La Señora…
Cristina Fernández llora mientras su hija le coloca la banda
presidencial en diciembre del año pasado. Foto: Marcos Brindicci. Agencia
Reuters
Tras la expropiación
de YPF a Repsol, la presidenta de Argentina, que no celebra Consejo de Ministros,
goza de un periodo de hegemonía arrolladora entre sus seguidores.
La Señora no celebra Consejos de Ministros ni concede
reportajes, entrevistas ni conferencias de prensa en Argentina. Pero La Señora
pronuncia dos, tres y hasta cuatro discursos a la semana. Un día lo hace con
motivo de la inauguración de la planta faenadora y exportadora de pollos de la
empresa Coto, en Esteban Echeverría; otro, durante la inauguración del Patio
Malvinas Argentinas en la Casa Rosada o con la ampliación de la planta de Pirelli,
en Merlo; o con la inauguración de una escuela secundaria en San Antonio de
Areco; o al comenzar el acto de licitación de un nuevo complejo hidroeléctrico
sobre el río Santa Cruz… por poner solo ejemplos desde el pasado 20 de abril.
Llega entre aplausos, provoca más aplausos y se despide entre besos y aplausos.
En una de esas alocuciones puede anunciar la expropiación de
YPF a Repsol, como ocurrió el lunes 16 de abril. Aunque también puede terminar
hablando con una barra de chocolate en la mano de las excelencias de la marca
Milka, como aconteció la semana anterior, cuando se especulaba con el anuncio
de la expropiación. O puede referirse a lo divino y lo humano, como hizo en
diversas alocuciones durante los cinco meses anteriores a la expropiación. En
ese periodo pronunció 100 veces la palabra subsidio y se refirió en 186
ocasiones al crecimiento del país durante los nueve años de Gobierno
kirchnerista -“el período de crecimiento más largo de sus 200 años de
historia”. Sin embargo, la inflación, que el Gobierno cifra por debajo del 10%,
aunque casi todos los analistas independientes la sitúan por encima del 20%,
solo ha merecido 11 menciones. Y en una de ellas sentenció: “Nuestro modelo es
un modelo de crecimiento, no de metas de inflación”.
Los discursos pronunciados desde el 9 de noviembre de 2011
podrían ocupar más de 600 folios a doble espacio. Pero aún así, los caminos de
La Señora son inescrutables. Incluso para muchos de sus ministros. Ellos
tampoco suelen conceder entrevistas y cuando se refieren a ella en privado,
hablan con sumo respeto de La Señora.
Muchos periodistas del país actúan como kremlinólogos
avezados en el arte de interpretar cada gesto, cada silencio. Si Cristina
Fernández calló y no defendió durante varias semanas al vicepresidente Amado
Boudou, investigado por supuesto tráfico de influencia por la Justicia, era
porque lo estaba dejando caer. Y por eso lo saludó fríamente durante el
discurso de inauguración del año legislativo del 1 de marzo. En los mentideros
peronistas se comentaba que el hijo de La Señora, Máximo Kirchner, le tenía la
cruz hecha a Boudou desde que se enteró de que el vicepresidente se refería a
ella como La Gorda. Parecía que Boudou estaba sentenciado. Pero resultó que no.
El vicepresidente compareció un buen día ante la prensa sin admitir preguntas y
arremetió contra el juez que lo investigaba y contra el jefe de fiscales. A los
pocos días, el jefe de fiscales dimitió y el juez fue relevado del caso. La
Señora, sin decir una palabra, había inclinado su brazo protector hacia Amado
Boudou.
“Los caminos de La
Señora son inescrutables. Incluso para muchos de sus ministros”
Ese brazo fue volviéndose más poderoso a medida que iba
quedando atrás el accidente ferroviario del 22 de febrero en el que murieron 51
personas. Eran gente humilde, que se levantaba cada mañana para viajar
apelotonados en unos trenes desvencijados cuya gestión había sido confiada por
diversos Gobiernos peronistas a los hermanos Cirigliano, quienes mantenían
excelentes relaciones con Néstor y Cristina Fernández de Kirchner. En medio de
la tragedia, la presidenta no solo no acudió adonde se encontraban las víctimas
y sus familiares sino que desapareció durante seis días de los medios de
comunicación social. Su ritmo de discursos por semana se frenó. Y cuando
apareció ante las cámaras fue para decir: “No esperen de mí jamás, ante el
dolor de la muerte, ante la tragedia, la especulación de la foto o del discurso
fácil, porque sé lo que es la muerte y sé lo que es el dolor y no tolero a los
que quieren aprovecharse de tanta tragedia y de tanto dolor. No esperen de mí
actos demagógicos ni facilistas”.
Al día siguiente, el 29 de febrero, invitó a otro acto
público a Mónica Braña, una viajera que iba en el último vagón del tren y que,
al no resultar herida, socorrió a otros accidentados.
-Levántate Mónica para que te vean, vení, vení…, le pidió la
presidenta. Esta chiquita, en medio del drama, del dolor terrible, yo la vi y
la reconocí en fotos y le pedí a Alicia [Kirchner, ministra de Desarrollo
Social]: “Quiero conocerla”. Dos diarios, creo que fueron el diario Popular y
Página 12 los que la sacaron cuando llevaba en camillas… Primero, no la querían
dejar pasar, primero la echaban. Se plantó como nos plantamos las mujeres y
dijo: ‘Yo me quedo acá, me quedo a ayudar’ y se quedó a ayudar y a sacar a los
heridos y estuvo todo el tiempo ayudando ahí como corresponde.
La Señora evitó así la demagogia fácil sobre el dolor y se
despidió respondiendo de forma indirecta a las críticas que había recibido por
su ausencia de seis días tras el accidente:
-Quiero decirles que mañana no voy a hablar en público, pero
igual voy a seguir siendo presidenta y voy a gobernar. Porque he observado que
parece ser que solo soy presidenta cuando hablo en público y la verdad, que una
es presidenta las 24 horas, los 365 días del año.
"Quiero decirles
que mañana no voy a hablar en público, pero igual voy a seguir siendo
presidenta y voy a gobernar"
Conforme pasaban los días, el accidente de tren quedaba
atrás y el caso de YPF le restaba protagonismo a las investigaciones judiciales
sobre el vicepresidente. Durante cuatro meses, los gobernadores de las diez
provincias petroleras se movieron al ritmo que les marcaba La Señora,
revirtiendo contratos a Repsol a medida que se les conminaba desde la Casa
Rosada. El presidente de la compañía, el español Antonio Brufau, llamaba a la
puerta de la Casa Rosada, pero La Señora, que semanas antes había recibido al
cantante Roger Waters y al actor Sean Penn, no le respondía.
-Ministros y gobernadores te dicen que a La Señora le gusta
esto o no le gusta lo otro- se quejaba Brufau pocos días antes de la
expropiación-. Pero cuando les preguntas si han hablado ellos mismos con La
Señora, resulta que no. Que casi nadie habla con ella. Sólo su hijo Máximo y
Axel Kicillof [viceministro de Economía].
La Señora también despacha con su secretario Legal y Técnico
Carlos Alberto Zannini. “Es mi alter ego jurídico nada más, no crean esas cosas
que dicen por ahí, y discutimos bastante jurídicamente porque por ahí nos
peleamos. Él tiene una visión y yo tengo otra”, confesó ella en un discurso. Y
también recibe al jefe de todos los espías, al director de la Secretaría de
inteligencia, Héctor Icazuriaga. “Este Gobierno ha invertido mucha plata en
espionaje”, señala un dirigente próximo al líder sindicalista Hugo Moyano.
Entre sus votantes no se lleva a mal que la presidenta no
celebre Consejos de Ministros ni atienda a los periodistas. Habla uno de los
más reconocidos kirchneristas, el filósofo José Pablo Feinmann: “La pregunta
sobre las reuniones de Gabinete apunta a decir que estamos en presencia de un
caudillaje. Una respuesta podría ser que se reúne en otros lados, con otra
modalidad. Mi crítica sería que debiera reunirse con su Gabinete, pero solo
para sacarse una foto y destruir una metodología de desprestigio. Es impensable
que no consulte a nadie, que gobierne sola. Lo cierto es que hay gente muy
brillante en su equipo. Acá está gobernando una gran generación argentina a la
que yo pertenecí, que fue la del setenta, la generación masacrada por la
dictadura. Menem hacía reuniones de Gabinete y vendió todo el país”.
"Ha votado a
Cristina la misma clase media que la detesta. Les recuerda a Eva Perón. Le
decían La Yegua como a Cristina"
“En cuanto a la ausencia de conferencias de prensa”,
continúa Feinmann, “no me había dado cuenta. Pero si llegara a concederlas
tendría a toda la prensa en contra, sería un escándalo. Aquí ningún periodista
opina lo que él opina, sino lo que sus empresas le dicen que opinen. Acá los
periodistas son combatientes de los intereses de sus empresas. A mí me parece
más importante el hecho de que después de un discurso salga y toque a la gente,
antes que dar una conferencia de prensa a periodistas que están claramente
comprados por sus empresas. Uno ya sabría lo que le va a preguntar cada
periodista. Ellos no se han ganado una conferencia de prensa. Además, este país
está en estado de debate, sin necesidad de esos periodistas. Yo hago en este
país en el canal Encuentro un programa que se llama Filosofía aquí y ahora y
fui a varios colegios de Barcelona donde impartían las lecciones con mi
programa. Yo nunca creí que en este país iba a poder dar un programa de las
torturas, incluso de las torturas del peronismo. Ese programa lo hago porque está
este Gobierno”.
Hay millones de personas que piensan igual que Feinman.
Gente convencida de que los Kirchner han logrado que la política no viva
subordinada a las exigencias de los mercados, como en Europa. Gente orgullosa
de que un Gobierno haya legalizado el matrimonio entre homosexuales y de que
bajo su mandato se hayan juzgado a los militares de la dictadura. Cristina
Fernández ganó las presidenciales de 2011 con un 54% de los votos, más que el
51% de Raúl Ricardo Alfonsín en 1983, mucho más que el 48% de Fernando de la
Rúa en 1999, más que el 47% de Carlos Menem en 1989 y más que el 49,9% de Ménem
en 1995; muchísimo más que el 22% con que Néstor Kirchner ganó en 2003 y más
que el 45% que sacó ella misma en 2007.
“En este país, diez años atrás, la gente hacía cola en la
Embajada de España para ir allá”, señala Feinmann. “De ese país quebrado,
arruinado, que pedía que todos los políticos se fueran… estamos en la situación
inversa. Ahora es Europa la que está en graves problemas y la Argentina está en
una época de crecimiento. Y ha votado a Cristina la misma clase media que la
detesta. Ella les recuerda a Eva Perón. A Evita le decían La Yegua y cuando
convalecía de cáncer, pintaban viva el cáncer. A Cristina también le dicen eso
y le llaman La Yegua. Lo cual expresa un enorme resentimiento machista. Debe
ser muy agraviante para muchos argentinos descerebrados estar en presencia de
una mujer que les demuestra que es más inteligente que ellos. Y quizás molesta
sobre todo a las mujeres burguesas, porque se ponen en competencia con ella.
Las peluquerías se han transformado en un residuo de chismes obscenos e
impúdicos sobre la presidenta. Hablan con resentimiento porque no tienen su
logos, porque no son lindas, como es ella, y porque jamás van a ser Cristina,
presidenta de la República. No obstante, esa clase media vota con el bolsillo.
Este Gobierno les garantiza una excelente gestión y lo que más ama nuestra
clase media: la casa, el auto nuevo, la casa en el campo y las computadoras
para los niños. Sin esa gente, no se explica el 54% de los votos”.
Por si no le bastara a la presidenta con el 54%, el decreto
de expropiación de YPF ha sido aprobado en el Congreso argentino con el mayor
respaldo de diputados y senadores conseguido durante los nueve años de Gobierno
kirchnerista. Y uno de los grandes partidos opositores, la Unión Cívica
Radical, ha quedado inmerso en peleas internas a raíz de la expropiación.
“El decreto de YPF ha
sido aprobado con el mayor respaldo de diputados y senadores en nueve años de
Gobierno”
Cristina Fernández tiene muchos motivos para estar contenta.
Pero se le sigue quebrando la voz en los discursos cuando se le viene la imagen
de Él. Él no es Dios, ni Juan Domingo Perón, ni el general San Martín,
libertador de Argentina. Él es su “compañero de toda la vida”, Néstor Kirchner.
Y a menudo, cuando ella lo menciona desde algún estrado, los jóvenes de La
Cámpora, la asociación que lidera su hijo Máximo, le cantan: “Néstor no se
murió, Néstor no se murióooo. Néstor vive en el pueblooo, ¡la puta madre que lo
parióooo!” Aunque la construcción de la canción pudiese inducir a la confusión,
casi todo el mundo en Argentina da por sentado que la madre aludida es un
posible enemigo que pudiera haberse alegrado con la muerte de Kirchner.
Ha transcurrido más de año y medio desde su fallecimiento en
octubre de 2010. Pero La Señora sigue vistiendo de negro, en un país donde no
es nada frecuente el luto ante la muerte de un familiar. Algunos amigos de la presidenta sostienen que
a ella no le agrada que se hable de este tema. ¿Lo afronta como un ataque ante
el supuesto uso populista del dolor? No se sabe.
Tras la expropiación de YPF, a La Señora solo le puede
nublar el horizonte el hecho de que el líder peronista Hugo Moyano saque a los
sindicalistas a protestar en la calle, a reclamar un salario por encima del 25%
de la inflación. La semana pasada, La Señora no invitó a Moyano al acto masivo
que celebró en el Estadio porteño de Vélez. Y con eso, quedó dicho todo.
“Nosotros hemos visto entrar y salir a muchos presidentes”, señala un dirigente
cercano a Moyano. “La Señora actúa ahora como una diosa. Pero le convendría
saber algo que cualquier sindicalista aprende muy pronto: antes de iniciar una
lucha uno tiene que medir sus fuerzas y saber cómo puede terminarla”.
© Escrito por
Francisco Peregil y publicado por el Diario El País de Madrid, España el
domingo 6 de Mayo de 2012.