Campanópolis: un oasis
medieval en el conurbano…
Apenas 30 km la separan
de la Capital Federal. Por año la visitan 5000 personas y es utilizada como
escenario de diferentes eventos.
“Al contar la historia de la vida de mi padre es
imposible distinguir entre los hechos y la ficción, entre el hombre y el mito”,
reza un fragmento del film El Gran Pez donde el personaje Edward Bloom es
rememorado por su hijo. Algo similar ocurre cuando uno quiere comprender el
origen de Campanópolis.
Antonio Campana, hijo de inmigrantes, compró hace cuatro
décadas un predio de 200 hectáreas con llanuras, bosques selváticos, cruzadas
por ríos y arroyos. Esas tierras le fueron expropiadas para utilizarlas como un
basural. Años más tarde las recupera y es cuando inicia su obra. No era
arquitecto, no era albañil, de hecho sólo cursó hasta sexto grado, pero tenía
una meta que podía parecer utópica: crear su propia ciudad. Y así lo hizo.
Asiduo de los antiguos remates que había en la ciudad de Buenos Aires, adquirió
verdaderas piezas históricas y de un enorme valor cultural para construir este
lugar. Desde relojes de la estación ferroviaria de Retiro, adoquines de avenida
La Plata, medidores eléctricos de la ex SEGBA (compañía estatal que proveía
servicio eléctrico) y hasta una escalera que perteneció a la Basílica de Luján.
Construyó en un predio de La Matanza una urbe adoquinada
que se convirtió en un sitio de interés para los 5000 visitantes que recibe al
año. Al entrar se produce un impacto entre el presente tecnológico y el estilo
antiguo que invita a un viaje en el tiempo. Campanópolis, que lleva ese nombre
por su creador, es una aldea de estilo ecléctico ubicada en González Catán, a
30km de la Capital Federal.
Cuando se ingresa a pie parece que, de un momento a otro
aparecerá por el camino ripiado un hombre enfundado en armadura, montado a un
caballo o una aldeana en camino a la Iglesia o al mercado. El césped se asemeja
a una alfombra sobre la que se puede andar descalzo sin temor a lastimarse. A
este extremo llega la fantasía que recreó tal vez, sin quererlo, un hombre que
pasó los últimos años de su vida dedicado a este proyecto.
Sergio es el guía más antiguo que trabaja ahí y relata
algunas curiosidades vividas en el predio: “Susana Giménez grabó la apertura de
una de sus temporadas, la banda Maná presentó un álbum, el director técnico
Carlos Bianchi celebró un cumpleaños y hasta la tira juvenil Chiquititas grabó
escenas aquí”. El lugar puede utilizarse para eventos, y recuerda que una vez
“hubo un casamiento al aire libre, la novia llegó con una carroza y luego de la
fiesta la pareja se fue del lugar en un globo aerostático”.
Según relatan, Antonio Campana no tenía como objetivo que
el lugar fuera un paseo turístico o de recreación, sino que sólo deseaba esa
obra como algo personal. Pero la vida suele jugar malas pasadas y le
diagnosticaron cáncer. Falleció en 2008 y lo que quedó a medio construir,
permanece tal cual lo dejó. Campana pudo al igual que el personaje de la
película Edward Bloom descubrir que su destino “era llegar allí al final,
después de todo, ningún hombre puede evitar llegar al fin de su vida”.
Para vivir este viaje al pasado por un rato debe
realizarse una reserva para concurrir los sábados.Campanópolis es el sueño
concretado de un hombre, y disfrutado por muchos.
© Escrito por Florencia de Sousa el viernes 13/03/2015 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Antonio Campana