“Escenas de la vida conyugal”: un clásico con tres
grandes…
Tres
para Bergman. Darín, Bertuccelli y Aleandro, a días del debut.
El miércoles 5 de Junio de 2013
se estrena esta obra de Ingmar Bergman, con Ricardo Darín y Valeria Bertuccelli
dirigidos por Norma Aleandro. Una pareja que se termina tras diez años.
En una de
las últimas entrevistas que concedió, el genial cineasta sueco Ingmar Bergman
dijo que Escenas de la vida conyugal era una historia sobre (y eventualmente
para) “iletrados emocionales: gente educada, con mundo, muy leída, pero incapaz
de lidiar con los propios sentimientos o de abordar el compromiso con el otro,
con todo lo que implica”.
Nacida como serie en los años 70, devenida en filme y más tarde en obra
teatral, el miércoles esta pieza del gran maestro sueco subirá a escena en el
Maipo, con las actuaciones de Ricardo Darín y Valeria Bertuccelli, con nada
menos que Norma Aleandro en la dirección.
Los personajes que encarnará la dupla Darín-Bertuccelli cumplen diez años de
casados, tienen dos hijas, no han tenido mayores peleas y proyectan la imagen
de una pareja consolidada y medianamente feliz. Pero un día, sin decir agua va,
él le cuenta a ella que está perdidamente enamorado de otra mujer y que no hay
vuelta atrás: se va y punto final.
Los cómo y por qué llegaron hasta aquí estos dos actores que sólo hacen teatro de
vez en cuando, los cuentan ellos mismos.
“Si hablo de un comienzo de este proyecto -cuenta Darín-, tengo que remontarme
a Norma (Aleandro), hace más de tres años, hablándome de esta obra y contándome
que a ella le encantaría que lo hiciera yo. En ese momento yo estaba haciendo
Art, así que, obviamente, lo dejamos para conversaciones posteriores. Después
apareció el Maipo y la producción de Lino (Patalano), y empezó todo a tomar un
poco más de cuerpo y pudimos visualizar la posibilidad concreta de hacerla.”
Valeria llegó a Escenas de la vida conyugal muy de otra manera. “Yo estaba
trabajando en La suerte en tus manos (Daniel Burman) con Norma y la escuché
comentar que iba a hacer esta obra con Ricardo. Entonces le dije: “Yo quiero,
yo quiero, por favor”. Y ella me contestó: “No, no sé...” Después lo llamé a
Ricardo por teléfono y le dije: “Quiero hacer esa obra con vos”. Me parecía
genial la obra y me moría de ganas de trabajar con Ricardo. La verdad es que
les quemé un poco la cabeza.”
Se miran, se ríen con una complicidad particular, y Darín llega al rescate.
“Valeria y yo somos amigos, y nos debíamos trabajar juntos, porque ya nos
habíamos cruzado en cine y tenemos muy buena química. Nos quedaron las ganas.
Así que estuvimos todos felices.”
¿Cuánto tiempo hace que no se suben a un
escenario?
Valeria: Creo que unos cinco años, desde la Caperucita de Javier Daulte.
Ricardo: Con esta experiencia tengo la sensación de que nunca me subí a un
escenario. La sensación que tengo es la de ser un principiante que tiene todo
por descubrir. Hemos estado haciendo un proceso de investigación sobre la obra
tan profundo, tan exhaustivo, que todos los días descubrimos cosas que están
metidas en los intersticios de la pieza y que además te tocan mucho. No tengo
idea de lo que puede ocurrir, no tengo idea de lo que la audiencia va a
recibir, y eso me tiene muy inquieto.
¿Qué tiene que tener una obra de teatro
para que digan que sí?
Ricardo: Tiene que ser sobre un tema sobre el que yo crea, equivocada o
acertadamente, que puedo aportar algo. No siempre son los mismos motivos,
claro, porque algo que sólo persiga el entretenimiento también puede ser muy
valioso. No me refiero a que tenga mensajes, sino a que me movilice. Y esta es
muy, muy movilizante, porque da en la médula de muchos mecanismos. Es muy
difícil ver esta pieza y no sentir que alguna vez fuiste víctima de ciertas
frases o que no hayas atravesado situaciones similares. La obra se sumerge en
ese entramado que son las relaciones humanas, y puntualmente entre dos personas
que forman una pareja.
Valeria: Yo para decir que sí siento que la obra tiene que hablar de algo que
me interese, y tiene que tener ese algo con lo que sé que puedo conmover,
movilizar al espectador. Y además, me atraen los proyectos en los que creo que puedo
aprender. En este caso me ha pasado todo eso.
¿Alguna vez han sentido que pueden
hacerla “de taco”?
Ricardo: Las cosas no se pueden hacer “de taco” y si lo hacés, se nota.
Acá, si lo analizás un poco, te das cuenta de que no hay más que dos actores y
un texto. En el teatro no hay nada que te salve, no hay revancha hasta la
próxima función, no se puede editar. La incomodidad en el proceso creativo es
inevitable, hay que atravesarla.
Acaba de entrar la Aleandro y, sigilosamente, se sienta a un lado y escucha a
sus actores.
¿Qué estilo de directora es Norma?
Ricardo: Es una mujer insoportable (bromea Darín mientras Aleandro le hace
gestos para que diga maravillas y todos se ríen). Bromas al margen, Norma es
muy meticulosa, y tiene una especial habilidad para enfocar dónde las cosas
están yendo por el carril de lo verosímil y dónde no.
Valeria: Lo más genial que tiene Norma es que es muy buena con las imágenes
para trabajar. A mí eso me sirve muchísimo, porque ella sabe muy bien cuándo
una imagen te puede llevar a un estado determinado.
¿Fueron directo al texto, Norma?
Norma: Sí, fuimos yendo hacia el texto con bastante tiempo y con cuidado. En
realidad, nunca se sabe por dónde salta el conejo. Ahora estamos todavía
descubriendo cosas, y creo que esto seguirá pasando aún cuando estemos en
funciones. Nos estamos divirtiendo, aunque alguna gente a esto no le llamaría
diversión. (Se dirige a Darín). Y pensar que todo empezó en el jardín de casa,
¿no? Si él decía que no, no lo hacíamos. Dijo que sí, y esta obra es un clásico
que siempre valdrá la pena hacer. Eso tiene de genial Bergman: de una manera
muy sencilla habla de cosas que le pasan a todo el mundo.
¿Por qué creés que la pareja propone un
universo vincular tan complejo a diferencia de otros vínculos amorosos?
Norma: Yo creo que es muy difícil que dos personas puedan convivir, en
todos los vínculos. Pero si hay amor en el medio, o pasión, o algo que te hizo
creer que había amor, la convivencia se vuelve algo complicadísimo. Cada uno de
nosotros tenemos una conformación particular y que eso se ponga en armonía con
el otro es complicadísimo. Dicen que Buda decía que encontrar “la” pareja era
como ir nadando por el océano y encontrar una pulsera que te calzara justo. Es
muy difícil, hay que hacer mucho equilibrio, o se da milagrosamente. Y esto hay
que mantenerlo. Ahí yo recuerdo un viejo amigo de mi padre que cuando
finalmente se casó con la mujer que amaba -le costó muchísimo-, le dijo: “Te
regalo mi orgullo”. En ese entonces a mí me pareció espantoso. Con los años
entendí que para la convivencia hay cierta cosas que hay que resignar, y una de
ellas es el orgullo. No el orgullo natural del ser humano, sino aquél que está
basado en la soberbia.
¿A qué cosas han tenido que renunciar en
sus relaciones de pareja?
Valeria: No lo sé, a miles de cosas. Igual, lo que les pasa a los
personajes durante la obra es entender que el amor no tiene forma. La pareja es
una de las muchas formas del amor. Yo creo que el amor es lo único importante
en la vida.
Ricardo: Partiendo de la base de que en la convivencia hay una necesaria
negociación de espacios, materiales y no materiales, hay que tratar de
encontrar la forma de entrar en armonía. En ese trabajo uno aprende muchas
cosas de uno, del otro, y empieza a percibir esas cosas a las que se aferra
más. En ese trabajo por concederlas empieza a pulir el calibre de la relación
que mantiene. Cuando uno ama -me gusta creer en el amor incondicional-, más
allá de la estructura de la pareja, hay como un impulso natural a ponerse más
allá de los obstáculos. A veces esos obstáculos pesan más que las cosas que
unen. Yo libro una batalla permanente contra mi pundonor. En este oficio es muy
fácil terminar creyéndote que sos el centro de tu microuniverso y eso es muy
tóxico. Hay que estar atento a muchos frentes. No sé si lo conseguí todavía. A
veces, por respuestas de mi mujer y de mis hijos, sospecho que no. Pero lo que
habla bien de mí es que intento no caer en la estupidez de creerme nada, más
que un individuo intentando entrar en armonía.
© Publicado
el domingo 02/06/2013 por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.