domingo, 20 de enero de 2019

Recalculando Electoral (II) - El tobogán de Massa y el social-radicalismo… @dealgunamanera...

El tobogán de Massa y el social-radicalismo...

Lavagna UCR, fórmula 2007 con Morales de vice. Lavagna-Massa, apoyo del Frente Renovador. Fotografías: Cedoc

“Massa es un candidato tobogán: comienza alto y se va desinflando”, repite Jaime Duran Barba, descontando que el futuro será igual al pasado. El oficialismo presume que en 2019, como sucedió en 2015, la existencia de las PASO transforma esas elecciones pensadas para ser una interna dentro de los partidos en una primera vuelta entre partidos. Y que si en agosto Cambiemos más Unidad Ciudadana, Macri y Cristina Kirchner, suman el 70% (37-33, sea quien fuere que supere al otro) y Alternativa Federal quedase tercero con el 15%, esos votos migrarían automáticamente para alguno de los dos primeros en la verdadera y vinculante primera vuelta electoral de octubre. Lo que de alguna manera sucedió después de las PASO de 2015, cuando quien más creció fue Macri bajo la consigna de “voto útil” para no perderlo con un candidato que seguro no podría ganar y votando por el menos malo o en contra del peor mal.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 20/01/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 
Sigue de ayer con: "Recalculando electoral (I). Todos en contra y a favor de Lavagna".

Pero el incansable Massa coincide con que las PASO funcionan como una primera vuelta, entre y no “inter” partidos, pero que en el contexto político actual en lugar de producir la fuga potencial del voto de quien salga tercero al primero o segundo, producirá la fuga de votos del primero o segundo al tercero porque la ciudadanía no querrá quedar prisionera de la opción Macri o Cristina. Imagina que si en las PASO de “los doce apóstoles de la oposición” (él, Pichetto y los diez gobernadores de Alternativa Federal) Massa obtuviera 15% (hoy se acerca a 10) y, por ejemplo, Urtubey 7, pero en cualquiera de los casos entre los dos sumaran el 20% (muy parecido a 2015 con 14% de Massa más 6% de De la Sota), votantes de Cambiemos y de Unidad Ciudadana que eligieron a uno u otro para que no ganase Cristina o Macri, al ver que habría una alternativa para lo mismo fugarían hacia Alternativa Federal. Dicen que Massa repite: “En 2015 comencé el año siendo banca y terminé siendo punto, en 2019 prefiero comenzar siendo punto y terminar de banca”.

Si la neurosis es no querer lo que se desea, o sea no estar dispuesto a hacer los esfuerzos necesarios para consumar ese deseo, Massa está vacunado de neurosis porque siempre está tratando de ser presidente e imaginando que lo puede ser más allá de los escenarios adversos que viene enfrentando últimamente. Desea con tanta energía que en su búsqueda de ventaja Macri pudo bautizarlo peyorativamente como "Ventajita". Macri comparte con Massa su misma vocación presidencial, aunque es más experto en el arte de disimular que está dispuesto a arriesgarlo todo.

Cerca de Urtubey temen que el crecimiento de Lavagna termine en un Massa Lavagna, pero Lavagna nunca aceptaría

Massa sabe que de él se dice que no mantiene la palabra, que un acuerdo con él tiene una validez de cinco minutos, que no es creíble ni confiable, y que uno de los síntomas de su ansiedad abortiva es que siempre llega tarde a todas las reuniones, vicio que estaría tratando de corregir. La primera sospecha sobre Massa es que esté dispuesto a negociar con Cristina Kirchner. Nuevamente Macri bautizó peyorativamente a Massa diciendo: “Urtubey soy yo, Massa es Cristina”. Sospecha muy fundada porque el propio intendente de Tigre, Julio Zamora, propuso que su jefe vaya como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires con Cristina Kirchner como candidata a presidente. 

Algo que Massa desmiente, de la misma forma que se acepte en Alternativa Federal que Cristina Kirchner compita en sus PASO porque la mayoría de los gobernadores votarían en contra: Gustavo Bordet de Entre Ríos, Juan Manzur de Tucumán, Sergio Casas de La Rioja, Mariano Arcioni de Chubut, Juan Schiaretti de Córdoba, Juan Manuel Urtubey de Salta, y, aunque no gobernador, Miguel Pichetto por su provincia, Río Negro. Más afines al kirchnerismo quedarían Domingo Peppo, gobernador de Chaco; Rosana Bertone, de Tierra del Fuego; y Hugo Passalacqua, de Misiones.

Pero quien sea su candidato a gobernador en la provincia de Buenos Aires como si se desdoblaran las elecciones provinciales es tan crucial como si se presenta o no Cristina Kirchner. Hay especulaciones cruzadas: que si Vidal adelantara la elección provincial ella gana seguro pero Macri podría perder y, a la inversa, si no desdoblara Macri aumenta sus posibilidades de ganar tanto como las de perder Vidal. Estas conjeturas se basan en que elecciones anticipadas independizarían a los intendentes peronistas de Cristina Kirchner porque hasta podrían ir con el candidato kirchnerista a gobernador, presumiblemente Kicillof, y después de haber sido reelectos intendentes, no acompañar a Cristina en su candidatura presidencial porque el cierre de listas nacionales sería tres semanas después de la elección provincial. 

Una alternativa que equilibraría los intereses contrapuestos de Vidal y Macri sería: elecciones provinciales y nacionales el mismo día pero con boleta única de papel como en Santa Fe, donde al marcar con una cruz sobre opciones se puede elegir presidente de un partido, gobernador de otro, intendente vecinal y legisladores de otro partido.

Sueño de Massa post PASO: que Cristina no pueda ganarle a Macri en ballotage y sus votos migren a él en octubre

Desde el massismo proponen como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por Alternativa Federal a una figura de fuera de la política o una fórmula casi compartida entre dos intendentes jóvenes. De fuera de la política rápidamente aparece la imagen de Tinelli, tantas veces descartada, pero si Lavagna fuera candidato presidencial Facundo Manes aceptaría acompañarlo  donde fuera más útil.

Lavagna es otro dilema de Massa, con quien se reúne cada 15 días, la última este jueves, pero a diferencia de las reuniones de Lavagna con Pichetto o con el gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz, son sin foto para mostrar el diferente grado de relación –permanente– que los une. Massa sostiene que si Lavagna viera “que hay agua en la pileta” y decidiera avanzar con su candidatura a presidente, él estaría dispuesto a bajar la suya y confía en que será al primero que le avisará. Pero no lo ve decidido ni tampoco pinchando el globo de expectativas que generó, sino dejando que se vaya desinflando poco a poco pero apoyando siempre al espacio alternativo de Macri y Cristina Kirchner.

No es esa la visión que tienen el socialismo de Santa Fe ni los radicales desencantados con Cambiemos que ven en Lavagna el candidato transversal ideal antigrieta rememorando aquel balcón de Alfonsín con Cafiero, habiendo sido Lavagna funcionario tanto del radicalismo como del peronismo. El 31 de marzo se cumplirán diez años de la muerte de Alfonsín, habrá actos de todo tipo en su memoria y será un momento en el que los radicales de Cambiemos y los abiertamente desencantados de Macri hagan un balance de su alianza con el PRO. ¿Esa tradición, no los une más al socialismo, o al GEN de Margarita Stolbizer o al ARI de cuando Elisa Carrió  descarrilaba menos, que a la derecha del PRO? Hasta Cornejo en Mendoza analiza anticipar las elecciones provinciales para no dejar al radicalismo atado a la suerte de Macri.

Otro mendocino, artífice fundamental de Cambiemos y hoy retirado en parte también por no sentirse cómodo con el PRO, Ernesto Sanz, piensa que hizo lo correcto al apoyar a Macri para que no continuará el kirchnerismo. Pero si apareciera otra alternativa que pudiera vencer al kirchnerismo, si este ya estuviera vencido o el día en que el PRO y Macri perdieran: ¿qué sentido tendría para los radicales continuar en Cambiemos? Paralelamente, ven con preocupación cómo el PRO coloca candidatos a competir en las provincias gobernadas por el radicalismo y sacan cuentas de cuánto y cómo alejarse. Hay un radicalismo socialista tan numeroso como el afín al conservadurismo. La tensión solo la aplacan los premios del triunfo, premios que desaparecerán en la derrota o cuando se la comience a dar por descontada.


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