Se construyó a través de un histórico convenio entre la Comisión Nacional de Actividades Espaciales de Argentina y la NASA. Es el cuarto de su serie y estudiará los efectos del cambio climático.
"Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano”, sostenía Isaac Newton hace más de tres siglos. Hacia ese desconocimiento apuntó ayer el lanzamiento del satélite SAC-D/Aquarius, una misión conjunta entre la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) de la Argentina y la agencia espacial de los Estados Unidos, la NASA. Salió a las 11.20 (hora argentina) desde la base Vandenberg, en California, EE.UU., y fue todo un éxito.
“Todo ocurrió tal cual lo esperábamos” , dijo –un poco exaltado– a Clarín el líder científico de la misión por el lado estadounidense, el doctor Yi Chao.
El desarrollo del lanzamiento pasó por varias etapas. Primero, se dio la salida del cohete que llevaba al satélite. A los 57 minutos, se produjo la separación: el satélite abrió los paneles solares y quedó solito. Se encuentra “mirando” hacia la Tierra a 657 kilómetros de altura. En cambio, el cohete que lo transportó –un Delta II– se hundió en el Océano Pacífico.
“La mayoría de los que trabajamos en la misión no dormimos anoche. Había mucho en juego” , contó Conrado Varotto, el director ejecutivo de la CONAE, quien trabaja en el programa espacial del país desde sus inicios, en 1991. Lo que estaba en juego era poner en órbita un satélite mucho más grande y sofisticado que los tres anteriores de la serie SAC que ya se lanzaron, con sello argentino, para la observación de la Tierra.
Esta vez, los instrumentos que el satélite SAC-D tiene a bordo serán clave para determinar los niveles de salinidad en la superficie de los océanos. Es decir, la característica que hace que las aguas de los océanos nos resulten salados. Hasta ahora, ese parámetro se medía desde los barcos o con boyas. “Con el satélite en funcionamiento, podremos tener información sistematizada sobre los niveles de salinidad, que nos servirán como indicadores del ciclo del agua, y nos permitirá hacer predicciones sobre el cambio climático”, aseguró Chao a través de una entrevista teléfonica con Clarín . El científico es de origen chino y está especializado en oceanografía satelital.
No todo será sal en la vida del satélite.
En su interior tiene dos instrumentos clave que también fueron diseñados en la Argentina.
Uno consiste en un sensor infrarrojo que será útil para monitorear los volcanes, los incendios, y la temperatura de suelo y mar. El otro instrumento será una cámara de alta sensibilidad, que se aplicará al monitoreo de tormentas eléctricas, cobertura de nieve, auroras polares, y –por si fuera poco– iluminación nocturna.
Esta última aplicación contribuirá a controlar mejor la pesca ilegal en el mar Argentino.
“La cámara permitirá detectar barcos pesqueros que no cumplan con las normas que limitan las capturas, ya que el satélite estará observando de noche”, advirtió Héctor Otheguy, gerente general y CEO de la empresa pública rionegrina Invap.
A partir de ayer, entonces, cuando quedó en órbita, el satélite empezó a dar las 14 vueltas diarias a la Tierra. Lo hará –como mínimo– durante los próximos cinco años. Y ya es un orgullo para todos.
“Ni los Estados Unidos ni la Argentina podrían haber hecho esta misión solos. La colaboración mutua fue crucial para que hoy estemos celebrando el éxito” , afirmó Chao. En tanto, la presidenta de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, también expresó sus sentimientos desde la Casa Rosada: “Siento mucho orgullo y esperanza de lo que podemos hacer los argentinos. Hace apenas 10 años lanzábamos piedras, y hoy lanzamos cohetes y satélites”. Además, la presidenta atribuyó a los medios el desconocimiento de la gente sobre la agencia espacial argentina. “Yo estoy segura que uno sale a la calle, pregunta por la NASA y todo el mundo sabe qué es la NASA, y si salimos a la calle y preguntamos por CONAE nos miran con cara de si estamos hablando en español o en algún otro idioma extraño. Esto no es culpa de la sociedad, no es culpa de la gente, esto es culpa de que estas cosas nunca son noticia”, opinó la presidenta.
Como actividad educativa, ayer también se organizó una actividad en un colegio de la localidad cordobesa de Alta Gracia.
Los chicos construyeron artefactos de plásticos que lanzaron a través de infladores y aprendieron sobre física, ingeniería y oceanografía.
El desarrollo de satélites ha destacado a la Argentina en el mundo desde principios de los años noventa. Los cuatro que ya diseñó Invap para la CONAE formaron parte de un plan espacial que empezó en 1991, durante la presidencia de Carlos Menem.
Hace 11 años se lanzó el tercer satélite de la serie SAC.
El plan se renovó en 2004 con el presidente Néstor Kirchner, y tiene plazo hasta 2015. Para el SAC-D, la CONAE invirtió 60 millones de dólares. La NASA (que está a cargo de 14 satélites que hoy están en órbita) puso 287 millones de dólares, incluyendo gastos de lanzamiento. A las 18.36 de ayer, el satélite argentino tomó contacto con el centro de la CONAE en Córdoba. La investigadora principal por el lado argentino, Sandra Torrusio, dijo que había recibido bien sus datos. “Lo que acaba de ocurrir recién es el llanto de un bebé que está sano”, dijo.
© Escrito por Valeria Román y Lucas Cruzado y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 11 de Junio de 2011
En nombre de la ciencia: Mujeres y hombres que soñaron el satélite...
Podría decirse que detrás de un gran satélite, hay también un grupo de seres humanos. En esta ocasión, sólo el diseño y la construcción del satélite Sac-D/Aquarius, que ayer fue lanzado al espacio, implicó 600.000 horas de trabajo de investigadores y técnicos, acompañadas de toneladas de paciencia, esfuerzo y creatividad.
Con tanto tiempo dedicado, ayer muchos de ellos estaban emocionados, como Sandra Torrusio, de 42 años, que es la investigadora principal de la misión.
Sus lágrimas coincidieron con el primer fogonazo que se dibujó en la pantalla gigante del Centro Espacial Teófilo Tabanera , que depende de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) en la localidad cordobesa de Falda del Carmen. Eran las 11 y 20 minutos cuando su nuevo “hijo” –tal como lo definió ella–, dejaba la plataforma en California, Estados Unidos, para perderse en el cielo.
“Este es un sueño hecho realidad” , contó Torrusio, que es graduada por la Universidad de La Plata y que, desde el año 2007, trabaja en la CONAE. En tanto, en la base militar de los Estados Unidos, se encontraba uno de los impulsores del plan espacial argentino, Conrado Varotto, quien comentó a Clarín que se trataba de “un momento muy emotivo”. “En todo momento, recordamos a Raúl Colomb, Juan Yelos y Marcelo Suárez, quienes fallecieron durante los últimos años y trabajaron para que esta misión sea una realidad”, agregó.
“Colomb no sólo fue un excelente profesional y académico sino también una persona honesta, amigable y un gran componedor entre diferentes grupos” , dijo desde su oficina en Buenos Aires, Héctor Otheguy, físico del Instituto Balseiro y gerente general de la empresa pública Invap, que construyó los 4 satélites de la serie SAC para la CONAE y ya está trabajando en otros cuatro.
Al equipo que puso en órbita el satélite, se les suman mujeres como Ana María Hernández, una física que considera que “el lanzamiento es super atractivo”. Ella viene trabajando en el tema desde la idea del SAC-1, un satélite que finalmente nunca vio la luz. “Creo que se amplió mucho la participación de las mujeres y de los jóvenes”, opinó. Después de felicitar a todos los empleados que estaban ayer en la sede de la agencia espacial en Buenos Aires, Hernández dijo que toda la población saldrá favorecida: “El satélite aportará información para estimar las cosechas, y mejorará los pronósticos sobre inundaciones y volcanes, entre muchas otras aplicaciones”.
© Escrito por Lucas Cruzado y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 11 de Junio de 2011
Argentina ya no lo mira desde afuera...
Hace unos nueve años estuve por primera vez en el Fermilab, en la ciudad de Batavia, unos 100 kilómetros al oeste de Chicago. El Fermilab era en ese momento el acelerador de partículas más potente del mundo. Hoy perdió ese privilegio en virtud de la puesta en marcha del Cern, en la frontera suizo-francesa. Cuando llegué, me encontré una alineación de quince banderas que correspondían a los países que trabajaban en los dos proyectos más importantes. La bandera de Argentina era la primera de esas quince. No puedo describir lo que esa imagen me representó, sólo recuerdo que me quedé mirando hacia arriba y se me anudó la garganta. Ayer por la mañana, me pasó algo similar.
Como casi todos los argentinos, en los últimos años tuvimos razones para sentir una suerte de orgullo, ante acontecimientos deportivos y eventualmente reconocimientos científicos coronados con la entrega de algunos premios Nobel. Pero están más en el terreno de la emoción, el gol de Diego a los ingleses o algún triple de Ginóbili en la NBA cuando se coronó campeón. O más acá con las hazañas de Del Potro en el abierto de Estados Unidos o las maravillas de Messi en el Barcelona. Obviamente, podría hacer una larga lista de nombres que de una u otra forma fueron marcando nuestras vidas. Levantarse temprano para ver algunos partidos del mundial o las medallas de oro del básquet y del fútbol en Atenas... en fin, usted agregue las que lo hagan sentir mejor representado.
Pero la de ayer me impactó mucho. Me conmovió. Cuando vi que el satélite argentino estaba en el aire, me sentí orgulloso también. No son sólo los más de 200 científicos argentinos que participaron del proyecto o que construyeron el SAC-D, o los que diseñaron el instrumental que lleva. No. No es sólo eso. Es el hecho de que son todos miembros de organismos estatales, de universidades nacionales y públicas. Sentí orgullo porque una vez más tenemos mucho para exhibir ante los que viven y vivieron las privatizaciones con júbilo, a quienes les da asco todo lo que es compartido.
En este caso, es compartir el conocimiento. El SAC-D no fue solamente posible por el aporte intelectual e idoneidad de los que viven ahora. Ellos se pararon en los hombros de verdaderos gigantes de nuestra historia. La Argentina tiene una tradición científica extraordinaria, a pesar de los combates que recibió en condiciones desiguales de quienes gobernaron este país durante décadas y décadas.
Pero a pesar de ese avasallamiento de los sueldos miserables, de los presupuestos insultantes, del deterioro y de las condiciones de trabajo indignas, la ciencia argentina toda sigue vivita y coleando. Y nuestros científicos están a la par de los mejores del mundo. Y lo demuestran día a día.
Pero hoy, las condiciones de contorno están cambiando. O mejor dicho, han cambiado. Antes de avanzar en la lectura: no ignoro que el camino a recorrer es todavía larguísimo y plagado de las minas de aquellos que quieren privatizar todo y declarar lo público como insalubre. Y sé que ese mismo camino no es ni será sencillo. Habrá que seguir presionando y haciendo las correcciones que corresponda.
Pero cuando un acontecimiento como el de ayer sucede, el reconocimiento no es sólo para 200 personas sino para toda la comunidad, aun para aquellos a quienes la astronomía, la ingeniería, la matemática o los radares les resultan extraños. Un país se construye entre todos, generando masa crítica de conocimiento. Eso empuja hacia adelante y nos hace mejores. Con los sociólogos y los psicólogos, con los antropólogos y los paleontólogos. Y los poetas también. Y los músicos. La ciencia es parte íntegra de todo ese país.
Probablemente nunca más vea el lanzamiento de un cohete en mi vida, pero me deja tranquilo saber que eso antes les pasaba a los otros y ahora nos pasó a nosotros. Antes la mirábamos desde afuera y con “la ñata contra el vidrio”. Hoy ya no. Por supuesto no es éste el primer acontecimiento para sentir orgullo en la historia de la ciencia argentina. Afirmar eso sería un agravio para esa misma historia. Pero en algún lugar, esta Argentina, que sigue buscando su lugar en el mundo, ayer lo encontró una vez más.
No hubo ni un Diego ni un Manu, ni siquiera un Milstein o un Houssay. Ni Vilas, ni Del Potro, ni Messi o Kornblihtt o Maldacena. Este SAC-D lleva adentro al conocimiento común de nuestra gente, y por eso, para aquellos que nos dejan una esperanza todos los días... para esa comunidad científica toda, felicitaciones.
© Escrito por Adrián Paenza y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 11 de Junio de 2011
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