Se puede ganar antes de jugar. Claro que se puede. Aunque todavía quedan noventa minutos que definirán quién será el campeón y quién será el escolta, aunque uno quedará envuelto en el júbilo y el otro en el desconsuelo, Huracán y Vélez ya ganaron. Ganaron porque en las dieciocho fechas anteriores del Clausura exhibieron una identidad --cada uno a su manera-- que respetaron contra viento y marea. Ganaron porque fueron fieles a sí mismos en la victoria o en la derrota. Ganaron porque nunca arriaron las banderas del fútbol audaz, libre, sin prejuicios. Ganaron porque jugaron igual en cualquier lado. Ganaron porque priorizaron las buenas artes en épocas en que las agachadas suelen tener su espacio (más de una vez destacado, lamentablemente). Ganaron porque hicieron feliz a mucha gente, y no sólo a su gente. Ganaron porque demostraron que se puede jugar bien al fútbol y, al mismo tiempo, se puede ser eficaz.
Ganaron Angel Cappa y Ricardo Gareca. Uno, Angel, porque les hizo entender rápidamente a sus jugadores cuál era el mejor camino para llegar al objetivo y porque le devolvió a Huracán su histórica forma de sentir y de interpretar el fútbol. El otro, el Flaco, porque regresó al país para cimentar el lugar que no tenía: un torneo le alcanzó para que más de uno conociera sus cualidades como entrenador y para que todos lo respetaran.
Ganaron Javier Pastore y Víctor Zapata. El cordobés del fútbol hecho elegancia es el toque más brillante del Huracán de los mil y un toques; es la habilidad que inventa juego y que inventa goles; es el heredero de otros sapientes que alguna vez también lucieron orgullosos la camiseta blanca con el globito rojo en la línea del corazón. El Chapa convenció a todos, especialmente a unos cuantos plateístas de Vélez que le taladraban sus oídos con reprobaciones; hoy, Zapata no sólo es referente: también juega y hace jugar.
Ganaron Mario Bolatti y Nicolás Otamendi. El rubio jugó tanto que a esta altura es una de las presas más codiciadas del mercado de pases: lo quieren desde River hasta Boca, cuando un semestre atrás llegó en el más absoluto silencio a Parque Patricios luego de un ciclo apagado en el Porto. El pibe de Vélez es, seguramente, la aparición más rutilante del campeonato; ya es hombre de Selección, de esos que llegan para quedarse.
Ganaron Matías Defederico y Hernán Rodrigo López. El chiquitín es el socio ideal para Pastore y otra imprescindible cuota de frescura para la religión del tiki tiki. El uruguayo, a fuerza de fe, de coraje y de goles, revirtió los viejos silbidos (de los mismos plateístas que resistían a Zapata) por las nuevas ovaciones: ahora es el principal grito de Vélez.
Ganaron los hinchas de Huracán y ganaron los hinchas de Vélez. Que disfrutan, que aplauden, que se emocionan, que sueñan. Y que seguirán soñando.
Huracán y Vélez lo hicieron posible, al fin de cuentas. Se puede ganar antes de jugar.
© Escrito por Miguel Angel Bertolotto y publicado en el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el día domingo 5 de julio de 2009.
Ganaron Angel Cappa y Ricardo Gareca. Uno, Angel, porque les hizo entender rápidamente a sus jugadores cuál era el mejor camino para llegar al objetivo y porque le devolvió a Huracán su histórica forma de sentir y de interpretar el fútbol. El otro, el Flaco, porque regresó al país para cimentar el lugar que no tenía: un torneo le alcanzó para que más de uno conociera sus cualidades como entrenador y para que todos lo respetaran.
Ganaron Javier Pastore y Víctor Zapata. El cordobés del fútbol hecho elegancia es el toque más brillante del Huracán de los mil y un toques; es la habilidad que inventa juego y que inventa goles; es el heredero de otros sapientes que alguna vez también lucieron orgullosos la camiseta blanca con el globito rojo en la línea del corazón. El Chapa convenció a todos, especialmente a unos cuantos plateístas de Vélez que le taladraban sus oídos con reprobaciones; hoy, Zapata no sólo es referente: también juega y hace jugar.
Ganaron Mario Bolatti y Nicolás Otamendi. El rubio jugó tanto que a esta altura es una de las presas más codiciadas del mercado de pases: lo quieren desde River hasta Boca, cuando un semestre atrás llegó en el más absoluto silencio a Parque Patricios luego de un ciclo apagado en el Porto. El pibe de Vélez es, seguramente, la aparición más rutilante del campeonato; ya es hombre de Selección, de esos que llegan para quedarse.
Ganaron Matías Defederico y Hernán Rodrigo López. El chiquitín es el socio ideal para Pastore y otra imprescindible cuota de frescura para la religión del tiki tiki. El uruguayo, a fuerza de fe, de coraje y de goles, revirtió los viejos silbidos (de los mismos plateístas que resistían a Zapata) por las nuevas ovaciones: ahora es el principal grito de Vélez.
Ganaron los hinchas de Huracán y ganaron los hinchas de Vélez. Que disfrutan, que aplauden, que se emocionan, que sueñan. Y que seguirán soñando.
Huracán y Vélez lo hicieron posible, al fin de cuentas. Se puede ganar antes de jugar.
© Escrito por Miguel Angel Bertolotto y publicado en el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el día domingo 5 de julio de 2009.
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