La vida es un tablero de ajedrez en donde los cuadros blancos son los días y los cuadros negros son las noches... Nosotros, somos las piezas que vamos de aquí para allá para caer al final en el cuadro de la nada... De Alguna Manera... Una Alternativa…
Central
Córdoba se lo dio vuelta a Huracán y clasificó a la final…
En un atractivo primer
tiempo, el "Globo" empezó arriba con un golazo de De La Fuente a los
7', pero el "Ferroviario" lo dio vuelta con tantos de Atencio y
Florentín. Espera a Boca o Vélez en la final.
Cinco años después, Central Córdoba de Santiago
del Estero volvió a meterse en la gran final. El Ferroviario dio vuelta el
marcador, le ganó 2-1 a Huracán en el Estadio Único de San Nicolás, en la
primera semifinal, y dio otro paso grande en la Copa Argentina. Espera rival de
la otra semi, en la que se enfrentarán Boca Juniors y Vélez Sarsfield, el
puntero del Torneo de la Liga, donde el Globo es el escolta.
Huracán se
puso rápidamente en ventaja. A los siete minutos, tras un córner desde la
izquierda, hubo un despeje y la empalmó perfecto Hernán De La Fuente, de media
distancia, con un tremendo derechazo al ángulo superior derecho del arquero
rival para marcar el 1-0. Y desató la alegría de sus compañeros e hinchas. A
los 18 ya lo empató Central Córdoba, luego de una gran acción, Matías Godoy se
la cedió a Rodrigo Atencio, quien entrando por el medio definió de primera,
abajo, para sellar el 1-1.
En el cierre del primer tiempo, ya siendo superior el Ferroviario,
dio vuelta el marcador gracias al gol del paraguayo José Florentín de cabeza, a
los 37 minutos, tras un tiro libre desde la izquierda. Así, los santiagueños
levantaron cabeza e ilusionaron a sus simpatizantes, en busca de otra final en
la Copa Argentina. En el comienzo del segundo tiempo, Frank Kudelka puso a Ramón
Wanchope Ábila, en busca de tener mayor poder ofensivo, obligado a marcar para
volver a estar a mano. Buscó el perdedor por todas las vías, pero sin mucha
claridad, dispuso de alguna ocasión, pero no tuvo el punch suficiente contra un
rival que de menor a mayor y se llevó el pasaje a la final. Central Córdoba, conducido ahora por Omar De Felippe, ocupa el 20º
puesto en la liga con 22 unidades, tras un mal arranque. Como le pasó a
Huracán, su última caída fue 1-0 ante Deportivo Riestra de visitante, con la
diferencia que acumula ya 12 encuentros sin caídas. Por eso, el Ferroviario
atraviesa su mejor momento del año, ahora con siete triunfos consecutivos,
entre el Torneo de la Liga y la Copa Argentina, y siempre convirtiendo por lo
menos dos goles. Y, vaya casualidad, el lunes próximo se volverán a enfrentar,
en la cancha de Huracán, por la 19ª fecha de la Liga Profesional. En la Copa Argentina, el equipo de Santiago del Estero debutó
superando a Quilmes, después a Estudiantes de La Plata, luego igualó con
Newell’s y festejó por penales y en cuartos derrotó 2-1 a Temperley, que había
dado el gran batacazo del certamen al eliminar por penales a River Plate. Y
este jueves se impuso a Huracán, para sellar su segundo boleto a la definición
del torneo.
Por su parte, Huracán se encuentra en un buen momento en la Liga Profesional.
Fue líder y ahora está en el segundo lugar, con 34 puntos, a tres de Vélez.
Llevaba cinco partidos sin derrotas, entre ambos torneos, incluidas cuatro
victorias, pero no le alcanzó en la Copa. Allí, el camino del equipo de Parque
Patricios arrancó con un éxito sobre Villa Mitre, luego superó a Platense y
después a Argentinos Juniors, en los tres casos tras empatar e imponerse por
penales. En cuartos de final, el Globo superó 1-0 a Talleres de Remedios de
Escalada, el sorpresivo verdugo de Racing. El Globo buscaba repetir su mejor actuación histórica en la Copa
Argentina, cuando salió campeón en la temporada 2013-2014 tras vencer a Rosario
Central por penales en San Juan. Pero el festejo fue de Central Córdoba, que se
metió en su segunda final, tras lo vivido en la edición 2018-19, cuando perdió
con River en Mendoza. Ahora quiere su revancha y le tocará Boca o Vélez.
Huracán derrotó a Platense
con un insólito penal de Zárate...
El Globo
superó al Calamar por 2 a 0 en el Ducó. Mauro le cometió una falta a Cóccaro en
el área, pena máxima y Cristaldo puso en ventaja al local. El uruguayo selló el
resultado en el complemento, en el partido que cerró la penúltima fecha.
Huracán
tuvo una noche redonda en Parque de los Patricios, donde al vencer por 2 a 0 a
Platense no solamente alcanzó el tercer puesto en el campeonato de la Liga
Profesional a una fecha del final, a tres unidades del líder Racing, sino que
además alcanzó la posición de Gimnasia, el último equipo que se está
clasificando para la Copa Libertadores 2023.
Claro que no todo fue tan
sencillo para los dirigidos por Diego Dabove en el primer tiempo, porque
Platense le respondió a cada ataque con la misma ambición, por lo que en ese
ida y vuelta los riesgos estaban tan latentes como los beneficios.
Pero lo que no podía el
"Globo" ante su ululante e ilusionada parcialidad lo consiguió un
jugador visitante, curiosamente el más experimentado y de mayor trayectoria,
Mauro Zárate.
El ex Vélez y Boca tuvo
justamente una acción de juego impropia de esas condiciones mencionadas al
tomar el balón unos 10 metros fuera de su propia área y extrañamente empezó a
gambetear hacia el medio y para atrás, de izquierda a derecha, hasta terminar
al borde del área chica donde perdió la pelota ante Matías Cóccaro y no le
quedó otra que cometerle falta penal al uruguayo.
De la sanción se hizo cargo
otro ex Boca Juniors como Franco Cristaldo, que clavó el balón en el ángulo
superior izquierdo del arco defendido por Marcos Ledesma, que se lanzó hacia el
otro lado.
Ese tanto de Cristaldo no
solamente lo afirmó en el segundo lugar de la tabla de goleadores con 14
tantos, cinco por debajo de Mateo Retegui que hoy hizo los dos de la victoria
de Tigre sobre Central Córdoba, en Santiago del Estero, por 2 a 1, y tres por
encima de Enzo Copetti, que señaló el del triunfo por 1 a 0 de Racing en Lanús,
sino que además es el primer jugador en 22 años en anotar ocho penales en un
campeonato.
El anterior futbolista en
registrar esa marca fue el defensor de Gimnasia y Esgrima La Plata, Ariel
Pereyra, en el torneo Apertura de 2000.
Esa felicidad de Cristaldo
al finalizar la primera etapa contrastó con la desazón mezclada con enojo de
Zárate, quien recibió los reproches de sus compañeros, especialmente de los
marcadores centrales Ramiro González Hernández y Gastón Suso, lo que llevó al
director técnico Omar De Felippe a reemplazarlo por otro experimentado como
Gonzalo Bergessio en ese mismo entretiempo.
Ese mazazo pareció afectar
en grado sumo a Platense, que se mostró sin reacción en la segunda etapa,
incapaz de generarle inquietudes a Huracán en pos de aspirar a un empate con el
que había merecido irse al descanso.
La ubicuidad de Federico
Fattori y la prodigalidad de Benjamín Garré por el costado derecho del ataque
huracanense generaron las mayores ovaciones de la noche de Parque de los
Patricios.
La otra oportunidad llegó
sobre la media hora cuando Diego Dabove ya había decidido el cambio de Cóccaro
por Enzo Luna y cuando este iba a ingresar justo con un tiro de esquina a
favor, el técnico lo frenó hasta que se efectuara ese lanzamiento.
Se nota que el entrenador ex
San Lorenzo está angelado, porque de ese tiro de esquina llegó el cabezazo
goleador del uruguayo para sentenciar la historia y desatar definitivamente la
euforia de los hinchas del "Globo", que terminaron pidiendo por un
triunfo en el próximo fin de semana en Paraná ante el descendido Patronato,
"cueste lo que cueste".
Es que con chances
matemáticas de pelear por el título al menos en un desempate con Racing, la
pelea final es con Gimnasia por ese último espacio en Libertadores, aunque los
platenses tienen que jugar seis puntos (el pendiente con Boca del jueves y el
último con Talleres, en Córdoba) y Huracán solamente ese con los entrerrianos.
Para Platense, con el
objetivo alcanzado de conservar la categoría, quedará la despedida ante su
público en Vicente López frente al peor equipo del año, Lanús.
Síntesis:
Huracán: 2
Lucas
Chaves; Guillermo Soto, Fernando Tobio, Patricio Pizarro y Walter Pérez; Franco
Cristaldo, Federico Fattori y Santiago Hezze; Benjamín Garré, Matías Cóccaro y
Nicolás Cordero. DT: Diego Dabove.
Platense: 0
Marcos
Ledesma; Nicolás Morgantini, Franco Camargo, Ramiro González Hernández, Gastón
Suso y Ayrton Costa; Vicente Taborda, Iván Gómez y Franco Baldassarra; Mauro
Zárate y Jorge Benítez. DT: Omar De Felippe.
Gol en el primer tiempo: 45m. Cristaldo (H), de tiro penal.
Gol en el segundo tiempo: 31m. Cóccaro (H).
Cambios en el segundo tiempo: Al comenzar Gonzalo Bergessio por
Zárate (P); 19m. Alexis Sabella por Benitez (P), Juan Cruz Esquivel por Taborda
(P) y Rodrigo Cabral por Garré (H); 32m. Sebastián Guerrero por Camargo (P),
33m. Enzo Luna por Cóccaro (H), 42m. Maicol Cabrera por Cristaldo (H) y Matías
Gómez por Cordero (H)
Amonestados: Cóccaro (H). Camargo, Suso,
Taborda y Zárate (P).
Ningún equipo fue mejor que River. Como periodista, como
testigo imparcial y hasta como hincha de fútbol, soy un convencido de la
necesidad de bajar brutalmente el nivel de angustia con el que se habla de un
resultado deportivo. Eso de “partidos de vida o muerte”, “jugarse la vida en
cada pelota”, “hoy no se puede perder”, “el drama del descenso” me suenan, de
movida, a mediocres recursos de cronistas de cuarta que, si se les propone
hablar del “cómo” o del “por qué”, lamentan haber tocado un amigo o presentado
un currículum para dedicarse a esto.
Sin embargo, en un fin de semana como éste no me animo a ser tan
contundente al respecto. Mejor dicho, me mantengo firme en mi convicción –y en
mis sentimientos–, pero no aspiraría que ningún hincha cuyo equipo haya estado,
esté o vaya a estar involucrado en este sube y baja ridículo del fútbol
argentino preste ni la menor atención a estas líneas. Mucho menos que adhiera.
Tal vez dentro de algunos días, cuando ese dique de angustia futbolera que,
según el resultado, nos hace desesperar por un choripán o nos impide tomar un
cafecito sea cosa del pasado, estén en condiciones de entender que los dramas
de la vida pasan por otro lado. Y los del fútbol también. Y los de los clubes
de fútbol involucrados, más aún. River y San Lorenzo son la muestra más acabada
de que aquello que nos desespera, despedaza o alivia está lejísimos de ser lo
realmente importante. Aun teniendo muy en cuenta que las administraciones de
ambos clubes tienen perfiles abismalmente opuestos –me quedo con la de Núñez,
por lejos– sus presentes impregnados de violencia, falsas promesas y
descalabros económicos e institucionales no me dejan mentir. Como ascender o no
descender pasan a ser las consignas insustituibles, todo lo demás pasa a
segundo plano. Y los responsables de ello lo aprovechan. Tengamos en cuenta que
la enorme mayoría, sino la totalidad de los desarreglos tiene que ver
exclusivamente con las actividades relacionadas con el fútbol profesional. Por
eso pongo en planos distintos al club que tiene como conductor deportivo a
Sergio Vigil respecto del que acaba de dejar ir –por desidia, por abandono, por
falta de todo apoyo– a Elizabeth Soler, flamante campeona panamericana de
patinaje artístico, anuncio que la propia Soler le hizo anteayer a mi compañero
Guido Bercovich.
De cualquier manera, como venimos hablando de fútbol, o de algo
similar, es bueno no perder demasiado el foco. Cuando se habla del ridículo
sube y baja de nuestro fútbol no podemos soslayar que estamos a horas de que
pueda demostrarse en los hechos la torpeza de los diseñadores de torneos en
nuestro medio. Bastaría que Tigre fuese campeón y quedase en zona de Promoción
para que lleguemos al éxtasis de la estupidez deportiva. En realidad, tampoco
hace falta tanto para llegar a esa conclusión. El sólo hecho de que un equipo
viva al mismo tiempo el mejor y el peor momento de su historia es la
sublimación del imprevisto.
Pero ya a comienzos de la semana tuvimos la muestra elocuente de
que algunas personas, dentro del fútbol argentino, gastan tanto empeño en armar
las valijas para viajar al Mundial que no les queda resto para pensar en
aquello que los justifica como dirigentes. Y conste que amanecí generoso y no
me pongo a hablar de cargos en la FIFA o en la Conmebol ni de asuntos de
corruptela.
Nadie podría sostenerse en su cargo si, a cinco días de la
definición más intensa y extravagante de la historia de nuestro fútbol, enviara
repartir entre los medios –y supongo que entre los representantes de los
clubes– dos hojas explicativas con enmiendas a una reglamentación que, 24 horas
antes, exponía un importante puñado de vacíos respecto de las cosas “que nunca
van a pasar” y que, de golpe pasaron. Entonces, paso a ser una realidad
devastadora la posibilidad de que un mismo equipo jugase un triangular de
desempate por el título, otro para evitar la promoción y, quizás, jugar la
promoción misma, lo que le equivaldría disputar seis partidos más de los
previstos. Ser campeón y descender al mismo tiempo. ¿Y en qué orden se jugaría?
¿Quién esté primero? ¿El huevo, la gallina o los impresentables?
No voy a aburrirlos enumerando las otras variables que sólo se
contemplaron cuando el agua les llegó al cuello y no antes de empezar el
torneo. Si les digo que, así como los problemas de violencia, programación,
logística y capacidad de estadios se soluciona con quitar a las barras del
camino, hoy quedó en evidencia que los promedios son la gran deformación del
fútbol argentino. Por algo los que deciden no se animan a acomodar los libros
en la biblioteca si, para lograrlo, alcanzaría con mandar a la papelera de
reciclaje dos cuadernos con hojas en blanco.
Tal es la dimensión del mamarracho que se llega al final de una
historia en la que la gran mayoría de los involucrados, en el caso de lograr el
objetivo, lograría mucho más una señal de alivio que de euforia. Ayer, la
excepción fue Quilmes, con su excepcional ascenso, uno más en la impecable
carrera de Omar de Felippe como entrenador. La excepción de hoy podría ser
Arsenal. Y Tigre, otra vez, esa extravagancia en la que el mismo que puede
vivir la euforia necesita sentir el alivio de zafar del descenso.
Sin dudas, la quintaesencia del alivio por encima de la alegría
fue River Plate. Estoy convencido de que el equipo de Almeyda logró un ascenso
absolutamente merecido. Aun sin haber hecho brillar a un plantel de excepción
que, me animo a decir, no volverá a verse en la categoría, ningún otro equipo
de la división puede arrogarse el anuncio de haber sido mejor que el conjunto
de Núñez. Pudo haberlo hecho Instituto. Pero su campeonato como mejor de todos
terminó hace no menos de seis fechas. Y la caída libre del final no permite
imaginarlo superando la Promoción, cosa que sólo logrará si vuelve a ser aquel
equipo que, por ejemplo, catapultaba a Dybala a las primeras divisiones
europeas.
River está de regreso en Primera y eso es una enorme noticia para
el fútbol argentino. Para Passarella es haber encontrado en el fútbol un tanque
de oxígeno. Es el mismo Passarella que tiene derecho a levantar banderas de
cosas bien hechas en otras disciplinas y áreas del club. Lamentablemente, la
sociedad futbolera condena a ser una rareza en vías de extinción cualquier cosa
que no sea su plantel profesional (y sus deudas enormes, y sus barras bravas, y
sus vaivenes deportivos). Esto no es privativo del flamante campeón del
ascenso. Es moneda corriente en demasiados clubes del país. En otros, toda
actividad que no sea el fútbol profesional es burdamente despreciada.
Ojalá esta vuelta a las fuentes le dé a River nuevos motivos para
hablar de su histórica grandeza futbolera. Ojalá sea la base de sustento para
potenciar su condición de club integral “con” fútbol y no “de” fútbol. Y ponga
arriba de la mesa lo necesario para que los violentos se queden en la calle.