Oportunidad perdida…
Duranbarbísmo Explícito.
Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes
El oficialismo y la oposición dejaron una mala imagen en el Congreso. Dudas
internas e índices que preocupan.
© Escrito por Nelson
Castro el domingo 03/03/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
El
viernes pasado hubo un acto de campaña electoral. Y no fue en un estadio de
fútbol. Fue en el Congreso. Ocurrió durante la lectura del discurso de apertura
del período ordinario de sesiones por parte del presidente Mauricio Macri, largo momento durante el cual la Asamblea Legislativa se pareció más a
una cancha que a lo que se supone debe representar el Poder Legislativo. Faltaron solo los barrabravas. Triste
espectáculo institucional de un país que causa pena por doquier. Lo que se vio
y se vivió en ese recinto poco tiene que ver con la democracia. El kirchnerismo y algún otro
sector de la oposición a los insultos y a los gritos. El oficialismo, a los
gritos también. Hasta hubo quien se hizo pasar por diputada
–imposible no acordarse del diputado trucho– que interrumpió e increpó al Presidente. Lo que se vio allí fue la vigencia de la antinomia, que es estar en
las antípodas del pluralismo. Y sin
pluralismo, no hay verdadera democracia.
En la antinomia, nadie
respeta al otro. En la democracia, al otro se lo respeta. En la
antinomia, al otro se lo silencia. En la democracia, al otro se lo escucha. En
la antinomia, con el otro no se habla. En la democracia, con el otro se
dialoga. En la antinomia, al
otro se lo intenta destruir. En la democracia, del otro se
aprende y con el otro se construye.
Chance. El
Presidente perdió la oportunidad de dar un mensaje de unidad. El kirchnerismo,
por su parte, demostró que nada aprendió de sus errores pasados. El viernes no
sumó ni un voto.
En la calle, en tanto, la vida continuaba. Un detalle no
menor: mucha gente
que marchaba a su trabajo no sabía por qué el tránsito estaba cortado en la
Avenida de Mayo. Hubo quienes pensaron que el caos vehicular
existente en la zona se debía a un piquete. Tamaña muestra de indiferencia,
debería alertar a toda la dirigencia política sobre la disociación entre su
realidad y la realidad del ciudadano de a pie.
“No dejemos que los predicadores de la resignación y el
miedo le ganen a la esperanza”,
dijo Macri en el medio del barullo. Qué difícil hacerle entender eso al
trabajador de la embotelladora de Coca-Cola que
perdió su trabajo, o al de Metalpar cuya
planta cerró o a alguno de los más de mil obreros de Peugeot que han sido suspendidos a causa de la
acumulación de stock producido por la caída de las ventas.
El psicólogo de
Macri y la mentira, por Jorge Fontevecchia
El episodio que vivió el Presidente en el barrio de
Parque Patricios con Dante, el obrero que le
reclamó en tono respetuoso y suplicante que “hagan algo” para detener esta brutal caída de la actividad económica, le puso
rostro y voz a los números lapidarios que viene dando el Indec.
La inflación de enero fue alta. Pero, por si ello no
bastara, el presidente del Banco Central, Guido Sandleris,
acaba de decir que la de febrero será aún más alta. Todo se dice con un tono de
“no queda otra que
aguantar” que no deja de asombrar y espantar a propios y
ajenos.
Todo esto preocupa a muchos funcionarios del Gobierno. “Así, es dificilísimo que podamos ganar”,
confiesan. La excepción es Marcos Peña. El
jefe de Gabinete de Ministros, revivido políticamente por la campaña, derrocha
un optimismo electoral sin límites. Desde su despacho se emiten señales
esquizoideas cuando se dice que, salvo que produzca un “cisne negro”, la
elección la ganan con cierta comodidad y que Macri tendrá un segundo mandato.
De todas maneras, dentro del propio gobierno hay una pequeña grieta de
descreimiento porque todos los que están más cerca del campo de batalla sienten
que eso no es así. La opinión contraria al Gobierno es creciente y por
eso María Eugenia Vidal, Emilio Monzó, Cristian Ritondo, y hasta el mismo Horacio Rodríguez Larreta, que están más con el ciudadano de a pie, no están muy de acuerdo con esta
postura de que, así como están las cosas, la elección se gana sin mayores
sobresaltos.
Hay una crisis interna fuerte en Cambiemos. La tranquilidad que desde el PRO se
intenta mostrar es ficticia.
Eramos pocos. La
aparición de Roberto Lavagna ha producido desconcierto en el oficialismo.
En la provincia de Buenos Aires, Cambiemos está en una situación de alerta.
Allí se tomó como un dato muy significativo la visita que hizo Axel Kicillof a
la ciudad de Chivilcoy acompañado por los dos últimos intendentes –Darío Speranza y Ariel Franetovich– que responden a Florencio Randazzo. No es para menos. Si
el peronismo se une, gana.
En lo económico estamos asistiendo al plan "no hagan olas" ni interna ni
externamente. Por lo tanto, no se van a producir grandes
novedades. Las expectativas son modestas. Diríase, de supervivencia. Lo que
espera el Gobierno es que la recesión no siga tan fuerte como hasta ahora. Hoy
la inflación todavía sigue lejos de dar muestras de un descenso sostenido. Por
lo tanto, este año habrá que convivir con un índice de inflación mensual más
cercano al 3% que al 2%, que era el número que quería el Gobierno. Esto está
obligando a recalcular algunas cuestiones. Entre ellas, está la pauta devaluatoria de 2% que
está puesta como base de la banda de flotación. Este trimestre
va a llevar 9-10 puntos de inflación. Por eso la estrategia del presidente del
Banco Central de bajar la tasa de interés en forma paulatina encontró un freno
brusco que generó discusiones dentro del equipo económico que llegaron hasta el
Presidente.
Fue cuando el mercado les hizo saber que debajo de una tasa del 50% no hay mundo ni paraíso. “Con una tasa de interés del 50% y con una inflación del orden del 30%, lo que se está diciendo es que, para quedarse en pesos, los inversores quieren 20 puntos por lo menos de tasa real de interés en relación a la devaluación esperada”, explica un economista que conoce al detalle lo que pasa al interior del Gobierno. Con ese esquema no hay negocio que aguante.
Fue cuando el mercado les hizo saber que debajo de una tasa del 50% no hay mundo ni paraíso. “Con una tasa de interés del 50% y con una inflación del orden del 30%, lo que se está diciendo es que, para quedarse en pesos, los inversores quieren 20 puntos por lo menos de tasa real de interés en relación a la devaluación esperada”, explica un economista que conoce al detalle lo que pasa al interior del Gobierno. Con ese esquema no hay negocio que aguante.
Las tribulaciones de la economía son de tal magnitud que
han alterado hasta a los integrantes de la misión del Fondo Monetario
Internacional a cargo de la Argentina. La complejidad del presente ha generado
controversias entre ellos. Es que no hay recetas mágicas. Hasta hace diez días, Guido Sandleris
era un genio. Hoy es el Erasmo de Rotterdam de varios de los funcionarios
económicos de un gobierno abundante en tecnócratas con pretensiones de dioses.
Producción
periodística: Lucía Di Carlo
(Fuente www.perfil.com). El periodismo profesional
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