"Las abuelas nunca entramos en juegos políticos partidarios"
La recuperación de identidad del nieto número 100, su cercana relación con el Gobierno; la deslealtad de algunos amigos y las ganas de seguir, a los 79 años. De todo ello habla Estela de Carlotto en esta entrevista.
En el hall de la sede central de Abuelas de Plaza de Mayo hay un cuadro que crece. Tiene las fotos de los nietos recuperados; falta encontrar a 400. Entre ellos, al nieto de su presidenta, Estela de Carlotto, que celebró recientemente la recuperación de identidad del nieto número cien. Fue casi 30 años después de localizar a las primeras, las hermanas Tatiana Ruarte Britos y Laura Jotar Britos.
Pero por los días en que dialoga con LN R el tema que la hace aparecer en los medios es otro: la toma de muestras de ADN a los hijos adoptivos de Ernestina de Noble.
-Para muchos, más que de una búsqueda de identidad, esto es parte de una pelea política que involucra al gobierno y al grupo Clarín...
-Esto es responsabilidad pura y exclusiva de los políticos que se meten a hablar barbaridades. Lilita Carrió bastardeó el tema diciendo que rechazaba las leyes con las que estuvo de acuerdo en 2003, que se trataba de una pelea direccional entre la presidenta y Ernestina Noble. ¡Nada más deshonesto que decir algo así! Me extraña que Gil Lavedra diga que hay que considerar el derecho de la familia, cuando la única familia que hay es la que está buscando. La otra familia puede haber tenido buena fe, o ser una ladrona. Y Strassera dijo que si el chico no quiere hacer la prueba, que no se haga, desconociendo que se trata de un delito de acción pública y que el Estado tiene que llegar a la verdad, a saber qué y cómo ocurrió, hasta las últimas consecuencias.
-La ley de extracción de ADN por métodos alternativos se aprobó en el Senado con un voto en contra. La creación del Banco Nacional de Datos Genéticos fue más controvertida. ¿Por qué?
-No fue fácil. No puedo entender que gente amiga, en vez de venir acá y hablar con nosotros, hizo una especie de trabajo paralelo en contra. Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, que fue siempre un amigo, repartió notas en el Parlamento, contrarias, sin hablar con nosotras. ¿Cómo podían decir que el Banco que pertenece a la Nación se va a perder? Si se pierde eso, perdemos los nietos. A veces se olvidan de que las Abuelas hemos salvado al Banco mil veces. Buscando reactivos en el exterior, haciendo campañas de recolección de fondos, pidiendo que mantengan al personal. Que gente que ha sido amiga se haya comportado así me pareció una deslealtad.
El nieto número 100 no era apropiado: Matías Espinosa es hijo de Tulio Valenzuela y Norma Espinosa, militantes. Cuando Norma estaba embarazada, se separaron. Ella se retiró y se fue a lo de sus padres. Tulio pasó a la clandestinidad. Después, desapareció. Matías creció con su madre. Adolescente, se acercó a Abuelas y contactó a sus tíos paternos. En 2009, se restituyó a Sabrina, su media hermana (hija de Tulio Valenzuela y Raquel Negro). Matías fue derivado a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) para estudios genéticos. En junio se confirmó. Recién a fin de año Matías hizo pública su historia: el nieto número cien.
-¿Qué significó encontrarlo?
-Siempre auguramos esa cifra. Es muy simbólico. El primer centenar de los 500 secuestrados. Las leyes que se aprobaron en 2009 pueden dar resultados muy buenos este año. Quizás animen a muchos chicos a que acepten esa prueba de ADN alternativa. No es agresiva, el rescate de una prenda, un peine. Los libera de esa especie de traición a quienes los criaron, a los que están ligados sentimentalmente.
La nieta 99 no vive: Mónica Santucho desapareció cuando secuestraron a sus padres. Antes, escondió a dos hermanitos en un tacho de basura. Los salvó. Tenía 14 años. Fue torturada. El Equipo de Antropología Forense identificó sus restos.
Al nieto 98 la familia no lo buscaba. Martín Amarilla Molfino, hijo de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino, nació en cautiverio. Sus parientes no sabían del embarazo. Martín se acercó a Abuelas. "No da con nadie", decían los genes. Hasta que alguien contó que Marcela tuvo un bebé detenida. Todo se hilvanó. Martín se encontró con tres hermanos.
Visitando a Juan Pablo II, en el Vaticano, en 1997
-Tres historias atípicas donde el cuerpo, después de años, habló.
-Antes íbamos detrás de los árboles. Hoy contamos con investigación y técnica. Apretás un botón y cruza todo. Las Abuelas estamos haciendo un estudio de las maternidades clandestinas. De acuerdo con nacimientos y encuentros, al saber quiénes estaban ahí, podemos presumir quiénes tienen al resto. Con los juicios, surgen más datos. Uno dice: "¿Cómo no lo dijiste antes?" "Creía que no servía". ¡Todo sirve!- dice Carlotto.
-¿Recuerda su primer encuentro con Abuelas?
-Habrá sido por abril de 1978. Recibí un buen consejo de mi consuegra, Nelva Falcone, mamá de María Claudia Falcone, víctima de la Noche de los Lápices. "Estela, ¿por qué estás sola si hay otras señoras en La Plata que se reúnen? Algunas están buscando nietitos". Con mucho cuidado nos encontrábamos en confiterías, estaciones, iglesias. Yo había empezado a gestionar mi jubilación como directora de una escuela, para buscar a Laura, mi hija. Tenía noticias de que mi nieto nacería en julio. La jubilación me llegó en agosto de 1978, tres días después de enterrar a Laura. Fue muy terrible. Me metí de cabeza. Al principio, las Abuelas no teníamos nada; era todo artesanal. Se complejizó por necesidad de la función.
-¿Cuántas Abuelas quedan?
-Crece la institución, pero decrecen las abuelas. Es fuerte. Hay que ser realistas, saber que así es la vida. Las abuelas que se nos han muerto sin encontrar a sus nietos tienen en nosotras la búsqueda. Y las que viven tienen 90 años. Quedamos las que podemos. Somos una comisión de 13. Algunas llegan arrastrando sus pies, con su sordera a cuestas, sus "los días de frío, no". Somos frágiles. Todos los días somos cinco abuelas. Y una enorme presencia de juventud en el equipo jurídico, psicológico, genético.
Junto a Adolfo Pérez Esquivel y Hebe de Bonafini, de quienes hoy está distanciada
-¿Aún se emociona o lo vivido endurece?
-Siento una emoción terrible. Cuando Claudia, mi hija, que es titular de la CONADI, me contó de Martín Amarilla Molfino, pegué unos gritos bárbaros. Un día estaban sus familiares acá, en la sala grande. El estaba en la CONADI recibiendo la noticia. Le dije a Claudia: "Cuando sea prudente, preguntale si quiere conocer a su familia". Después ella llamó para decir que el chico venía para acá. ¡Salí a esperarlo a la puerta! Es lo que alimenta el alma para seguir.
-¿Qué la impulsa a tanta actividad?
-Temperamento y compromiso. Antes de que me tocara ser de Abuelas de Plaza de Mayo, era directora. Para ser maestra hay que estar preparada, atender a los niños con amor. Ya tengo 79 años, ¡un horror! No me doy cuenta. Hago más que a los 20. Y el físico, a pesar de mis ñañas, me responde. Vivo sola (su marido Guido falleció hace 8 años), puedo acostarme a la una, dos de la mañana y levantarme a las 6 para desparramar papeles de Abuelas. Acá es imposible, hay una presencia de personas y cuestiones por responder. Los domingos al mediodía los paso en familia, preparo tallarines con una salsa de tres tiempos. Somos los Campanelli. Y ese día no se habla de política.
-Volviendo a la política, a usted se la critica por su cercanía con el gobierno de Kirchner.
-Aplaudo al gobierno en lo que hace en Derechos Humanos como gestión, no como partido político. Las Abuelas no entramos nunca en juegos políticos partidarios
El anuncio del nieto número 98
-¿Tiene charla íntima con la Presidenta?
-No. Cristina es muy conversadora, agradable. Pero no soy de entrar en confidencias. Ella dice que yo la hago acordar a la mamá y yo digo que por el look me hace acordar a Laura. Hay cariño.
-Pero, ¿puede ser crítica con ella?
-Si le tengo que decir algo, lo digo; si hay que pedir algo, pido. Y si la tengo que criticar, también.
-¿Qué opina de la pena de muerte?
-El dolor de una madre cuando pierde un hijo es el mismo, uno lo comprende y lo acompaña. Pero hay tiempos de dictadura y de democracia. Uno lamenta la muerte de un policía y respeta el dolor de esa mamá. Pero un policía elige empuñar un arma y correr un riesgo que no tiene, por ejemplo, un maestro. Por otro lado, creo que los discursos que piden pena de muerte son de gente que está en la vereda de enfrente. Eso de "tenemos que matar" es contagioso para una sociedad que está temiendo por la inseguridad. Sí, vemos que la hay. Pero hay que buscar los motivos de esa inseguridad. ¿Quién es ese chico que se droga a los diez años? ¿Quién le da la droga y quién le da el arma? ¿Ese chico nació malo? No. Los usan de puente, de correo. Hay que buscar las causas sin echarnos culpas entre nosotros.
Con Tati Almeyda, de Madres Línea Fundadora
De odios y rencores
Una tarde, Carlotto llega al estudio fotográfico de La Nación, del brazo de Jorgelina Azarri de Pereyra, la Abuela Coqui, titular de Abuelas de La Plata. No necesita peluquero ni maquillador: el cabello esponjoso, ojos bien sombreados. Mientras hace las fotos, su compañera la describe: "Cálida, inteligente, muy trabajadora. Nos representa muy bien. Somos de La Plata, nos conocimos por lo que nos tocó vivir por nuestras hijas. El amor nos condujo a la calle. Pasamos angustia y felicidad. Logramos cosas que no nos imaginamos nunca. Hace un año y tres meses tuve la dicha de encontrar a mi nieto. Al verlo, le hablé a mi hija: "Amor, encontré lo que siempre te prometí". La lucha sigue. Me siento más comprometida: quiero que todas las Abuelas vivan esta alegría", dice Coqui.
-Carlotto, usted suele decir las cosas de modo conciliador. ¿Años de experiencia, estrategia, o siempre fue así?
-Me criaron así. Recibí enseñanzas morales de respeto al otro. Podemos no pensar igual. Y se puede decir lo mismo sin ofender. Con las Abuelas recorremos barrios, pueblos, universidades para hablar de esto: no escuchemos a esos que ven en el otro un enemigo porque piensa gris y pienso blanco. Pensemos en el país, en la Argentina. Enemigos de la humanidad son Videla, Massera, Bignone. Los que reivindican los crímenes y los volverían a cometer.
-¿Cómo es vivir buscando a un nieto?
Mi nieto tiene 31 años. En algún lado está. Antes, yo miraba las caritas de nenes de su edad. Una vez seguí a una mamá que tenía en brazos a un bebé parecido a uno de mis hijos. Se dio vuelta, era idéntica al chiquito. Qué locura. Seguí y sigo mirando. Ya no me obsesiono. Me da un respingo el cuerpo cuando alguien dice "¡vení, Guido!". Y si veo que es de la edad, por ahí le pregunto cuántos años tiene. Se está usando bastante el nombre Guido. Tengo ilusiones cuando hay casos que coinciden con su historia. Pero busco a todos los nietos. Por disciplina no entro en angustias, fantasías. Es lindo cuando me dicen "te siento mi abuela". El día que encontramos el nieto de Coqui, lo disfruté tanto. Es como encontrar el propio.
Remo, su hijo, es diputado por el oficialismo
-¿Sus nietos buscan a Guido?
-Lo esperan, más que buscarlo. Saben que estoy yo. Me toleran como una abuela un poco ausente, a veces me ven más en la pantalla. Pero es una espera de todos, el nieto que falta. Mis hijos sí lo buscan.
-¿Guarda algo para él?
-El otro día pensaba qué voy hacer. En cada encuentro o congreso nos regalan camisetas, prendedores. Guardo cajas repletas de remeras y suvenires, para mostrarle cuántos lugares recorrí buscándolo. De Laura hay un archivo biográfico que se arma en Abuelas, con testimonios de quienes conocieron a los padres. El otro día me encontré con una chica que vivió con ella. Decía: "Laura hablaba mucho de ustedes, contaba que en su familia inventaban términos". Es cierto: a la frazada le decíamos pitilla. Y le contó que inventamos una forma de llamar las partes sexuales de la mujer y el varón. Laura tuvo humor hasta el final. A veces pienso: ¿qué soy yo? Si la que dio la vida fue ella. En nuestras últimas charlas, me dijo: "Si me pasa algo, la muerte de todos los que luchamos, no va a ser en vano".
-¿Alguna vez sintió rencor?
-Ni odio ni rencor, lo mismo la mayoría de abuelas y padres. Buscamos el triunfo de la verdad sobre el plan sistemático de robo de bebés. Estamos encontrando la vida y la muerte, como el caso de Mónica. Pruebas en contra de aquellos que creyeron que nunca se iban a saber los crímenes que cometieron. Apuntan a recomponer esta historia tan dura que los malintencionados quieren que se oculte.
Inseguridad: 'Hay que buscar las causas sin echarnos culpas entre nosotros', dice
Algo muy personal
Estela de Carlotto se sumó a Abuelas de Plaza de Mayo en abril 1978, meses después de la desaparición de su hija Laura, a fines de 1977. Su marido, Guido, también fue secuestrado y torturado. Falleció en 2001.
Tiene cuatro hijos: Laura, Claudia (titular de la CONADI), Guido (senador provincial, en Buenos Aires, FPV) y Remo (diputado del FPV). Y catorce nietos.
Es la presidenta de Abuelas desde 1989. Abuelas de Plaza de Mayo reconoce como fecha de iniciación el 22 de octubre de 1977.
Guido, el hijo de Laura, nació el 26 de junio de 1978 en el Hospital Militar.
© Escrito por María Eugenia Ludueña y publicado en la Revista La Nación del domingo 10 de Enero de 2010.
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