Un pañuelo sucio…
La titular de Madres de Plaza de
Mayo, Hebe de Bonafini. Fotografía: dyn
Hebe de Bonafini, un emblema que ha vaciado de significado
el pañuelo blanco.
© Escrito por Pablo Cohen el sábado 12/03/2016 y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La lucha de quienes alumbran sus sociedades enarbolando
principios humanistas, inextinguibles y fraternos ha sido más reconocida cuando
de aquella luz se ha desprendido el coraje que siempre supone decir las cosas
correctas en el momento incorrecto. Es fácil erigirse, como lo ha hecho el
peronismo, en víctima de los crímenes de la última dictadura;
más difícil es aceptar que éstos comenzaron durante la presidencia de
María Estela Martínez de Perón y que la tarea de un presidente
democrático no consistía en amnistiar a los militares sino en juzgarlos de
acuerdo a las reglas del Estado de derecho.
El Estado de derecho es, precisamente, uno de los elementos del
contrato social que ha descubierto el kirchnerismo en estos escasos meses de
gobierno macrista: ahora que es oposición ha terminado por comprender que una cosa
es la legitimidad de origen y otra la de ejercicio.
No se podría entender de otra forma que, con alevosa ansiedad,
tantos silenciosos cómplices del lavado de dinero, de la ludopatía y del
hacinamiento ferroviario hayan proclamado que la actual Argentina es una
dictadura.
En esa línea de pensamiento, un emblema que ha vaciado de
significado el pañuelo blanco ha sido Hebe de Bonafini.
Ha dicho Bonafini: “El 23 y 24 de marzo, como una cachetada a la Historia, a
nuestros hijos y a nosotras, las Madres, llega Barack
Obama al país, invitado por otro enemigo de las Madres: Mauricio Macri”.
“Me puse a pensar”, agregó Bonafini, “a qué país representa Obama, y me saltó a
la cabeza el Plan Cóndor”. Y remató: “Ese hombre tiene las manos manchadas de
sangre y acá no lo queremos”.
Es curioso que Bonafini confunda a un presidente negro,
demócrata y keynesiano con Richard Nixon, que evoque el Plan Cóndor, pero
no la campaña de Jimmy Carter contra las dictaduras latinoamericanas y que se
espante por el horroroso entrenamiento que de los estadounidenses recibieron
tantos represores sin ahondar en uno al menos igual de cruel, que es el que
Francia proveyó a los militares argentinos fascinados por la violencia
desplegada contra Argelia. Aparentemente, Hollande y la tradición xenófoba,
jacobina y pronazi del pueblo galo no forman parte del odio de la candorosa
entrevistadora de César Milani.
La ley de sangre, que rige en Francia contra la mucho más
integradora ley de suelo, que sobrevive en los Estados Unidos, tampoco es digna
de ese análisis, a pesar de que a nadie puede escapar la reciente visita a la nación de Hollande, un socialista moderado que, como el
uruguayo Tabaré Vázquez, simpatiza con Macri.
La señora Bonafini habla hoy de los desaparecidos como de
“30 mil revolucionarios” y,
así como condena la represión de Macri en episodios menores, no tiene tiempo
para recordar que, en plena crisis del gobierno de CFK con el campo, opinó: “La
Presidenta tiene mucha democracia y mucha tolerancia, porque otro gobierno los
hubiera desalojado a palos y a gases como merecían”.
Tampoco recuerda, las épocas en las que acusaba a Bergoglio de “golpista”, festejaba las muertes de
civiles en las Torres Gemelas, pedía desalojar de la Casa Rosada a un
vicepresidente electo, llamaba “bolitas hijos de puta” a un grupo de ciudadanos
que asistían a la Plaza de Mayo, se solidarizaba con las FARC o insultaba a
quienes habían osado participar de la despedida que se le realizó al ex
presidente Alfonsín.
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