El FMI
suma 7.000 millones de dólares a los 50.000 concedidos en junio como rescate a
Argentina.
La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, recibe el martes en Nueva
York al presidente de Argentina, Mauricio Macri. Fotografía: AFP
El
nuevo paquete adelanta el cronograma de financiamiento e impulsa una política
de flotación libre del peso en el mercado cambiario.
© Escrito por Federico Rivas
Molina el miércoles 26/09/2018 y publicado por el Diario El País, de la Ciudad
de Madrid, España.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) extiende su mano, una vez más, a
Argentina. Tres meses después de aprobar un rescate financiero por 50.000
millones de dólares, el organismo dirigido por Christine Lagarde sumó este
miércoles otros 7.000 millones de dólares al paquete original y adelantó además
los plazos de entrega a 2019. El Gobierno de Mauricio Macri pidió auxilio
cuando la primera ayuda se volvió insuficiente para contener la desconfianza de
los mercados hacia su capacidad de repago.
Lagarde y el
ministro argentino de Economía de Argentina, Nicolás Dujovne, anunciaron desde el consulado del país
austral en Nueva York los detalles del acuerdo. "De 6.000 millones
previstos para 2018 se pasa a 13.400 millones. En 2019 se pasa de 11.400
millones a 22.800 millones. Dichos fondos ya no tienen carácter precautorio,
sino que podrán ser utilizados como soporte presupuestario", dijo Dujovne.
El FMI decidió así dar libertad de acción al Ejecutivo de
Macri, porque el dinero no estará necesariamente destinado a la devolución de
deuda. Es una muestra de confianza extraordinaria hacia Buenos Aires, que, en
circunstancias especialmente complejas, podrá destinar parte del dinero, por
ejemplo, para gastos sociales o inversión pública. "Estos esfuerzos son
para ayudar a Argentina a estabilizar su economía", señaló Lagarde, quien
volvió a expresar su respaldo a la política económica de Macri.
El problema de fondo es que Macri necesita de la
oposición peronista para aprobar en el Congreso el presupuesto para el año que
viene, el documento en el que se plasmará la letra pequeña del ajuste que
obligatoriamente tendrá que acometer Argentina. El mayor peso de los recortes
recaerá sobre las provincias -todas superavitarias y la mayoría en manos de
gobernadores no macristas- y sobre los ciudadanos de a pie, que necesariamente
tendrán que pagar más impuestos.
La política ya ha dado muestras de que está perdiendo la
paciencia con el presidente, tras casi tres años de un acompañamiento forzado a
las medidas del Gobierno. El martes, Macri enfrentó una huelga general de la
Confederación General del Trabajo (CGT), la central que agrupa a los sindicatos
peronistas, la cuarta desde que llegó al
poder, a finales de 2015. Y
el peronismo no kirchnerista busca a la figura que lo represente en las urnas
en octubre del año próximo. Cuánto margen de maniobra tendrá Macri para cumplir
con el FMI es la gran duda.
Las autoridades argentinas trataron esta semana de
inyectar calma en los siempre nerviosos mercados con la promesa de continuidad:
Macri ya ha anunciado que será candidato en 2019. El presidente dijo, además,
que no hay posibilidad alguna de impago (default) y que las
cuentas públicas que se debaten desde la semana pasada en el Congreso ya tienen
la venia de los gobernadores provinciales. Pero su gira por Nueva York no fue
tan bien como se esperaba: mientras Dujovne ultimaba los detalles del nuevo
acuerdo con el Fondo, en Buenos Aires se hacía pública la renuncia
en Buenos Aires el presidente del banco central, Luis Caputo, el
segundo guardián de la política monetaria argentina en dejar ese cargo en tres
meses. Caputo, un hombre de la fragua de Wall Street y del círculo más cercano
a Macri, tiró la toalla en desacuerdo con uno de los puntos más controvertidos
del pacto con el Fondo: los límites impuestos al instituto emisor para contener
con sus reservas internacionales la depreciación del peso.
Durante su gestión, Caputo no cumplió ese punto, ya
pactado en junio. Su actitud le valió un enfrentamiento cada vez menos
disimulado con el ministro Dujovne, la cara visible de Argentina ante el FMI.
Según el último balance del mercado de cambios, el Banco Central de la
República Argentina vendió en agosto reservas por valor de 4.062 millones de
dólares, que fueron a parar a manos de “personas humanas” e “inversores institucionales”
a razón de algo más de 2.000 millones para cada grupo. Caputo trató así
satisfacer la demanda de inversores temerosos que huyeron a toda velocidad de
sus colocaciones en moneda nacional a refugios en dólares.
El nuevo acuerdo ratificó finalmente esta política del
FMI y, según Lagarde y Dujovne, el peso flotará libremente frente al dólar
según la demanda en el mercado de divisas. El cepo impuesto por el FMI a estas
intervenciones busca evitar que sea su dinero el que financie esta estrategia
de contención, alimento, al final del proceso, de una descomunal fuga de
capitales. Desde Buenos Aires, sin embargo, el nuevo titular del banco central,
Guido Sandleris, anunció que intervendrán en el mercado si el peso supera las
44 unidades por dólar.
La renuncia de Caputo no fue consensuada y provocó un
auténtico terremoto en la delegación argentina en Estados Unidos. Sirvió para
contener el golpe la predisposición de Lagarde, que felicitó al nuevo jefe del
banco central, a quien conoció como parte del equipo de los negociadores
argentinos de aquel acuerdo de junio. Sandleris debutó en su cargo con una
nueva caída del peso, aunque contenida por la expectativa del anuncio en Nueva
York. Si en la apertura de los mercados eran necesarios 38,70 pesos para
comprar un dólar, al final del día el número había ascendido a 39,44
pesos. El futuro de Argentina depende, otra vez, del FMI.
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