Último
eslabón…
Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes.
Los
‘accidentes’ militares tienen mala historia reciente. Investigación prudente.
© Escrito
por Nelson Castro el lunes 27/11/2017 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En la
mañana del jueves comenzó a revelarse la noticia más triste, luego de una noche
que había dejado preocupados a todos tras conocerse la
declaración del vocero de la Armada donde describía la detección de
una “anomalía hidroacústica”. La comunicación inicial fue muy dura.
El padre de uno de los tripulantes describió el momento de manera
escalofriante: “En el último contacto se informó que hubo un avería en las
baterías de proa. El llamado final agregó que se detectó una explosión que fue
a 30 millas del punto donde fue esa última comunicación. ‘¿Qué significa eso?’,
pregunté. ‘Que están todos muertos’, me respondieron”. Entonces,
la comunicación se cortó de manera intempestiva.
El duelo llegó de repente
y sin información suficiente. Han pasado ya algunos días del momento descripto
y aún nadie sabe qué fue lo que sucedió. Cada familia reaccionó como
pudo. Hubo bronca, reclamos y
desilusión. El principal reproche se centró en el lapso que transcurrió entre
la detección de la anomalía hidroacústica y la efectiva comunicación –casi una
semana después– tanto a la familia de los 44 tripulantes como a la opinión
pública.
Hubo dos momentos bien
diferenciados. En una primera instancia el Presidente sintió bronca y enojo por
la forma en que la Armada manejó la situación puertas adentro. Luego llegarían
las explicaciones sobre pasos y protocolos que, sin embargo, no fueron
suficientes.
Mauricio Macri en persona
se encargó de producir al menos dos gestos inequívocos. El martes fue al Edificio
Libertad y se reunió con el comandante en jefe de la Armada,
almirante Marcelo Srur, y otros camaradas, en el encuentro de
coordinación de tareas; en todo momento al lado del primer mandatario estuvo el
ministro de Defensa, Oscar Aguad. El mensaje y la tensión eran evidentes luego de la mala
comunicación que la Armada había tenido con el ministro de Defensa en más de
una oportunidad, incluyendo la noticia de la desaparición de la nave. Los
rumores sobre el inmediato relevo de Srur comenzaron a circular hasta que el baldazo de agua
fría que significó la noticia de la explosión obligó a todos a recalcular. El
viernes llegó el segundo gesto de parte del Presidente, nuevamente poniéndose al frente en su
rol de comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Al mediodía volvió al Edificio Libertad a
interiorizarse de los avances en las tareas de rescate. Puertas adentro estuvo
con Srur y, en una suerte de ratificación en el mando, el diálogo fue cordial,
de intercambio informativo y colaborativo.
Inmediatamente Macri
brindó un mensaje acompañado por el jefe de la Armada de un lado y por Aguad
del otro. Ratificó el valor y el compromiso de los 44 tripulantes y de todas
las fuerzas. Además subrayó que “hasta que no tengamos la información completa
no tenemos que aventurarnos a buscar culpables”. Fuentes que conocen el
pensamiento del Presidente sostienen que “no se pueden hacer cambios en medio
de un operativo de trascendencia y participación mundial. Los trapitos se lavan
en casa. Hay un convencimiento de que no es el momento”.
Ya desde el jueves por la
noche el tono general era más reflexivo y de cautela: “Esperemos que ahora
no empiece el deporte nacional de echar culpas y armar teorías de café sin
saber nada”, dijeron en el entorno del senador y presidente provisional del
Senado, Federico Pinedo. La necesidad de pisar firme y sin cometer errores fue
una sana decisión tomada desde lo más alto del poder. “Si empezamos una caza de
brujas contra reloj, sólo se logrará que los argumentos o razones caigan de uno
u otro lado de la grieta”, reflexionó otra voz del Gobierno.
Dudas.
Sin embargo, hay un manto
de dudas sobre el mantenimiento, la capacitación y las últimas tareas
realizadas sobre el ARA San Juan. Un ingeniero que estuvo presente en la
entrega del submarino en Alemania hace más de 32 años recuerda cada detalle:
“Era excelente, estaba entre los mejores de la época. A pesar del paso del
tiempo siempre mantuvo su vigencia sin mayores problemas. Se han dicho
muchas cosas, pero era una nave que fue orgullo de la Armada. Hasta la marina
de los EE.UU. evaluó adquirir uno similar luego de ver el desempeño de su primo
hermano, el San Luis, en la guerra de Malvinas, una nave de corte similar pero
bastante más chica”.
La anécdota en tiempos de
Malvinas sirve para ejemplificar lo difícil que es hallar un submarino y
comprender las tareas de búsqueda: la Armada inglesa se destacaba en el mar por
ser eminentemente antisubmarinista, patrullaba las profundidades como ninguna
otra. Sin embargo el San Luis logró llegar a tropas enemigas, atacar y
escabullirse sin ser detectado. El caso del San Luis es también una muestra de
que la falta de mantenimiento existía durante la última dictadura
militar. La historia habla de que, siendo su misión hundir navíos
ingleses a los que tuvo a distancia de tiro, no pudo hacerlo porque la
computadora de tiro no funcionaba, y los torpedos, luego de ser disparados,
nunca detonaron.
La reparación de media
vida del San Juan se realizó en el astillero de Tandanor y demandó más de siete
años, comenzando a fines de 2008. En la tarde del viernes la jueza federal de
Caleta Olivia, Marta Yáñez, libró una orden al astillero para que
se conserve toda la información relacionada con los trabajos efectuados al
submarino. Tandanor realizó la reparación del rompehielos Almirante Irízar
fuera de tiempo y con escándalo presupuestario (siete años y unos $ 150
millones). Una fuente del sector náutico aseguró que “no es ninguna garantía de
calidad de que la reparación de media vida se haya realizado allí”. Habrá que
esperar para no sacar conclusiones apresuradas y rogar para que la Justicia no
someta a los familiares de los tripulantes al largo peregrinar de otras
tragedias argentinas.
La
desaparición del A.R.A. San Juan pone una vez más en la superficie del debate
político el espinoso tema de las Fuerzas Armadas, su rol, el mantenimiento de
su equipamiento, el entrenamiento de su personal, sus objetivos y sus
dimensiones. La revisión de los “accidentes” ocurridos en el ámbito militar
durante los últimos treinta años es lapidaria. Barcos que no navegan, aviones
que no vuelan, tareas de entrenamiento reducidas o postergadas terminan por
configurar un estado de situación letal del cual el drama del submarino
argentino que conmueve al mundo es su último eslabón.
Producción periodística:
Santiago Serra.