El arma de la necesidad…
Cristina y la política Robin Hood. Seguramente la mayoría de los lectores han
oído alguna vez hablar de Robin Hood, un forajido arquero de la Inglaterra
medieval que vivía muy cerca de Nottingham, según cuenta la leyenda. La
historia varía dependiendo de quién la narre ya que no es más que un simple cuento
que se pasó de boca en boca durante siglos, pero que sin duda alguna logró
plasmar una frase como resumen de su obrar y, de cierta manera, como un ideal
de justicia, ¡robo a los ricos para darle a los pobres!
Es probable que los primeros relatos sobre
este mítico personaje del Bosque de Sherwood eran sus aventuras como justiciero
que robaba a los bandidos —o bien al corrupto rey Juan I— para devolver el
botín sustraído a sus verdaderos dueños. Pero lamentablemente ese no fue el
mensaje que quedó inmortalizado, sino el de la mismísima justificación del robo
al que más tiene siempre y cuando no tenga como finalidad acrecentar la propia
riqueza sino que sea para entregar a los que menos tienen. En palabras de
Maquiavelo, el fin justifica los medios.
¿Pero da igual practicar caridad con la
riqueza propia que con la ajena? ¿Soy un ejemplo para la sociedad del cual
pueda sentirme orgulloso si dono los $10.000 que mi vecino había ahorrado para
refaccionar su hogar pero que yo muy “heroicamente” le sustraje? La famosa
autora estadounidense de origen ruso, Ayn Rand, describió a Robin Hood mediante
uno de los personajes de sus novelas como el doble parásito que vive de las
llagas de los pobres y la sangre de los ricos, pero esta caracterización se
hace extensiva además a nuestro gobierno nacional, el cual muy pomposamente
afirma que jamás se ayudó tanto a los carenciados, pero mientras tanto la clase
media está cada vez más fatigada como así también el sector agrícola e industrial,
quienes deben mantener más de 64.000 millones de pesos en planes sociales, los
cuales son cada vez más solicitados ya que el desempleo aumenta.
Esto último nos hace pensar que no se
lucha contra la pobreza sino que se hace política mediante ella, ya que de lo
contrario el número de planes sociales que recibe la gente debería ser cada vez
menor o nulo luego de más de diez años de gobierno, pero este no es el caso. Lo
que se hace es acrecentar la necesidad de los ciudadanos para luego darles
el pescado pero jamás la caña de pescar, puesto que de hacerlo quizás nadie
los requeriría. Ejemplo de esto fueron los dichos de Alex Freyre quién
sentenció que la gente con sida morirá en 2016 de no ganar el oficialismo, o
bien el caso del gobernador kirchnerista de Tucumán, José Alperovich, cuando en
referencia a las próximas elecciones alertó que "no vaya a ser que nos
equivoquemos y que empiecen a falta remedios en los hospitales".
Immanuel Kant decía que la ilustración
significa “el abandono por parte del hombre de una minoría de edad no
biológica, sino mental”. Con esto el filósofo prusiano hacía referencia a la
“incapacidad para servirse de uno mismo sin la ayuda de otro”. El
oficialismo quiere asegurarse el lugar de ese otro, y así, con el afán
de hacernos creer que es necesario para nuestra supervivencia, hace lo que
tenga a su alcance persiguiendo la meta de ser imprescindible, y para lograrlo
despoja a algunos de sus bienes y dinero, y a otros de algo no apreciable
económicamente pero si moralmente como lo es la dignidad, el amor por el
trabajo y la facultad de encargarse de uno mismo, en definitiva, la posibilidad
de “Ilustrarse”.
© Escrito por Maximiliano Bauk el Viernes
24/10/2014 y publicado Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
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