Del FMI a la CGT…
Cuesta abajo. Christine
Lagarde y Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes.
Macri metió presión para cerrar el acuerdo y los gremios le dieron el
ultimátum a Quintana. La orden que el jueves pasado dio Mauricio Macri fue
terminante: ese día debía anunciarse el acuerdo alcanzado con el Fondo
Monetario Internacional por el préstamo stand-by.
© Escrito por Nelson
Castro en domingo 10/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
Hubo quien le advirtió que eso era
complicado porque faltaba definir aún aspectos claves contenidos en la letra
chica. Para ello, se necesitaba que desde Washington hubiera un anuncio que
hiciera público el acuerdo. Al Presidente nada le importó. Ordenó forzar la
situación. Quería llegar a Quebec con la negociación finiquitada para tener la
foto con la directora del FMI, Christine Lagarde, con quien la buena química
personal hizo que todo funcionase a la perfección. La buena relación entre el
Presidente y la directora del Fondo dio sus frutos. Lo que muchos no saben es
que hubo otro protagonista de absoluto bajo perfil que fue clave en la dinámica
de la negociación: Donald Trump, ya que Estados Unidos va a ser el principal
aportante de los 50 mil millones de dólares que le prestarán a la Argentina.
En el acuerdo con el FMI, el Banco
Central vuelve a ser el que define las metas de inflación, tal como lo había
hecho hasta el 28 de diciembre pasado, y en ese marco restablece el sistema de
tipo de cambio flotante. Por lo tanto, la tasa de interés continuará siendo el
instrumento que utilice para bajar la inflación. Ese es un esquema que hasta
ahora no tuvo la eficacia esperada, ya que la inflación superó ampliamente las
metas tanto en 2017 como en 2018. Lo que se aguarda es que esta vez las
condiciones sean mejores debido a que los precios relativos ya se han ajustado,
el grueso del aumento de las tarifas ya pasó, y el tipo de cambio vigente en
principio no necesita ajustes mayores.
El acuerdo contempla un mecanismo
para desactivar la bomba de la Lebac, una verdadera bicicleta financiera que el
actual gobierno potenció. Estas letras del Banco Central fueron creadas por
Aldo Pignanelli en marzo de 2002 –plena crisis por la caída de la
convertibilidad– para reducir la demanda de dólares y la inflación. El stock
inicial, que fue de 2 mil millones de dólares, hoy alcanza a los 900 mil
millones.
Asesoramiento y tensión.
No hace mucho, Guillermo Nielsen
–hombre clave en la reestructuración de la deuda en default de la Argentina en
2004 y 2005– le acercó al Presidente un documento con algunas ideas sobre cómo
desactivar esa bomba de tiempo que representan las Lebac. Macri leyó ese
documento con atención y, a partir de esas recomendaciones, elaboró un borrador
de siete carillas que envió a Federico Sturzenegger para su lectura y
consideración. Algunas de esas cosas están en la base del acuerdo con el FMI.
La crisis de confianza que enfrenta
el Gobierno ha generado un verdadero cimbronazo en el gabinete. Y esto tiene
sus consecuencias. Las tensiones entre sus miembros están a la orden del día.
El protagonismo del ministro de
Hacienda, Nicolás Dujovne, molesta a varios de sus colegas, quienes no se toman
muy en serio su condición de coordinador del área económica. La suspensión de
la reunión agendada para el martes pasado entre Dujovne y el resto de los
ministros del área, en la que debía tratarse el recorte de gastos de los
ministerios, fue una muestra de ello. Oficialmente, se dijo que la razón de tal
decisión fue la necesidad de aguardar al cierre de la negociación con el FMI.
La verdad es otra: “Ningún ministro
había hecho los deberes. Nadie movió un dedo y muchos le terminaron preguntando
a Marcos Peña qué hacer”, confesó una voz desde las entrañas del poder.
En ese clima, pues, se perfilan
ganadores y perdedores. Mario Quintana, secretario de Coordinación
Interministerial de la Jefatura de Gabinete, está pasando sus peores días desde
que asumió. Macri le reprocha haberse equivocado en sus proyecciones y, por si
eso fuera poco, acaba de ser imputado por el fiscal federal Ramiro González,
por el manejo de la empresa Farmacity. Quintana, que está enfrentado con
Sturzenegger, fue uno de los mentores del fatídico 28 de diciembre del año
pasado, el día en que se dispuso limitar la independencia del BCRA. Eso caducó
el jueves pasado.
El presidente del Banco Central –que
también recibe reproches de Macri– se siente como uno de los ganadores de esta
crisis. El recupero de su independencia le ha devuelto un protagonismo que
había perdido. De aquí en más, será quien defina las pautas de inflación, tal
como lo dijo Dujovne en la conferencia del jueves.
La trastienda de esa conferencia
también habla de lo que pasa en el interior del Gobierno. Tres fuentes
distintas coinciden en que Sturzenegger exigió que, para dejar bien en claro su
independencia, no se hiciera ni en el Ministerio de Economía ni en la Casa
Rosada (sic). De allí que se optara por el CCK.
Respuestas pendientes.
Todo esto ocurre en un escenario
socioeconómico complicado. El ajuste tendrá consecuencias sobre la vida diaria
de los argentinos. En la conferencia de prensa, las muy precisas preguntas
técnicas de los colegas tuvieron respuestas –algunas buenas y otras no tanto–
por parte mayoritariamente de Sturzenegger. La única pregunta que no tuvo
respuesta concreta fue la referida al impacto del ajuste en la vida de los
ciudadanos, que fue formulada por Nicolás Munafó.
La reunión entre el Gobierno y la CGT no fue buena.
El 15% establecido en muchas
paritarias está absolutamente desfasado. El pedido de recomposición salarial
fue claramente expuesto por los triunviros sindicales. La reunión fue dura.
Cuando Quintana quiso posponer una respuesta para el jueves 14, Juan Carlos
Schmid –uno de los triunviros de la central obrera– lo paró en seco: “Vos no
entendiste nada, vos me das una respuesta el día martes y si el martes no nos
das una respuesta, lanzamos la medida y no nos reunimos más. Vinimos acá a
escucharlos y nos nos van a dilatar más, este jueguito no va más”.
Situación.
Hoy se complica lo que hasta hace
dos meses se veía como inexorable: la reelección de Macri. Este es uno de los
temas claves que se habla en la nueva mesa chica del poder, en la que han
reganado protagonismo Emilio Monzó y Ernesto Sanz. Son los que hablaron de acuerdos
a los que se opusieron siempre tanto el Presidente como Marcos Peña. A
propósito: en sus declaraciones públicas, el jefe de Gabinete exhibe rasgos del
síndrome de Hubris; cree que está todo bien y que los que lo contradicen están
equivocados (sic).
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