Ases en la manga…
Bailando al ritmo de
George Washington. Dibujo: Pablo Temes.
El Presidente se
juega mucho en su viaje al norte. Cambio de estilo y de nombres.
© Escrito por Nelson Castro el domingo 23/09/208 y publicado por el Diario Peril de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Mauricio Macri necesita relanzar su gobierno ante
inversores internacionales que no le creen. Ese es el
motivo principal del viaje a Estados Unidos. Para enfrentar ese universo de
gente dura con cara de circunstancia el Presidente lleva dos ases en la manga:
uno es el nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que contempla
una ampliación del
monto del préstamo de 50 mil a 60 mil o 70 mil millones de dólares. Esa
negociación quedará sellada con el apretón de manos entre Macri y la directora
del FMI, Christine
Lagarde y, fundamentalmente, con la reunión que el
primer mandatario argentino tendrá con Donald Trump. "Amigos son los
amigos", como dice la canción de Queen.
Sin embargo, las cosas no serán fáciles para Macri quien,
seguramente, nunca imaginó ser tratado con tanta incredulidad en ese olimpo de
hombres y mujeres de negocios del que él se siente parte.
El problema de la Argentina tiene dos líneas: una,
económico-financiera, que es la que les está sucediendo a otros miembros del
grupo de países emergentes muy afectados por la apreciación de los bonos del
Tesoro de los Estados Unidos. La otra, en cambio, es de neto corte político
que, a su vez, comprende dos hechos: uno es la incertidumbre del resultado de
la elección presidencial de Brasil –el 7 de octubre próximo– que, por su
condición de vecino y principal socio comercial, golpea a nuestro país; el otro
son las elecciones presidenciales del año que viene en la Argentina. Las últimas encuestas, que se leen en
Buenos Aires y media hora después en Nueva York, tienen a muchos inversores muy
preocupados preguntándose qué pasará si Macri pierde a manos de Cristina Fernández de Kirchner. Por
eso es que desde esos ámbitos se está pidiendo algún nivel de compromiso para
aprobar el Presupuesto con un acuerdo amplio, al
menos de lo que se considera el peronismo más racional. Es de este acuerdo de
lo que se habla en las oficinas de las consultoras a las que acuden los
inversores para definir sus planes en la Argentina.
El acuerdo real sería que los gobernadores de la oposición se
comprometieran a un sacrificio compartido entre todos y a olvidarse por un
tiempo más de la cuestión electoral. Sin este compromiso, lo que quedará es una
foto carente de contenido.
Durante estos tres primeros años de gestión, el Gobierno pudo sentarse a la mesa de
las negociaciones con los gobernadores con una herramienta clave: la billetera. En
esto no hubo innovación: es lo que hicieron todos los gobiernos desde el
renacimiento de la democracia en 1983. El
problema para Macri es que hoy la billetera está vacía. El
trabajo de hormiga para alcanzar esos acuerdos está a cargo del ministro del
Interior, Rogelio
Frigerio. Frigerio es uno de los ministros que consolidó su
posición y su poder después de la cumbre borrascosa que se vivió en la quinta
de Olivos durante el fin de semana del 9 y 10 de septiembre. Los que conocen lo que pasa en
la trastienda del poder describen un cambio significativo en la forma de
gestionar del Presidente.
Los que hablan
con Dujovne sostienen que el ministro no ve la hora de dejar el cargo.
Cambios.
Hasta aquel fin de semana
de furia y desasosiego, manejaba las cosas como si fuera el CEO de una gran
empresa. En ese esquema, el jefe de Gabinete, Marcos Peña,
actuaba a la manera de un gerente general y era el encargado de llevar adelante
la gestión. A él le correspondía encarar los problemas y llevarle a Macri las
soluciones. Por eso es que, junto con el ido Mario Quintana y
el desplazado Gustavo
Lopetegui, él era los ojos y los brazos de Macri. Ese fue
uno de los motivos por los que a Alfonso
Prat Gay se lo echó del Gobierno. Nunca reconoció la
autoridad de ese triunvirato al que le endilgó una supina ignorancia en asuntos
económicos. De hecho, cuando las reuniones de gabinete las encabezaba Peña, el
entonces ministro de Hacienda nunca asistía.
Ese esquema de gestión ahora cambió. "Hay un diálogo más directo con
Mauricio", reconoce uno de los ministros que hoy ocupa
posiciones de relieve dentro del gabinete.
Con ese trasfondo, quien esta semana lució un poco más aliviado
fue Nicolás
Dujovne. El malestar que lo obligó a una consulta de urgencia
en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento –el
cuadro de dolor toracoabdominal inespecífico y la normalidad de los estudios
complementarios llevaron a considerar un espectro diagnóstico que fue desde una
arritmia cardíaca pasajera hasta un ataque de pánico– no le fue indiferente.
Por eso, los que
hablan con Dujovne sostienen que no ve la hora de dejar el cargo. Toda
la situación de ese sábado y domingo de furia lo afectó. No es para menos: ya
le habían avisado que se iba y 48 horas después le dijeron que se tenía que
quedar porque no se había aceptado el reemplazante, que iba a ser Carlos Melconian.
Ha habido un
quiebre muy fuerte en la relación de Marcos Peña con María Eugenia Vidal y con
Horacio Rodríguez Larreta. La gobernadora y el jefe de Gobierno porteño han
debido tragarse el sapo de asumir el costo de las tarifas subsidiadas en sus
propios distritos sin obtener nada a cambio, como algunos de los beneficios que
están negociando los gobernadores del peronismo.
Ese manoseo más todos los problemas posteriores generaron para
Dujovne un desgaste imposible de soportar, del que su salud no pudo salir
indemne.
La rápida recuperación del ministro produjo alivio en el Gobierno
ya que, al día de hoy, en Washington solo quieren hablar con él en pos de
lograr un acuerdo que tenga la firmeza de la que hasta ahora ha carecido el
primer acuerdo firmado entre el FMI y el Gobierno.
Ha habido un
quiebre muy fuerte en la relación de Marcos Peña con María
Eugenia Vidal y con Horacio
Rodríguez Larreta. La gobernadora y el jefe de
Gobierno porteño han
debido tragarse el sapo de asumir el costo de las tarifas subsidiadas en sus
propios distritos sin obtener nada a cambio, como algunos
de los beneficios que están negociando los gobernadores del peronismo.
Vidal y Rodríguez Larreta sienten, por lo tanto, que nadie les
agradece nada por lo que han cedido en pos de dar sustento al gobierno nacional
a fin de evitarle mayores costos políticos a Macri. Al Presidente lo golpean
duramente las cifras negativas de la economía, que lo han llevado a tomar
medidas que han hecho trizas sus promesas de campaña. Ya lo dijo Maquiavelo: "La
promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del
presente".
Producción periodística: Lucía Di Carlo.
(Fuente www.perfil.com). El
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