Argentina
y Chile a bordo de una “FioriMotorHome” (Fiat Fiorino 1.4)…
Charly Centineo, el protagonista de esta aventura, nos cuenta cómo transformar un utilitario en una casa rodante para iniciar un viaje de 5000 kms. por la Patagonia y Chile.
© Publicado el
jueves 21/11/2019 por la Revista Aire Libre de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, República de los Argentinos.
A mis 52
años, mi pasión es la misma que de niño: viajar. Como sea, como se pueda, sin
esperar a la situación ideal, el equipo perfecto o el vehículo superdotado.
Así, a mis
15 descubrí que podía viajar en bicicleta y comencé a visitar los pueblos
cercanos a mi Tandil. Sólo, o con algún compa de la secundaria, conocí
Ayacucho, Juárez, Rauca, Encoche, Mar del Plata. Escapadas que fueron el
disparador para darme cuenta que podía llegar a cualquier lugar, que lo más
importante no es el medio sino el tiempo que uno dispone para llegar y conocer
el sitio más remoto de la tierra.
Después de
haber viajado mucho en bici (he cruzado la cordillera varias veces y visitado
nuestros países vecinos), a los 20 me compré mi primera moto (hasta hoy sigo
teniendo moto) y mi horizonte se movió, mis límites se cayeron y sentí que
podía llegar a donde quisiera. Así viajé mucho, generalmente solo porque no es
fácil encontrar otro loco que tenga el tiempo, las ganas y la moto para poder
compartir. Han sido muchos viajes donde fui aprendiendo a viajar con lo
esencial, a no cargar de gusto con los “por si acaso...” que te llenan la
mochila de peso que remontar. Anduve a dedo, auto, tren… viajar, como sea.
Hace unos
seis años, hice mi primer Camino de Santiago, saliendo
a pie desde Saint Jean Pie de Port (Francia) para llegar a Santiago de
Compostela y de allí a Finisterre y Musía, recorriendo 1000km para atravesar
España de oeste a este con una pequeña mochila de 20 litros donde llevé todo mi
equipaje.
En síntesis,
una introducción para que los lectores puedan entender por qué hoy puedo viajar
absolutamente cómodo habiendo transformado una Fiat Fiorino en un mini
motorhome.
La
Fiat “FioriMotorHome”
Cuando descubrí que el utilitario de
Fiat tenía las mayores dimensiones entre estos vehículos, comencé a soñar con
transformarla en mi “casita rodante”. A esta altura de la vida me gusta viajar
más cómodo y seguro, así que compré una 0km y con un amigo de la secundaria,
con quien en aquella época viajábamos en bici, empezamos a dibujar el interior
de la Fiori.
Lo primero que volamos fue la chapa
que separa la cabina del espacio de carga, logrando mayor amplitud y la
posibilidad de pasar hacia atrás sin bajarte del vehículo. Se instaló sobre el
techo un portaequipaje y se tapizó toda la caja con tapizmel y una buena
aislación térmica con lana de vidrio, que resulta de gran ayuda para el frío,
el calor y también los ruidos.
Sobre el piso, al que le reemplazamos
la alfombra de goma por estos nuevos pisos vinílicos con aspecto de pisos
flotantes de madera, colocamos dos cajones longitudinales de melamina blanca
con compartimentos donde guardar por un lado alimentos, en otro ropa,
utensilios, herramientas, etc, etc. Va una heladera, parrilla, disco,
calentador, etc, etc.
Los cajones, se pueden configurar
para que queden a modo de dos sillones o bien, levantando las tapas laterales
formar la cama de dos plazas de 1,5 x 1,65. Los almohadones que van sobre los
cajones, más los respaldos forman el colchón de goma espuma de alta densidad y
7cm de espesor. Diseñadas a medida van sábanas ajustables para que no se muevan
y un plumón para utilizar en caso de una noche fresca.
La Fiorino tiene sobre la cabina un
buche que quedó cerrado con tapa y accesible desde atrás donde llevo una
notebook que sirve no sólo para trabajar en viaje, sino también para mirar
películas en caso de mal tiempo.
Entre la cabina y la parte trasera, y también sobre el
portón de atrás, colocamos cortinas de blackout para que no dejen pasar la luz.
La iluminación interna se resolvió simplemente con un par de spot led con mando
a control remoto, y el control, para no extraviarlo, va pegado con abrojo sobre
cualquier lateral de tapizmel. Decidimos no modificar la instalación original
del vehículo, ya que está en garantía y no es necesario alterar nada. Un
inverter que se conecta a una batería externa convierte de 12 a 220 en caso de
ser necesario (hasta ahora no se usó)
Imaginen entonces, después de mi
introducción sobre mi forma de viajar, tener este aparato para recorrer América
es genial.
Viaje
inaugural Chile 5000 kms.
Este es un viaje que, más allá del
paisaje, tiene un significado especial para mí. Marca una nueva etapa. He
viajado en bici, moto, a dedo, tren y en el histórico Fiat Uno que fue mi
primer auto y me llevó por rincones increíbles de Argentina y América. Ya hace
mucho que no armo viajes rígidos, prefiero tener un rumbo a seguir, pero lo más
libre posible de fechas para dejar lugar a las sorpresas.
Así fue como un mes de marzo salimos con Chechu, mi novia,
con quien ya hemos viajado en moto por Europa, para volver sobre las huellas de
uno de mis primeros viajes en moto por la Carretera Austral de Chile y parte de
la RN40. La primera parada fue cerca de Tandil en Pigüé y luego en General
Roca, pasa almorzar con amigos. Y acá hago un alto para llamar a la reflexión a
los viajeros apurados, que viajan de un tirón a San Martín de los Andes o a
Bariloche. Vale la pena frenar en el Valle del Río Negro y no pasar apurado por
la RN22. Desde Choele Choele hasta Cipoletti y por qué no Plottier o Arroyito,
justifican una pausa.
Villa Pehuenia fue
nuestro siguiente hito en el camino y de ahí por el paso Icalma nos movimos
hasta Villarrica y el hermoso Pucón que no para de crecer y transformarse día a
día.
En el cruce fronterizo un carabinero
nos recomendó Puerto Saavedra, para comer buenos mariscos. Allí fuimos,
siguiendo ese consejo para ver nuestra primera puesta de sol del viaje sobre el
Pacífico. En la zona del puerto se encuentran una serie de pequeños
restaurantes donde se ofrecen pescados, ceviches, mariscos recién pescados y a
buen precio. Valdivia es paso obligado y la zona del Fuerte Niebla, punto
estratégico de protección del puerto en épocas remotas ha crecido para ser un
espacio del turismo con muy buena gastronomía.
Frutillar y Puerto Varas son
imperdibles, así como dar toda la vuelta al lago Llanquihue y esperar que las
nubes te dejen ver la punta del Volcán Osorno cubierta de nieve. También hay
que visitar los Saltos de Petrohue y el lago de Todos los Santos a donde llega
el catamarán que hace el cruce de frontera desde Bariloche.
Muy cerca de ahí Puerto Montt grande y mucho más ordenada
que en mi visita anterior es la puerta para llegar a su puerto Angelmó para
comer un buen salmón y comprar, para traer, salmón ahumado envasado al vacío
(lo trajimos15 días sin frío y llegó bien).
En lugar de cruzar a Chiloé, como lo
había hecho en moto, seguimos la ruta 7 previo comprar el Angelmó el ticket
para el ferry de Hornopiren. El viaje siguió por el paso Futaleufú para volver
a Argentina conectando la RN40.
En Esquel pasé a visitar a un amigo,
compa de secundaria. José Ignacio Tellechea, “el Mono” fue rebautizado “Pepe”,
hoy es médico obstetra en esta ciudad que me sorprendió muy gratamente por su
crecimiento y calidad de vida de los habitantes. Acampamos varias noches en los
campings agrestes del PN Los Alerces con buena provisión de cordero y vino,
donde disfrutamos los lagos durante el día y noches memorables de charlas con
cielos colmados de estrellas.
Luego, un alto en PN Lago Puelo para
visitar a un tandilense amante de la naturaleza, orgulloso guarda parque
nacional. Nicolás Ferrari y su familia nos recibieron en su casa. Disfrutamos
mucho escucharlo hablar con pasión de su estadía en Antártida, su viaje en
motorhome por América y su vida en familia cuidando como guarda parque un
hermoso rincón de Argentina como es el PN Calilegua.
Un último dato. El regreso, luego del paso por Bariloche
fue por la RN23 en lugar de cruzar el valle del Río Negro por la tan transitada
RN22. Casi completamente asfaltada, vale la pena hacer unos km de más y conocer
otros rincones de la Patagonia para llegar al Atlántico en Las Grutas y de allí
a Viedma y Carmen de Patagones que también son dignas de visitar.
Encuentros
o reencuentros
La idea de este viaje fue la de
seguir la huella que dejé hace 25 años en mi primer “gran” viaje de exploración
en moto, donde el objetivo era encontrar “mi lugar en el mundo”. En aquel
entonces recorrer la Carretera Austral y la RN40 era todo un desafío por las
dificultades que presentaban las rutas, grandes distancias y complicaciones de
abastecimiento. A esto se sumaba que viajaba en moto, con carpa y muy poco
dinero. Hermosa experiencia, con mucho aprendizaje que no relataré en este
texto.
Ahora, con más años, me pude regalar
una vuelta por los mismos paisajes. Las rutas evolucionaron, todo es más fácil.
Viajar en una Fiorino “equipada” donde hay hasta cama con sábanas, me dieron la
posibilidad de “aterrizar” en cualquier lado y así dormir junto a los océanos,
un lago, un río de los Parques Nacionales o una estación de servicio.
En este viaje, a diferencia del
aquel, a los mágicos paisajes le sumé ENCUENTROS con personas que ya conocía y
que fui cruzando en distintos puntos del itinerario, especialmente en la ruta 7
chilena.
Llegando a Chaiten, población que fue afectada por la
erupción del volcán y evacuada totalmente en 2008, apareció en mi memoria un
nombre, un lugar, un momento. Con la moto acampé en una playita sobre el
Pacífico llamada Santa Bárbara donde le pedí permiso para pasar la noche allí a
un señor con el que me tomé una fotografía (con cámara de rollo por supuesto).
Recordé que el señor se había abrochado su camisa hasta el último botón para
posar en ese retrato y que prometí y cumplí en enviarle la imagen impresa.
Nunca volví a pasar por este lugar ni tuve respuesta respecto a la recepción de
la foto.
Llegando a Chaitén veo el cartel de
Santa Bárbara y decido entrar a ver el lugar donde armé mi carpa tanto tiempo
atrás. Junto a una casita, que no estaba en aquel momento, vi a un señor mayor
que estaba barriendo. Me acerco y le pregunto respetuosamente: ¿“Ud. conoce o
conoció a José Esterlín Mansilla”? y me responde rotundamente que NO.
Yo no sabía qué suerte había corrido
este señor por los años transcurridos y también porque con la erupción del
volcán en 2008 toda la población se trasladó y solo regresó años después la
mitad. Mi charla comenzó a intentar explicarle al señor el motivo de mi parada
en ese lugar y los recuerdos que me llevaron a detenerme. Después de escucharme
el señor confesó ser él Don José Esterlín Mansilla y me invitó a pasar a su
casa a “compartir unos amargos”.
Charla va, charla viene… aparece un
muchacho de unos 35 años y se suma a la conversación. Patricio Mansilla, hijo
de Don José, recordaba mi paso y comienza a buscar el álbum familiar de fotos.
Entró a dar vueltas la casa para buscar los recuerdos que viajaron desde
Chaitén a Puerto Montt al momento de evacuarse y luego regresó a Chaitén como
registro de la historia familiar.
¡¡¡Y lo encontró!!! Apareció con una carpetita con unas 40
fotos en total con bautismos, nacimientos de nietos y eventos de familia. Y ahí
estaba yo, abrazando a Don José Esterlín con su camisa abrochada hasta el
último botón.
A Patricio los recuerdos le quedaron muy grabados porque
apenas tenía unos 10 años cuando pasó este argentino loco en moto, un 31 de
diciembre y armó carpa en esta playita del Pacífico.
Hay fotos del encuentro año 1996 y 2019.