La vida es un tablero de ajedrez en donde los cuadros blancos son los días y los cuadros negros son las noches... Nosotros, somos las piezas que vamos de aquí para allá para caer al final en el cuadro de la nada... De Alguna Manera... Una Alternativa…
Explorar nuevos
horizontes y conocer los imponentes paisajes que ofrece el mundo es un sueño
que puede ser común a cualquier alma aventurera. Mariano Albornoz (31),cartero y vecino de Vicente López,
lo pudo hacer realidad: con su moto, “La Prima” –en honor a su perro–, recorrió
más de 40 países de tres continentes diferentes en poco menos de tres años.
El club de
sus amores, Platense, fue el escenario que lo vio partir, en agosto de 2013: “Viajar
es una adicciónque
no tiene remedio. Y las motos son mi otra pasión, por lo tanto si unís las dos,
se forma un cóctel explosivo”, explica.
Y reconoce
al elemento fundamental para hacer posible su sueño: “Mi fiel e inseparable
compañera de hierro, la que no me defraudó en todo el tiempo que duró esta
travesía, fue mi Yamaha XTZ 125cc, la cualno supera los 80 kilómetros por hora.
Se la bancó estupendamente, aunque obviamente más de una vez le tuve que tener
paciencia”, cuenta entre risas.
La lista de países que vieron pasar a Mariano y su moto
es extensa: son 42, en un total de 115.000 kilómetros de recorrido. Desde
algunos de los más turísticos como Alemania, Holanda, Francia o Japón, hasta
otros que al escuchar su nombre cuesta dilucidar en qué continente se
encuentran, como Moldova y Uzbekistán.
“Rusia fue uno de los países más interesantes por
descubrir, no sólo por ser el más grande del mundo, sino por su gente, tan
particular. Nunca me voy a olvidar cuando Oleg, presidente de un motoclub que
me recibió en Rusia, me mostró un mapa gigante explicándome las distancias y
caminos que llevaban de San Petersburgo o Moscú al interior del ex país
comunista. Y otra enseñanza que me dejó es que nunca hay que negarle un vodka a
un ruso”, indica entre risas.
“Otro lugar que me marcó fue Mongolia. Allí, muchas de
las cosas que tenía en la cabeza se me dieron vuelta. Me sentía como si hubiese
retrocedido cien años en el tiempo, no sé cómo explicarlo. Me di cuenta que
para vivir no hace falta tener esos supuestos lujos de occidente. Y si nos
dejamos llevar por la obsesión del consumo estaríamos transitando el camino
equivocado”, recuerda reflexivo.
Muchos aprendizajes y sobre todo una visión que no pueden
tener todos acerca del mundo: “Conocí personas fabulosas a lo largo del camino,
transité desiertos, selvas, lagos. crucé montañas, mares y océanos pero por
sobre todo he visto gran parte del planeta en el que vivimos, y eso es lo más
bello de todo esta movida que hice”, asegura.
Y señala: “Mucha gente me preguntó si era rico, si tenía
empresas o si mi familia era adinerada. Pero yo les dije que nada de eso. Todo
depende de uno, el sol, las rutas y los ríos son los mismos para todos. La
única diferencia está en como lo ves vos”.
Un pilar importantísimo a la hora de incursionar en
sociedades y culturas diferentes fueron los cientos de personas que comparten
su misma pasión por el motociclismo y lo ayudaron a lo largo de todo el
trayecto: “A medida que iba avanzando la gente era cada vez más hospitalaria.
Era difícil comunicarme ellos pero me esperaban en las rotondas de cada ciudad
para que no me pierda. Cosas así marcaron la diferencia”, cuenta.
El punto final de su viaje fue en Japón. Tras problemas
por papeles tuvo que emprender la vuelta: “Voy a estar un tiempo acá, para
después ver cómo continuar con lo que me faltó recorrer, desde Turquía hacia el
sudeste de Asia cruzando Medio Oriente e India. Mientras tanto estaré aquí como
uno más del montón paseando desapercibido por el barrio, pero al ver una moto
llena de calcomanías sabrán que es la mía”, avisa.
Los simpatizantes del Feyenoord le arrojaron una
banana gigante al jugador marfileño. La semana pasada habían provocado
incidentes en el partido de ida en Roma.
Feyenoord fans show Gervinho a bannana ballon during
Feyenoord vs AS Roma
La Roma se clasificó para los octavos
de final de la Europa League al vencer por 2-1 en Rotterdam al Feyenoord, en la
vuelta de los dieciseisavos de final, pero la noticia que recorre el mundo no
tiene que ver con lo futbolístico.
Este duelo llegaba en un momento tenso, después de los incidentes violentos
protagonizados por hinchas del club holandés la pasada semana en la capital
italiana. Lamentablemente,
los desmanes otra vez dijeron presentes.
El árbitro francés Clement Turpin debió parar el partido en dos ocasiones.
Antes del descanso había decretado una primera interrupción, durante unos
instantes, después del lanzamiento
de una banana inflable en dirección a Gervais Yao Kouassi, Gervinho, jugador
marfileño de la Roma.
Luego, la expulsión de Mitchell Te Vrede, por una fuerte
entrada, provocó el enfado de varios aficionados holandeses, que tiraron objetos al terreno de juego.
En este caso, el juez decidió enviar al vestuario a los jugadores. Tras 15
minutos se reanudó el partido que terminaría con la victoria y la clasificación
de la Roma.
Los incidentes hacen esperar que el Feyenoord reciba
nuevas sanciones.
Este chico promete limpiar de plástico los
océanos…
Boyan
Slat.
Boyan Slat tiene 19 años y una técnica para
eliminar la mitad del plástico de nuestros océanos, millones de toneladas, en
10 años, dice. Tras construir y probar el primer prototipo, asegura que
funciona, y John Kerry, secretario de Estado de Estados Unidos, y el primer
ministro de Holanda ya se han reunido con él. Parece una idea loable, pero de
bombero: limpiar de plástico todos los océanos de la tierra. Más aún si quien
lo firma es un chaval de 19 años que pretende utilizar, para más inri, un
aparato de propia creación. Pero se diría que no lo es, a juzgar por los apoyos
que ha recabado -se ha reunido con John Kerry-, los foros en los que ha
participado -la prestigiosa conferencia TED de Estados Unidos-, y la financiación
que ha logrado -un millón de dólares en 25 días-
Boyan
Slat, estudiante holandés, en su estudio con los primeros planos del sistema. Ana
González Rueda.
The Ocean Cleanup es un proyecto liderado por
Boyan Slat, holandés nacido en Delft en 1995, que consiste en limpiar los
océanos mediante una serie de barreras flotantes, ancladas al fondo marino, en
las que el plástico se acumularía gracias a las corrientes marinas. Una
plataforma alimentada al 95% con energía solar lo extraería después, y
finalmente se llevaría a tierra para ser reciclado. El sistema, asegura Slat,
podría eliminar en 10 años la mitad de esa basura sin perjudicar a la fauna
marina. Costaría además 33 veces menos que los métodos convencionales, los
cuales tardarían siglos en hacer el mismo trabajo.
Actualmente existen cinco sopas de plástico
en el mundo, atrapadas en las cinco corrientes oceánicas: el Pacífico Norte y
Sur, el Atlántico Norte y Sur, y el Índico. Se estima que la del Pacífico Norte
mide 1.400.000 km2, y expertos de las universidades de Delft y Hawaii han
calculado que en 2020 habrá 7,25 millones de toneladas de dicho material (hoy
6,4 toneladas) flotando en los océanos, el equivalente a 1.000 torres Eiffel.
El informe lo han hecho a petición de Slat, y es que a tesón no le gana nadie.
«No me han llamado tanto loco, como me han dicho que la idea no tenía
fundamento. Pero lo que hice fue comprobar si realmente lo tenía o no. Y hemos
demostrado que sí». Un fenómeno viral.
Crónica contacta con Boyan Slat tras
solicitar entrevista a través de su jefa de prensa. Ella es uno de los 100
trabajadores de la fundación The Ocean CleanUp, creada por Slat, de los cuales
10 son fijos, y entre los que se cuentan ingenieros, científicos, abogados o
economistas.
El holandés nos atiende solícito desde
Grecia, a pesar de estar disfrutando -o intentándolo- de su segundo día de
vacaciones en seis meses. «Creo que el último fue el 2 de enero», explica Boyan
en un perfecto inglés. «Todo empezó durante otras vacaciones, precisamente en
Grecia, con mis padres. Estaba buceando, y el mar estaba lleno de plástico...
¡Había más bolsas que peces! De regreso a Holanda una idea me obsesionaba. Me
di cuenta de que la gente nunca dejaría de tirar plástico a los mares, y que
por esta razón la educación y prevención solas no valían. El plástico del mar
tenía que poder limpiarse de alguna manera».
Con motivo de un trabajo en el instituto,
Slat comenzó a investigar. «Me di cuenta de que podía haber una alternativa. En
vez de ir a por el plástico, podíamos esperar a que viniera a nosotros gracias
a las corrientes marinas. Barreras flotantes lo atraparían y concentrarían, y
una plataforma lo extraería. La vida marina pasaría por debajo, porque es un
sistema sin redes», explica.
Público selecto
Las 80 horas programadas para elaborar el
proyecto escolar «se convirtieron en 800», añade. Y acabó presentándolo en la conferencia
TED el 2 de junio de 2012. El mismo tipo de acto en el que han participado Bill
Gates, Obama, Bill Clinton o Larry Page, uno de los fundadores de Google, y al
que se accede tras un proceso de selección. En el vídeo de YouTube que
inmortaliza el evento, y que tiene ya 1,6 millones de visitas, se escucha a un
Slat con voz temblorosa, y 19 años de edad.
A pesar de la buena acogida «al presentarlo,
me di cuenta de que no tenía nada más que eso, la idea», reconoce. Lejos de
amilanarse, de vuelta a Holanda envió una lista de 50 preguntas a ingenieros y
profesores para saber si el proyecto era viable, y comenzó a buscar patrocinio.
De las 300 empresas a las que llamó, sólo una contestó, y no llegaron a nada.
Para entonces ya había dejado sus estudios de primer año de ingeniería
aeronáutica y había creado la fundación. «No tenía vida social», reconoce. Pero
el 26 de marzo de 2013 cambió el curso de los acontecimientos. «El teléfono
comenzó a sonar y no paraba. Las redes sociales explotaron, recibí 1.500 mails
diarios. La historia se había hecho viral. Ya no estaba solo».
Con ayuda del equipo de voluntarios recién
creado iniciaron una campaña de crowdfunding con la que consiguieron 18.000
dólares en 15 días. Y llegaron también las primeras críticas. «Nunca hemos
encontrado oposición al proyecto, pero sí mucha gente que no creía en él por
diversas razones. Fue entonces cuando decidí comprobar si podían refutarse o
no. Ahora ya teníamos el dinero y la gente para hacer el estudio de
viabilidad».
Un año más tarde y con la ayuda de diversos
colaboradores, entre los que se cuentan varias ingenierías holandesas, el documento
está impreso y encuadernado con tapas de plástico reciclado, tal y como se
puede ver en el vídeo YouTube de su segunda conferencia TED. «Nos llevó un año,
pero ya lo tenemos. Punto por punto hemos rebatido todas las razones por las
que nos decían que no se podía hacer». Son las que arguyen personas como Stiv
Wilson, director de campañas de la ONG 5Gyres (gyre, en inglés, corriente
circular), y que se resumen en cuatro puntos: que el plástico no está en la
superficie sino a tres metros de ella, que el océano es demasiado profundo para
cualquier sistema de anclaje, que el sistema de Slat daña el ecosistema al
succionar el agua, y que el plástico recogido no se puede reciclar.
«Pero nosotros hemos demostrado que las
tormentas lo sacan a la superficie, e hicimos una barrera que puede aguantar el
95% de las condiciones», explica el muchacho. «También que se puede usar el
mismo sistema de anclaje con el que se ponen las amarras en los puertos, pues
la posición no requiere gran precisión. Y si el plancton se quedara o se
dañara, restaurar la biomasa costaría menos de siete segundos en un año.
Además, hemos hecho aceite a partir de media tonelada de plástico del mar».
Dos Millones
The Ocean CleanUp hizo público
el estudio el pasado día 2 de junio, y con él han iniciado la segunda fase del
proyecto: construir un prototipo a escala real. Para ello necesitan dos
millones de euros que pretenden recaudar a través de una campaña de
crowdfunding en 100 días. Transcurrida la cuarta parte, ya han conseguido un
millón. La prueba con el primer prototipo, con barreras flotantes de unos 40
kilómetros, tuvo lugar en las Azores y, según Slat, confirmó los resultados.
¿Quién ha dicho que las ideas de bombero no funcionan?