viernes, 16 de julio de 2010

Eduardo Aliverti... Las Veredas... De Alguna Manera...

Las veredas...

Lo siguiente es un encadenamiento de situaciones y opinión cuyo resultado, si se quiere, opera más por el default de algunos cuantos personajotes que en función de sesudos análisis informativos. El momento argentino es apto para, de vez en cuando, animarse a prescindir de ciertas rigurosidades profesionales. O mejor dicho, para acompañarlas de lo obvio.


Por ejemplo, se supone que a nadie, en la sociedad civil, le desvela mayormente lo que vaya a ocurrir con la disputa por el matrimonio entre personas del mismo sexo. Uno imagina que el debate está bueno para ocupar tiempo en pasajes de discusión de familia o café. Es elemental figurarse o protagonizar polémicas en las que habrá horrorizados porque los homosexuales puedan casarse y adoptar. Y gente más superada que advertirá la necesidad de que cada quien, además del derecho a hacer de su culo un pito, tenga franquicias legales idénticas a los hetero. De ahí, para arriba y para abajo, lo que venga.


Pero después, comúnmente, terminan todos en cómo les va en la vida y eso lo pauta la marcha económica general y particular; y se dan cuenta de que el casamiento homosexual es nada más que un entremés. Uno coincide con eso, visto desde cuál es su incidencia concreta en las relaciones sociales. En la interpretación política, por el contrario, ese aperitivo aparece sustanciado por gente como el cardenal Bergoglio, quien advierte que se trata de “una guerra contra Dios”, y los homosexuales una obra del demonio. ¿Por qué el jefe de la Iglesia Católica argentina no habla de lo mismo en la oportunidad permanente de sus sacerdotes pedófilos? No se ha visto que algún dignatario eclesiástico reaccionara con semejante vehemencia frente a las andanzas del padre Grassi, ya que estamos. Sólo para obviar que la Curia, tan sacrosanta y ajena a los conflictos políticos terrenales, acaba de presentar un documento con lo más santificado de la derecha peronista, y el concurso de radicales varios. El propio Bergoglio, junto con figuras como Roberto Dromi y otros arquitectos de los gobiernos de Menem, De la Rúa y Duhalde, convocan en ese libelo a rescatar la Nación cual comunicado número uno de la Junta Militar. El debate acerca del “matrimonio gay” y su pobre alcance, sobre las turbaciones prioritarias del grueso determinante de esta sociedad, se convierten así en un reflejo de las intentonas más reaccionarias. Pretenden casi una remake de la Laica o la Libre que, en derredor del sistema educativo, dividió al país durante el gobierno de Frondizi. Les falta hablar del tirano prófugo, que en su versión remozada vienen a ser las carteras y los zapatos de la yegua montonera de Cristina, y echamos los fideos.


Un poco más cercano a las inquietudes del común, también se supone, es la polémica acerca del 82 por ciento móvil para los jubilados. Un tema capaz de poner en aprietos al kirchnerismo porque, más allá de que ahora lo levante la derecha para correrlo por izquierda, es una reivindicación histórica cuya justeza no puede negarse. La negativa gubernamental a discutirlo, bajo amenaza de que estallaría el esquema previsional, oculta en parte el señalamiento de otros números. Los proyectos de la oposición se centran en que la plata puede salir casi con tranquilidad del flujo corriente de los aportes, lo cual es un disparate por donde quiera mirárselo.


Sea por el volumen de dinero que proviene del sistema (alrededor del 60 por ciento, no más, procede de aportes y contribuciones puros); por la relación entre activos y pasivos, que se redujo en forma considerable; o –precisamente– por el agregado de 2,4 millones de beneficiarios, gracias a la moratoria, hablar con semejante desparpajo de lo fácil que sería satisfacer el 82 por ciento es de una liviandad repugnante. Eso no quita que sí sea válido aceptar el convite en torno de cuál podría ser un origen de fondos genuinos, quizá no para llegar al paraíso previsional de Luxemburgo pero sí en dirección a continuar mejorando el ingreso jubilatorio. Involucra cuestiones que este Gobierno tiene como deuda; por caso, la regresividad del sistema impositivo. Tampoco puede obviarse la rebaja de las cargas patronales, dispuesta en 1993 por el inolvidable –cabe creer– Domingo Cavallo. Sobre tales aspectos no se escucha a, entre otros, la neo-trotskista Elisa Carrió, quien llama a no pagar deuda externa para mantener unos cinco millones de jubilados. Y ése sí que es un problema, porque lo inverosímil de los quién convierte al debate en irrisorio y lo priva, justamente, de la profundidad que en efecto podría poner al oficialismo en apuros.


El bloque opositor, en cambio, no pudo ponerse de acuerdo sobre la rebaja de las retenciones agropecuarias. Aquí también jugó Carrió, pero para esto en sentido inverso al de su llamado a la revolución socialista. Junto con radicales, pejotistas disidentes, macristas, se invitó al festín de bajar a un 25 por ciento la alícuota sojera y, directamente, eliminar los derechos de exportación para maíz, trigo, girasol y sorgo. Pero salieron a cruzarlos, desmintiendo el principio de arreglo, agrodiputados radicales e incluso dirigentes de la Federación Agraria, quienes ahora se acordaron de plantear una escala de retenciones propia para no perjudicar a los pequeños y medianos productores. El proyecto de lo que se conoce como Grupo A tiene una fuerte conexión simbólica con el del 82 por ciento móvil, porque elude con idéntica irresponsabilidad el agujero monumental que se produciría en las arcas públicas. Todo forma parte de la desesperación por fijar agenda que asalta al conjunto opositor desde, se diría, el alerta producido por los festejos bicentenarios. Unido a las encuestas, que tomada cual fuere muestran un repunte del kirchnerismo, el Mundial sólo impuso una pausa relativa en esa búsqueda de figuración. Ya se había registrado la foto de unidad del espacio peronista de derecha.


En el Congreso avanzaron con la modificación del Consejo de la Magistratura. El martes pasado se juntaron Cobos y el hijo de Alfonsín, para dejar estipulado que la UCR irá con un solo candidato en las próximas elecciones. Y el jueves, no importa demasiado si como producto de otra de las tantas operaciones mediáticas, surgió el trascendido de la fórmula Duhalde-Reutemann. Para variar, el santafesino mandó decir que de ninguna manera está pensando en eso; pero, claro, en realidad nunca se sabe lo que piensa. Por lo tanto, hay que tomarlo como que dejó correr. Igual que Duhalde, de cuyo entorno habría surgido la versión para que él mismo la desmienta cubriendo dos flancos: evitar enojos de los otros candidateables y a la vez plantar el globo de ensayo. Mientras tanto se fue a España para reunirse con Aznar, en compañía de Roberto Lavagna: otro al que hacen sonar como candidato a algo, que también lo desmiente y que es igualmente funcional a la necesidad de mostrar algo.


Hay definiciones que son remanidas y no por eso menos precisas. Una de ellas es que, a veces, basta con ver quiénes se paran en una vereda para saber que lo mejor, o lo menos malo, es cruzar la calle. Para protegerse, aunque sea.

© Escrito por Eduardo Aliverti y publicado en el Diario Página/12 el lunes 12 de Junio de 2010.

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-149322-2010-07-12.html

lunes, 12 de julio de 2010

Holanda 0 vs. España 1... De Alguna Manera...

Campeón del mundo:
España pegó el grito más grande de su historia sobre la hora...

Con un gol de Iniesta, a cuatro minutos del final del alargue, los ibéricos vencieron a Holanda por 1 a 0 y ganaron su primera copa del mundo en Sudáfrica 2010; la final tuvo un muy mal arbritaje del inglés Webb, que terminó expulsando a Heitinga en los naranja.

La calabaza resonante fue testigo de cómo España se abrió paso en el glorioso mundo de los campeones. El equipo español se sumó hoy al célebre club de los ocho países que alguna vez alzaron la Copa del Mundo. El desenlace fue dramático, casi fatal, como el inicio del certamen, cuando lamentó una inesperada caída con Suiza. Después de 90 minutos guiados por la paridad, España quebró a Holanda a cuatro del cierre del tiempo suplementario. No podía ser otro que un hombre de Barcelona el héroe que le dio el título por primera vez a un país que empujó su esperanza en este equipo que unificó a españoles y catalanes. Fue Iniesta, el del gol sublime, el del remate que será leyenda.

A España le incomodó el partido de pico y pala. En cambio, Holanda reacomodó sus piezas y el estado de batalla les sentó mejor a sus jugadores. Pero el problema estalló cuando el árbitro expulsó a Heitinga y dejó al conjunto orange con un jugador menos con 12 minutos por delante.

A España se le abrieron los espacios, y Fábregas habilitó a Iniesta, que definió ante el buen arquero Stekelenburg y marcó el gol histórico.

Por un momento, Holanda extravió el aire poético que lo suele caracterizar y se entregó al choque físico. Evitó que España ejerciera el dominio de la pelota con constantes interrupciones y faltas innecesarias, algunas demasiado bruscas. A los 28 minutos del primer tiempo De Jong debió irse a las duchas después de una tremenda patada en el pecho a Xabi Alonso. El árbitro inglés Howard Webb ya había sido bastante tolerante y benévolo con Van Bommel. Pero compensó al perdonar a Puyol, a ocho minutos del cierre, cuando Robben se escapaba en soledad para enfrentarse con Iker Casillas, que siempre respondió con seguridad.

España, que había comenzado mejor, respetando la sintonía de su juego que lo guío hasta la final, se embarulló con tanto raspón y cepillo. Así, el fútbol se llamó a retiro por un instante prolongado, en el que dominaron patadas, exabruptos y hasta gestos pocas veces vistos. Sorprendió a todos lo de Heitinga, que casi marca al devolverle la pelota a Casillas tras una gentileza para que Puyol sea asistido por los médicos.

Al partido se le fueron cerrando los caminos. Los dos equipos intentaron por las bandas como por el centro. Lo mejor de España estuvo en dos cabezazos de Ramos y un remate de cachetada de Villa. En la segunda parte, a España le costó más y se acercó a partir de una pelota parada.

En Holanda, Robben y Sneijder siempre fueron inquietantes, hasta cuando retrocedieron para dar una mano en la recuperación. La mejor oportunidad la tuvo Robben, habilitado por un pase fino de Sneijder. Sin embargo, el delantero de Bayern Munich perdió en su duelo con Casillas, que salvó con el pie derecho. Fue la atajada del Mundial.

La celebración será eterna. En el primer Mundial en el continente africano, España consigue su primer título. Este equipo logró lo que no pudieron otras generaciones de estrellas, como las de Puskas y Di Stéfano. España encontró en Sudáfrica su hora más gloriosa.

Todos los campeones mundiales

2010:España

2006:Italia

2002:Brasil

1998:Francia

1994:Brasil

1990:Alemania Occidental

1986:Argentina

1982:Italia

1978:Argentina

1974:Alemania Occidental

1970:Brasil

1966:Inglaterra

1962:Brasil

1958:Brasil

1954:Alemania Occidental

1950:Uruguay

1938:Italia

1934:Italia

1930:Uruguay


© Escrito por Nicolás Balinotti y publicado en el Diario La Nación, suplemento deportivo Cancha Llena, el lunes 12 de Julio de 2010.

domingo, 11 de julio de 2010

La Fábula del Puerco Espín... De Alguna Manera...

La Fábula del Puerco Espín...


¿Alguna vez han visto un cachorro del puerco espín?, vean estas hermosas imágenes y conozcan la fabula.


La fábula del puerco espín:


Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío.


Los puerco espines dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se abrigarían y protegerían entre sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los que justo ofrecían más calor. Por lo tanto decidieron alejarse unos de otros y empezaron a morir congelados.


Así que tuvieron que hacer una elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o desaparecían de la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con una persona muy cercana puede ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro.


De esa forma pudieron sobrevivir.


Moraleja de la historia:


La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con los defectos de los demás y admirar sus cualidades.

viernes, 9 de julio de 2010

¡¡¡Feliz Cumpleaños Mercedes!!! De Alguna Manera...

¡¡¡Feliz Cumpleaños Mercedes!!!

En el recuerdo de su cumpleaños 75... De Alguna Manera...


9 de Julio... Día de la Independencia de la República Argentina... De Alguna Manera...

La declaración de la Independencia, según los escritos de la época...


El 9 de julio de 1816 el Congreso General Constituyente reunido en la ciudad de Tucumán declaró la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Para recordar este acto fundacional, hemos seleccionado un artículo aparecido un mes y medio después de la declaración solemne.

Fuente: El Redactor del Congreso, Nº 6, del 23 de agosto de 1816, pág. 5, reproducido por Emilio Ravignani en Asambleas Constituyentes Argentinas, Tomo I, Buenos Aires, 1937, págs. 217-218, en Ramallo, Jorge María, La declaración de la independencia, Buenos Aires, sin fecha.

“Pueblos y habitantes todos del sud: A vosotros dirijo la palabra inundado en avenidas del placer más puro. Llegaron los suspirados instantes de la providencia. Se abrió a la faz del mundo el gran libro del destino, para que en una de sus páginas leyesen los americanos el soberano decreto de emancipación de su metrópoli europea en los días de su decrepitud política. No debieron, sin duda, ser eternas nuestras cadenas, ni inconsolable nuestro llanto. Una mano invisible, que parecía habernos abandonado muchas veces a los funestos efectos de una suerte versátil e inconstante, había fijado el momento, que reemplaza con ventajas los muchos en que naufragó nuestra esperanza, y nos pone en la posesión de un bien que graduábamos distante de nosotros.

No está pues en el orden, que para anunciarlo al mundo, retrogrademos a la consideración de aquellos trescientos años de vejaciones que inventó el despotismo, acumuló en nuestros países la ferocidad de nuestros conquistadores y quiso continuar en su modo la prepotencia de los antiguos mandatarios españoles. Sabido es, y no se oculta a las naciones del orbe, el violento despojo de los justos e imprescriptibles derechos de esta parte del mundo conocido. Y cuando la providencia quiso marcar la revolución de la Península con el sello de su inminente disolución y exterminio, ha permitido también que el orden de los sucesos y el peso de la justicia restablezcan a la América el pleno goce de una libertad, que era suya por tantos títulos, y de que sólo pudo despojarla escandalosamente la fuerza al abrigo de una oculta permisión, cuyo sagrado no es dado al corazón humano violar con cálculos atrevidos.

Adorémosla, sin osar investigarla: y echando un velo sobre nuestros pasados males, sólo demos lugar al gozo de anunciar al mundo imparcial su terminación feliz, y que el cúmulo de poderosos motivos que nos han conducido al cabo de esta solemne declaración que hacemos, justificarán nuestra conducta y la eterna separación a que hemos aspirado de la monarquía española; separación indicada por la misma naturaleza, sancionada por los más inconcusos derechos, y debida a la inspiración nunca interrumpida de la América toda. ¡Cuánto debemos apreciar, oh, América, un momento que, sepultando en el caos del tiempo el transcurso de trescientos años de ominosa esclavitud, nos da paso franco a los de nuestra suspirada libertad! No inquietaremos las cenizas de nuestros padres con el ruido de nuestras duras cadenas y los que nos sucedan no nos llenarán de execraciones, porque no supimos quebrantarlas, continuando su opresión. Bendecirán nuestros esfuerzos y señalarán el día de su libertad con monumentos indelebles de su eterna gratitud.

El día 9 de julio será, para ellos como para nosotros, tan recomendable, tan glorioso, como el 25 de mayo. En el momento que aparezca el sol que los preside, le saludaremos sin poder contener la abundancia del gozo. ¡O diem latum, notandum nobis candisisimo cálculo! Quiera el cielo prosperar nuestra resolución generosa, y que ella sea el vínculo sagrado que una e identifique nuestros sentimientos, la benéfica estrella que disipe nuestras desavenencias y el numen tutelar que nos inspire virtudes, que sea exclusivamente las bases de la santa libertad que hemos jurado.”.

© http://www.elhistoriador.com.ar


martes, 6 de julio de 2010

Molineros del Borda... De Alguna Manera...

'Molineros del Borda'...


En el Hospital Neuropsiquiátrico José T. Borda funciona un programa de alta, donde algunos pacientes trabajan el tema de su externación.


Se hacen distintas actividades y una de ellas es la de los 'Molineros del Borda'.


Aquí fabrican papel artesanal con el cual hacen tarjetas de casamiento, de cumpleaños, personales, diplomas y varias cosas más. Tienen muy buena calidad de papel y buenos precios.


La propuesta es que hagamos entre todos una cadena de mails para que este emprendimiento pueda hacerse conocer cada vez más. Ellos necesitan trabajar, y cada producción que hacen y venden es un ingreso y esto, como para cualquier persona, es necesario y gratificante para ellos.


Estamos enviando la dirección de mail y el teléfono para que cualquiera que necesite alguna tarjeta pueda comunicarse:


Correo electrónico: molinerosdelborda@yahoo.com.ar


Teléfono: (011) 4304-5546


Les agradecemos a todos la colaboración en esta tarea.

Viva la muerte... De Alguna Manera...

Viva la muerte…


Jorge Rafael Videla habló por primera vez ante un tribunal de la democracia en el juicio de la UP1 de Córdoba: “Mis subordinados cumplieron mis órdenes”. Sentado junto a Luciano Benjamín Menéndez y los otros veintinueve procesados por el asesinato de 31 presos políticos de la UP1 de Córdoba, Videla reivindicó el fuero militar, se escudó en los decretos de Isabel Perón y anticipó que no va a declarar.

Con voz firme y tono menos castrense, Jorge Rafael Videla habló por primera vez en un tribunal de la democracia. “Asumo mi responsabilidad en la guerra interna librada contra el terrorismo subversivo, mis subordinados se limitaron a cumplir mis órdenes como comandante en jefe”, dijo el ex general que encabezó el último golpe militar de la Argentina. Repitió que el Tribunal Oral de Córdoba “carece de competencia” para juzgarlo por crímenes de lesa humanidad, reivindicó como su “juez natural al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas” y anunció que no va a prestar declaración. A menos de un mes de cumplir 85 años y de doce años de prisión, Videla apareció con mejor semblante, inclusive, que cuando en plena dictadura declaró ante corresponsales extranjeros: “Los desaparecidos no están ni vivos ni muertos, están de-sa-pa-re-ci-dos”. El jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, otro de los 31 acusados por las torturas y crímenes cometidos en la Unidad Penitenciaria 1 (UP1) de Córdoba también se hizo del micrófono. Con el mismo libreto que viene usando en los juicios en los que fue condenado ya en Tucumán y Córdoba, señaló que “los terroristas marxistas que, conducidos desde el extranjero, asaltaron la República porque no creían en nuestras instituciones democráticas, ahora aprovechan, se refugian y usan esas mismas instituciones democráticas para juzgar a quienes las defendimos”. Menéndez luego anticipó, al igual que su jefe máximo, que no va a declarar porque desconoce la Justicia civil.

Sin culpa

El viernes pasado apenas se empezó a leer la acusación contra los responsables del asesinato de treinta y un presos políticos de la UP1, entre abril y octubre de 1976, Videla había querido hablar. El presidente del Tribunal Jaime Díaz Gavier lo interrumpió porque no era ése el momento reservado para escucharlo. Videla, quien se había mantenido en silencio durante el Juicio a las Juntas en 1985, tuvo la oportunidad de explayarse, pero lo hizo por pocos minutos. Recordó que “la Cámara Federal juzgó en mi caso todos los hechos (...) considero que los hechos constituyen cosa juzgada. Nadie puede ser juzgado dos veces por la misma causa”. Dijo que en agosto de 1984 declaró por primera vez ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas y “siempre reconocí la autoría de las directivas que impartí en cumplimiento de la directiva 1 del Ministerio de Defensa y de los decretos firmados por el Poder Ejecutivo Nacional en pleno ejercicio de sus facultades constitucionales. Las directivas fueron calificadas de inobjetables por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas”.

Apenas asumió Raúl Alfonsín, el 10 de diciembre de 1983, dictó el decreto 158, por el cual estableció el juzgamiento de las tres primeras juntas militares a través del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. El 13 de febrero del ’84, ante las demoras y la falta de voluntad demostrada por el tribunal castrense, se sanciona la ley que reforma el Código de Justicia Militar y habilita a la Justicia civil a intervenir. El 11 de julio del ’84, la Cámara Federal le indica al Consejo Supremo que investigue si hubo violaciones a los derechos humanos. El 25 de septiembre es cuando el tribunal militar responde y califica como “inobjetables” “los decretos, directivas, órdenes de operaciones, etcétera, que concretaron el accionar militar contra la subversión terrorista”. El 4 de octubre, la Cámara Federal desplaza a los jueces castrenses y se hace cargo del histórico juicio. Videla es condenado a reclusión perpetua, inhabilitación absoluta perpetua, destitución del grado militar. El ex presidente Carlos Saúl Menem lo indulta en 1990, ocho años más tarde vuelve a prisión por una causa de robo de bebés: pasa 38 días en la cárcel de Caseros y luego en prisión domiciliaria hasta que en 2008 lo recluyen en la cárcel dependiente del Servicio Penitenciario Federal en Campo de Mayo.

Videla, al igual que Menéndez, nunca reconoció la jurisdicción civil. Ayer, antes de advertir que no va a declarar se permitió una precisión sobre la acusación que pesa sobre él por el asesinato de treinta y un presos políticos. Dijo que “el viernes se hizo mención a que la policía de Córdoba quedó subordinada a partir del 24 de marzo del ’76 al Ejército cuando, en realidad, por decreto de 6 de octubre de 1975 firmado por el doctor (Italo) Luder se dispuso a partir de esa fecha que todos las policías quedaban bajo el control operacional de las Fuerzas Armadas”.

Ese es otro de los ejes argumentales de la defensa de los represores: que sólo se limitaron a cumplir con los decretos de “aniquilamiento de la subversión” dictados por Luder, como presidente provisional, durante el mandato de Isabel Martínez de Perón. El testimonio de Fermín Rivera es elocuente del cambio que significó el salto de la democracia a la dictadura para los detenidos en la UP1.

Los subordinados

Apenas terminó Videla, tomó la palabra Menéndez con su ya conocida contextualización sobre “el marxismo internacional” que inspiraba a “los subversivos contra la sociedad occidental y cristiana”. Esta vez no parafraseó –como en diciembre pasado en otro de los juicios que lo tiene como protagonista– al fugaz ministro de Educación porteño, Abel Posse, pero siguió fiel a ese libreto. Los problemas de sonido que incomodaron a Videla se repitieron con algunos de los 17 militares, 13 policías y el médico civil, pero no fueron obstáculo para que hablaran sin inhibiciones. A tal punto que hoy continuarán con sus arengas.

Entre los que se hicieron escuchar estuvo el comisario mayor retirado Carlos Alfredo Yanicelli, alias Tucán, imputado por tormentos a 210 personas y seis homicidios. Yanicelli fue designado director de Inteligencia Criminal de la Policía de Córdoba por Oscar Aguad mientras se desempeñaba como ministro de Gobierno de Ramón Mestre. Aguad es ahora el presidente de la bancada radical en la Cámara de Diputados de la Nación.

El coronel retirado Osvaldo César Quiroga pidió un pie para el micrófono y se despachó durante una hora. Quiroga, al igual que gran parte de los otros oficiales reivindicaron que Videla haya asumido su responsabilidad como jefe y se limitó a marcar el cumplimiento de órdenes. Quiroga también participó de la represión en el campo de concentración de La Perla. El teniente coronel retirado Enrique Pedro Mones Ruiz intentó hacer gala de cierto histrionismo para criticar al secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, y fue amonestado por el tribunal (ver aparte).

Cuando la tarde ya cedía a la noche, Francisco Pablo D’Aloia seguía hablando y fue el único que aceptó contestar preguntas. El fiscal, algunos defensores y hasta otros imputados recrearon entonces un diálogo inédito que continuará hoy. D’Aloia, acusado de haber participado en el traslado de los presos, el mecanismo para fraguar las supuestas fugas que justificaban los fusilamientos, pidió una pizarra para continuar hoy con su defensa. Frente a representantes de todos los organismos defensores de derechos humanos y de familiares de las víctimas, seguirán repitiendo sus argumentos en los que no asoma ni siquiera el arrepentimiento por las atrocidades cometidas. Un grupo de familiares de los acusados comparten el ámbito en el que por primera vez abrió la boca frente a jueces de la democracia el militar que más tiempo ejerció el poder de facto en la Argentina: Videla, durante cinco años.


© Escrito por Nora Veiras y publicado en el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el martes 6 de Julio de 2010.

El Gauchito Gil... De Alguna Manera...

El objeto de esta publicación es recordar el gesto de los integrantes de la Selección Nacional de Fútbol de Holanda, al momento de consagrarse sub campeón del torneo realizado en el país en 1978, no queriendo saludar a los miembros del gobierno de facto presente en el estadio al momento de entregar las medallas...


El gauchito gil...


Hace exactamente 30 años, el 1º de junio de 1978, empezaba en Buenos Aires el Mundial de fútbol. Durante el mes siguiente desaparecerían 63 personas, Videla recibiría seis veces diferentes el aplauso de un estadio lleno de argentinos y la prensa local se cuadraría casi con unanimidad para refutar “la campaña antiargentina” que en el mundo denunciaba los crímenes de la dictadura. El hecho de que este mes se organice en el Monumental “la otra final”, un acto que reivindicará la vigencia de los derechos humanos, y las reacciones revulsivas que despierta, invitan a revisitar los sentimientos y argumentos complejos y contradictorios que sigue despertando aquella Copa.


(*) Trilogía: “Conjunto de tres obras trágicas que un autor presentaba a concurso en los juegos de la antigua Grecia”.


Comprender el significado que tiene el Mundial ’78 para la Argentina de los últimos treinta años requiere de un paso previo: la búsqueda de similitudes en procesos semejantes. La rueda de la historia gira (Benito Mussolini en el Mundial de Italia del ’34), gira (Adolf Hitler en los Juegos Olímpicos de Berlín del ’36) y sigue girando (Jorge Rafael Videla en un estadio de River colmado). En ese trípode se apoya un paradigma del acontecimiento deportivo que explica cómo tres dictaduras del siglo XX se apropiaron de su subjetividad, de los valores que representa el deporte para la política cuando ésta lo necesita. Las tres pudieron glorificar de manera extrema los éxitos de sus atletas, porque la Italia del Duce se consagró campeón, la Alemania del Führer ganó con holgura los juegos que organizó y la Argentina obtuvo su primer título mundial de fútbol.


Si parafraseáramos a John William Cooke por aquella célebre definición sobre el peronismo (“el hecho maldito del país burgués”), no resultaría descabellado decir que el Mundial ’78 es el hecho maldito del país futbolero. Un torneo que duró veinticinco días –desde el 1º hasta el 25 de junio– y del que ningún integrante del plantel campeón reniega (ni parece que deba hacerlo), o realiza autocrítica alguna. Y que sólo un puñado de periodistas o autores independientes han investigado, con limitaciones, desde sus entrañas. Esas que incluyen sospechas de un partido presuntamente arreglado, el 6 a 0 a Perú, todo un emblema de la corrupción, aún hoy, para el imaginario colectivo.


La orgía de muerte, destrucción, rapiña y el plan sistemático de desaparición forzada de personas que es la marca en el orillo de la última dictadura, hacen más espinoso el camino de aproximación a la época y despiertan pasiones descontroladas entre los testigos privilegiados de ese momento histórico.


Ahora bien, ¿qué hay del resto de los argentinos y el Mundial ’78? ¿Acaso será imposible redimir a los protagonistas que levantaron la Copa y el resto de la sociedad que los vitoreó quedará siempre a salvo? Pablo Llonto, en su libro La vergüenza de todos (un título que parodia a la película La fiesta de todos, de Sergio Renán, alusiva al campeonato) escribió: “... El Mundial ’78 aparece como el primer símbolo de aprobación masiva a la dictadura; Videla recibió seis veces el aplauso de las multitudes en estadios repletos. La fiesta del despilfarro en la organización del torneo apenas se cuestionó. Las voces de denuncia de los exiliados y los familiares de los asesinados, desaparecidos y encarcelados fueron tomadas como expresiones de la antipatria. El periodismo fomentó el anticomunismo, la delación de los luchadores y militantes de izquierda y defendió, a buen precio, casi todos los actos de gobierno de la dictadura militar. Millones sucumbieron ante la idea publicitaria y megaoficialista de que la victoria deportiva era el triunfo de un pueblo en paz”.


¿Y ahora que?


El próximo domingo 29 se jugará un encuentro de fútbol que su organizador, el Instituto Espacio para la Memoria (un ente creado por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires), promociona como “La otra final”. En el estadio Monumental donde Videla le entregó la Copa al capitán Daniel Passarella se desarrollará esta actividad que “reivindicará la vigencia de los derechos humanos”. La idea, más allá de las buenas intenciones que conlleva, generó un efecto revulsivo. César Luis Menotti, el técnico de aquel equipo campeón, afirmó en una entrevista que le realizó La Voz del Interior el 7 de mayo: “Yo sé dónde estaba parado, lo que hice y cuál ha sido mi participación en aquella época. Y no tengo que reconciliarme con nada, ni con nadie, así que no me interesa participar de ese tipo de cosas. No voy a ir. De ninguna manera voy a participar”.


Algunos de sus dirigidos, que asimilaron mejor el motivo de la convocatoria, estarán presentes. Ana María Careaga, la directora ejecutiva de Espacio para la Memoria, dijo que será “un evento que permitirá difundir lo que se intentó tapar con el fútbol en la Argentina de la dictadura militar: los campos de concentración como la ESMA, que funcionó a pocas cuadras del estadio de River, y las denuncias que se hacían en el exterior por violaciones a los derechos humanos”.


Este partido será un desafío si se toma en cuenta lo que sucedió en 1998, en el 20º aniversario del Mundial, cuando las Abuelas de Plaza de Mayo hacían una campaña para buscar a sus nietos. Como ahora, se les pidió que colaboraran a varios hombres del fútbol. El profesor Ricardo Pizarotti (fallecido el 10 de marzo de 2007) integraba el cuerpo técnico de aquella Selección del ’78 y cuestionó la palabra “lucha” en un comunicado que había redactado la agrupación que preside Estela Carlotto.


El 9 de julio de 2003 sucedería el segundo episodio de esta saga de desencuentros en un Monumental semivacío. Ante unas 6 mil personas (casi un 10% de la capacidad), otros organizadores (esa vez desde el ámbito privado) les rindieron homenaje a los campeones mundiales en el 25º aniversario del título. Se abría entonces un nuevo y áspero debate sobre la etapa más cruel de nuestra historia. Y resultaría un karma para los bienintencionados mediadores unir bajo una misma consigna a los protagonistas manipulados de aquel Mundial con los familiares de las víctimas.


No pudieron interceder Julio Ricardo Villa y Claudio Morresi, dos ex jugadores con inquietudes que exceden al mundo de la pelota. El primero, integrante de aquel plantel que dirigía Menotti, y su colega, un viejo colaborador de Abuelas cuyo hermano Jorge desapareció durante la dictadura y que en la actualidad es el secretario de Deporte de la Nación. La mezquindad de un par de campeones del mundo (Daniel Passarella y Américo Gallego) y la postura de Balón, la empresa organizadora del partido que no quiso “politizar” el evento, colocaron en una situación incómoda a los organismos de derechos humanos que pretendían difundir sus posturas sobre el Mundial ’78 durante aquel partido jugado hace cinco años. Un partido que se proponía recaudar fondos para los campeones mundiales que vivían de manera precaria, con urgencias económicas.


La historia parece repetirse ahora, en la antesala del 30º aniversario. Menotti, crítico, dice que no asistirá el 29 de junio. El Mundial ’78 es como un guijarro en sus zapatos. En 2003, y quizá por única vez, al entrenador se lo vio atribulado por la dimensión política que adquirió aquel título que ayudó a ganar: “Es probable que haya sido permeable a aceptar algunos diálogos con algunos tipos y que no lo debería haber hecho. Eso me jode mucho...”, admitió. En efecto, el hecho maldito del país futbolero es una presencia molesta que vuelve cada diez años. Pasó en 1988, durante 1998 y ahora ocurre de nuevo.


Videla saludando en el balcón de la Casa Rosada a una multitud es una fotografía que lastima. Hasta ciertos premios lastiman. Hubo uno que le entregaron al público local por su buena conducta. O condición de rebaño. O las dos cosas juntas. La Nación tituló la noticia sobre la distinción a los espectadores locales el 27 de junio del ’78, dos días después de la final contra Holanda, en su portada sábana: “El pueblo argentino recibió un galardón”. Así comenzaba el recuadro diagramado debajo de una imagen del dictador: “La Asociación Internacional contra la Violencia en los Juegos Deportivos, con sede en Mónaco y que preside el príncipe Rainiero, otorgó al pueblo argentino el trofeo con que premia la citada entidad la corrección, generosidad y respeto en los espectáculos deportivos”.


El último párrafo cerraba así: “Tal vez éste es un premio muy difícil de conquistar, pero al obtenerlo el pueblo argentino demostró al mundo que no es imposible mantener una conducta intachable. En un campeonato mundial es muy difícil mantener un control psíquico riguroso y para eso hay que tener el suficiente equilibro emocional. Los argentinos lo han demostrado y esa demostración valió, finalmente, para alcanzar el codiciado premio”.


¿Les hubiera sido posible a los hinchas actuar de otro modo durante los partidos del Mundial? ¿Lo que Rainiero definía como corrección y respeto no era tener domesticada la rebeldía y sumarse a un silencio cómplice? A juzgar por lo que sostenía Morresi, en una entrevista que le realizó la desaparecida revista El Periodista el 16 de agosto de 1985, las tribunas estaban rigurosamente vigiladas, como los trenes de la célebre película checa dirigida por Jiri Menzel: “Fui a ver el partido inaugural del campeonato del mundo del ’78, cuando en la cancha de River jugaron Alemania y Polonia. Me tuve que bancar el discurso de Videla. Me quedé de brazos cruzados puteando para adentro y advirtiendo que entre la gente había muchos canas adiestrados para aplaudir y que la gente se contagiara”.


Habría que analizar esta aparente contradicción. El público de un país donde el espectáculo deportivo se ha ganado con creces el rótulo de más violento y obsceno del mundo en su círculo multitudinario, recibía un premio por su buena conducta. Quizás el único de su historia. Una historia plagada con centenares de muertes que nos recuerdan a diario lo peligroso que resulta ir a un estadio de fútbol en la Argentina. Aunque durante la dictadura había cosas mucho más peligrosas que asistir a una cancha. El terror se imponía en todas partes. El fútbol era un circo custodiado por fieras mimetizadas en el follaje de las banderas y los papelitos que popularizó Clemente, el personaje de Caloi.


¿Y ayer que?


En junio de 1978 desaparecieron 63 personas en todo el país y Adolfo Pérez Esquivel, quien ganaría el Premio Nobel de la Paz dos años después, era liberado el viernes 23, dos días antes de la final. La inmensa mayoría de los medios se subordinaba a las directivas de la Junta, con escasas excepciones, como el Buenos Aires Herald que dirigía el británico Robert Cox. El 14 de abril había fallecido en Buenos Aires el único periodista deportivo que se oponía a la realización del Mundial desde que el torneo había sido otorgado a la Argentina: Dante Panzeri. Incluso desde mucho tiempo antes que los militares dieran el golpe del ’76.


La antítesis de Panzeri, el periodista Enrique Romero, que había redactado una carta apócrifa del futbolista holandés Ruud Krol a su hija, trabajaba en la revista El Gráfico. “Mamá me contó que los otros días lloraste mucho porque algunos amiguitos te dijeron cosas muy feas que pasaban en la Argentina. Pero no es así. Es una mentirita infantil de ellos. Papá está muy bien. Aquí todo es tranquilidad y belleza. Esta no es la Copa del Mundo sino la Copa de la Paz”, escribió el corresponsal en la provincia de Mendoza, donde se concentraba el seleccionado que saldría subcampeón mundial.


Héctor Vega Onesime, el director de El Gráfico –citado por Llonto en su libro–, recordó que “con el escándalo encima, incluyendo una protesta del embajador holandés en la Argentina y la amenaza del equipo de retirarse del Mundial, la cuestión se solucionó con una conferencia de prensa en la que Krol desmintió la carta”. Romero pidió disculpas, pero ya era tarde. Sería un eslabón menor en la cadena informativa de obsecuentes del régimen y el autor de un texto que el gran jugador holandés calificó como “indigno, artero y cobarde”.


El Gráfico y José María Muñoz, el relator de América, sí se transformarían dentro del periodismo deportivo en los iconos de aquello que, ya en democracia, la revista Humor denominaría “La prensa canalla”. Las publicaciones de editorial Atlántida (El Gráfico y otras del mismo sello como Gente, Somos o Para Ti) se convirtieron en las house organ de la dictadura con ciertos periodistas que superaban como apologistas a los voceros de uniforme más consustanciados con el régimen.


Renée Salas, de Gente, se anotaba primera en la lista. “Recorría las redacciones de Paris Match, L’Express, Le Point, Le Monde y Le Figaro ‘para conocer las razones que los llevan a publicar notas contra la Argentina y qué argumentos tienen. En toda Europa hay una moda antiargentina. Es la moda de los intelectuales de izquierda. Es mucho más nota un jefe montonero que yo, y eso no lo dudes’, diría una vez terminado el campeonato” (El terror y la gloria, Abel Gilbert y Miguel Vitagliano, Editorial Norma).


Dos meses después de finalizado el Mundial, en la Revista Argentina ante el Mundo (septiembre-octubre del ’78), los periodistas deportivos Mauro Viale y Marcelo Araujo escribieron: “Fue el milagro argentino. Nadie discute que el país ganó el Campeonato Mundial de Fútbol de 1978 antes de que se diera el puntapié inicial. Su organización, lograda contra los presagios, sorprendió al mundo. (...) Los periodistas argentinos que tuvimos que convivir con nuestros colegas extranjeros durante esos días pudimos comprobar cómo en los más honestos de ellos –afortunadamente la mayoría– se disolvían los prejuicios que traían de sus países merced a la insidiosa propaganda motorizada por las organizaciones subversivas y los ingenuos de siempre. (...) Es cierto que los argentinos todos vivieron por primera vez en décadas la oportunidad de salir a la calle bajo una sola bandera. Después de cuatro o cinco años de sufrir una guerra sucia, la guerra desatada por la subversión, surgió la ocasión de expresar entusiasmo” (extraído de Decíamos ayer, de Eduardo Blaustein y Martín Zubieta).


La cronología de esos días es como un calidoscopio donde el fútbol y los actos de gobierno se confunden como los gritos de gol en el estadio Monumental con los gritos de dolor arrancados por la tortura en las mazmorras de la ESMA.


El 1º de junio comienza el Mundial con el aburrido empate en cero entre Alemania y Polonia. El 7, en base a un informe del Fondo Monetario Internacional que cita el diario La Prensa, se atribuye a la Argentina la tasa de inflación más alta del mundo, con el 172,9 por ciento anual. El 15 de junio, La Nación reproduce una breve declaración del general Videla sobre el partido que Argentina le gana 2 a 0 a Polonia: “Es una gran victoria para el deporte y para el país”. El 24, un día antes de la final del Mundial, el canciller Oscar Montes (un hombre de la Marina) sostiene en la séptima Asamblea General de la OEA que “en la Argentina no existen violaciones a los derechos humanos”. El 25, la Selección Nacional derrota a Holanda por 3 a 1 con dos goles de Mario Kempes y uno de Daniel Bertoni, tras los 90 minutos reglamentarios y el tiempo suplementario. Y el 5 de julio, Videla agasaja con un almuerzo al plantel conducido por Menotti en la residencia presidencial de Olivos.


El día siguiente a la obtención de la Copa, el diario La Razón reprodujo declaraciones de José Alfredo Martínez de Hoz, el ministro de Economía de la dictadura: “Debemos seguir jugando el gran partido del proceso nacional, en el cual el triunfo final va a depender no sólo del gobierno sino del esfuerzo y participación de cada uno de los argentinos. Juntos lograremos la victoria”.


El proceso era el Proceso de Reorganización Nacional, el pomposo título con que la dictadura definía su propio destino manifiesto. Mientras los buenos augurios políticos quedaban en manos del funcionario civil más representativo del régimen militar, las conjeturas sobre el valor simbólico que se le atribuía al torneo corrían por cuenta de la prensa deportiva. La realización del Mundial era para ese sector una conquista suprema y ayudaba a mitigar los males de todos, según la visión de Juan de Biase, el responsable de la sección Deportes de Clarín: “Es probable que, en lo individual y en lo colectivo, nos haga olvidar durante un mes de la problemática personal y nacional. Aceptémoslo. Es cierto”, escribió el 1º de junio.


Algunas conclusiones


Un buen tónico para la memoria pueden resultar las conclusiones sobre el Mundial ’78 de instituciones y personajes influyentes en la vida nacional que, treinta años después aún conservan intacto su poder. La Sociedad Rural y un empresario como Carlos Pedro Blaquier son apenas un par de ejemplos.


En los Anales de la organización agropecuaria de 1978, Celedonio Pereda, su presidente, dejó sentada su posición: “En estos días se ha evidenciado otro éxito fundamental del gobierno y es que se ha logrado en poco más de dos años, a pesar de las dificultades que todos hemos debido soportar, una extraordinaria unidad y reafirmación del espíritu nacional. (...) Esperemos que los periodistas de todas partes del mundo que nos visitan, fieles a su lema de informar con objetividad, transmitan con veracidad lo que han visto. Así se acabará con la difamación que aquellos argentinos descastados hacen correr en los medios informativos de Occidente, utilizando para ello el producto de sus asaltos y secuestros”.


Blaquier, el dueño del conocido Ingenio Ledesma ubicado en la ciudad jujeña de Libertador General San Martín, iría más lejos que su colega Pereda. Propietario de una empresa que colaboró con la desaparición de sus trabajadores durante la recordada “Noche del apagón” (el 27 de julio de 1976), solía cartearse con Martínez de Hoz, preocupado por la imagen que los medios extranjeros divulgaban sobre el país. En uno de esos intercambios epistolares con el ministro, le confió cómo había gestionado publicidad encubierta favorable a la dictadura en la revista Time: “Con la misma franqueza con que ellos me habían propuesto el negocio, yo les decía que Ledesma no estaba dispuesta a hacer publicidad en una revista que ha venido deformando la realidad argentina a un punto tal que cabe preguntarse si es sólo atribuible a un error o si es que hay algo más detrás de ello. Que desde ya, los aproximadamente 10 mil dólares que tendría que aportar Ledesma estaban a disposición dado el interés invocado por el Ministerio de Economía, por quien siento una profunda admiración por todo lo que está haciendo para la recuperación de la Argentina en medio de enormes dificultades. Que una salida podría ser que Ledesma entregase su aporte a otra empresa que quisiese aparecer en Time, y que sumados ambos aportes esta empresa pudiese hacer un aviso de doble tamaño”.


La campaña antiargentina que se atribuía a los exiliados tenía su contrapartida en réplicas como las que financiaba Blaquier. Andanadas que también eran acompañadas por personajes como Henry Kissinger, un amante del fútbol recibido con todos los honores por la junta militar. “Esto, y no sólo por la conquista deportiva, es una prueba irrefutable de lo que son capaces de hacer los argentinos”, elogiaba tras la final del torneo.


Los militares tenían su propia tropa. Nunca más justa sería esa expresión coloquial. Y también, además del ex secretario de Estado norteamericano, otros mandatarios acompañaban su gesta del ’78, como el dictador de Bolivia, Hugo Banzer, quien asistió a la final. Augusto Pinochet no viajó a Buenos Aires el 25 de junio porque, tres días antes, el gobierno de Jimmy Carter había retirado a su embajador en Santiago en protesta por la falta de colaboración en la investigación del asesinato del canciller chileno Osvaldo Letelier, ocurrido en Washington.

La fotografía no sería posible. Videla, Banzer y Pinochet en el Monumental, con Kissinger como titiritero, hubieran formado la postal más refinada de la opresión.


“La dictadura procuró que el Mundial contribuyera al afianzamiento de su propia causa. Difícil es precisar con certeza la magnitud de esa contribución. Incuestionable es, en cambio, la intención con que se encaró el acontecimiento”, señalan Ariel Scher y Héctor Palomino en su libro Fútbol, pasión de multitudes y de elites, editado en 1988.


El contraalmirante Carlos Alberto Lacoste, el hombre clave del torneo, definió al evento desde la trinchera victoriosa de los organizadores: “El fútbol ha sido un conducto para que todo esto vuelva a empezar la grandeza argentina”. Treinta años después, lo que perdura es un molesto recuerdo, un campeonato mundial que nos moviliza lo peor de nuestra historia. El Mundial ’78 no puede zafarse de ella, mal que les pese a quienes lo jugaron o festejaron por las calles. Este periodista, aclara, gritó los goles de la Selección. Tenía 20 años y todavía no había empezado a trabajar en una redacción.


© Escrito por Gustavo Veiga y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el Domingo, 1º de junio de 2008