Enrique Vázquez: "La
Argentina es inmoral"…
De larga trayectoria en el periodismo radial y audiovisual, Enrique Vázquez es un periodista "de los de antes": crítico, polémico y frontal. La aparición de "El osario de la rebeldía", su último libro donde describe la mitología criminal en Campo de Mayo durante la última dictadura militar, sirve como excusa para dar inicio a esta entrevista con Sudestada, donde otras discusiones quedan abiertas: qué es el periodismo militante, qué pasó con el viejo periodismo de los ochenta y qué significa ser alfonsinista hoy.
© Escrito por Walter Marini y publicado en el
Nº 285 de la Revista Sudestada, Edición Mayo/Junio 2016, de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, República de los Argentinos.
Tiene 63 años y lleva más de cuatro décadas ejerciendo el periodismo. Cordobés de nacimiento, hincha de Instituto y alfonsinista confeso –aunque nunca se afilió al radicalismo–; Enrique Vázquez fue director de la carrera de Comunicación Social de la UBA entre 1986 y 1989.
Con momentos importantes en su carrera, en
gráfica fue parte de la mítica revista Humor, en televisión supo conducir un
muy buen ciclo llamado Vidas hechas vidas, en radio tuvo muchos programas con
su productora "El árbol y el bosque".
Hoy conduce Otra cosa, de lunes a viernes a
las 18 por AM 570. El año pasado publicó El osario de la rebeldía. Campo de
Mayo. De Roca a los Kirchner, donde describe el campo de concentración más
grande montado por la última dictadura militar –por donde pasaron 5 mil
personas y apenas sobrevivieron cuarenta y tantos–, y el que todos eligen mirar
para otro lado, ya que además sintetiza la génesis doctrinaria del Ejército Argentino desde su fundación.
En esta entrevista con Sudestada, Vázquez
habla de los crímenes de Campo de Mayo, del pasado y el presente del
periodismo, del extraño vínculo entre kirchnerismo, peronismo y radicalismo, y
de su visión del país.
–¿Cómo
surgió el proyecto de investigación para El osario de la rebeldía?–
Se dieron muchas casualidades conducentes.
La primera se remonta a 2004, cuando un grupo de Testigos de Jehová se presenta
en un consultorio jurídico gratuito que tenía dos veces por semana la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos en la zona norte del Gran Buenos Aires. Por
esa época, ya estaban los resarcimientos económicos para familiares de
desaparecidos que primero había firmado Carlos Menem y que se extendieron en
los albores del kirchnerismo, cuando se ampliaron a personas que hubieran
estado privadas de su libertad, o hubieran sufrido algún tipo de persecución.
En este caso, estas personas se habían
presentado a realizar el servicio militar obligatorio durante la dictadura y
fueron sometidos a vejámenes de todo tipo. De ahí que pedían que la Asamblea
los patrocinara. En ese momento, los integrantes de la Asamblea me lo comunican
diciendo: "acá hay algo nuevo, distinto a todo".
Los Testigos de Jehová conocían el lugar
donde tenían a las embarazadas en Campo de Mayo, veían salir mujeres que iban
en fila con una soga hacia un retrete donde había ropa de bebés, pañales, y a
ellos los obligaron a construir cunitas para los chicos: llegaron a hacer
alrededor de cincuenta. Ahí estaba la relación entre embarazadas y nacimientos en
cautiverio. Luego aparece el representante de la Asamblea en Escobar, el Dr.
Eduardo Ramallo, con la noticia de que se había presentado el primer testigo
ocular, que en realidad era algo sotto voce en ese municipio, esto de los
enterramientos masivos.
Ese testigo era Guillermo Catalino Romero,
y presentó la denuncia en los Tribunales en 2005. A partir de ahí, pensé que
era inevitable: Testigos de Jehová más testigo ocular que nos lleva a otros
testigos, ya que en ese momento señala que los maquinistas del tren aminoraban
la marcha cuando pasaban por la estación Maquinista Savio, uno de los lugares
donde hay fosas.
–¿Cómo
fuiste armando el rompecabezas de la investigación?
–En 2007 hice un programa para la TV Pública con esos Testigos de
Jehová, que a su vez me vincularon con otros que habían estado en Campo de
Mayo, lo que me llevó a otros testigos, que fueron aquellos que realizaron la
colimba allí. Para mi sorpresa, me encuentro con un tipo que fue conscripto y
además estuvo preso, Eduardo Cagnolo.
Él me cuenta que haciendo la colimba se
junta con otros soldados que tenían ciertas inquietudes intelectuales
ideológicas. Pero otro soldado escucha y los denuncia. Una noche, en una ronda
de mates le tiraron la lengua, y con la psicosis que había en ese momento le
preguntaron qué haría si los guerrilleros atacaban, y él marcó los puntos
débiles que veía en la guarnición. Ahí lo denunciaron por esa hipótesis de
ataque a Campo de Mayo. Se comió un garrón, lo detuvieron, y es ahí cuando vio
personas vivas, entre ellos a los dirigentes del PRT-ERP Domingo Menna y
Roberto Santucho –prácticamente muerto–, y también a la hija de David Viñas en
cautiverio.
–¿Qué
sucedió a partir de la publicación del libro?
Aparecieron más conscriptos de la época,
que ahora se agruparon creando una entidad. Incluso se pusieron en contacto con
un enfermero que estaba en la maternidad del Campo, un tipo que quedó
desquiciado psicológicamente y que brinda un testimonio espeluznante porque
integraba grupos de tareas y además atendía a las parturientas. Y luego me
llegó una información documental fabulosa, que son las fotografías aéreas que
tomaba la dirección de catastro de La Plata: las fotos están seriadas, y ahí
ves las fosas nítidamente marcadas...
(La nota completa en la edición gráfica de
Sudestada)
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