Ver para creer: Kirchner lo hizo…
La crisis de 2001 llevó a la gente a descreer de todos.
Pero en su necesidad de creer en algo, Néstor Kirchner le armó un paquete
convincente.
© Escrito por Luis Alberto Romero, Historiador, el sábado 07/01/2017 y
publicado en el Diario Los Andes de la Ciudad de Mendoza.
Como en el caso del apóstol Tomás, que necesitó palpar las heridas de Jesús
resucitado, tanto el común de los argentinos como la Justicia necesitaron ver
los fajos de dólares para asumir la magnitud y centralidad que tuvo el saqueo
del Estado en el régimen kirchnerista.
Durante los últimos años fuimos muchos quienes, uniendo indicios,
imaginamos que detrás de la punta del iceberg había un sistema de corrupción
organizado por el presidente y sus allegados. Para subrayar su carácter
sistémico, propusimos llamarlo “cleptocracia”.
Desde el caso Boudou, los indicios se acumularon de manera exponencial.
Pero faltaba ver los billetes; y eso ocurrió con los dólares de la Rosadita, la
caja de seguridad de Florencia o las valijas de José López: las imágenes transformaron
las inferencias en verdad contundente, salvo para quienes, siguiendo el Credo
ut intelligam de San Agustín -creo para entender- continúan dando prioridad a
la fe por sobre la experiencia y la razón.
A esto se acaba de agregar un nuevo elemento: el juez Ercolini reunió
distintas investigaciones parciales y procesó a Cristina, De Vido, Báez y otros
por constituir una asociación ilícita en relación con la obra pública. Agregó
un elemento importante: esta asociación ilícita se constituyó un poco antes de
que asumiera el poder Néstor Kirchner, su organizador.
Se trata de una verdad judicial inicial suficiente para iniciar un proceso,
pero nos sirve para entender la historia del kirchnerismo. Es fácil advertir
que el modus operandi se practicó sistemáticamente en Santa Cruz, donde De Vido
integraba el equipo de gobierno de la provincia y Báez colaboraba desde el
Banco de Santa Cruz y como asesor de la constructora Gotti. Pocos días antes de
la transmisión del mando, Báez fundó Austral Construcciones, centro de sus
operaciones, que fueron las de Kirchner.
¿Cuándo concibió Néstor Kirchner el proyecto de extender el “modelo Santa
Cruz” a todo el país? ¿Habrá sido durante las reuniones del Grupo Calafate, que
tuvo distinguidos integrantes, cuyo nombre convendría recordar? Muchos de los
apóstoles se apartaron del kirchnerismo, pero no reniegan de sus orígenes, y
cargan las culpas sobre Cristina, lo que es históricamente injusto. Lo cierto
es que fue una decisión de una audacia enorme, tomada en momentos en que la
ciudadanía estaba convencida de que Kirchner era apenas el “Chirolita” de
Duhalde.
Por entonces los analistas se preguntaban cómo haría para afirmarse en el
gobierno un provinciano que nunca había salido del país, con pocos amigos en el
peronismo e ignorante de los usos y costumbres de la Capital. Se conocían sus
antecedentes santacruceños, incluyendo su despiadado autoritarismo, pero
costaba imaginar que ese sistema, adecuado para una provincia con una sociedad
civil escuálida, funcionara en la Argentina. Otra vez, hubo que ver para creer.
La obra pública estuvo en el centro de un sistema que fácilmente se
extendió a otros campos por los que circulaban los fondos del Estado, como el
Transporte. De Vido y Jaime fueron los ejecutores del plan de Kirchner, y Báez
y Cirigliano los cómplices, como después lo fue Eskenazi en el caso de YPF,
cuando la voracidad cleptocrática avanzó sobre empresas privadas. Fue un núcleo
muy reducido; a su alrededor surgieron esquemas menores en los que muchos
empresarios fueron partícipes obligados. ¿Cuál fue el monto total del botín?
Solo tenemos sospechas de una cifra que cada mes se incrementa en un
dígito.
Estoy convencido de que el sistema kirchnerista se constituyó en torno de
este núcleo cleptocrático -gobierno de, para y por la corrupción- y que los
otros elementos fueron complementos, piezas funcionales de un proyecto que
combinaba la acumulación de dinero y de poder.
En la cabeza de Néstor, ambas cosas eran una sola; así lo recuerda Cristina
cuando, a mediados de 1976, le propuso irse a Río Gallegos “para juntar plata y
poder hacer política”.
No habría habido ni régimen cleptocrático ni impunidad sin la eliminación
de todos los controles institucionales. Kirchner no necesitó a Carl Schmitt
para transformar, a la criolla, la democracia en autocracia. El “esquema
Kirchner” era sencillo pero requirió de mucha destreza en la ejecución. La
cooptación de distintos sectores, así como el enfrentamiento con otros, no fue
el fruto de un designio ideológico sino un complemento práctico del aparato
cleptocrático. Sus aliados eran desechables, por decirlo de manera elegante, y
sus enemigos podían cambiar según las circunstancias. Pero la forma era
inmutable.
Lo más notable fue el discurso, el relato. ¿En qué momento este político de
provincia, sin experiencia en ese terreno, descubrió sus potencialidades? Creo
que fue una construcción admirable, tanto o más meritoria que la máquina
cleptocrática. ¡Chapeau!
No creer en nada -esa es mi impresión- lo ayudó en esta tarea artesanal
consistente en descubrir las potencialidades de un imaginario político
exacerbado y fragmentado por la crisis de 2001. Mucha gente no creía en nada
pero quería creer en algo, y lo cierto es que Kirchner les armó un paquete
convincente, combinando una pizca de la tradición peronista, mucho de
setentismo, otro tanto de “derechos humanos” -básicamente un ánimo vindicativo
y retaliativo- y todos los llamados “nuevos derechos”, desde los homosexuales a
los “pueblos originarios”.
No es poco el talento necesario para armar este conjunto, aunque sobre el
núcleo originario han de haberse sumando los aportes espontáneos de todos
quienes tenían alguna acreencia con el pasado. A partir del conflicto con “el
campo” -o “la oligarquía terrateniente”- este conjunto se ordenó
definitivamente en el esquema clásico del enfrentamiento entre el pueblo y su
líder contra “los poderes concentrados”: se hizo comprensivo y gelatinoso y
alcanzó su máxima eficacia evangelizadora, una tarea en la que, luego de la
muerte de Néstor, Cristina cumplió una función importante.
Nos queda una pregunta: ¿Cómo una sociedad relativamente organizada, culta
y con tradiciones políticas pudo “comprar” este paquete?
Queda para otra ocasión desarrollar la idea de Agustín. Aquí me quedo con
lo más importante: el núcleo está en la asociación ilícita que Ercolini ha
procesado. Y si bien hoy Cristina encabeza la carátula judicial, Kirchner lo
hizo.
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