Salir de la burbuja…
Asunto
Sellado. Federico Sturzenegger. Dibujo: Pablo Temes
Tensiones oficiales por los cambios en el manejo de la economía y la
aprobación en Diputados del aborto.
Las paradojas de la Argentina son
infinitas. Seguramente nadie imaginó que el gobierno de Mauricio Macri sería el
que diera vía libre a la trascendente discusión que se generó en la sociedad y
en el Congreso sobre la despenalización del aborto. Y seguramente tampoco nadie imaginó que un gobierno
promercado como el actual sería tan castigado por ese ente, que es la
quintaesencia del capitalismo. La paradoja de esta circunstancia tiene azoradas
a las principales espadas de un gobierno que en las últimas semanas ha demostrado
estar desorientado. Nada de esto es casual. Y este es el problema.
La salida de Federico Sturzenegger
alegró a varios que en la actualidad son parte del Gobierno y a otros a los que
hace tiempo se les dio el adiós. Uno de los que celebraron esa novedad fue
Alfonso Prat-Gay.
Quienes han hablado en estos días
con quien fue el primer ministro de Hacienda de la actual administración le han
escuchado adjudicarle a Sturzenegger la
mayor responsabilidad en los errores que, en materia económica, ha cometido
el Gobierno.
El ahora ex presidente del Banco
Central impuso a su gestión un aire académico. No supo diferenciar lo que son
las aulas de Harvard de la realidad argentina. Los hechos, pues, lo lapidaron.
El jueves 7 había dicho que el Banco Central ya no intervendría en el mercado
cambiario. El martes 12, con el dólar subiendo, cambió de opinión para volver a
su postura original el miércoles 13. Macri,
harto de tanta volubilidad, lo echó de un plumazo.
Hasta aquí, el acuerdo con el Fondo
Monetario Internacional no ha servido para frenar la corrida cambiaria, que ha
demostrado que el Gobierno tiene menos
dólares de los necesarios para hacer frente a la base monetaria y a las
Lebac que están en circulación.
Para salir de esta situación hace falta un shock de confianza, un
punto clave para entender este complicado presente. Lo que empezó siendo una
corrida cambiaria ha derivado en una crisis política que afecta la credibilidad
del Gobierno. Y esto le da al problema una dimensión de mayor complejidad. Por
eso, en este aspecto, la pregunta es si la designación de Luis Caputo al frente
del Banco Central ha sido la mejor elección. “Ser un especialista en tomar
deuda y generar expectativas no es lo mismo que estar a cargo del Banco Central”,
sentencia un hombre al que el oficialismo suele consultar.
Una primera conclusión es que el Presidente decidió apostar una vez más por
la mesa chica para evitar abrir un debate –aunque sea mínimo– dentro de las
filas de Cambiemos. Por lo que se vio el viernes, el mercado no le dio a Caputo
una bienvenida cordial. Tras una primera baja, la divisa volvió a recuperar
impulso. Nadie le jugó a favor y, por ende, no hubo dólares sobre la mesa para
poner freno a la corrida. En la reunión con los banqueros, todos le desearon
suerte al nuevo funcionario. Eso fue todo. En el horizonte de Caputo está la urgencia por terminar de armar su equipo y
hacer frente al próximo vencimiento de las Lebac.
Por lo tanto, este fin de semana
transcurre entre conversaciones y negociaciones febriles en las que se intentan
acuerdos con los banqueros para asegurar una renovación masiva a tasas de
interés inferiores a las exorbitantes que se han venido pagando hasta aquí. Y
esto viene complicado. Los representantes de los bancos le han pedido a Caputo que se controle el valor del dólar.
Varios funcionarios están comprobando duramente que “la única verdad es la
realidad”
Nervios.
No es la economía lo único que está
provocando dentro del Gobierno un clima de desasosiego y reproches. El tema del
aborto dejó tensiones y enojos que se deberán restañar para enfrentar un
presente difícil y un futuro incierto. La confianza en la seguridad de un
triunfo en las elecciones del año que viene está menguada.
El enojo más resonante al respecto
ha sido el de Elisa Carrió. Su frase
al cierre del maratónico debate del miércoles al jueves –“es el último esfuerzo
que hago por no romper”– trajo al presente el fantasma de la renuncia a la
vicepresidencia de Carlos “Chacho” Alvarez, hecho que fulminó al gobierno de la
Alianza.
Carrió se dio cuenta de lo que significaba esa amenaza, y en la tarde del
jueves salió a desactivarla. Macri no permaneció indiferente a eso y de ahí la
reunión en la residencia de Olivos a la que convocó a la diputada.
Quien también quedó enojada con el
tema fue la ministra de Desarrollo Social, Carolina
Stanley, que le reprochó a Marcos Peña haber sido clave para motorizar esta
idea. Este proyecto, que no estaba en la plataforma de Cambiemos, fue sacado
por el oficialismo como un conejo de la galera para hacer frente a los primeros
signos de la crisis económica allá por marzo. Stanley –al igual que María
Eugenia Vidal– vivió en carne propia el malestar que esta iniciativa le ha
generado al Papa.
Ello ocurrió durante la reunión
privada que ambas tuvieron con el Sumo Pontífice. Por si alguien en el entorno
del Presidente no lo creyó así, el nuevo arzobispo de La Plata, monseñor Manuel
Fernández –prelado de cercanía estrecha con Francisco– dijo que la visita papal a la Argentina es altamente improbable.
Ni siquiera la Selección ayudó a
traer un poco de alegría en este mal momento para el Gobierno, en el que varios
de sus funcionarios parecen estar saliendo de una burbuja y comprobando que “la
única verdad es la realidad”. Y esa realidad
hoy significa inflación desbordada, corrida cambiaria, desempleo e
incertidumbre.
Producción periodística: Lucía Di
Carlo.
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