La vida es un tablero de ajedrez en donde los cuadros blancos son los días y los cuadros negros son las noches... Nosotros, somos las piezas que vamos de aquí para allá para caer al final en el cuadro de la nada... De Alguna Manera... Una Alternativa…
Al seleccionado le quedó la incertidumbre de haber ganado por la mínima diferencia. Fue un triunfo con todas las de la ley, aunque no estuvo exento de angustia y sufrimiento. La Argentina, hasta ahora, es un equipo que está a la buena de Lionel Messi. El n°10 es un jugador que se reserva toda su expresión para el campo de juego. No fue otro que Messi el que abrió el camino a una victoria que debe bajar en tinta algunos aspectos a mejorar.
No hace falta desmenuzar mucho para encontrar rápidamente una producción deshilachada desde lo colectivo y táctico, aunque ilusionante y tranquilizadora tras observar el rendimiento de Messi. Lío participó en ocho de las diez oportunidades de gol que tuvo la Argentina.
El seleccionado salió a atacar en tromba . Gobernó el juego y el territorio desde el comienzo, y encontró su premio con el cabezazo de Heinze, a los seis minutos, tras un centro preciso de Verón. La multitud argentina estalló en una sílaba, en un éxtasis, en un gol.
La palomita de Heinze.(Reuters)
En un primer tiempo interrumpido y con algunas lagunas, quedó en evidencia que el desequilibrio y la creación son monopolio de Messi. El jugador de Barcelona acumuló marcas y se despojó de esa sensación de paso cansino cada vez que tomó la pelota. Encaró eléctricamente como lo hace en España, a veces con la cabeza gacha pero con el arco en la mente. La frescura y la velocidad de Messi fueron un problema sin solución para una defensa nigeriana demasiado pesada, con una temible presencia física, aunque desordenados y de poco criterio.
El verdadero obstáculo que detuvo a Messi fue el arquero Vincent Enyeama, con varias intervenciones a destacar, además de las que le contuvo a Higuaín, en la primera parte. A la Argentina le faltó ser más fina en la definición para llevarse una ventaja mayor.
Después del gol de Heinze, el juego se hizo cortado. El eje creativo entre Verón, Messi y Tevez no tenía el dinamismo del comienzo y a Di María se lo percibía ausente. De a poco, Nigeria se animó a pensar en el arco de Romero, que se mostró seguro en las alturas y no así cada vez que utilizó el pie. Obasi, por la izquierda, fue siempre un dolor de cabeza para Jonás Gutiérrez, a veces muy desorientado en su ubicación de lateral.
Messi estuvo imparable en los primeros minutos del partido. (Reuters)
Lejos de ser Nigeria ese rival alarmante del 94 o aquel que compitió por la gloria olímpica, a esta versión le falta ese carácter explosivo que suele diferenciar a los equipos africanos. Es un seleccionado vulgar, sencillo y con acentuadas fallas defensivas. Sin embargo, así y todo, se las ingenió para inquietar a la Argentina. ¿O acaso el disparo de Taiwo que rozó el palo no paralizó el corazón a más de uno?
Unicamente el arquero nigeriano evitó que la victoria hubiera sido mayor. El seleccionado ganó en su presentación, aunque aún es un equipo con cabos sueltos.
Con la ceremonia inaugural en el Soccer City de Johannesburgo se dio inicio a la Copa Sudáfrica 2010. Color, música y mucha cultura sudafricana. A las 11 empieza a rodar la pelota con el partido entre el anfitrión y México. A disfrutar...
Fixture Mundial...
Seguí al Mundial de Fútbol de Sudáfrica 2010 por este link:
No es no, y hay una sola manera de decirlo. No. Sin admiración, ni interrogantes, ni puntos suspensivos. "No" se dice de una sola manera. Es corto, rápido, monocorde, sobrio y escueto.
No.
Se dice una sola vez, No.
Con la misma entonación, No.
Como un disco rayado, No.
Un no que necesita de una larga caminata u una reflexión el jardín, no es No.
Un no que no necesita explicaciones y justificaciones.
No, tiene la brevedad de un segundo.
Es un no, para el otro porque ya fue para uno mismo.
"No" es No, aquí y muy lejos de aquí.
"No", no deja las puertas abiertas ni entrampa con esperanzas, ni puede dejar de ser No, aunque el otro y el mundo se pongan patas para arriba.
"No", es el último acto de dignidad.
"No", es el fin de un libro, sin más capítulos ni segundas partes.
"No", no se dice por carta, ni se dice con silencios, ni en voz baja, ni gritando, ni con la cabeza gacha, ni mirando hacia otro lado, ni con símbolos devueltos, ni con pena y menos aún con satisfacción.
"No", es No, porque No.
Cuando el no es No, se mira a los ojos y el no se descuelga naturalmente de los labios.
La voz del No, no es trémula, ni vacilante, ni agresiva y no deja duda alguna.
Ese No, no es una negación del pasado, es una corrección del futuro.
Copani se queja de que los artistas que apoyan al Gobierno pierden trabajo...
Distingue a los artistas "progres" de los de derecha, y comparó las repercusiones de sus opiniones políticas con las de Mirtha, Susana y Cacho Castaña.
A Ignacio Copani le molesta que lo llamen "artista K". El cantante, reconocido militante peronista, cree que hay una suerte de estigmatización para aquellos que apoyan medidas del Gobierno, como es su caso. Considera que esa etiqueta le hace perder trabajo sobre todo a los músicos, y esgrime que no le ocurre lo mismo a quienes, a diferencia suya, salen a denostar al kirchnerismo. Los señala con nombres propios: "Mirtha, Susana y Cacho Castaña no vieron afectadas sus carreras", sostiene en una entrevista en su casa de Caballito con Perfil.com.
"Algunos compañeros te lo dicen hasta como un consejo: un artista, cuando se mete en política, puede ver afectada su carrera y no creo que sea tan así, algo de cierto hay. Cuando un artista se mete en política desde el lado libertario, progresista, puede tener su carrera afectada, pero cuando vos tenés expresiones de derecha, de impacto rápido, no se ve afectada tu carrera", señala, antes de desarrollar los ejemplos de Mirtha Legrand, Susana Giménez y Cacho Castaña.
"La carrera de Mirtha no se afecta con sus opiniones política, la de Susana con su exabrupto de no pensar en los derechos humanos [reclamó la pena de muerte al afirmar que "el que mata tiene que morir"] no se ve afectada, ni la del querido Cacho Castaña, que en un acto lamentable y creo que habrá respondido a una emoción violenta, sugirió que mandar unos cuantos negros -así lo denominó él, aclara- a levantar un paredón en la Plaza y cuando matemos al tercero y al cuarto se acababa la inseguridad, tampoco vio afectada su carreta, sigue tan querido y popular como corresponde", relata Copani.
Sin embargo, el artista aclara que acepta "las ideas de cualquiera y que se ponga en duda la honestidad de un artista porque se expresa está mal", aunque subraya que "generalmente se la pone en duda cuando se expresa por un lugar más hacia la izquierda, y cuando es peronista, todavía un poquito más". Ese es su caso, no obstante prefiere desligarse de la polémica. "No importa lo que le pase a Copani, pero sí afectó las carreras de Discépolo, Don Hugo del Carril y de Leonardo Favio", enumera hablando de sí mismo en tercera persona.
Copani lamenta que muchos artistas no expresen su "beneplácito" con el Gobierno, pero los entiende. "Los actores se pronuncian más y los músicos especulan en torno a la posibilidad de la pérdida de laburo", expresa y agrega que "el actor puede ir encapsulado en una obra a cualquier lado, mientras que el cantante tiene que ir a defender su propio repertorio". En su caso, su exposición política le costó algunos trabajos en casinos y festivales, pero él lo define como "un un paso más de la democracia, que a veces son dolorosos".
"Estamos muy invisibilizados los que tenemos cierto pensamiento. Yo no encuentro una grieta donde poder expresarme: desde 'Cacerola de teflón', hace un año y medio, que no toco en la televisión, me convocan para hablar para contar chistes, para hablar de fútbol, de política, pero no encuentro dónde ir a llevar mi arte", confía el músico, que deposita sus esperanzas en que la nueva Ley de Medios pueda cambiar esa realidad.
Ignacio Copani: "Nunca vi un cacerolazo por los desaparecidos"
El cantante, autor de 'Cacerola de teflón' y 'Sr. Vicepresidente', dice que Cobos lo defraudó y que hoy le dedicaría un tema más duro. ¿Piensa que la oposición está "atada alambre"?
Ignacio Copani siempre escribió canciones teñidas de temas políticos de actualidad. Sacando "Lo atamos con alambre", durante la década del '90 incluyó a la hiperinflación, la recesión y varios personajes del menemismo en su repertorio. Sin embargo, esas letras hoy parecen diminutas si se las compara con sus últimos hits "Cacerola de teflón" y "Sr. Vicepresidente", dos éxitos que nacieron de la mano del conflicto con el campo, en tiempos donde el Gobierno denunciaba que existía un "ánimo destituyente".
Fue precisamente ese sentimiento el que lo llevo a componer, casi de manera compulsiva, ambos temas. En una entrevista con Perfil.com, el artista cuenta cómo fue ese proceso y qué impacto tuvieron esas canciones en su carrera. Además, habla del grupo Clarín, la oposición y de por qué sólo los artistas que apoyan al Gobierno son estigmatizados.
-¿Cómo nació el tema "Cacerola de teflón"?
- Estaba observando la noche del cacerolazo y veía algún cartel que decía "Volvé Videla", unos personajes que tengo muy asociados con lo antidemocrático y expresiones de mucho odio, y me nació escribir esa canción que no intenta cuestionar que alguien se manifieste por lo que siente, pero hace un paralelo con las cosas que considero importantes de lo que nos ha pasado en nuestra historia, y no había visto una expresión como esa. Nunca vi un cacerolazo por los desaparecidos, por los "viejos chicos" de Malvinas, por situaciones de nuestra degradación como sociedad hace unos años, cosas que describe la canción, que va diciendo 'no te oí en tal lugar, no te oí en tal situación', entonces ahí salió la canción.
-¿Marcó un antes y un después en tu carrera?
-En mi manera de expresarme no, porque es la canción lógica que tenía que hacer. Si revisas mi repertorio, más allá de "lo atamos con alambre", hay toda una mirada sobre las cosas de la realidad: está la hiperinflación, la recesión, los personajes del '90 y la corrupción. En lo que sí marcó un antes y un después, es que nunca, ni habiendo hecho canciones partidarias de muchas cosas, había recibido tanta respuesta de agresión. Asistí a una crítica con mucho odio e intolerancia, que pone en duda mi entereza y honestidad, como si una usina oscura kirchnerista me dictara las letras y me pagara miles de pesos.
-¿Fue víctima de agresiones o amenazas?
-Agresión física no. Solamente algunos escraches que querían impedir que actuara en algún lugar, pero siempre pude actuar. A ese tipo de apriete, les salió el tiro por la culata, porque terminó difundiéndose más el evento y yendo mucha más gente, incluso a apoyarlo. Puede haber algunas cosas, de pérdida de laburo, por asociarte con que estás en contra del campo. Pero la canción no hacía ningún juicio de valor sobre el conflicto del campo, hacía foco en lo que fue ese cacerolazo. La canción se llama "Cacerola de teflón", no "Arado de bronce".
Fanático de River (en su oficina de su casa de Caballito los escudos rojos y blancos se mezclan con pañuelos de las madres, símbolosperonistas, y discos de oro y platino), Copani apela al fútbol para describir la irracionalidad de la crítica que debió enfrentar. "Nunca tuve problemas con los boquenses por haber hecho la marcha de River, salvo alguna broma, algún saludo tipo 'que haces gallina amarga', pero no me decían '¿cuanta guita te dieron para hacer esto?'. Eso es lo que siempre me dolió, sobre todo porque soy muy pudoroso con eso", reflexiona.
"Yo no tengo una presencia especial en los medios de la televisión y la radio, ni en los periódicos que podrían estar en sintonía con el andar y las ideas del Gobierno. No soy un tipo presente ni en las radios ni en los programas que tienen ese color. Así que desde ese lugar es incomprobable que puedan afirmar esas cosas que tanto inquietan. No están mis facturas dando vuelta por Internet, mostrando cifras millonarias de mis actuaciones", responde a los que lo denominan, en tono despectivo, "artista popular K", aunque aclara que para él siempre es un honor que algún ente oficial lo convoque para cantar.
Defraudado por Cobos. El último hit de Copani es "Sr. Vicepresidente", una balada que tiene a Julio Cobos como protagonista, es una rareza. Fue su corte con mayor difusión en el último año, a pesar de que no figura en ninguno de sus discos. "Es otro de mis hits de Internet", bromea. "No está en ningún disco, pero tiene varios videos caseros que hizo la gente", relata. El tema "expresa lo defraudado que me sentí yo con la actitud de Cobos y eso que la hice apenas fue el voto no positivo, ahora haría una canción más dura todavía".
"Si la posición de Cobos hubiera estado enmarcada en esa diferencia, en ese momento, uno podría decir 'bueno, la verdad que expresó su idea, entendió que esa posición descomprimía un gran conflicto'. Pero después siguió honrando el cargo en que lo puso una concertación'". "La canción en mi sigue teniendo vigencia, en que no lo puedo tutear, en que es un hombre que no es de mi confianza, que jamas lo aceptaría, a mi me gusta jugar de arquero, jamás lo aceptaría de arquero suplente a Cobos y tampoco lo pondría de copiloto de aviones", agrega.
Copani admite que nunca nadie del cobismo le dijo nada sobre el tema, y que algunos "amigos que son funcionarios" lo felicitaron por la composición. Él considera que el tema sigue más vigente que nunca y no se imagina al vicepresidente "con calma y analizando su actividad". "No me arrepiento de nada de esa canción. Se lo podría decir en la cara, que me defraudó, que yo lo voté, voté un binomio que el día a día deshonra", afirma.
-¿La renuncia hubiera sigo el camino más lógico?
-El camino más lógico hubiera sido cumplir con lo que decía antes de las elecciones. Que estábamos ante una estadista como Cristina, que él se iba a ocupar de acompañarla en toda su capacidad y esfuerzo. Eso es lo que tendría que haber hecho. Cuando decide no seguirla, lo más lógico y lo más sano, incluso para sus seguidores, sería haber dado un paso al costado y construir desde otro lugar, al menos, no cobrando el sueldo de una función que no lleva a cabo plenamente.
-¿Cree que Clarín es parte de la oposición?
-Clarín es un grupo de poder, yo creo que le dicta a la oposición blanda qué decir.
-¿Pensó en escribirle un tema?
-No, digamos que tenemos un acuerdo: ellos no hablar de mi, ni yo de ellos (risas). No voy a ponerlos en los pocos minutos que puede durar un tema.
-¿La oposición está atada con alambre?
-Podría ser (más risas). Pero el atar con alambre tiene dos costados. Uno noble, que es el hecho de realizar un trabajo manual, muy simple, con los elementos al alcance de la mano; y otro, que refleja la precariedad. El atado con alambre tiene esas dos caras de la Argentina.
Dennis Hopper (1936-2010)... Goodbye Easy Rider...
Muchos nos criamos con Easy Rider. Una película que en su momento apareció mostrando cosas que hasta ese momento no se mostraban "sobre 2 ruedas". No fue la creadora del estilo "RoadMovie" pero sin dudas fue una de las más famosas. Mientras nosotros nos regocijábamos escuchando los escapes de esas HD. Y más allá de que estilo de moto nos guste fue "la gran película de motociclistas".
Dennis Hopper falleció hace unos días. Un hombre que más allá de ser marcado por las motos, marcó él mismo a muchos motociclistas. Bye EasyRider, Bye...
Ante la tristeza que nos quieren imponer, ante las palabras que intentan que olvidemos, ante el descreimiento del que esperan que seamos parte; una vez más, el pueblo contesta insolente con la alegría del montón, con las sencillas palabras de los cantos populares, con la fe obstinada de que el futuro está allí, donde las banderas se alzan y las voces vibran ante la palabra patria.
“La derecha se equivocó de cancha cuando aventuró el fracaso de los festejos. No sólo porque apostó a la “crispación” y ganó la alegría, sino porque creyó que el punto de disputa eran los escenarios acotados de la dirigencia partidaria. Y se les escapó la tortuga escandalosamente, porque lo que se dirimió en verdad fue una mirada cultural sobre la patria que quieren construir los argentinos. La masividad en los festejos fue tan contundente que terminó por arbitrar a favor de una interpretación de la historia, nada neutral. Cuando se aplaudió entre lágrimas la representación de nuestro latinoamericanismo, de las Madres, del Peronismo, de los Héroes de la Vuelta de Obligado y de Malvinas, del monstruoso aparato neoliberal que se tragaba personas, de los movimientos sociales, se estaba laudando a favor de una Historia nacional y popular que rescata del olvido a los verdaderos héroes que construyeron esta nación. Empezando por los pueblos originarios. Esas seis millones de personas no fueron a dirimir una lucha sectorial o partidaria, como pretendía la emboscada mediática. Fueron a restaurar y reconstruir el tejido de una Patria que pertenece al pueblo por derecho propio. Eso se llama batalla cultural. Y sólo la dan los pueblos”
Jorge Giles
“Fue una fiesta. Vasta y callejera. Interrumpió las lógicas cotidianas de uso del espacio público y también las derivas urbanas habituales. Porque si esta ciudad, como tantas otras, en las últimas décadas fue rehecha por lógicas de segregación social que espacializaron la polarización económica, construyendo ghettos para pobres y urbanizaciones privadas para ricos; durante estos breves días de mayo la heterogeneidad se hizo visible y en las calles se cruzaron aquellos que provenían de los barrios más dispares”
Más de 1.000 millones de personas se acuestan cada noche con hambre; 1.000 millones viven en asentamientos precarios; 1.300 millones de personas no tienen acceso a una asistencia médica básica; 20.000 niños y niñas mueren cada día por no tener acceso a la salud y cada minuto muere una mujer por complicaciones derivadas del embarazo.
Todas esas personas son víctimas de la pobreza. Y la pobreza, a su vez, les condena a la exclusión, la violencia, la inseguridad y la falta de participación en los asuntos que les afectan.
Los derechos humanos son la respuesta al círculo vicioso de la pobreza, al reconocer el derecho de todas las personas a obtener alimentos y agua, a la asistencia médica básica, a la educación y a la vivienda, a la igualdad de oportunidades, a la seguridad, a vivir sin miedo...
A pesar de ser una buena iniciativa mundial contra la pobreza, los Objetivos de Desarrollo del Milenio, no reconocen la relación entre pobreza y derechos humanos. Y aún más: no reconocen la obligación de los Estados de proteger y garantizar los derechos humanos, por lo que no cumplirlos no acarrea consecuencias para los Gobiernos.
La pobreza no es inevitable, ni ocurre por casualidad. La pobreza tiene responsables. Los Gobiernos, organismos internacionales y empresas deben rendir cuentas por los abusos que generan o agudizan la pobreza.
Los líderes mundiales se reunirán en septiembre para revisar el cumplimiento de los Objetivos del Milenio. Firma nuestra petición para que reconozcan la necesidad de proteger y promover los derechos humanos para terminar con la pobreza.
Gracias por actuar.
Esteban Beltrán
Director Amnistía Internacional - Sección Española
Vuelve a los rieles el coche Nº 10 de los subtes porteños más antiguos...
El coche N° 10 ya fue recuperado en su parte exterior y luce
el color original de 1930 . Foto LA NACION Hernán Zenteno
Ese es el número de coche de pasajeros que llegó en 1913 y ahora está siendo restaurado.
En septiembre próximo, el coche N° 10 cumplirá 97 años y los recibirá con la misma imagen con la que llegó a Buenos Aires, procedente de la pintoresca ciudad belga de Brujas, cuando nuestro país inauguraba la primera línea de trenes subterráneos de América latina.
Con los planos originales, se realizarán todas las cirugías para que recobre su esplendor: grandes ventanas de madera lustrada, manijas de bronce, espejos biselados y las dos cabinas para los conductores.
El abandono quedó atrás, cuando en agosto pasado Metrovías decidió restaurar el N° 10 y devolverlo al estado que tenía cuando llegó al país desde la fábrica belga de Bruegeoise, en la segunda década del siglo pasado. Este coche había rodado por más de 80 años en la línea A de subterráneos, pero en 1994 fue retirado del servicio, sin saberse los motivos.
El coche N° 10 volverá a ser el mismo
El destino final del N° 10 fue uno de los galpones del taller Lynch, del ferrocarril Urquiza, hasta que hace diez meses regresó al taller Polvorín, en el barrio de Caballito. Justamente allí, hace muchos años, se lo había modificado para que prestara mejor servicio.
LA NACION recorrió el centenario taller Polvorín, en Emilio Mitre y Pedro Goyena, donde varios operarios trabajan con esmero para que el coche N° 10 vuelva a ser el mismo de antes y regrese a los rieles para recorrer, en ocasiones especiales, la traza de la línea A.
"Es muy costoso llevar adelante un proyecto así. Uno sabe cuándo arranca, pero no sabe cuándo termina. Hasta que no ponés el último tornillo en su lugar no sabés con qué desafío nuevo te vas a encontrar", aseguró Pablo Piserchia, el encargado del equipo que debe restaurar el N° 10. "Todas las modificaciones que se hicieron a los coches -agregó- fueron en este taller, y ahora en este mismo taller vamos a restaurar el coche."
Los 130 trabajadores del Polvorín muestran orgullosos y sonrientes el fruto del trabajo que llevan adelante unos pocos privilegiados. "Tuvimos que hacer todo un acopio de material, reciclarlo y restaurar. Todo eso es una larga labor que realizamos entre diez operarios de diferentes sectores que trabajamos acá desde hace muchos años", explicó Piserchia.
"La idea es restaurarlo sobre la base de los planos originales. Lo que vamos a hacer es llevarlo al estado que tenía en 1930, cuando se le agregaron dos cabinas de conducción."
El operario explicó que se eligió ese coche porque estaba parado y porque era el más completo de los que estaban fuera de servicio.
"El mayor problema es que hoy casi no hay artesanos que trabajen el bronce y otros metales como antes. Nos costó buscar modelos de tulipas que estuvieran en buen estado y que nos sirvieran como guía para hacer las nuevas que necesita este coche", se lamentó Piserchia.
Igual situación se presentó con los herrajes de las puertas que originariamente eran de chapón de bronce cromado. Las réplicas, que ya fueron colocadas, lucen el mismo brillo que aquellas que llegaron desde Brujas hace 97 años.
El interior del coche está en plena restauración. Foto LA NACION Hernán Zenteno
"Con el trabajo diario -añadió Piserchia- descubrimos el porqué de la forma, el diseño estructural y los detalles. Por ejemplo entendimos la razón de ese tipo de manijas, que las tulipas fueran de bronce y no de otro material, etcétera. La respuesta era que por entonces tomaban decisiones prácticas, pero siempre con un toque artístico."
"Por ejemplo, sobre las tulipas de vidrio esmerilado había flores talladas; también, en los laterales del coche había detalles sobre el metal que no están pintados, sino que están en relieve, lo que implica una gran tarea artesanal."
"Nos hemos encontrando con tropiezos durante la restauración. Por ejemplo, las puertas eran de diferentes tamaños, por lo que tuvimos que buscar las que fueran iguales y restaurarlas", dijo Piserchia.
La fecha en que volverá a circular el coche N° 10 será antes de fin de año; ése es el anhelo de los trabajadores que, antes de finalizar la entrevista, aseguraron: "Queremos dejar para las futuras generaciones un coche igual como en el que viajaron nuestros abuelos".
Se ve que andamos necesitando actos fundacionales...
Escribo estas líneas el viernes, mientras la 9 de Julio continúa taponada, el tránsito de la ciudad enloquecido y los interpretadores trabajando a jornada completa.
“Hoy el noble y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha. (…) Y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas.”
Joan Manuel Serrat
Escribo estas líneas el viernes, mientras la 9 de Julio continúa taponada, el tránsito de la ciudad enloquecido y los interpretadores trabajando a jornada completa.
—Fue el estallido de la buena onda –dijo Néstor Kirchner en Tucumán, citando a Piero.
—Ciertos sectores de la prensa no dejaban ver lo que estaba sucediendo; ahora sabemos que nuestra realidad es muy distinta –dijo Hugo Moyano.
—Fue una paralización lúdica de carácter autorreflexivo –balbuceó Horacio González, en Boletín Oficial/12.
Clarín tuvo, por primera vez, miedo de sus propios lectores: ante la avalancha de público, equilibró su cobertura anti Gobierno y hasta se permitió el elogio.
El Bicentenario fue, también, la danza de los millones: seis millones, tres millones, diez millones, una especie de lotería humana que los medios se empeñaron en clasificar: “El acto más importante de la historia argentina”. “Superó la llegada del general Perón a Ezeiza.”
Calculadora y mapa en mano, me dediqué a hacer la cuenta: no cerraba. Tres millones sólo entran si están a cococho unos de otros.
Esta vez, el cálculo policial de millón y medio parecía el más ajustado a lo real.El entusiasmo de los números expresaba un deseo: se ve que andamos necesitando actos fundacionales.
— ¿Te parece que los políticos van a escuchar el mensaje de la gente? –me preguntaron en una radio.—Yo todavía espero que escuchen el de 2001.
¿Escucharán el mensaje?
¿Hubo alguno?
Quien convocó al acto fue la Argentina: ni el Estado nacional, ni el provincial, ni el municipal.
Convocó la Nación: ¿cuáles son los intereses comunes entre los que asistieron al desfile militar, los que comieron chipá en el stand de Paraguay y los chicos que fueron a ver a Fito?
¿Y todos ellos con los que miraron con la boca abierta por el asombro a Fuerza Bruta?
¿A quién votaron o votarán los que lloraron al paso de los ex combatientes de Malvinas?
¿Y los que saltaron hasta el desmayo con la Sole?
¿Quién los reunió?
¿Cómo llegaron hasta acá?
¿Qué quieren?
Eran argentinos festejando. Por una vez en la vida, los tristes, los melancos, los cínicos, los aburridos, los acomplejados argentinos estaban ahí festejando con la ambigüedad de los festejos, que nunca son sólo lo que enuncian.
Los que estaban encerrados salieron a la calle, tal vez fue esa la alegría, la de –por una noche, por un día no mirar al costado esperando el arrebato o el revólver, la de volver a ganar la calle propia que se volvió ajena.
La palabra Argentina todavía logra ese milagro: se equivocan los miserables que buscan su porción en este viento. Es imposible tomarlo con la mano.
¿Cómo se le llama a que un razonamiento pase primero por las eventuales consecuencias de un hecho y no por sus causas? En efecto: disparate.
Pues ocurrió que, no inocentemente, la mayoría de los análisis publicados y escuchados en los medios masivos, respecto de la impresionante participación popular en los festejos del Bicentenario, se centró en cuál podría ser su aprovechamiento político. ¿Sacará ganancia el Gobierno? ¿No hay una tajada que le corresponde a Macri, siendo que la reapertura del Colón también estuvo buena? ¿Acaso el resultado es neutro, porque falta más de un año para las elecciones? ¿No será que esta positiva emoción popular retornará al incordio si a Argentina le va mal en el Mundial? A esta serie y tipo de estupideces hay que agregar otras varias, que en principio pueden parecer de diferente tenor para, finalmente, responder al mismo origen. Por ejemplo, los cálculos en torno de la cantidad de asistentes. Que cientos de miles, que un millón, que dos millones, que seis millones si se suman los cuatro días, que si en la Plaza de Mayo entran 75 mil personas a cuatro apretadas por metro cuadrado tendrían que haberse amuchado en 75 manzanas para llegar recién a un millón 200 mil. Increíble. Una de las manifestaciones populares más impactantes de la historia argentina; y un coro de tontos, o algunos tontos en particular, sacando cuentas de exactitudes numéricas como si eso modificara el centro de la cuestión. Más luego, la conclusión de que esto fue, centralmente, una lección de la ciudadanía hacia “los políticos”. La gente demostró que quiere concordia, patriotismo, amabilidad, se leyó y escuchó hasta el hartazgo. Que “los políticos” aprendan de “la gente”, es el mensaje de una manga de cínicos que llegan como mucho hasta ahí en el (falso) escudriñamiento de las causas. ¿Quiénes organizaron lo que pasó, o lo que convocó? ¿Fuerza Bruta? ¿Un régisseur del Colón? ¿Fito Páez? ¿Ricardo Fort? ¿O fueron “los políticos” que se llaman Cristina Fernández, Mauricio Macri, secretarías de Cultura comandadas por “políticos”, presupuestos públicos que administran “políticos”?
Es notable que se persista en ese discurso berreta, pero de ninguna manera es asombroso. En primer lugar, porque denostar a la política es un elemento clave para el objeto de que en el imaginario colectivo se construya su reemplazo por “gerentes”. Nada novedoso: es la bajada de línea que estuvo a sus anchas durante el menemato y que, por cierto, alcanzó un éxito estimable. El retiro del Estado como articulador de las necesidades públicas, la entronización de lo privado como única eficiencia alcanzable. Cuanto más se consiga que la sociedad denigre a la política, más conquistará la derecha que sea menor el espacio dedicado a cuestionar a sus grandes patronales, a los formadores de precios, a la corrupción privada. La masividad que acompañó al Bicentenario fue una gran derrota de ese discurso, porque quedó claro que la vocación patriótica, tan resaltada por los comunicadores del establishment para despolitizar su contenido, expresó lo imperioso de un Estado fuerte que la viabilice. Y atado con eso, y como bien lo resaltaron algunas opiniones que no circularon por los grandes medios, se manifestó el divorcio entre la propagandizada “crispación” social y la alegría popular.
El semiólogo Raúl Barreiros (en Página/12, el jueves pasado) lo caracterizó con una precisión envidiable: la gente le puso freno al voyeurismo, y dijo vamos allá afuera a ver qué pasa. Y lo que pasó, con objetividad, es que la prédica mediática por minimizar o regañar al acontecimiento se fue al carajo. La vergüenza de que Cristina no fuera al Colón, el pésimo ejemplo frente al mundo, la demostración de que la clase dirigente argentina no aprende más. La verdad es que a uno le sale una formulación maradoniana y habrá de evitarla para mantener la compostura, pero cómo no decir que el pueblo se hizo encima de ese amedrentamiento mediático. En lugar de que se lo relaten salió a la calle a ver qué pasaba, efectivamente, y se encontró a sí mismo en todas sus variantes. Podrá no tener mucho sentido, entre otras cosas porque es in-medible, determinar los grados de apoyo y oposición al Gobierno que se escondían entre semejante multitud. Sin embargo, salvo si se cree que esa cantidad de gente hubo de concentrarse sólo para ver recitales gratis y picar comidas regionales, de mínima aparece como verosímil que había ahí muchos, muchísimos, de quienes desde el conflicto con “el campo” –por vía del discurso hegemónico transmitido por los medios– se sentían en minoría. Y aun cuando no fuere así, es definitivamente veraz que toda esa gente venció a la mala onda, al todo negativo, a la esparcida edificación de que el país está atado con alambre. Quien haya prestado atención al modo narrativo de las coberturas periodísticas de los festejos, en cualesquiera de sus instancias, tiene que haberse dado cuenta de la falta de entusiasmo que los embargaba. Les costaba horrores admitir su sorpresa y al cabo, como resignada o hidalgamente lo hicieron casi todas las figuras opositoras, no les quedó más que la aceptación de un éxito que jamás quisieron ni previeron. Pasado ese momento, esos medios se refugiaron en calcular consecuencias porque las causas les resultan insoportables.
Noches pasadas charlábamos al aire con dos colegas acerca de cómo habrá de titularse, dentro de varios años, lo que pasó en estos días. De modo un tanto estentóreo, lo cotejábamos con el 17 de octubre del ’45 sólo por aquello de que toda la prensa respondía al interés oligárquico y, sin embargo, el pueblo cruzó la frontera, se lavó las patas en la fuente y dio vuelta la historia. Se nos ocurrió, entonces, que un título posible bien podría ser “Otros días en que la gente les ganó a los medios”. No es una visión romántica de los comportamientos populares porque, si es por eso, los argentinos tenemos en el ropero algunos muertos muy considerables, como el Mundial del ’78 o la guerra de Malvinas. Pero otras veces las masas aciertan, porque la realidad es dialéctica. En todo caso, para que el título imaginado mute de posible a probable es necesario tomar conciencia de que hay que construirlo sin descanso.
Posdata muy personalizada: cualquiera que haya recorrido y asimilado como se debe el centro festejante del Bicentenario, no puede menos que haberse conmovido por la extraordinaria participación adolescente. Participación, no acumulación fiestera. Pibes de 15, 16, 17 años, prendidos en discusiones políticas, en cánticos políticos, en referencias ideológicas. Se aflojaron las piernas cuando a minutos de las 12 del 25 estaban Los Olimareños, en el escenario del Obelisco, cantando la “Milonga del Fusilado” y “Gallo Negro Gallo Rojo”, y la multitud de gente joven, muy joven, los coreaba. Será de setentista melanco, pero se me aflojaron las piernas. Algo volvió. O algo nunca se fue del todo. Ojo. Andaremos lejos de poder decir que estamos ganando. Pero también andamos lejos de estar hechos mierda.