. Para tener una evaluación real
de la verdadera dimensión del deterioro de esa relación es recomendable releer
el artículo de Página/12 del domingo 20 de marzo de 2011, firmado por Horacio
Verbitsky (unos días antes se había conocido el exhorto librado por la Justicia
suiza). Se lee allí que el viernes 18 “Moyano se había reunido con el ministro
de Planificación, Julio De Vido, saludado por teléfono a la Presidenta y
preparado un documento en el que advertía contra un intento por ‘destruir la
alianza estratégica entre el Gobierno y los trabajadores’”. De todo ese “amor”
nada queda ya. Por otro lado, se supo que la ex ministra de Salud Graciela
Ocaña y el diputado Manuel Garrido presentarán una denuncia contra el canciller
Héctor Timerman y otros funcionarios por incumplir los deberes de funcionario
público por haber frenado esta causa.
Un párrafo final para el último anuncio hecho por la
Presidenta. Es el referido a la modificación de la Carta Orgánica del BCRA. Tal
proyecto es indicio de una sola circunstancia: al Gobierno se le acaba la
plata. Cuando este proyecto sea aprobado, no habrá más trabas para que la
máquina de emitir moneda no tenga límites. Eso, que seguramente hará las
delicias de los amigos del vicepresidente Amado Boudou que se quedaron con el
negocio de la fabricación de billetes, pondrá al país al borde de un
precipicio.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
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