“Perdimos 400 mil puestos de trabajo”…
Imagen: Leandro
Teysseire
Schmid recomienda “no confundir prudencia con resignación”, responsabiliza
al Gobierno por la caída económica y a los empresarios por incumplir el
compromiso de frenar los despidos.
Secretario del gremio
de Dragado y Balizamiento y cabeza de la poderosa Confederación Argentina
Trabajadores del Transporte, Juan Carlos Schmid es uno de los secretarios
generales de la Confederación del Trabajo junto con Carlos Acuña y Héctor Daer.
–El ministro de Hacienda Nicolás Dujovne
opinó que el nivel de destrucción de empleos no es el que indica la CGT.
–El ministro puede
decir lo que quiera. Pero lo que dice no surge de los datos que tenemos.
–¿De dónde surgen los datos y qué señalan?
–Son del propio
Indec, difundidos a principios de año. Cayeron 127 mil empleos registrados.
–¿Y no registrados?
–Los economistas y
los dirigentes sociales suelen explicar que cuando cae un empleo en blanco hay
una onda expansiva en el empleo informal. No exageramos si hablamos de una
pérdida de 400 mil puestos de trabajo. Es una locura.
–Cuando habló de los empleos caídos en la
informática Bangho, el ministro de Producción Francisco Cabrera dijo que le
dolían los trabajos perdidos. Dejó la idea de un costo inevitable.
–Hay una frase
famosa: “Una muerte es una tragedia pero un millón es un dato estadístico”.
–El triunvirato de la CGT se retiró de las
conversaciones con el Estado y los empresarios porque dijo que los despidos
habían roto la confianza. Daniel Funes de Rioja, el directivo del sector
alimentario y de la Unión Industrial Argentina, replicó que el compromiso era
no efectuar despidos sin causa.
–Seamos prácticos.
El problema es la destrucción de
trabajo. Hay despidos como consecuencia del derrumbe de la actividad económica
y la caída del consumo.
–¿Y los empresarios?
–Su responsabilidad
es la falta de cooperación. Lo que está intentando hacer la UIA es justificar
su falta de colaboración. Y decir: “Si no hay venta ni consumo no puedo seguir
manteniendo a la gente”. Pero ésa no era la idea del compromiso que tomamos
todos. Para decirlo en lenguaje del fútbol, el espíritu era aguantar los trapos
hasta marzo a ver si se ponía en marcha la economía. No lo hicieron. La ola de
despidos se acentuó en diciembre y se puso peor en enero.
–Diciembre y enero son meses políticamente
menos calientes que otros. ¿Ustedes creen que los despidos aumentaron en ese
momento porque se enfrió todavía más la economía o por una programación para
que se produjeran en un momento de menor conflictividad social?
–Es una combinación
de ambas cosas. Las dos al mismo tiempo provocaron esta cantidad de despidos y
suspensiones.
–¿O sea que los despidos son el producto de
la caída económica pero no solamente?
–Tal cual. También
hay una actitud especulativa y mezquina. El panorama es peor, incluso, si
miramos otros fenómenos al margen de los despidos. Hay infinidad de lugares,
entre ellos medios de comunicación, con pagos atrasados de sueldos y donde los
trabajadores tampoco cobraron el aguinaldo. Son grandes dificultades en la
relación laboral normal. Y al mismo tiempo hay hechos notorios de falta de
colaboración y de falta de solidaridad con el momento económico que atraviesa
el país. Pienso por ejemplo en los despidos en AGR, una de las plantas
impresoras del Grupo Clarín.
–¿No puede ser que muchos empresarios
incumplieron el compromiso porque vieron un movimiento obrero débil?
–No creo que haya
sido así. En realidad nosotros hemos mantenido una actitud equilibrada y muy
prudente. Pero ni el equilibrio ni la prudencia significan que abandonamos el
reclamo y la firmeza. No hay que confundir prudencia con resignación.
Observamos qué pasaba hasta el final de diciembre. Fuimos prudentes. Pero en
enero claramente empezó otra historia. No solo cayó el empleo. También se dejó
sin dinero en el bolsillo al pueblo trabajador. Eso se los dije a (uno de los
vicejefes de Gabinete a cargo de la coordinación, Mario) Quintana y (al
ministro de Trabajo, Jorge) Triaca.
–¿Qué les dijo exactamente?
–“No hay una moneda
en el bolsillo de los trabajadores.”
–¿Qué contestaron?
–Que según los
datos de ellos había un repunte en muchos sectores de la economía y que la
inflación estaba declinando.
–¿No lo convencieron?
–No. Vamos a pensar
por un momento que lo que dijeron refleja la realidad. Si es así, hay una
demora en que el supuesto repunte traccione la economía. En el aquí y ahora la
gente no tiene nada. Eso se ve en una temporada turística con menos veraneantes
y menos consumo y en la reducción de gastos que hizo el gaucho de a pie. Bajó
notablemente el poder de compra de los trabajadores. Y ni hablemos de los no
registrados. Como lo denuncié en la
marcha al Congreso del 18 de noviembre, son cientos de miles los compatriotas
que no saben si a la noche van a comer ni si tendrán algo que poner en la cena
familiar.
–¿El triunvirato se arrepiente de haber ido a
un brindis de fin de año con Mauricio Macri?
–Nosotros nunca
dejamos de representar a los trabajadores. Hay que recordar qué le dijimos.
–¿Es secreto?
–No, no es un
secreto. Puedo contar lo que le dije a Macri: “No se olvide, Presidente, de que
cualquier medida que usted toma actúa sobre un país que ya es muy desigual y
nosotros queremos que esa desigualdad se reduzca, no que aumente”. También le
dijimos que la relación del movimiento obrero con el Gobierno es de respeto y
de prudencia pero que actuamos desde lugares distintos. Nosotros representamos
a los trabajadores. Le dijimos que a veces podíamos coincidir y a veces
confrontar.
–Dujovne usó un tono condescendiente para
criticar la movilización y el paro. Dijo que era lógico en un año electoral.
–Lo nuestro es
político desde lo social, no desde lo partidario. No estamos discutiendo, como
CGT, si en octubre hay que ir con Cristina, con Massa o con otras vertientes
del peronismo. Carlos Acuña, del triunvirato, les contestó bien: “Si éste es un
año electoral, que suspendan las elecciones”. ¿Sería ridículo, no? También
sería ridículo suspender las protestas por la crisis económica porque estamos
en un año de renovación legislativa. Siempre sufrimos el doble patrón de
medida. Algunos personajes del establishment dicen: “Estamos frente a un
sindicalismo desprestigiado, que no es el mismo de hace 12 o 15 años atrás,
porque hoy los líderes son gente desconocida”. Después van a la cumbre de Davos
y se asombran porque los empresarios extranjeros les preguntan cuál va a ser el
comportamiento sindical en los próximos años. ¿Cómo es la historia? ¿Estamos
desprestigiados y somos un peligro?
–¿Cómo resulta la experiencia del
triunvirato?
–Está construyendo
su liderazgo después de una etapa marcada por la presencia al frente de la CGT
de una figura muy fuerte como la de Hugo Moyano. Creo que con manchones y todo,
con todas las críticas que se nos puedan hacer desde dentro del movimiento
obrero y desde afuera, vamos construyendo un lugar importante. Es una
experiencia novedosa y muy desafiante. Tenemos que tratar de hablar más o menos
el mismo lenguaje, usar el mismo enfoque, las mismas declaraciones, evitar que
pueda haber lecturas equivocadas de lo que decimos, mantener el mismo nivel de
información... A seis meses el triunvirato demostró madurez y se fue
consolidando. Es importante porque no se trata de una conducción provisoria de
la CGT. Fuimos elegidos por cuatro años.
–¿Qué le diría a un empresario de los que
preguntan en Davos?
–Esto: “A nosotros
nos preocupa el comportamiento de ustedes. Siete u ocho controlan la riqueza de
todo el mundo. ¿Les parece que es una actitud equilibrada o que es un problema
para el planeta?”.
–Usted estuvo el año pasado con el Papa. No
hubo fotos.
–Tampoco quise
hablar de la reunión. Yo no quise hacerlo porque sé que el Papa no quiere que
se distorsione lo que se conversa con él. Solo le pedí que nos recibiera
institucionalmente como CGT, cosa que como usted sabe parece que va a suceder.
Es un hombre preocupado por lo que pasa en la Argentina. Si se atiende su
postura pública sobre los temas del mundo, no creo que esté muy de acuerdo con
lo que está sucediendo en materia social en nuestro país.
–También los movimientos sociales tienen una
relación fluida con el Papa.
–A mediados de
enero, con poca gente en Buenos Aires, tuve una reunión con Emilio Pérsico y
con otros dirigentes. Estuvo también Juan Grabois, de la Confederación de
Trabajadores de la Economía Popular. Charlamos mucho. Vamos a profundizar el
mantenimiento de los contactos profundos y el modo de conservar una metodología
de participación entre los movimientos sociales y el movimiento obrero
organizado. El objetivo es que todos los esfuerzos no queden como un fósforo
que se enciende un segundo y se apaga con el viento.
–¿Qué dijeron?
–Que van a
acompañar las medidas de fuerza y las protestas. Con la marcha del 7 de marzo a
la Secretaría de Industria seguramente el resto de los sectores irá calentando
los motores para desembocar en una protesta de mayor envergadura a finales de
marzo.
–El paro general.
–Paro y
movilización.
–¿Movilización adónde?
–El 29 de abril del
año pasado protagonizamos una gran movilización en el Monumento al Trabajo, por
el 1° de Mayo. Después nos concentramos en el Congreso junto con los
movimientos sociales. El 7 iremos a Industria. Veremos cuál es el destino de la
movilización el día del paro.
–¿Y si la economía mejora de aquí a un mes?
–Yo no veo que las
cosas mejoren de aquí a finales de marzo. Más observo que hay una tendencia a
agravarse. La inflación se vio incrementada por el aumento en la salud, en los
peajes, en los impuestos municipales en todo el país, en las tarifas de luz y
gas, en el agua, en la suba de los alimentos... Hay un combo que parece no
responder a las intenciones que dice tener el Gobierno. Ojalá me equivoque.
–¿Por qué movilización a Industria dentro de
un mes y un paro más tarde?
–Estamos en el
medio de las vacaciones. Cualquier medida en medio de las vacaciones siempre es
dificultosa. El riesgo es que la gente no responda igual hasta que todos
terminen de volver y los que pudieron irse regresen y vean la realidad en su
conjunto. En cuanto a la medida, hay que prepararla.
–¿Qué significa preparar un paro general?
–Hablar con los
distintos sectores. Incluso con sectores no sindicales que se ven agredidos por
esta situación.
–¿Con el Gobierno no hay más negociación?
–El Gobierno ha
sido votado para cuatro años y como no estamos en una guerra habrá que seguir
hablando. Si hay conversaciones en el más alto nivel uno no puede pegar un
portazo. Pero sí puede establecer qué quiere y por qué desconfía de un
compromiso que los empresarios no cumplieron, y protestar. Cada uno tiene una
situación distinta y diferentes son también los niveles de organización. Los
sectores industriales están sufriendo un impacto muy grande. Una parte de los
de servicios también. Otros de servicios tienen una situación que merece
preocupación o crítica pero no sufren los mismos efectos que los primeros. En
el sector informal también hay diferentes. Nos encontramos con gente que tiene
ganas de reaccionar pero carece del nivel de organización del sector
registrado. Cuento esto para que se entienda la complejidad de cada medida. Acá
se creen que uno se sube a un escenario, dice “Vamos al paro” y ya está. Pero
hay que hablar con todos y ver cómo están. Con los estatales, con los
trabajadores del sector privado, con cada rama industrial, con los informales,
con las pymes... Y hay que discutir el empleo y la industria, y la necesidad de
una administración inteligente del comercio exterior.
No es lo mismo la
situación en el sector ceramista, en crisis profunda, que el debate en el
sector automotriz, sobre el porcentaje de componentes nacionales. El dato común
es el enfriamiento de la economía y la caída del consumo. El año pasado hubo
solo dos medidas oficiales que tuvieron otra dirección: el cambio en ganancias
y la emergencia social. En las dos estuvo la gestión de la CGT. Creo que
merecemos un crédito. Hasta paralizamos el transporte e hicimos gestiones
importantes en el Senado. Hubo otro hecho que quedó muy atrás pero en mi
opinión fue importante: trabajamos fuerte para evitar los despidos. El
Presidente vetó la ley que sancionaron las dos cámaras y por eso estamos de
nuevo con el conflicto. El que pagó el costo político fue el Gobierno con el
veto. Lo pagará de nuevo. No vamos a entregar ni los convenios ni los salarios.
Miramos todo, no tenemos la cabeza en un balde.
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