Cuando Reutemann se reveló...
Maldito cartel. Williams ordenó: Jones primero, Reutemann segundo...
Cuando Reutemman ganó en 1981 el G.P. de Brasil de F 1, un triunfo que, tal vez, le jugó en contra en la carrera por el título.
Don Miguel, don Miguel hay un contrato, hay un contrato”. La voz de Domingo Cutuli buscaba compresión en esa gran capacidad de análisis que tenía Miguel Angel Merlo, el recordado periodista y uno de los enviados especiales de Clarín a aquel Gran Premio de Brasil corrido hace hoy 30 años, El manager de Carlos Alberto Reutemann estaba más preocupado por las consecuencias a futuro de esa rebeldía, que alegre porque su piloto trepaba con ese triunfo a la cima del Mundial de Fórmula 1.
Es cierto que había un contrato que le otorgaba prioridad a Alan Jones, el duro australiano, campeón del mundo y coequiper de Reutemann en Williams. Pero también era cierto que estaba el orgullo de un piloto de primer nivel y de un hombre que no quiso ser golpeado por el humillante mensaje de ese cartel Jones-Reu, que apareció a nueve vueltas del final y reiteradamente le ordenó resignar ante su compañero la victoria que tan sólida y merecidamente había construido desde la curva inicial manteniendo a raya a Jones sobre la pista carioca de Jacarepaguá complicada por la lluvia.
“Nunca vi ningún cartel” fue la respuesta repetida y sin mucho convencimiento de Reutemann en el convulsionado box de Williams. No eran tiempos de conferencias de prensa luego de la carrera. Por eso para escuchar la respuesta a la gran pregunta del día hubo que esperar que Lole regresara de la ceremonia del podio. Allí sólo tuvo como compañero a Riccardo Patrese, tercero con el Arrows. El segundo escalón quedó vacío. Otra cosa inimaginable en esta época. Le correspondía a Jones, quien después de un frío saludo de compromiso a Lole, se encerró en el garage de su box. Antes de bajar la cortina metálica lanzó esta dura advertencia: “Desde hoy, Reutemann es un enemigo más”. Vaya si cumplió. Más político pero no menos molesto por la actitud de rebeldía de Reutemann, estaba Frank Williams, todavía vital. “Se puso el cartel porque era lo establecido para casos como éste, Reutemann debió acatar la orden en la vuelta siguiente en la que se lo colocaron” dijo antes de responder con un elocuente silencio acompañado de una sonrisa irónica a la pregunta sobre la posibilidad que Lole no haya visto el cartel.
En su box y apuntado por todas las miradas que querían saber algo más sobre los motivos de su rebeldía, Reutemann mantuvo sus simples argumentos iniciales escudado en su impenetrable imagen. Igual se lo notaba tenso y deseoso más que nunca de irse lo más rápido posible. Como el estudiante el día de su primer “rateo”, sabía que había hecho algo que no tenía que hacer pero que en algún momento lo tenía que hacer. Por eso no parecía arrepentido. Lo confirmó años más tarde, cuando ya retirado y sin compromiso admitió que “hubiese sido humillante volver a entregarle una victoria a Jones, si lo hacía me iba al campo y no corría más”.
¿Tuvo aquella rebeldía de Lole el costo del título mundial de ese año? Es posible, aunque ni Reutemann ni Williams lo aclararon. Lo que si está claro es que aquella victoria rebelde tuvo el valor de las cosas inolvidables. Por eso treinta años después sigue firme en el recuerdo.
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