Minorías…
Eclécticos. El jueves en Plaza de Mayo la protesta
tuvo distintos móviles y un catalizador: el "profundo desagrado" con
el Gobierno, sin exculpar a la oposición.
Una
interpretación es que aquí no pasó nada electoralmente relevante porque quienes
se manifestaron fueron los mismos que nunca votaron ni votarán por el
kirchnerismo. Pero aun aceptando que el voto de esta minoría nunca fuera para
el Gobierno, sería un error para el kirchnerismo minimizar el efecto electoral
que tienen las imágenes de quienes se movilizaron, sobre todo en aquellos que
no fueron a protestar.
El peronismo ha sido históricamente experto
en aprovechar el valor contagio-legitimación-amedrentamiento que produce la
movilización de una minoría sobre el resto. Siempre se manifiestan minorías; si
ellas representan a la mayoría o no, sólo se confirma en las urnas.
Además, las mayorías siempre comienzan
siendo minorías, y aunque continuaran siendo minorías, lo que falta en la
política argentina es el contrapeso entre mayoría y minoría porque esta última
carece de voz. Una minoría más combativa también sería un hecho político.
Aunque quienes protestaron la noche del
jueves fueran exclusivamente de clase media hacia arriba, no se podría
desconocer que las redes sociales y los celulares permiten la emergencia de un
nuevo sujeto político que, aun siendo el mismo de siempre, al hacerse visible
se hace otro. Salvando las muy gigantescas distancias, la bien mayoritaria
clase obrera existía antes del 17 de octubre de 1945, pero al hacerse visible
se convirtió en un actor político de otra relevancia.
La indignación es un combustible, pero sin
una máquina política no llega a ninguna parte. Los Indignados de Europa y
Estados Unidos fueron consumiéndose en su abstracción, mientras que en la
Primavera Arabe la combinación de indignación más redes sociales pudo
institucionalizarse por la existencia de organizaciones políticas que le dieron
cauce a esa energía.
Creer que los medios de comunicación
clásicos pueden ser originadores o receptores del mandato de la movilización es
una simplificación: la protesta fue multicausal, y no salva a la oposición. En
la tentación de creer lo primero caen los kirchneristas (“lo armó Magnetto”) y
en lo segundo, algunos opositores.
Cómo sigue dependerá también de la
respuesta del Gobierno. Si absorbe el golpe, hace correcciones y baja el tono,
podrá lograr que las protestas vayan achicándose hasta diluirse. Pero si
redobla la apuesta, aumenta la controversia y endurece la lengua, corre el
riesgo de cosechar protestas cada vez más numerosas. Y todo lo que nace
pacífico en su escalamiento puede dejar de serlo.
La palabra de época que no se integró al
relato oficial es “autoconvocados”. Probablemente la más temida, porque escapa
al control orgánico. Parcial o totalmente cierto, una autoconvocatoria llevó a
De la Rúa a la renuncia. Y otra autoconvocatoria generó el conflicto del campo
en 2008. El efecto depende de la intensidad y la persistencia de la protesta.
Ya en junio hubo tres cacerolazos que perdieron fuerza.
El futuro es por naturaleza incognoscible.
El pasado reciente muestra que ha ido aumentando un goce en Cristina por
provocar exaltación en propios y ajenos. Respondió a esta protesta diciendo:
“No me van a poner nerviosa”. Pero algo alterada debió estar el día que dijo
que sólo había que temerle a Dios y un poco a ella, aumentando el encono de
quienes no le tienen simpatía. Ojalá regrese de El Calafate más calmada.
El jueves se especuló con que militantes de
La Cámpora impedirían el ingreso de manifestantes a Plaza de Mayo. Finalmente
triunfó la cordura. Ojalá siga triunfando.
©
Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires el viernes 14 de Septiembre de 2012.
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