“Néstor”, un documental indocumentado…
Una historia se desmorona cuando no puede contarse. El
relato no se puede relatar: eso muestra Néstor, the movie , el trabajo de Paula
de Luque sobre Néstor Kirchner, una extensa sucesión de hechos donde la Biblia,
el calefón, Almendra, Fidel, el Cordobazo, los hippies, Chávez y Maradona se
mezclan en un cóctel confuso que finaliza con varias decenas de militantes
mirando el cielo, como en el final de ET o en la Resurrección de Cristo, da
igual.
En su serie “La Traición de las imágenes” (1928-1929), René
Magritte pinta debajo de una pipa “Esto no es una pipa”. Era, claro, la imagen
de una pipa.
“Néstor” no es una película.
“Es un aviso largo, ideal para ser difundido en Fútbol para
Todos”, sintetizó Osvaldo Bazán en los micrófonos de Radio Mitre.
Pero el aviso, de cumplir su esencia, duraría más que el
partido mismo.
El relato no puede relatarse porque no hay mucho que
relatar. Tal vez por eso “Néstor” sea un collage deliberadamente confuso
montado con discursos y muy pocos testimonios . Comienza con la frase de Martin
Luther King pasada por lavandina, “Vengo a proponerles un sueño”, y se compone
de una especie de kermese de referencias vinculadas sólo por la edición por
corte y la buena voluntad -la voluntad militante- de quien se siente en la
butaca: 2001, Cámpora, Fidel, Almendra, Vox Dei, el Cordobazo, Vietnam, la
asunción de Néstor, el signo de la paz en una bandera, un cartel buscando a los
asesinos de Aramburu, Spinetta, Florencia K entrando a Casa de Gobierno, el
hombre en la Luna, Kosteki-Santillán, niños jugando en cámara lenta, cielo del
sur, ruta, ruta, ruta, ruta y Néstor que baja del cielo. El trabajo de la
directora De Luque y el guión (?) de Carlos Polimeni evitan nombrar a quienes
hablan a la cámara: es difícil saber si es una opción estética o se le cayeron
los zócalos. Si Néstor se proyecta en cualquier otro país o su público es menor
de treinta años, la mitad del trabajo resulta incomprensible: ¿quién habla?
¿por qué lo dice? ¿dónde está? ¿en qué año fue? ¿antes o después? ¿antes o
después de qué? Si la omisión de referencias se entiende como una opción
estética, es probable que De Luque haya intentado que todas las voces sean
anónimas porque son parte de una sola, “la voz del pueblo” , que habla sobre
Néstor. Hicimos eso hace treinta años en Radio Belgrano, cuando convocamos a los
oyentes a que, por teléfono, contaran sus recuerdos de Eva Perón. La edición de
aquel material en el que todos los que hablaban eran anónimos pero a la vez
protagonistas, intentó ser eso: la historia contada por autor anónimo. Pero no
se presentaba como un documental.
Los “anónimos” de De Luque no son tales: dicen lo que dicen
pero importa quiénes son y por qué lo dicen, y Néstor no lo muestra. Son sólo
voces que se pierden en el contexto como si fueran verdades reveladas cuando
son solamente opiniones . Como el río en Apocalipsis Now (basado en el río de
El corazón de las tinieblas , de Joseph Conrad), el trabajo de De Luque y
Polimeni está cruzado por eternas imágenes de un travelling delante de ruta,
ruta y ruta que jamás termina ni llega a ningún lugar (¿la ruta es el tiempo,
el camino o un aviso del Automóvil Club? Es imposible saberlo).
Es difícil construir un mito cuando quienes lo relatan no
ayudan: “Nació en el año de San Martín”, dice la mamá de Néstor, como si
aquello hubiera marcado su destino, aunque nacer aquel año le debe haber
sucedido a unos cuantos cientos de miles de argentinos. “Era travieso”, dice
una señora que parece la mamá de Cristina. “Yo era rebelde, quería usar tacos
altos a los quince”, dice Alicia Kirchner.
“Anotaba los días que estuvo detenido por la dictadura”,
dice una voz. Curioso: sólo fueron dos días , según su compañero de celda, Rafa
Flores. Se ve que mucho no anotó.
La producción del “Topo” Devoto y del “Chino” Navarro costó,
aseguran, seis millones y medio de pesos: es difícil imaginar en qué se
gastaron para un trabajo basado en un noventa por ciento en archivo y en diez o
doce jornadas de cámara para lograr la misma cantidad de testimonios. Casi tan
difícil como explicar la presencia de José Luis Gioja, eterno gobernador de San
Juan, el único político que aparece en medio de una larga lista de quienes, se
adivina, son familiares de El.
El relato del relato relata, en paralelo, la historia de
algunos “anónimos” que fueron tocados por la varita mágica de Néstor : el chico
al que le compró un violín y llora, la chica que dejó de vender flores en la
calle, el tipo que iba a irse del país, etc. Son protagonistas de lo que luego
se convirtió en la oficina de Documentación de la Presidencia, que el propio
Néstor armó con Devoto. T odos, hoy, cuentan cómo cambió su vida después de
Néstor: todos son funcionarios del Estado . Nadie más generoso que El con el
dinero ajeno. El dinero, claro, no está presente, ya que éste intenta ser un
relato épico, pero se lo adivina viendo las imágenes documentales de Néstor y
Cristina en súper ocho en la casita de City Bell: fue muy corto el camino que
llevó al matrimonio de la casita de material al avión privado.
Hay en “Néstor, the movie” efectos especiales: Máximo habla
. Al verlo, uno se explica por qué no lo hizo antes, ya que el don de la
palabra no le ha sido dado: treinta y cuatro años, ocupación desconocida,
sonrisa franca y bigote incipiente, Máximo se maneja con monosílabos.
La hipótesis (?) del final es extraña: Néstor murió de
tristeza por el asesinato de Mariano Ferreyra (el Gobierno debería llevar al
cine al ministro de Trabajo Carlos Tomada, íntimo amigo de Pedraza). Para esa
secuencia, la directora eligió la “metáfora” del sonido de un tren, que
recuerda vagamente a Sueños , la película de Akira Kurosawa en la que un tren
“suena” en la cabeza de Van Gogh. Pero así son las cosas: de ruta, ruta, ruta
se pasa a vía, vía, vía, lágrimas, multitud, velorio y protagonistas de
“Néstor” mirando al cielo (¿Esperarán que baje?).
Títulos, final. Ojalá cuando tenga que filmar Cristina,
Paula de Luque, de tanto practicar, ya haya aprendido a hacer documentales.
© Escrito por Jorge
Lanata y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
el viernes 23 de Noviembre de 2012.