Recuerdos del futuro…
Conduciendo a Mr. Scioli.
Carlos Zannini. Foto: Pablo Temes
De Carlos S. Menen a
Cristina Fernández de Kirchner. El escenario de fin de ciclo, con recesión y
Brasil en baja, se parece al pre De la Rúa. Qué hacen los candidatos.
El dato más fuerte que surge de la actualidad política ocurrirá dentro de
una semana. Ese día –domingo 9–, con los resultados del engorroso escrutinio
provisional que se prevé, marcará el comienzo del fin de Cristina Fernández de
Kirchner en el poder.
Aquejada de una faringolaringitis aguda –es una afección que la padece a
repetición debido a un reflujo gastroesofágico que actúa como factor
predisponente– descargó sus rabietas y exhibió sus obsesiones a través de sus
tuits. Emergió en ellos su particular interpretación de la realidad vernácula e
internacional. En lo referente a los acuerdos entre los Estados Unidos e Irán y
a su posible semejanza con el memorándum entre este último país y el nuestro
afloró una mezcla de peras con manzanas notable e inquietante. El atentado
terrorista contra la AMIA es un hecho de una naturaleza absolutamente distinta
al pacto que signaron las potencias mundiales con el régimen de Teherán.
La campaña electoral es de una pobreza más que franciscana. Todo pasa por
la figura del candidato y su contacto personal con la gente. Casi no hay más.
Las ideas faltan. Los debates, también. En las últimas dos semanas, Daniel
Scioli se la pasó anunciando nuevos ministerios; hasta ahora van cuatro:
Derechos Humanos, Economía Popular, Transporte, Ciudad y Territorialidad.
¿Cuántos más habrá? ¡Qué fácil sería gobernar si la solución para cada uno de
los problemas que afectan a un país dependiera de la creación de un ministerio!
Lo que sí se puede asegurar es que esas nuevas estructuras representarán una
mayor cantidad de empleados públicos. Un dato curioso: el nombre del Ministerio
de Economía Popular tiene reminiscencias de aquella economía popular de mercado
con la que Carlos Menem bautizó al plan económico engendrado bajo los auspicios
de Bunge y Born a comienzos de su primer mandato.
Superados el susto de la elección en la Ciudad de Buenos Aires y el
cimbronazo del cambio de discurso del PRO, Mauricio Macri enfrenta el desafío
de remontar la empinada cuesta que constituye la provincia de Buenos Aires. Aun
equivocándose mucho, todas las encuestas lo muestran con una enorme dificultad
para penetrar y revertir significativamente la tendencia a favor del
oficialismo. El sistema de boletas y sus dimensiones alejan muchísimo la
posibilidad del corte de boleta, hecho que favorece objetivamente a Scioli.
Al día de hoy, Sergio Massa viene tercero y lejos. Su rol variará
dependiendo de si hay segunda vuelta o no. Esa es una alternativa en la que
Scioli no quiere pensar y mucho menos hablar.
Males propios y ajenos. Mientras tanto, los avatares de la economía están
sacudiendo crecientemente esta última parte de la gestión del actual gobierno.
Sobre los males propios se han agregado los provenientes de la crisis que se
vive en el Brasil. Este condimento le ha incorporado mayor zozobra al presente.
El gobierno de Dilma Rousseff atraviesa una difícil situación política, siendo
ello producto de una encrucijada en la que confluyen dos elementos
determinantes: la corrupción y el ajuste. A partir de esa conjunción se han
generado dos consecuencias malas para su administración: un desorden cambiario
que ha llevado a una devaluación significativa del real y a una conflictividad
política que pone a Rousseff a tiro de un eventual juicio político, hecho que en
el Brasil tiene historia.
Sobre ese contexto complejo del principal vecino comercial del país cabalga
hoy en día nuestra economía. El problema que amenaza con agravar las cosas es
que de aquí al 10 de diciembre venidero no será tomada ninguna medida de fondo
en busca de alguna corrección. El Gobierno se mantendrá en sus postulados y
defenderá su accionar a capa y espada. La tarea pesada quedará para el próximo
presidente. Se habrá de repetir así un escenario muy similar al que se produjo
entre el gobierno de Carlos Menem y el de la Alianza. Fernando de la Rúa
recibió una crisis en ciernes impulsada por el desequilibrio de las cuentas
fiscales y la devaluación del real que, a manera de una bomba de tiempo y
sumada a la impericia de aquella administración, generaron las condiciones para
el estallido ocurrido en 2001.
En la semana habló Axel Kicillof. “Será un diputado más”, responde Scioli
cuando le preguntan por el futuro del actual ministro de Economía. Algunas de
las cosas que dijo el futuro diputado crearon tal confusión que al día
siguiente debió salir a aclararlas. En uno de sus párrafos, Kicillof habló del
“club de los devaluadores”, y pidió a empresarios, banqueros, e industriales
que no hablen de retraso cambiario porque cuando lo hacen “joden a la gente”.
Es verdad que hay algún sector del empresariado argentino que aún cree que
todos los problemas de la economía local se resuelven con una devaluación.
Otros, en cambio, ya se han dado cuenta de que esa medida aislada no sirve para
ninguna otra cosa que para ahondar los problemas. Lo curioso de Kicillof es
que, al hablar, lo hizo como si él nada tuviera que ver con un marco
devaluatorio, cuando, en verdad, las cosas son exactamente al revés. Primero
porque él era ya ministro cuando se produjo la fuerte devaluación de 2014, que,
como fue realizada sin el acompañamiento de una cohorte de medidas destinadas a
corregir la inflación, no sirvió para reactivar la economía. Segundo, porque el
Gobierno devalúa el dólar oficial todos los días.
Tercero, porque forma parte de la gestión de Cristina Fernández de
Kirchner, que ha producido, a lo largo de sus ya casi ocho años al frente del
Poder Ejecutivo, una fuerte devaluación de la moneda argentina. Cuando la
Presidenta llegó al poder, el valor del dólar se ubicaba alrededor de los tres
pesos. Hoy, el dólar oficial –difícil de conseguir– está a 9,20. En el llamado
“relato” del kirchnerismo, la mentira es la verdad.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
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© Escrito por Nelson
Castro el domingo 02/08/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
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