La Asamblea interminable que nos parió...
Si. Nacimos de una asamblea interminable que empezó por
la mañana y finalizo pasada la medianoche. Nacimos de una asamblea inusitada en los confines del
mundo en un día frio de mayo hace 203 años. El 22. Era viernes.
Esa reunión fundacional fue el equivalente de una maratónica
sesión de la actual Cámara de Diputados. Aclaro que solo por el numero; las
comodidades eran otras (los objetivos y los
personajes también). 257 son los actuales diputados, 251 vecinos los que iniciaron
el famoso Cabildo Abierto de entonces.
Que estuvieron apretados no cabe duda y que el
Cabildo actual fue reconstruido a una escala menor tampoco. Basta hacer la
prueba y subir a la galería del Balcón del primer piso y aun calculando las
alas que se amputaron del viejo edificio, le cuesta a uno imaginar otra reunión
que no sea bastante incómoda, apretada y con mucho frio.
La asamblea fue tensa, con gente entrando y
saliendo. El debate interminable. Según cuentan las crónicas se mando a traer
comida para que los invitados no se fueran al mediodía. Serian empanadas y
pasteles seguramente. Ya desde esa época, a los que íbamos a ser argentinos,
nos sacaban de apuros las empanadas y el delivery.
Poco más de 200 terminaron votando. A los otros los
venció el cansancio, las especulaciones, quizá una cena familiar o la
inconsciencia de lo que se avecinaba.
La lista original de invitados era de 600 pero fue
"pulida" a 450. Esa fue la cantidad de invitaciones que se
imprimieron, con tan mala fortuna para el Virrey, en la imprenta de Donado, un
conspicuo revolucionario. La invitación tuvo así un alto grado de
discrecionalidad en favor de la causa Patriota. De los 450 ingresaron 251. El
resto tuvo miedo, o nunca le llego la invitación o le bloquearon el acceso a la
Plaza los Chisperos de French y Berutti.
Efectivamente desde el día 21, como contrapeso de
las milicias de Saavedra, un número importante de jóvenes se agruparon
alrededor de los patriotas y convirtieron a French y Berutti en sus líderes
naturales. Muchos de ellos ya tenían experiencia militar de la época de las
invasiones inglesas, pero lo que más los caracterizaba era su entusiasmo y la apropiación
de las ideas de libertad e igualdad, que lo inundaban todo en el Rio de la
Plata.
Por lo que se cuenta eran muchos y no andaban con
vueltas. El frio, la lluvia y la humedad del otoño de la época, obligaba a
andar con capotes. Capotes que ocultaban pistolas y puñales.
Es dable pensar que soñaban con imitar a los
Jacobinos que hacía 20 años en otras calles y plazas de la lejana Paris, habían
terminado con la Monarquía más rancia de Europa.
Los entusiastas muchachos crearon la escarapela,
que nunca sabremos de qué color fue realmente, lo que si queda claro es que no surgió
de un rapto de inspiración. Fue una contraseña para poder mostrar la adhesión a
la causa revolucionaria. Ese día quien no la tenía, no entraba al Cabildo o le costó
bastante entrar.
Solo por un minuto imaginen la Plaza de Mayo sin
colectivos, ni transito, sin bocinas, sin luces, sin semáforos y sin miles de
personas caminando. Solo un gran espacio abierto de tierra, alguna que otra
carreta o caballo. Imaginen ese silencio.
Si sesionaron como no cabe dudas, en la galería del
balcón, los gritos y discursos encendidos se deben haber escuchado casi hasta
donde hoy está la pirámide o en la mismísima Recova. La tensión retumbaría en
la tranquilidad de la hoy inimaginable plaza.
¿Cual fue la esencia de lo que se discutió ese día?
Para los realistas, ganar tiempo para quedarse en
el Poder a como de lugar, esperando nuevas noticias de España y buscar cómo
sobrevivir coordinando con los sectores pro monárquicos del interior de la
actual Argentina, con el Alto Perú y el Virreinato del Perú.
La postura revolucionaria era inequívoca: Cesado el
poder del Rey, el poder vuelve al pueblo y es el pueblo el que decide que
hacer. Así nació lo que sería nuestro país. Alrededor de una coincidencia
fundamental: lo que no se quería ser más.
Los Patriotas venían de caminos, estrategias e
ideas distintas. Llegaron juntos a ese día porque la oportunidad fue tan única
que unió a todos y porque unos pocos se dieron cuenta que valía la pena unirse.
Lo que sucedería después estaría en la cabeza de
todos en ese Cabildo del 22. Y todos (por lo menos los más importantes) tendrían
su propia versión de la continuidad de las cosas y habrán reservado con más o
menos ambición y vanidad, su lugar en la historia que nacía.
Fue una época de división de familias, de amigos.
De ruptura de viejas lealtades y culturas centenarias. La ciudad estaba
militarizada y con un intenso debate político sobre el futuro de estas tierras.
El aroma más fuerte para el ser humano, mucho más
fuerte que el más exquisito de los perfumes o que la pestilencia más
repugnante, es el olor a vacío de poder. Eso es lo que percibió el puñado de
revolucionarios criollos en los días de Mayo.
Ese puñado de hombres se zambulló en ese vacío para
intentar llenarlo, sabiendo que seria a matar o morir.
Muchos fueron los protagonistas. En realidad, la
gran cantidad de actores reflejaba la diversidad de visiones de lo que había
que hacer. Por lo tanto esa semana fue la obra de muchos sin que alguien se
destaque demasiado o se convierta en líder del movimiento naciente.
Saavedra mantuvo el aplomo necesario al saberse
vital por su condición de Jefe de los Patricios. No hizo de más, pero tampoco
de menos y fue clave en la mirada de los que votaron en el Cabildo del 22. Al
menos esa noche no se equivoco.
Es probable que Moreno haya repasado toda su vida
ese día. Quizá intuía que nacería como nació, horas más tarde, en el lluvioso
25. El cabildo del 22 lo encontró como dicen las crónicas, callado y
meditabundo. Es probable que tuviera noticias o haya sacado conclusiones de lo
peligroso que era lo que se estaba haciendo o que para su temperamento previsor
y realista se estaban tomando pocas precauciones o peor aún, veía ya las
divisiones y peligros internos futuros. Escucho a todos y no abrió la boca.
Moreno el de las contradicciones tan típicas del país que nacía: Católico y
Rousseauniano. Defensor de los hacendados e indigenista. Pluma brillante y
hombre de acción. Admirado y seguido de cerca por los ingleses y buscado por el
ultra españolista Álzaga, para que integre la Junta de la malograda asonada un
año antes. Quizá pensó en su tierna chuquisaqueña Guadalupe a la que dejaría
lentamente.
¿Quién era el verdadero Moreno? Nacería en pocas
horas.
Si tengo que elegir dos protagonistas del día
fundacional, no dudo: Belgrano y Castelli. Abogados los dos. Primos. Uno
casado, el otro soltero. Conocidos amantes empedernidos de mujeres de la
entonces pequeña ciudad. Los dos Carlotistas. Lo intentaron todo y de mil
maneras. Belgrano con una formación académica más solida. Castelli, sin una
historia oficial en nuestra historia, al menos como para saber cual podría ser
la no oficial. Personalidad impetuosa; dio en todo momento la sensación que con
sus 43 años (de esa época) estaba dispuesto a jugársela a todo o nada. Gano y perdió.
Cuando gano, ayudo como pocos a que naciéramos. Cuando perdió, murió. Y se lo
olvido.
Belgrano fue puro nervio esa semana. Empujo a todos
previo al Cabildo del 22 y aguijoneo también a todos, irritado y enojado, a que
el 25 seria por la buenas o por las malas. Era el encargado de dar la señal, si
hacía falta, para que entren los muchachos de French y Berutti en nuestra
asamblea fundante y se arregle todo a los sablazos.
Sin Belgrano y sin Castelli que dio el discurso más
importante de nuestra historia, se hubiera dificultado nuestra naciente revolución.
El 22 es una metáfora bien argentina. Ese día fue
una mezcla exacta y perturbadora de planes, improvisaciones, silencios,
titubeos y audacias. De la suma de todo, conseguimos el cese de las autoridades
vigentes hasta ese momento, logramos el autogobierno y empezamos a recorrer el
camino inexorable hacia la independencia.
Como fuere, los que ganaron la votación ese día,
pusieron en movimiento una rueda que ya no se detendría.
Las ideas que nacieron en la Quinta de los Rodríguez
Peña, donde hoy está la plaza en la esquina de Callao y M.T de Alvear y que
tomaron forma en una maloliente y todavía inubicable jabonería de San Telmo, habían
encontrado su oportunidad en esta ciudad perdida del sur del mundo.
Aquí, donde las sudestadas cada tanto recordaban la
precariedad de lo que habían fundado Mendoza y Garay.
Aquí, lejos de los lujos y riquezas del Perú y más
lejos aún de España, germino una rebelión con éxito.
La ciudad de los contrabandistas tuvo su momento y
no lo desaprovecho.
La asamblea interminable de ese 22 de mayo, con sus
pasiones, errores y temores, aun nos acosa como un fantasma eterno.
© Escrito por el Diputado Nacional Roy Cortina el
lunes 27/05/2013 y publicado en: http://www.facebook.com/RoyCortina