Verás que todo es mentira...
A pesar del riesgo a ser considerado
“clarinete”, “defensor del monopolio” e integrante de la “cadena del desánimo”,
por lectores simpatizantes K, quiero dejar en claro lo único que me preocupa:
¿Quién se va a hacer cargo de los costos que va a generar la demanda que la
dueña del diario Clarín y sus hijos, le van a iniciar al gobierno? ¿Todos
nosotros? ¿Por qué?.
Creo que es hora de que el pueblo tome en cuenta que no
podemos pagar la fiesta de la mentira y las guerras personales de nuestros
gobernantes. A partir del fallo de la justicia y las pruebas incontrastables de
que los hijos de Herrera de Noble, no pertenecen a desaparecidos, se viene un
gran juicio cuyas costas, como ciudadano argentino, no quiero enfrentar. Que
paguen los ofensores con sus propios bienes, sus acusaciones infundadas, sus
delitos de injurias y falsedades. No debemos permitir que nos carguen las
costas de sus impericias y sus desatinos.
Hace 8 años que el
kirchnerismo viene agitando el pañuelo blanco y cargando contra la familia
Herrera de Noble, solo porque está enfrentado con el Grupo Clarín, a partir de
negocios que no pudieron compartir (no es que no lo hayan intentado). Bien,
durante este tiempo hemos asistido a todo tipo de barbaridades, disparadas
contra la dueña del multimedios y su familia, hecho que no debe entenderse como
una defensa, sino como una razón objetiva, en vista a los resultados obtenidos.
A los hijos,
supuestamente, era a quienes decían “proteger” y sobre ese argumento, tanto la
presidenta y sus acólitos, como Bonafini y Carlotto, usaron todos los medios
oficiales, para-estatales, opositores y no opositores, para enlodar una causa
que era falsa, armada y falaz. Las dos pruebas de ADN indicaron
irrebatiblemente que los hijos de Herrera de Noble no pertenecen a las familias
que los reclamaban, ni son compatibles con ninguna de las muestras que existen
en el banco de muestras de desaparecidos en la época de la dictadura.
Es incalculable la
cantidad de estupideces que hablaron desde la presidenta (y el difunto ex
presidente) para abajo. Es incalculable las aberraciones que se hicieron y
dijeron desde el poder, arrastrando por el piso a los dos jóvenes que
pretendían vivir en paz y cometieron el pecado de haber sido acogidos en una
familia enemiga de los Kirchner.
Los tapes que se han
reproducido en estas últimas horas con declaraciones de la propia presidenta,
de Néstor Kirchner, de Aníbal Fernández, Víctor Hugo Morales, Bonafini,
Timermann, D`Elìa, los “panelistas” de 6,7,8 con el impresentable de Barone a
la cabeza. Programas como TVR o Duro de Domar, que le han dedicado horas de edición
y armado de guiones inculpando a la dueña de Clarín de cuanto delito estuviera
a mano; en fin, un ejército K al servicio de una mentira sostenida en el tiempo
(doblemente mentira), comienza ahora a callarse la boca o a decir pavadas,
tratando de exculparse, perdiendo la poca dignidad que les queda.
Y una de las más
perjudicadas en esta insensible ofensiva política contra Clarín, ha sido la
hasta hace mucho respetada Estela de Carlotto, una mujer que sumó a la dignidad
de su reclamo, la centralidad, el pensamiento reflexivo, una mujer que
concitaba la atención de todos por su mesura y su humildad para vivir, allí por
el año 2004. La Sra de Carlotto, supo subirse al carro de triunfo, tirados por
los caballos volátiles del kirchnerismo y asociarse a la mentira de una pareja
enferma de poder y cegada por la revancha y la venganza, que nos les permitió
(como en otras tantas ocasiones) ver que se estaban equivocando. Y Carlotto,
respetable y con honores genuinos, ganados en el campo del sufrimiento, entregó
todo su prestigio para sostener un relato falaz y construido sobre la base de
la especulación, la mentira, el odio por negocios inconclusos y la ignorancia.
En las últimas horas, me
dio lástima ver a la Sra de Carlotto, desencajada, con la cara visiblemente
consternada, tratar de decir que no dijo lo que dijo, pretender cambiar los
tiempos verbales de sus múltiples discursos donde acusó directa y formalmente a
la señora Noble de criminal, apropiadora de hijos de desaparecidos, diciendo,
ahora, que ella en realidad expresó que “podría ser” pero que nunca dijo “que
fue”, cuando basta ver los tapes para saber que está mintiendo y ahora por
segunda vez.
El Kirchnerismo destruye
todo lo que toca, es casi una verdad de Perogrullo. Corrompió a sectores
inmaculados de los Derechos Humanos, los arrastró por el fango de la corrupción
y los usó como ariete de los negocios sucios de funcionarios alienados por el
dinero fácil. Y la espada más solvente que tenían las “Abuelas”, luego del
descrédito en la que el poder K sumió a la otrora referente de la lucha de los
pañuelos blancos, Hebe de Bonafini, era Estela de Carlotto, respetada y
admirada. También la destruyó.
Ahora viene la
contrapartida. Seguramente la familia Noble actuará en consecuencia y como
corresponde, por los daños y perjuicios ocasionados por estos personajes en 8
años de embestida brutal y sin códigos y por la guerra que supo hilvanar el
kirchnerismo contra el multimedios; entonces la pregunta que me hago es ¿Quién
va a pagar la fiesta de la mentira? ¿El Estado nacional? O sea, ¿Todos
nosotros?. Es hora de que los juicios a futuro que se desprendan de esta
verdadera farsa kirchnerista, vayan contra los bolsillos de quienes dilapidaron
la verdad en cientos de programas de televisión, usando dineros públicos para
engendrar la ignominia.
Que pague la presidenta
Cristina Fernández, de su propia fortuna, que embarguen salarios y bienes de
quienes hablaron hasta por los codos, denigrando, insultando, acusando sin
fundamentos, en el marco de la impunidad que les brindó el propio gobierno.
Ojalá, las acciones judiciales se encaminen a sacarle a cada uno de ellos, las
ganancias obtenidas por prestarse a la infamia de usar un elemento tan sensible
a la sociedad argentina, para corromper la verdad en aras de vaya a saber qué
intereses ocultos.
Esperemos que la justicia
vaya contra estos verdaderos voceros de la mentira; estos operadores del
oficialismo y los haga económicamente responsables y solidarios, de todas las
barbaridades que dijeron y la destrucción de las familias que produjeron en
estos años. No sería justo que el pueblo argentino termine pagando la fiesta de
cuatro mentirosos que nos quieren hacer creer que luchan por el derecho de los
demás cuando en realidad promueven solo sus derechos particulares y políticos,
entre los cuales está el de enriquecerse, mentir, ensuciar a cualquiera,
amenazar, amedrentar y destruir familias enteras. Es fácil hacer politiquería
barata con la plata pública, lo difícil es hacerse cargo de los costos que
demandan nuestras palabras y enfrentarlas con el patrimonio de cada uno. Si así
lo decidiera algún día un justo juez, tantos charlatanes se callarían la boca,
entes de emitir un juicio y atacar a los ciudadanos comunes, solo por intereses
mezquinos o porque no piensan como ellos.
Sabido es que Herrera de
Noble no es una ciudadana común; pues su posición dominante en el mercado de
los medios la hace poderosa y con espaldas suficientes para soportar éstas y
otras embestidas, sin embargo, las atrocidades que se dijeron de su familia y
lo que le hicieron a sus hijos, no merece ser mensurado por la distinción
social, ni tiene estatus: lo abarca, simplemente, una visión humana. Porque
esta misma tarea brutal y descalificadora (con distintas facetas y otras
metodologías), el gobierno la aplica con todos y cada uno de sus “enemigos” y
la mayoría no tiene ni la décima parte del poder que posee la dueña de Clarín,
para enfrentar tanta bajeza disparadas desde un poder impune y omnipresente.
Yo no quiero pagar los
costos de la irracionalidad. Que el 54% del padrón electoral la haya votado a
la presidenta para administrar el país, no es suficiente carta de presentación
para que involucre a la ciudadanía en una aventura inconsulta y nos haga cargo
de los gastos que generan sus caprichos, cuando las cosas le salen mal,
mientras preparaba los discursos para saborear la victoria política y personal,
si acaso las pruebas y contrapruebas le resultaban favorables.
Por lo tanto, es de
esperar que ese costo recaiga en los responsables de los varios delitos que
pueden ser tipificados en todo este tiempo y en los que han incurridos. El
Estado nacional, como tal, no tiene nada que ver con la guerra sórdida del
gobierno y sus socios.
© Escrito por Rubén Lasagno y publicado por Agencia
OPI de la Ciudad de Río Gallegos, Santa Cruz, el martes 16 de Octubre de 2012.